Cuando se hundió el Belgrano con 1.093 personas a bordo, murió un primo de mi esposa, el Suboficial Segundo José Dante Faur, de Bowen, General Alvear, Mendoza.
Sobre el particular, Carina Emilce Faur relata:
“Dante era submarinista, instructor maquinista y que estaba destinado en la base de submarinos existente en Mar del Plata donde vivía con su familia.
En 1982 estaba cursando primer año de la secundaria en la Escuela Pedro Pascual Segura de Bowen cuando supe que Dante figuraba en la lista de desaparecidos.
Mi papá era primo segundo del padre de Dante y recuerdo cómo contaba en la mesa todo lo que hacía su primo para saber el destino de su hijo a quien no creía muerto. De hecho, esperaba que un día apareciera en la puerta de su casa.
Recuerdo que en esas búsquedas por saber qué había pasado con él, mi papá lo acompañó a San Rafael para entrevistarse con un sobreviviente del Belgrano quien confirmó ver a Dante ser relevado del puesto de guardia y bajar a la zona de camarotes a descansar. Era difícil que hubiera sobrevivido.
Un día el papá de Dante vio unas fotos del hundimiento del Belgrano y el rescate de los sobrevivientes y creyó ver que Dante estaba en una balsa salvavidas. No podía aceptar que su hijo había muerto. En esa época se comentaba que algunos militares del Belgrano deambulaban por el sur de Argentina. Estas situaciones generaron muchas expectativas, especialmente especulaciones sobre donde podía estar, siendo una de las variantes más firmes, la internación en algún hospital del sur de Argentina. Circulaban rumores de todo tipo en esa época, algunos decían que los soviéticos habían rescatado personas de las balsas salvavidas y las habían llevado al territorio de la Unión Soviética, rumor que fue desmentido con el tiempo”.
Dos días después del ataque, el día 4 de mayo de 1982, la mamá de Carina, Adela Álvarez Faur, escribió una prosa literaria en honor a Dante y a todos los caídos, en su calidad de corresponsal del periódico “El Alvearense”:
“CRISTO TEN PIEDAD DE NOSOTROS”
“Mayo proyecta su color otoñal y los días, aún tibios, se vuelven plomizos y amarillos en los árboles… Mi pueblo, Señor, que fue fecundo en vides dulces, hoy tiene un sabor amargo. Todavía el sol teje sus cálidos arreboles en nuestras calles, pero muy lejos de aquí, el frío lacera la carne y el viento sopla más cerca de la Cruz del Sur. Por la noche, el mar y de día el mar; mar y cielo bautizando las horas…”
“¡Cristo ten piedad de nosotros!”
“Casi media tarde del día domingo y el gigante dormita sobre las olas la paz que precede al trueno. Más de mil jóvenes en idéntico albedrío, muchos de ellos con caras de niños, que de pronto se volvieron hombres cargando los fusiles al llamado de la Patria. Frío intenso, hasta que la tarde se vuelve ardorosa en la explosión infame. Herido, el coloso de los mares se inclina dolorosamente hacia popa… ¿y aquellos muchachos? ¡Han escrito en la historia sus nombres!”
“Por Pedro o Juan que no conocí. Por ese Dante que conocí niño y que nunca volvió, dejando acrisolado en el mar su nombre de poeta; por esas madres que gimen y esperan…”
“¡Cristo ten piedad de nosotros!”
“No bastó tu sangre Señor, todavía los hombres se matan… En algún lugar queda un Judas y también un Pilatos y un ser intransigente que manda a esos hombres que vienen de lejos, algunos muy rubios, hermosos y atletas que, lástima, algunos no saben por qué matan, pero sí saben por qué mueren. Por este inmenso dolor…”
“¡Cristo ten piedad de nosotros!”
“Y mañana Señor, cuando la luz de la paz, ilumine los campos en la promesa del surco, quizás seamos muchos más los que amemos la humildad del labriego, los que te demos gracias por la serena sencillez de nuestro pueblo. Y también muchos más los que digamos, como quien escribió en alguna parte: “si volviera a vivir, cosecharía más rosas”… Si volviera a vivir…”
Nélida Figueroa de Faur, esposa de Dante, actualmente radicada en Concepción del Uruguay, no puede dirigirse a su esposo empleando palabras con tiempo pasado. “Dicen que fue un héroe y no, es un héroe y lo va a ser siempre, por eso sigue en Malvinas”. Vanina, su hija, quien tenía dos meses cuando Dante partió rumbo a las islas, refiriéndose a su hijo dijo “Él va a saber quién fue su abuelo”. [1]
Investigando sobre Dante Faur, el Suboficial Segundo Operaciones, General Claudio Lamoso de la Base Aeronaval Comandante Espora, se comunicó conmigo a través de WhatsApp y me retransmitió el siguiente mensaje que le envió el VGM Suboficial Mayor Operaciones General, Nilo Navas, actualmente retirado y sobreviviente al ataque al Crucero General Belgrano:
“Buen Día, era Suboficial Segundo Maquinista, estaba de guardia en el momento del ataque justo en la zona del torpedo de popa. Se estima que esa gente murió en el acto. No tengo más información.”
Seguí investigando porque quería llegar al mayor grado de detalle posible sobre los últimos momentos vividos por el primo de mi esposa, quien, como Suboficial de la Armada Argentina, entregó su vida en el Crucero General Belgrano. Fue así que contacté a tres suboficiales que lo conocían uno de ellos, fue uno de sus mejores amigos: Juan Carlos Ruviera, Ramón Escobar y Juan Carlos Sampaoli.
Juan Carlos Ruviera, me contó que en el Crucero General Belgrano había cuatro grupos de profesionales por afinidad de tareas, los artilleros, los maniobreros (apodados los chafas), los electricistas y los maquinistas.
“Así como los artilleros estábamos sobre la cubierta, los maquinistas como Dante, estaban bien abajo de la cubierta, con los motores y las calderas, seguramente salía muy poco a la cubierta. Los maquinistas solo dejaban el puesto de trabajo para el desayuno, almuerzo, cena, para ir al dormitorio y luego volvían a su trabajo. Muy de vez en subían a la cubierta para despejarse o tomar aire”.
Ramón Escobar, suboficial de la armada residente en Mar del Plata, me contó que conoció a Dante porque formaba parte de un grupo de cinco personas que eran muy amigos, pasaban tiempo juntos vacaciones, paseos, estudios, diversión, hasta que fueron creciendo y formando sus familias y adquiriendo especialidades en la armada. Así fueron tomando sus propios rumbos.
“En 1982, Dante estaba destinado en la Escuela de Submarinos porque era Profesor de la materia Máquinas y yo estaba destinado en el submarino Santa Fe, en comisión en dicha escuela porque participaba del curso de TR 1700, en razón de que me designaron para ir a buscar el submarino San Juan a Alemania y me estaban enseñando como eran los motores de ese submarino”.
“Cuando salió el despacho, la orden de concurrir a embarcar al crucero General Belgrano, los dos nos sorprendimos porque no estábamos embarcados, los dos éramos submarinistas y nos ordenaban embarcar en un crucero. A mí me fueron a buscar a mi casa a las 5 de la tarde, ordenándome que me tenía que presentar inmediatamente en la base, me llevaron en vehículo, me dieron el pasaje y viajamos juntos con Dante el día 13 de abril, 3 días antes de que zarpe el crucero, porque el 16 de abril ya estábamos navegando hacia el sur”.
“Dante era maquinista y él trabajaba en las máquinas y caldera mientras que yo estaba en el generador de proa que proporcionaba la luz del crucero. Permanentemente estuvimos haciendo ejercicios de combate y nos veíamos poco. Y el momento que teníamos para descansar, descansábamos”.
“Llegamos a Ushuaia, hicimos reaprovisionamiento de combustible y zarpamos nuevamente. Vivíamos haciendo zafarrancho de combate, abandono del buque y la noche anterior al ataque estuvimos de guardia de combate porque entramos en la zona de exclusión dirigiéndonos a Malvinas, pero como el portaaviones regresó al continente, nos volvimos nosotros también y durante el regreso, nos atacaron con torpedos MK 34”.
“Nosotros no éramos conscientes del problema. Pensábamos que se iba a arreglar todo por la mediación del Papa Juan Pablo II, pero como la Thatcher había perdido varios buques hundidos por nosotros, ordenó atacarnos y recién ahí, tomamos conciencia de la real dimensión del problema en que nos encontrábamos. Luego del ataque, yo estuve 30 horas en la balsa”.
“Donde estaba Dante, ya sea durmiendo o en la zona de máquinas, esa parte desapareció toda, porque justo ahí impactó el torpedo que lanzó el Submarino Conqueror. Teniendo en cuenta que el impacto fue a las 16 horas, es probable que haya estado durmiendo o descansando. Durante los días que estuvimos embarcados nos vimos 3 veces. Hacíamos guardia, descanso, zafarrancho y trabajo”.
“El día 2 de mayo a las 16 horas, yo me estaba preparando para entrar de guardia en el medio del buque arriba de la Santa Bárbara donde estaba toda la munición calibre 155 mm del crucero, debajo del puente de mando. Felizmente el torpedo no impactó allí, porque de haberlo hecho, lo hubiera partido al medio y hubieran sido muchísimos más los muertos”.
“A las 16 horas, el Conqueror disparó dos torpedos en dirección al crucero Belgrano, el primero impactó en la zona de máquinas y el otro en la proa arrancándole como 15 metros de ella. Un tercer torpedo rozó al destructor Bouchard que venía con nosotros pero no explotó. Cerca nuestro también estaba el destructor Piedrabuena. Al producirse el ataque, los destructores aplicaron una maniobra que se llama evasiva, para evitar ser alcanzados por los torpedos del submarino”.
“Cuando impactan los torpedos, el crucero se queda sin luces, había gritos y salí al tanteo y de memoria por el puente de mando, porque la visibilidad era casi nula. Había gente quemada que iba para la enfermería, estábamos shockeados, era un caos. Cuando llegamos arriba volvimos a poder ver porque era de día, pero había un temporal tremendo y cada uno se dirigió a la balsa que tenía asignada para desembarcar. En cada balsa entraban 22 personas. Pero había algunas que estaban en mal estado y como el barco escoró hacia babor, los que estaban a estribor, no podían arrojarlas al agua, las desprendían y las arrojaban como podían. Algunos se tiraban al agua y otros arriba de las balsas. Yo me tiré arriba de mi balsa, caí en el techo y luego me metí adentro. La evacuación fue muy bien desarrollada gracias a la gran cantidad de prácticas que tuvimos. Gracias a Dios fue de día”.
“A mí, la situación mucho no me afectó psicológicamente, pero tengo compañeros que quedaron traumatizados de por vida. Algunos siguen con la mirada perdida, otros como sonámbulos, unos pocos se suicidaron. Dependió mucho de la situación particular y extrema que vivió cada uno. Algunos murieron en las balsas y el tiempo que estuvimos en las balsas varió entre 20 y 40 horas”.
“Dante era una persona muy amable, muy buen compañero, era recto de proceder. Nunca quiso ser más que el otro, era sencillo y muy agradable. Sobresaliente persona”.
Juan Carlos Sampaoli me contó que Dante era su “amigo del alma”, ambos ingresaron a la Armada Argentina el 19 de enero de 1970, solo contaban con la primaria aprobada, Dante tenía 13 y Juan Carlos 15 años edad y un profundo amor por la Patria.
“Ingresamos a la Escuela de Mecánica de la Armada. A Dante lo conocí en el primer año y estuvimos los 3 siguientes juntos, estudiando en la misma aula. Los dos éramos de la especialidad maquinista, éramos como hermanos”.
“Nos recibimos alrededor de 220 cursantes de distintas especialidades. Nosotros éramos cabos 1ros y al egreso, a fines de 1972, nos destinaron en la flota de mar en Puerto Belgrano, ciudad de Punta Alta donde permanecimos 1 año y como no nos gustaba el destino, nos anotamos para hacer el curso de submarinistas, al año siguiente nos mandaron a Mar del Plata”.
“Con Dante hicimos un año de estudios en la misma aula. Para ser submarinista no solo hay que satisfacer exigencias académicas, hay que tener muy buen estado físico y psicológico. No cualquiera puede ser submarinista porque se requiere equilibrio y dominio mental para desarrollar actividades prolongadas sin ver la luz natural y convivir en espacios reducidos”.
“Finalizado el curso de submarinista, a los dos nos destinan al submarino San Luis, un submarino que en el año 1973 estaba prácticamente nuevo. Convivimos en el submarino durante los 5 años siguientes, desde el ‘74 al ‘79”.
“Lo vivido con Dante en la ESMA, Puerto Belgrano y en Mar del Plata, me permiten decir que lo conozco más que a mis propios hermanos. Imagínese que en el San Luis navegamos en inmersión durante 2 meses sin salir a la superficie, uno al lado del otro”.
“Después fuimos a hacer el curso para ascender a Cabo Principal a Puerto Belgrano donde permanecimos durante 6 meses. Después volvimos a la Base de Submarinos durante los años 1980 y 1981, pero en esos años yo revistaba en el submarino Santa Fe y Dante en Santiago del Estero”.
“Como la familia de Dante vivía en San Justo, provincia de Buenos Aires, cuando yo estaba en la ESMA iba a la casa de él y conocí a Doña Pichona, Don Pelado y a su hermana Ivana. Yo era de la localidad de Olavarría y como quedaba lejos de la ESMA, cuando tenía franco me iba a la casa de Dante y pasaba el fin de semana o las horas libres que tenía en familia. Fueron un apoyo que no lo olvidaré jamás”.
“Cuando él se casó, lo hizo en San Justo, en el año 1981 y a los 6 meses me casé yo. Fui a su casamiento y él vino al mío, te digo esto para que note el grado de amistad que había entre nosotros”.
“Durante el año 1982 vivíamos en un Barrio Militar de la Armada en Mar del Plata, en la zona de la Avenida Juan B justo y la calle Güemes. Él vivía en un departamento en el 1er piso y enfrente vivía yo. ¡Seguíamos juntos!”.
“Durante la guerra, yo mando a mi señora a Coronel Suarez y Dante la manda a Teresita Figueroa, a quien llamábamos Zuly, a Buenos Aires. Zuly estaba embarazada de un mes”.
“En 1982, los dos teníamos la jerarquía de Suboficiales Segundos. Cuando llegó el despacho le ayudé a Dante a preparar sus cosas y esa noche cenamos juntos, solo lo dos. Recuerdo que yo tenía un Citroen y lo llevé a la estación terminal porque llevaba el bolsón porta-equipo y varias cosas más. Cuando llegamos al micro que hacía el recorrido Mar del Plata a Puerto Belgrano, notamos que era un micro particular, no era de línea y allí nos encontramos con el Cabo Ramón Escobar, recién egresado de la Escuela de Submarinos. A Ramón lo estaba despidiendo la esposa y a Dante lo despedí yo”.
“La última imagen que tengo de Dante es su mirada cuando el micro hace marcha atrás y él me mira. Es la última vez que lo vi. Aún conservo grabada en mi memoria esa foto de la vida, de mi amigo del alma al que todavía extraño”.
“Yo quedé en la Base Naval Mar del Plata y cuando atacan el Crucero Belgrano estuve muy atento a los nombres de sobrevivientes. Dante no aparecía. Pero con los días, volvió Ramón Escobar y me contó lo que pasó. Y me dijo que Dante estaba durmiendo cuando impactó el torpedo. Así que me convencí que había muerto, luego de haber transcurridos 15 días del ataque”.
“Viajé a San Justo y con todo el dolor del alma les dije a sus padres lo que le había pasado al Dante, pero no lo aceptaban. Siempre tuvieron la esperanza de volverlo a ver y como no perdieron la fe, pero tampoco lo veían, creían que estaba vivo”.
“Yo perdí el contacto con la esposa de Dante y después de 20 años un amigo submarinista viajó a Entre Ríos y se enteró que ella vivía en Concepción del Uruguay. Tomó contacto, nos volvimos a relacionar y 5 amigos viajamos a visitarla. Compartimos momentos de mucha alegría y tristeza al recordar los tiempos pasados en que las familias convivían a la par de nuestro trabajo como marinos. Estuvieron presentes también Doña Pichona, Don Pelado y Vanina, la hija de Dante, que nunca conoció. Así cerré una parte de la historia. A Dante, lo recuerdo a diario, como dije, es mi amigo del alma”.
El 19 de octubre de 2021, algunos integrantes de la familia Faur, compañeros y camaradas VGM de Dante, en el marco de un acto muy emotivo organizado por el Veterano de Guerra Ricardo Chiapa, descubrieron en la entrada de Bowen, un cartel con la siguiente inscripción: “Bienvenidos a Bowen, cuna del Héroe SSMQSM José Dante Faur”. En esa oportunidad, Veteranos de Guerra de la ciudad de Mar del Plata, entregaron la libreta sanitaria de Dante para el museo de Malvinas de General Alvear.
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Carina Faur, al final de su discurso dijo:
“A Ustedes VGM presentes, gracias por su servicio, por su entrega, perdón en nombre de esa parte de la sociedad argentina que no los valora ni los respeta. Sé, como esposa de un Veterano de la Guerra de Malvinas, condecorado por su valor al combate, que duele más la indiferencia de tu gente, que la bala más mortífera del enemigo. A los presentes, gracias, por ser parte de esa sociedad argentina que honra a nuestros veteranos y no olvida, sabiendo que el olvido y la indiferencia son peores que la muerte misma. Que Dios los bendiga. ¡José Dante Faur!”
¡Presente! Contestaron los veteranos visiblemente emocionados.
🕷
Por el Coronel Enrique Stel.
Cuando se hundió el Belgrano con 1.093 personas a bordo, murió un primo de mi esposa, el Suboficial Segundo José Dante Faur, de Bowen, General Alvear, Mendoza.
Sobre el particular, Carina Emilce Faur relata:
“Dante era submarinista, instructor maquinista y que estaba destinado en la base de submarinos existente en Mar del Plata donde vivía con su familia.
En 1982 estaba cursando primer año de la secundaria en la Escuela Pedro Pascual Segura de Bowen cuando supe que Dante figuraba en la lista de desaparecidos.
Mi papá era primo segundo del padre de Dante y recuerdo cómo contaba en la mesa todo lo que hacía su primo para saber el destino de su hijo a quien no creía muerto. De hecho, esperaba que un día apareciera en la puerta de su casa.
Recuerdo que en esas búsquedas por saber qué había pasado con él, mi papá lo acompañó a San Rafael para entrevistarse con un sobreviviente del Belgrano quien confirmó ver a Dante ser relevado del puesto de guardia y bajar a la zona de camarotes a descansar. Era difícil que hubiera sobrevivido.
Un día el papá de Dante vio unas fotos del hundimiento del Belgrano y el rescate de los sobrevivientes y creyó ver que Dante estaba en una balsa salvavidas. No podía aceptar que su hijo había muerto. En esa época se comentaba que algunos militares del Belgrano deambulaban por el sur de Argentina. Estas situaciones generaron muchas expectativas, especialmente especulaciones sobre donde podía estar, siendo una de las variantes más firmes, la internación en algún hospital del sur de Argentina. Circulaban rumores de todo tipo en esa época, algunos decían que los soviéticos habían rescatado personas de las balsas salvavidas y las habían llevado al territorio de la Unión Soviética, rumor que fue desmentido con el tiempo”.
Dos días después del ataque, el día 4 de mayo de 1982, la mamá de Carina, Adela Álvarez Faur, escribió una prosa literaria en honor a Dante y a todos los caídos, en su calidad de corresponsal del periódico “El Alvearense”:
“CRISTO TEN PIEDAD DE NOSOTROS”
“Mayo proyecta su color otoñal y los días, aún tibios, se vuelven plomizos y amarillos en los árboles… Mi pueblo, Señor, que fue fecundo en vides dulces, hoy tiene un sabor amargo. Todavía el sol teje sus cálidos arreboles en nuestras calles, pero muy lejos de aquí, el frío lacera la carne y el viento sopla más cerca de la Cruz del Sur. Por la noche, el mar y de día el mar; mar y cielo bautizando las horas…”
“¡Cristo ten piedad de nosotros!”
“Casi media tarde del día domingo y el gigante dormita sobre las olas la paz que precede al trueno. Más de mil jóvenes en idéntico albedrío, muchos de ellos con caras de niños, que de pronto se volvieron hombres cargando los fusiles al llamado de la Patria. Frío intenso, hasta que la tarde se vuelve ardorosa en la explosión infame. Herido, el coloso de los mares se inclina dolorosamente hacia popa… ¿y aquellos muchachos? ¡Han escrito en la historia sus nombres!”
“Por Pedro o Juan que no conocí. Por ese Dante que conocí niño y que nunca volvió, dejando acrisolado en el mar su nombre de poeta; por esas madres que gimen y esperan…”
“¡Cristo ten piedad de nosotros!”
“No bastó tu sangre Señor, todavía los hombres se matan… En algún lugar queda un Judas y también un Pilatos y un ser intransigente que manda a esos hombres que vienen de lejos, algunos muy rubios, hermosos y atletas que, lástima, algunos no saben por qué matan, pero sí saben por qué mueren. Por este inmenso dolor…”
“¡Cristo ten piedad de nosotros!”
“Y mañana Señor, cuando la luz de la paz, ilumine los campos en la promesa del surco, quizás seamos muchos más los que amemos la humildad del labriego, los que te demos gracias por la serena sencillez de nuestro pueblo. Y también muchos más los que digamos, como quien escribió en alguna parte: “si volviera a vivir, cosecharía más rosas”… Si volviera a vivir…”
Nélida Figueroa de Faur, esposa de Dante, actualmente radicada en Concepción del Uruguay, no puede dirigirse a su esposo empleando palabras con tiempo pasado. “Dicen que fue un héroe y no, es un héroe y lo va a ser siempre, por eso sigue en Malvinas”. Vanina, su hija, quien tenía dos meses cuando Dante partió rumbo a las islas, refiriéndose a su hijo dijo “Él va a saber quién fue su abuelo”. [1]
Investigando sobre Dante Faur, el Suboficial Segundo Operaciones, General Claudio Lamoso de la Base Aeronaval Comandante Espora, se comunicó conmigo a través de WhatsApp y me retransmitió el siguiente mensaje que le envió el VGM Suboficial Mayor Operaciones General, Nilo Navas, actualmente retirado y sobreviviente al ataque al Crucero General Belgrano:
“Buen Día, era Suboficial Segundo Maquinista, estaba de guardia en el momento del ataque justo en la zona del torpedo de popa. Se estima que esa gente murió en el acto. No tengo más información.”
Seguí investigando porque quería llegar al mayor grado de detalle posible sobre los últimos momentos vividos por el primo de mi esposa, quien, como Suboficial de la Armada Argentina, entregó su vida en el Crucero General Belgrano. Fue así que contacté a tres suboficiales que lo conocían uno de ellos, fue uno de sus mejores amigos: Juan Carlos Ruviera, Ramón Escobar y Juan Carlos Sampaoli.
Juan Carlos Ruviera, me contó que en el Crucero General Belgrano había cuatro grupos de profesionales por afinidad de tareas, los artilleros, los maniobreros (apodados los chafas), los electricistas y los maquinistas.
“Así como los artilleros estábamos sobre la cubierta, los maquinistas como Dante, estaban bien abajo de la cubierta, con los motores y las calderas, seguramente salía muy poco a la cubierta. Los maquinistas solo dejaban el puesto de trabajo para el desayuno, almuerzo, cena, para ir al dormitorio y luego volvían a su trabajo. Muy de vez en subían a la cubierta para despejarse o tomar aire”.
Ramón Escobar, suboficial de la armada residente en Mar del Plata, me contó que conoció a Dante porque formaba parte de un grupo de cinco personas que eran muy amigos, pasaban tiempo juntos vacaciones, paseos, estudios, diversión, hasta que fueron creciendo y formando sus familias y adquiriendo especialidades en la armada. Así fueron tomando sus propios rumbos.
“En 1982, Dante estaba destinado en la Escuela de Submarinos porque era Profesor de la materia Máquinas y yo estaba destinado en el submarino Santa Fe, en comisión en dicha escuela porque participaba del curso de TR 1700, en razón de que me designaron para ir a buscar el submarino San Juan a Alemania y me estaban enseñando como eran los motores de ese submarino”.
“Cuando salió el despacho, la orden de concurrir a embarcar al crucero General Belgrano, los dos nos sorprendimos porque no estábamos embarcados, los dos éramos submarinistas y nos ordenaban embarcar en un crucero. A mí me fueron a buscar a mi casa a las 5 de la tarde, ordenándome que me tenía que presentar inmediatamente en la base, me llevaron en vehículo, me dieron el pasaje y viajamos juntos con Dante el día 13 de abril, 3 días antes de que zarpe el crucero, porque el 16 de abril ya estábamos navegando hacia el sur”.
“Dante era maquinista y él trabajaba en las máquinas y caldera mientras que yo estaba en el generador de proa que proporcionaba la luz del crucero. Permanentemente estuvimos haciendo ejercicios de combate y nos veíamos poco. Y el momento que teníamos para descansar, descansábamos”.
“Llegamos a Ushuaia, hicimos reaprovisionamiento de combustible y zarpamos nuevamente. Vivíamos haciendo zafarrancho de combate, abandono del buque y la noche anterior al ataque estuvimos de guardia de combate porque entramos en la zona de exclusión dirigiéndonos a Malvinas, pero como el portaaviones regresó al continente, nos volvimos nosotros también y durante el regreso, nos atacaron con torpedos MK 34”.
“Nosotros no éramos conscientes del problema. Pensábamos que se iba a arreglar todo por la mediación del Papa Juan Pablo II, pero como la Thatcher había perdido varios buques hundidos por nosotros, ordenó atacarnos y recién ahí, tomamos conciencia de la real dimensión del problema en que nos encontrábamos. Luego del ataque, yo estuve 30 horas en la balsa”.
“Donde estaba Dante, ya sea durmiendo o en la zona de máquinas, esa parte desapareció toda, porque justo ahí impactó el torpedo que lanzó el Submarino Conqueror. Teniendo en cuenta que el impacto fue a las 16 horas, es probable que haya estado durmiendo o descansando. Durante los días que estuvimos embarcados nos vimos 3 veces. Hacíamos guardia, descanso, zafarrancho y trabajo”.
“El día 2 de mayo a las 16 horas, yo me estaba preparando para entrar de guardia en el medio del buque arriba de la Santa Bárbara donde estaba toda la munición calibre 155 mm del crucero, debajo del puente de mando. Felizmente el torpedo no impactó allí, porque de haberlo hecho, lo hubiera partido al medio y hubieran sido muchísimos más los muertos”.
“A las 16 horas, el Conqueror disparó dos torpedos en dirección al crucero Belgrano, el primero impactó en la zona de máquinas y el otro en la proa arrancándole como 15 metros de ella. Un tercer torpedo rozó al destructor Bouchard que venía con nosotros pero no explotó. Cerca nuestro también estaba el destructor Piedrabuena. Al producirse el ataque, los destructores aplicaron una maniobra que se llama evasiva, para evitar ser alcanzados por los torpedos del submarino”.
“Cuando impactan los torpedos, el crucero se queda sin luces, había gritos y salí al tanteo y de memoria por el puente de mando, porque la visibilidad era casi nula. Había gente quemada que iba para la enfermería, estábamos shockeados, era un caos. Cuando llegamos arriba volvimos a poder ver porque era de día, pero había un temporal tremendo y cada uno se dirigió a la balsa que tenía asignada para desembarcar. En cada balsa entraban 22 personas. Pero había algunas que estaban en mal estado y como el barco escoró hacia babor, los que estaban a estribor, no podían arrojarlas al agua, las desprendían y las arrojaban como podían. Algunos se tiraban al agua y otros arriba de las balsas. Yo me tiré arriba de mi balsa, caí en el techo y luego me metí adentro. La evacuación fue muy bien desarrollada gracias a la gran cantidad de prácticas que tuvimos. Gracias a Dios fue de día”.
“A mí, la situación mucho no me afectó psicológicamente, pero tengo compañeros que quedaron traumatizados de por vida. Algunos siguen con la mirada perdida, otros como sonámbulos, unos pocos se suicidaron. Dependió mucho de la situación particular y extrema que vivió cada uno. Algunos murieron en las balsas y el tiempo que estuvimos en las balsas varió entre 20 y 40 horas”.
“Dante era una persona muy amable, muy buen compañero, era recto de proceder. Nunca quiso ser más que el otro, era sencillo y muy agradable. Sobresaliente persona”.
Juan Carlos Sampaoli me contó que Dante era su “amigo del alma”, ambos ingresaron a la Armada Argentina el 19 de enero de 1970, solo contaban con la primaria aprobada, Dante tenía 13 y Juan Carlos 15 años edad y un profundo amor por la Patria.
“Ingresamos a la Escuela de Mecánica de la Armada. A Dante lo conocí en el primer año y estuvimos los 3 siguientes juntos, estudiando en la misma aula. Los dos éramos de la especialidad maquinista, éramos como hermanos”.
“Nos recibimos alrededor de 220 cursantes de distintas especialidades. Nosotros éramos cabos 1ros y al egreso, a fines de 1972, nos destinaron en la flota de mar en Puerto Belgrano, ciudad de Punta Alta donde permanecimos 1 año y como no nos gustaba el destino, nos anotamos para hacer el curso de submarinistas, al año siguiente nos mandaron a Mar del Plata”.
“Con Dante hicimos un año de estudios en la misma aula. Para ser submarinista no solo hay que satisfacer exigencias académicas, hay que tener muy buen estado físico y psicológico. No cualquiera puede ser submarinista porque se requiere equilibrio y dominio mental para desarrollar actividades prolongadas sin ver la luz natural y convivir en espacios reducidos”.
“Finalizado el curso de submarinista, a los dos nos destinan al submarino San Luis, un submarino que en el año 1973 estaba prácticamente nuevo. Convivimos en el submarino durante los 5 años siguientes, desde el ‘74 al ‘79”.
“Lo vivido con Dante en la ESMA, Puerto Belgrano y en Mar del Plata, me permiten decir que lo conozco más que a mis propios hermanos. Imagínese que en el San Luis navegamos en inmersión durante 2 meses sin salir a la superficie, uno al lado del otro”.
“Después fuimos a hacer el curso para ascender a Cabo Principal a Puerto Belgrano donde permanecimos durante 6 meses. Después volvimos a la Base de Submarinos durante los años 1980 y 1981, pero en esos años yo revistaba en el submarino Santa Fe y Dante en Santiago del Estero”.
“Como la familia de Dante vivía en San Justo, provincia de Buenos Aires, cuando yo estaba en la ESMA iba a la casa de él y conocí a Doña Pichona, Don Pelado y a su hermana Ivana. Yo era de la localidad de Olavarría y como quedaba lejos de la ESMA, cuando tenía franco me iba a la casa de Dante y pasaba el fin de semana o las horas libres que tenía en familia. Fueron un apoyo que no lo olvidaré jamás”.
“Cuando él se casó, lo hizo en San Justo, en el año 1981 y a los 6 meses me casé yo. Fui a su casamiento y él vino al mío, te digo esto para que note el grado de amistad que había entre nosotros”.
“Durante el año 1982 vivíamos en un Barrio Militar de la Armada en Mar del Plata, en la zona de la Avenida Juan B justo y la calle Güemes. Él vivía en un departamento en el 1er piso y enfrente vivía yo. ¡Seguíamos juntos!”.
“Durante la guerra, yo mando a mi señora a Coronel Suarez y Dante la manda a Teresita Figueroa, a quien llamábamos Zuly, a Buenos Aires. Zuly estaba embarazada de un mes”.
“En 1982, los dos teníamos la jerarquía de Suboficiales Segundos. Cuando llegó el despacho le ayudé a Dante a preparar sus cosas y esa noche cenamos juntos, solo lo dos. Recuerdo que yo tenía un Citroen y lo llevé a la estación terminal porque llevaba el bolsón porta-equipo y varias cosas más. Cuando llegamos al micro que hacía el recorrido Mar del Plata a Puerto Belgrano, notamos que era un micro particular, no era de línea y allí nos encontramos con el Cabo Ramón Escobar, recién egresado de la Escuela de Submarinos. A Ramón lo estaba despidiendo la esposa y a Dante lo despedí yo”.
“La última imagen que tengo de Dante es su mirada cuando el micro hace marcha atrás y él me mira. Es la última vez que lo vi. Aún conservo grabada en mi memoria esa foto de la vida, de mi amigo del alma al que todavía extraño”.
“Yo quedé en la Base Naval Mar del Plata y cuando atacan el Crucero Belgrano estuve muy atento a los nombres de sobrevivientes. Dante no aparecía. Pero con los días, volvió Ramón Escobar y me contó lo que pasó. Y me dijo que Dante estaba durmiendo cuando impactó el torpedo. Así que me convencí que había muerto, luego de haber transcurridos 15 días del ataque”.
“Viajé a San Justo y con todo el dolor del alma les dije a sus padres lo que le había pasado al Dante, pero no lo aceptaban. Siempre tuvieron la esperanza de volverlo a ver y como no perdieron la fe, pero tampoco lo veían, creían que estaba vivo”.
“Yo perdí el contacto con la esposa de Dante y después de 20 años un amigo submarinista viajó a Entre Ríos y se enteró que ella vivía en Concepción del Uruguay. Tomó contacto, nos volvimos a relacionar y 5 amigos viajamos a visitarla. Compartimos momentos de mucha alegría y tristeza al recordar los tiempos pasados en que las familias convivían a la par de nuestro trabajo como marinos. Estuvieron presentes también Doña Pichona, Don Pelado y Vanina, la hija de Dante, que nunca conoció. Así cerré una parte de la historia. A Dante, lo recuerdo a diario, como dije, es mi amigo del alma”.
El 19 de octubre de 2021, algunos integrantes de la familia Faur, compañeros y camaradas VGM de Dante, en el marco de un acto muy emotivo organizado por el Veterano de Guerra Ricardo Chiapa, descubrieron en la entrada de Bowen, un cartel con la siguiente inscripción: “Bienvenidos a Bowen, cuna del Héroe SSMQSM José Dante Faur”. En esa oportunidad, Veteranos de Guerra de la ciudad de Mar del Plata, entregaron la libreta sanitaria de Dante para el museo de Malvinas de General Alvear.
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Carina Faur, al final de su discurso dijo:
[1] Homenaje a un ex combatiente en General Alvear. Corresponsalía Sur. Los Andes. Argentina. 11 de junio de 2010. http://archivo.losandes.com.ar/notas/2010/6/11/sociedad-495431.asp
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Junio 12, 2022