LA HISTORIA OLVIDADA DE LOS FORTINES Y FORTINEROS

Share

Con el avance realizado la frontera se alejó definitivamente de los campos de Lincoln, aunque no desapareció de ellos totalmente el peligro indígena, eliminado recién tres años más tarde con la conquista del desierto por el General Julio A. Roca. Así, a fines de noviembre de 1876 – clara réplica al avance de Alsina – un malón penetró por la Frontera del Oeste y dirigiéndose hacia el Norte por el interior de la antigua línea de fortines fue a caer sobre las estancias de las costas del Salado.

Informado de la invasión, Ataliva Roca, comandante de la Guardia Nacional, salió de Junín al frente de su regimiento dispuesto a enfrentarlo, al tiempo que daba aviso a las fuerzas del Fuerte “Lavalle” para que se le incorporasen. En “Chiquiló” chocó con el malón pero, ante la abrumadora superioridad numérica de los invasores, debió replegarse a la estancia de Cogland, donde tampoco se pudo mantener. He aquí un comunicado que envió el Capitán Manuel Sanabria al Coronel Luis M. Campos:

“Tengo el honor de poner en conocimiento de V.S. a fin de que se sirva elevarlo al Superior Gobierno, que el día 9 de Diciembre de 1876 a las tres y cuarto de la tarde tuve parte del Comandante Roca que los indios habían invadido por ‘Chiquiló’ (hoy Partido de Lincoln) la tarde antes, haciendo una arreada de yeguas por toda la costa de Salado, y que iban saliendo con el arreo por el fortín ‘Arín’, en dirección al fuerte ‘El Triunfo’, inmediatamente hice montar a caballo y a las cuatro de la tarde me ponía en marcha, con el objeto de ver si podía salir delante de los indios y efectuar la incorporación con el Comandante Roca que marchaba en la misma dirección, logrando esto último, a las siete de la tarde, pues los indios al divisar la polvareda del Comandante Roca se habían apresurado a salir de la línea; incorporado ya emprendió la marcha en dos columnas paralelas, la de la derecha compuesta del Regimiento Guardia Nacional movilizado que guarece esta frontera, en número de ciento veinte hombres a las órdenes del Sargento Mayor D. Manuel de la Cuesta, y la de la izquierda del Regimiento Guardia Nacional de Junín al mando de su jefe el Comandante D. Ataliva Roca, llevando de vanguardia sesenta hombres de este último Regimiento; al oscurecer fue interrumpida nuestra marcha por una gran tormenta que nos obligó a echar pie a tierra, y permanecer toda la noche con el caballo de la rienda, pues era tal la oscuridad que sólo a la luz de los relámpagos podíamos vernos el uno al otro.

Al aclarar mandé montar a caballo para continuar la persecución, pero tanto la vanguardia como la división habíamos perdido la rastrillada, siendo preciso mandar en todas direcciones para buscarla, perdiendo por esta circunstancia lo mejor de la mañana; viendo que todo era infructuoso para buscarla, el Comandante Roca pidió como un servicio al ciudadano D. Juan Masa, que se le había presentado voluntario a acompañarlo, fuese a la dirección en que él venía a ver si lograba encontrarla; efectivamente, como a las dos horas vino a avisarnos que como a una legua y media del flanco a donde íbamos, iba la rastrillada de toda la indiada, inmediatamente tratamos de tomarla; llegando a ella que fue a las ocho de la mañana, mandé de vanguardia al Capitán D. Bonifacio Salguero con su compañía, y me puse al trote y galope, como a las cinco leguas de haber encontrado la rastrillada halló fuego y señales que habían estado churrasqueando, lo que me confirmó que la indiada iba muy cerca y con el propósito de que no nos sintieran hice sacar los frenos, pues mi idea era alcanzarlos a la noche para batirlos al venir el día, pues temía que alcanzándolos en marcha no lograría darles un escarmiento y quitarles el arreo, pero no bien había hecho sacar los frenos, me avisan que venía uno de la vanguardia a media rienda, inmediatamente hice enfrenar y mandé al Capitán D. Juan Duarte con su compañía que a media rienda fuese a reforzar la vanguardia. El parte que me traían era que los indios estaban acampados, ordené entonces ponerse al gran galope y trasladándose a la vanguardia a media rienda, pude ver que los indios estaban muy apurados para tomar caballos, ordenando al Capitán Duarte que como más caracterizado tomase el mando de ella, hiciera montar en pelos los caballos de reserva y cargase a su frente y yo lo protegería con el resto del Regimiento, y al Comandante Roca que cargase también a su frente y tratase de flanquear el ala derecha de los indios; fue tan rápida y audaz la carga que se les llevó a los indios que no trataron de defenderse y sólo procuraban sacar algún arreo, la vanguardia fue la que pudo chocar con algunos indios, arrollándolos completamente y haciéndoles muchos muertos.

Los indios con quienes nos hemos batido eran mandados por el cacique Pincén, viniendo a sus órdenes Manuel Grande, Tripailao y el cuñado de Coliqueo, conocido por el apodo de ‘Platero’, componiéndose esta fuerza como de trescientas y pico de lanzas.

El resultado de esta jornada ha sido dejar en el campo como treinta y tantos indios muertos, tomarles las únicas tres cautivas que llevaban, mucha caballada del vecindario que habían robado, lo mismo que de los que ellos traían y como cinco mil yeguas, dejando el campo sembrado de mantas y monturas que recogieron nuestros Guardias Nacionales y un gran número de lanzas; los indios que han logrado escapar salían en pelos.

Por nuestra parte no hemos tenido más que un herido leve, y si algún arreo han podido llevar bien poco fue a consecuencia de la poca fuerza con que cargué, pues no queriendo darles tiempo a que se rehicieran, y escapasen con él, sin darles una lección, no quise esperar la mucha gente que había quedado guardando caballos, así es que con doscientos cincuenta hombres que era lo más de la fuerza con que dimos la carga, no podíamos atender a una línea tan extensa como la que ellos ocupaban. Yo creo haber conseguido mi objeto que era darles una buena sableada, consiguiendo hacerles matar muchos de ellos y herir lo más que creo es el mayor número que llevan, salvando las cautivas y quitándoles casi en su totalidad el arreo y caballada.

Las yeguas y los caballos quitados a los indios los lleva el Comandante Roca a quien le he dado orden de entregarlos a sus dueños, pues, en su mayor parte son de Junín, y sabiendo por los cautivos que Pincén traía arreo del centro, he dado también orden se dirija al Juez de Paz del Bragado a fin de que mande por los animales que haya de ese vecindario.

Las fuerzas que se han batido a mis órdenes han cumplido con su deber, y al cerrar este parte sólo me resta recomendar la conducta honorable del Sr. Juez de Paz de Lincoln que con su rifle en mano cargó al mando del Comandante Roca, cooperando de ese modo a salvar los intereses de su partido y al ciudadano D. Juan Masa, que no sólo ha sido el que nos ha proporcionado este triunfo por haber encontrado la rastrillada, sino que siendo de los primeros que cargaron mató dos salvajes con su lanza.

Felicito al Superior Gobierno y a V.S. por un triunfo tan completo y sin haber tenido pérdida alguna.

Dios guarde a V.S.”
Capitán Manuel Sanabria
Comandante Fuerte “El Triunfo”

Colaboración y envío: Sr. Patricio Anderson


PrisioneroEnArgentina.com

Abril 15, 2021


0 0 votes
Article Rating
Subscribe
Notify of
guest
13 Comments
Newest
Oldest Most Voted
Inline Feedbacks
View all comments
13
0
Would love your thoughts, please comment.x
()
x