Veo con preocupación que los estudiosos de los conflictos bélicos, parecen haber “ralentizado” sus mecanismos cerebrales, y hasta expresan que creen que el enemigo “comunismo internacional” existe desde 1850 y se ha instalado en este planeta “sine die”. Algunos más atrevidos, hasta piensan que Caín fue el primer comunista.
Esto alarma mucho más cuando se escucha que la II Guerra Mundial sigue vigente absorbiendo la guerra fría y ahora se muestra con una vitalidad renovada.
Sin mucho esfuerzo, siguiendo este razonamiento podríamos pensar que la II Guerra Mundial no existió, sino que es una prolongación de la I Guerra Mundial.
Lógicamente en el mismo camino retrógrado podríamos suponer que las guerras en el mundo han existido desde Adán y Eva. Y quizás con una lamentable persistencia que hace difícil ver alguna etapa trascendente del planeta, construyendo en paz alguna civilización digna de la naturaleza humana, olvidados de las mezquinas ambiciones motivadoras de las continuas y abrumadoras hipótesis de guerra.
En consecuencia, para ser coherente con esta idea de la continuidad de las guerras, deberíamos singularizarlas en la afirmación de que el mundo ha vivido en constante guerra y no es necesario identificarlas por número, dado que todavía estamos cumpliendo la primera.
Pero estoy convencido que no es así. Y dejo a los partidarios de esta teoría que rindan homenaje a Mao Tse Tung cuando como buen malabarista de las palabras tiró al diablo la frase de Carl Von Clausewitz, para sostener que “la paz es la continuación de la guerra por otros medios”.
Tampoco me puedo adherir a la denominación y al concepto de guerra revolucionaria para sostener que quienes luchamos contra el marxismo, lo hicimos porque éramos contrarrevolucionarios. Esto también los marxistas insuflaron en nuestras cabezas que vieron en nuestra chata visión estratégica que no percibíamos que nuestras naciones vivían dentro de sistemas políticos que “a gritos” reclamaban cambios que construyeran una nueva forma de vivir.
Nos llevaron a proclamar que nada es mejor que el pasado y que es pecaminoso pensar que el futuro debe ser mejor. No se pensó en eso a pesar de que todos eran padres con hijos que eran lanzados a ese futuro que debíamos por lo menos desear que fuera mejor que el pasado. Y el marxismo retuvo el monopolio de la palabra “revolucionario “que según ellos expresaban la necesidad del cambio.
Por suerte nunca fui revolucionario. Por creer que era fiel al pensamiento cristiano, estaba convencido que el ser humano debía todos los días avanzar hacia el cambio, pero que éste debía estar encuadrado dentro de la evolución y con ello con la necesaria paz y amor.
Pero dejo de lado la discusión por estimar que la humanidad siempre debe caminar haciendo su camino, y para ello proyectar lo que permita una vida mejor para todos, incluso nuestros enemigos. No puedo caminar para que retornemos al Imperio Romano y alabemos el arte de Nerón.
Pero volviendo a la guerra, informo que la III Guerra Mundial se produjo entre 1946 y 1989. Y como toda guerra, fue diferente a cualquier otra guerra mundial. Por supuesto tiene un cordón umbilical que la ata al pasado, pero es diferente. Y no hay duda que fue mundial, dado que su extensión abarcó casi a todo el planeta. Quizás más que la II Guerra Mundial que concentró su violencia en el continente europeo.
En la III Guerra Mundial (Guerra Fría), su extensión fue más abarcativa, dado que produjo situaciones subversivas en casi todas las naciones a excepción de todas las potencias mundiales, y que cristalizaron un rosario de guerras internas.
La acción del Presidente de EEUU nos da un indicio de lo que podrá ser la IV Guerra Mundial. Y estoy seguro que no será repetición de ninguna de las anteriores.
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LA GUERRA Y LA PAZ
Veo con preocupación que los estudiosos de los conflictos bélicos, parecen haber “ralentizado” sus mecanismos cerebrales, y hasta expresan que creen que el enemigo “comunismo internacional” existe desde 1850 y se ha instalado en este planeta “sine die”. Algunos más atrevidos, hasta piensan que Caín fue el primer comunista.
Esto alarma mucho más cuando se escucha que la II Guerra Mundial sigue vigente absorbiendo la guerra fría y ahora se muestra con una vitalidad renovada.
Sin mucho esfuerzo, siguiendo este razonamiento podríamos pensar que la II Guerra Mundial no existió, sino que es una prolongación de la I Guerra Mundial.
Lógicamente en el mismo camino retrógrado podríamos suponer que las guerras en el mundo han existido desde Adán y Eva. Y quizás con una lamentable persistencia que hace difícil ver alguna etapa trascendente del planeta, construyendo en paz alguna civilización digna de la naturaleza humana, olvidados de las mezquinas ambiciones motivadoras de las continuas y abrumadoras hipótesis de guerra.
En consecuencia, para ser coherente con esta idea de la continuidad de las guerras, deberíamos singularizarlas en la afirmación de que el mundo ha vivido en constante guerra y no es necesario identificarlas por número, dado que todavía estamos cumpliendo la primera.
Pero estoy convencido que no es así. Y dejo a los partidarios de esta teoría que rindan homenaje a Mao Tse Tung cuando como buen malabarista de las palabras tiró al diablo la frase de Carl Von Clausewitz, para sostener que “la paz es la continuación de la guerra por otros medios”.
Tampoco me puedo adherir a la denominación y al concepto de guerra revolucionaria para sostener que quienes luchamos contra el marxismo, lo hicimos porque éramos contrarrevolucionarios. Esto también los marxistas insuflaron en nuestras cabezas que vieron en nuestra chata visión estratégica que no percibíamos que nuestras naciones vivían dentro de sistemas políticos que “a gritos” reclamaban cambios que construyeran una nueva forma de vivir.
Nos llevaron a proclamar que nada es mejor que el pasado y que es pecaminoso pensar que el futuro debe ser mejor. No se pensó en eso a pesar de que todos eran padres con hijos que eran lanzados a ese futuro que debíamos por lo menos desear que fuera mejor que el pasado. Y el marxismo retuvo el monopolio de la palabra “revolucionario “que según ellos expresaban la necesidad del cambio.
Por suerte nunca fui revolucionario. Por creer que era fiel al pensamiento cristiano, estaba convencido que el ser humano debía todos los días avanzar hacia el cambio, pero que éste debía estar encuadrado dentro de la evolución y con ello con la necesaria paz y amor.
Pero dejo de lado la discusión por estimar que la humanidad siempre debe caminar haciendo su camino, y para ello proyectar lo que permita una vida mejor para todos, incluso nuestros enemigos. No puedo caminar para que retornemos al Imperio Romano y alabemos el arte de Nerón.
Pero volviendo a la guerra, informo que la III Guerra Mundial se produjo entre 1946 y 1989. Y como toda guerra, fue diferente a cualquier otra guerra mundial. Por supuesto tiene un cordón umbilical que la ata al pasado, pero es diferente. Y no hay duda que fue mundial, dado que su extensión abarcó casi a todo el planeta. Quizás más que la II Guerra Mundial que concentró su violencia en el continente europeo.
En la III Guerra Mundial (Guerra Fría), su extensión fue más abarcativa, dado que produjo situaciones subversivas en casi todas las naciones a excepción de todas las potencias mundiales, y que cristalizaron un rosario de guerras internas.
La acción del Presidente de EEUU nos da un indicio de lo que podrá ser la IV Guerra Mundial. Y estoy seguro que no será repetición de ninguna de las anteriores.
Carlos Españadero
Mayor (R)
Ejército Argentino
PrisioneroEnArgentina.com
Enero 07, 2020