A horas del dia de Pascuas, es decir cuando el catolicismo recuerda con devoción, la resurrección de Cristo, el redentor divino, recibimos la triste noticia del fallecimiento de Francisco.
Y nos conmociona y comenzamos a producir una catapulta de noticias, declaraciones, de escritos, de testimonios, incluso de interpretaciones sobre el Papa argentino que desarrolló su gestión en los últimos 12 años. Y es evidente que gobernó la Iglesia, y lo hizo en una lucha incansable y agobiante para lograr realizar grandes cambios, sin apartarse por supuesto de lo que como católico comprometido sentía como necesario. Y creo que en esa lucha, ha fallecido desafiando a quien pocos seres humanos se ha animado a desafiar. A la muerte.
Lo ha hecho en un estado de salud límite, donde el sitial que ocupaba le permitía la mejor atención médica, el mejor cuidado y en caso de necesidad, poder ser ayudado a un buen morir. Pero con valor no solo desafió a la muerte, sino que pudo elegir su manera de morir, mediante un esfuerzo, que creo sobre humano, para despedirse de la humanidad católica que buscaba su bendición.
Ante esto, he escuchado muchas afirmaciones, que imponen – ellas si – algunas reflexiones, incluso algunas objeciones, en ese difícil campo de las interpretación de las conductas humanas.
Y creo que esas adhesiones y objeciones deben hacerse ahora. Es decir cuando estamos en el presente de esta muerte, y en el esfuerzo de interpretar al personaje de esta historia.
En general, se podría decir que en la Iglesia, en el último siglo, las personalidades de los Papas han sido muy meritorias. Y parto de Juan XXIII para adelante. Y me animaria a afirmar que desde ese momento en adelante todos. No abro juicio sobre lo anterior, donde seguramente haya habido también muy meritorios. Pero en el lapso de lo vivido por mí, puedo dar testimonio.
Desde el anciano Papa que produjo una revolución en la Iglesia, hasta hoy, la búsqueda de la reinserción de Ésta en la vida de la humanidad, ha sido constante y tenaz. Y ha logrado avanzar en el camino construyendo al mismo tiempo, la senda a transitar, con errores y aciertos que quizás solo Dios pueda valorar. Pero creo que ese avance, bueno para algunos, equivocado para otros, se ha producido y seguramente se seguirá construyendo.
Dentro de la Iglesia, creo que el más racional conservador, discrepa, pero acepta que hay que cambiar. No tanto dirá, pero aunque sea tímidamente propondrá seguir la construcción del camino.
Y la humanidad católica, internamente desea y espera cambios. Quizás no sabe como lograrlos. Pero intuye la necesidad de los mismos. Claro que al no saber cómo, los cree fáciles.
Y olvida que Dios los hará con seres humanos. No con ángeles ni santos que han quedado en las imágenes.
Tengo la impresión, que esa responsabilidad de cambio, no pasa solo por el catolicismo. Hay otras religiones que también perciben que no pueden seguir funcionando como en la edad antigua. Pero también deben lograrlos con seres humanos. Sea que Dios los guie con otra vestimenta, o valiosos humanos volcados a similar esfuerzo.
Hoy, ya podemos sostener que el miembro de otra religión no es malo por serlo. Hoy descubrimos que ni siquiera podemos racionalmente sostener que es equivocado. Es un ser humano con iguales derechos que un católico, para sentir su fidelidad y amor por otra religión.
El problema que Dios nos “ha tirado” es muy grande. Para muchos no es problema, dado que piensan que no tiene solución. Pero la solución comienza por mirar a otro ser humano, integrante de otra religión, como lo que es: nuestro semejante. Nuestro potencial hermano.
Y en esto, nuestros Papas y las cúspides de otras religiones han iniciado y fortalecido sus interrelaciones; y lentamente van construyendo caminos, que alientan muchas esperanzas.
Pero no debemos olvidar, que todas las religiones constituyen instituciones de seres humanos, conducidos por integrantes de la misma, y que quizás nuestro talón de Aquiles están en los mismos que deben crear y aprovechar las oportunidades para avanzar hacia los cambios. Y en esto, recuerdo el convencimiento de Kant: el ser humano no logra aprehender la verdad. No hay ser humano dueño de la verdad. Todos necesitamos dialogar para ayudarnos a mejorar nuestra verdad.
No es que busquemos imponer nuestra verdad, No es buscar que el otro salga con nuestra verdad. Es que entre ambos mejoremos lo que tenemos.
Pero esto no es todo. La humanidad ha demostrado que muchos avances se logran con el poder sobre los otros y con el egoísmo crean condiciones para acrecentarlo, así como para limitarlo en los demás. Sea en el territorial, sea en el campo de la economía, o en el cultural, o en el de la capacidad bélica o de la ciencia y la técnica que brota de ella. Desde el primer acto registrado por la historia, vemos, un sector de humanidad, reducida y poderosa, dueña de todo lo deseable y una gran cantidad de seres humanos, lleno de necesidades que no pueden satisfacer, muchas veces víctimas de crueldades, de falencias, que repercuten en vidas que no merecen ser vividas. Y las religiones parecerían necesarias no solo para unirnos a Dios (religare) sino también ser corporaciones útiles para desarrollar un mundo mejor.
Es en este marco, donde el Papa Francisco vivió. Y murió. Pero sembró y perfeccionó un camino que con aciertos y posiblemente errores, se va construyendo. No ha muerto Dios. Solo un ser genial que ha logrado vivir su yo con sus circunstancias – al decir de Ortega Gasset – al servicio de la Humanidad.
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A horas del dia de Pascuas, es decir cuando el catolicismo recuerda con devoción, la resurrección de Cristo, el redentor divino, recibimos la triste noticia del fallecimiento de Francisco.
Y nos conmociona y comenzamos a producir una catapulta de noticias, declaraciones, de escritos, de testimonios, incluso de interpretaciones sobre el Papa argentino que desarrolló su gestión en los últimos 12 años. Y es evidente que gobernó la Iglesia, y lo hizo en una lucha incansable y agobiante para lograr realizar grandes cambios, sin apartarse por supuesto de lo que como católico comprometido sentía como necesario. Y creo que en esa lucha, ha fallecido desafiando a quien pocos seres humanos se ha animado a desafiar. A la muerte.
Lo ha hecho en un estado de salud límite, donde el sitial que ocupaba le permitía la mejor atención médica, el mejor cuidado y en caso de necesidad, poder ser ayudado a un buen morir. Pero con valor no solo desafió a la muerte, sino que pudo elegir su manera de morir, mediante un esfuerzo, que creo sobre humano, para despedirse de la humanidad católica que buscaba su bendición.
Ante esto, he escuchado muchas afirmaciones, que imponen – ellas si – algunas reflexiones, incluso algunas objeciones, en ese difícil campo de las interpretación de las conductas humanas.
Y creo que esas adhesiones y objeciones deben hacerse ahora. Es decir cuando estamos en el presente de esta muerte, y en el esfuerzo de interpretar al personaje de esta historia.
En general, se podría decir que en la Iglesia, en el último siglo, las personalidades de los Papas han sido muy meritorias. Y parto de Juan XXIII para adelante. Y me animaria a afirmar que desde ese momento en adelante todos. No abro juicio sobre lo anterior, donde seguramente haya habido también muy meritorios. Pero en el lapso de lo vivido por mí, puedo dar testimonio.
Desde el anciano Papa que produjo una revolución en la Iglesia, hasta hoy, la búsqueda de la reinserción de Ésta en la vida de la humanidad, ha sido constante y tenaz. Y ha logrado avanzar en el camino construyendo al mismo tiempo, la senda a transitar, con errores y aciertos que quizás solo Dios pueda valorar. Pero creo que ese avance, bueno para algunos, equivocado para otros, se ha producido y seguramente se seguirá construyendo.
Dentro de la Iglesia, creo que el más racional conservador, discrepa, pero acepta que hay que cambiar. No tanto dirá, pero aunque sea tímidamente propondrá seguir la construcción del camino.
Y la humanidad católica, internamente desea y espera cambios. Quizás no sabe como lograrlos. Pero intuye la necesidad de los mismos. Claro que al no saber cómo, los cree fáciles.
Tengo la impresión, que esa responsabilidad de cambio, no pasa solo por el catolicismo. Hay otras religiones que también perciben que no pueden seguir funcionando como en la edad antigua. Pero también deben lograrlos con seres humanos. Sea que Dios los guie con otra vestimenta, o valiosos humanos volcados a similar esfuerzo.
Hoy, ya podemos sostener que el miembro de otra religión no es malo por serlo. Hoy descubrimos que ni siquiera podemos racionalmente sostener que es equivocado. Es un ser humano con iguales derechos que un católico, para sentir su fidelidad y amor por otra religión.
El problema que Dios nos “ha tirado” es muy grande. Para muchos no es problema, dado que piensan que no tiene solución. Pero la solución comienza por mirar a otro ser humano, integrante de otra religión, como lo que es: nuestro semejante. Nuestro potencial hermano.
Y en esto, nuestros Papas y las cúspides de otras religiones han iniciado y fortalecido sus interrelaciones; y lentamente van construyendo caminos, que alientan muchas esperanzas.
Pero no debemos olvidar, que todas las religiones constituyen instituciones de seres humanos, conducidos por integrantes de la misma, y que quizás nuestro talón de Aquiles están en los mismos que deben crear y aprovechar las oportunidades para avanzar hacia los cambios. Y en esto, recuerdo el convencimiento de Kant: el ser humano no logra aprehender la verdad. No hay ser humano dueño de la verdad. Todos necesitamos dialogar para ayudarnos a mejorar nuestra verdad.
No es que busquemos imponer nuestra verdad, No es buscar que el otro salga con nuestra verdad. Es que entre ambos mejoremos lo que tenemos.
Pero esto no es todo. La humanidad ha demostrado que muchos avances se logran con el poder sobre los otros y con el egoísmo crean condiciones para acrecentarlo, así como para limitarlo en los demás. Sea en el territorial, sea en el campo de la economía, o en el cultural, o en el de la capacidad bélica o de la ciencia y la técnica que brota de ella. Desde el primer acto registrado por la historia, vemos, un sector de humanidad, reducida y poderosa, dueña de todo lo deseable y una gran cantidad de seres humanos, lleno de necesidades que no pueden satisfacer, muchas veces víctimas de crueldades, de falencias, que repercuten en vidas que no merecen ser vividas. Y las religiones parecerían necesarias no solo para unirnos a Dios (religare) sino también ser corporaciones útiles para desarrollar un mundo mejor.
Es en este marco, donde el Papa Francisco vivió. Y murió. Pero sembró y perfeccionó un camino que con aciertos y posiblemente errores, se va construyendo. No ha muerto Dios. Solo un ser genial que ha logrado vivir su yo con sus circunstancias – al decir de Ortega Gasset – al servicio de la Humanidad.
PrisioneroEnArgentina.com
Abril 24, 2025
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