La tarde que fui bailarina exótica por unas horas

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  Por Vida Bolt.

Mis cuatro hijas se niegan a creerlo y siempre en mi familia ha sido algo de lo que se ha hablado en broma… o no. Una de las cosas más salvajes que he hecho es desnudarme ante un público bebedor de cerveza rancia, en un club de cigarrillos cubriendo las baldosas y en una noche de locura. Sí, es cierto, fui una bailarina exótica por una hora.

Tres meses después de traer al mundo a mi segunda niña, y deshacerme de mis padres, los padres de mi esposo (y más de tres docenas de familiares) se produjo la visita de mi mejor amiga (a quien conozco desde la escuela) y mi esposo nos sugirió ir a almorzar y tener una tarde de spa e institutos de belleza. El se quedaría con las niñas.

Durante la cena, mi amiga a quien de aqui en más llamaremos “Jessica”, se entrelazó en una conversación con la madre de un compañero de colegio de su hijo. Esta mujer, con unas veinte libras de más, era bailarina exótica y disfrutaba de una comida liviana antes de comenzar su día de trabajo.

“Ruby Diamond” nos invitó a concurrir al club en el que bailaba. Y digamos que ella estaba gastando su parte justa de las ganancias en el almuerzo. En un camerino lleno de moho y depresión, observe dos mujeres maduras montarse en sus zapatos de stripper y las piezas de lencería más provocativa que he visto en mi vida. Durante laprimera media hora de la tarde, me senté en el bar casi desierto a observar el espectáculo que ofrecían las otras chicas, hasta que “Jessica” practicamente me arrastró de retorno a los vestidores. Schick, el dueño, estaba a punto de cerrar un trato por un día, en una jornada en la cual sus bailarinas habituales se habían ausentado en masa. Mis ojos injectados de estupor clavados en la nuca de mi amiga no impidieron que mis oidos escucharan:

“Despues de las cinco de la tarde, pueden embolsillar entre quinientos y seiscientos dólares por hora, más dinero por lap-dances (bailes privados)”

El arreglo era que recibiríamos casi dos mil billetes por cuatro horas de trabajo (el diez por ciento para Schick) y la mitad de cinco minutos de baile privado (20 dólares) Disculpenme, pero eso activó mis antenas. Sin pensarlo, estaba sentada frente a un espejo y una bailarina veterana me aplicaba pintura brillante en todo mi cuerpo. Me prestaron unos tacones colr cristal, unos shorts tan cortos que no sirvirian ni para vestir a mis hijas y un corpiño rojo lleno de lentejueles y fui rebautizada: “Roxy Jones”. En tanto, Jessica, quien ya estaba envuelta en un baby-doll rojo, entraría a escena luego de mi acto. Solo recibí un consejo, solo uno: Aguardar dies segundos luego de que se prendieran todas las luces que apuntaran a mi, para quitarme el corpiño y las bragas. 

Sin más indicaciones subí al escenario, dejando en claro que no me enroscaría en ningún caño (¿Cómo exlicaría un golpe en la cabeza?) y al son de “One way or another” 

Los espectadores tiraban billetes de un dólar como si estuvieran barajando naipes. Un señor muy mayor y muy ebrio colocó un bilete de cinco dólares en mi portasenos. Nadie sabía quien era yo, y tampoco les importaba. Yo estaba más preocpada por no hacer el ridículo sobre el escenario que porque alguien pudiera reconocerme. En realidad, solo hubo unas pocas risas desencantadas, pero producto de conversaciones entre amigos. 

Las otras profesionales me había dicho que si no me sentía cómoda, no tenía que desvestirme. Alguna de ellas saltaría al escenario a mi rescate, pero… eh, ¿qué diablos? Esperé hasta que me iluminaran completamente y lo hice. Bailé desnuda frente a completos extraños durante treinta o cuarenta segundos hasta que las luces cesaron, sin usar nada más que una tanga y tacones de 5 pulgadas mientras trataba de apilar con la punta de los zapatos el dinero arrojado a mis pies.

¿Fue esto degradante? ¿Fue liberador? Nunca quise ir al fondo del análisis, pero fue una aventura exitante. Era algo que nunca pensé que haría, y lo hice sin dudarlo ni avergonzarme. Ahora, como madre, podría tener una opinión diferente si alguno de mis hijas hiciera esto, pero eso tratara de ellas; en ese momento se trataba de mí. De alguna manera, aunque mis tobillos cedieron en el escenario y tuve que sujetarme dos veces, gané esa noche.

Cuando anunciaron mi nombre de stripper por el micrófono, al retirarme de la escena con la ropa y el dinero entre mis brazos, me di vuelta sonriente. Si, yo era Roxy Jones. 

Como podrán sospechar, Jessica, muy entusiasmada unas horas antes,  no tuvo coraje para hacerlo.

Salí de esas puertas de neón con más de $ 2,000 dólares por trabajar tres horas. Y mirando hacia atrás en esa noche, me divertí muchísimo. No, no hago esto por un trabajo. Pero si no tuviera ahora estrías tan grandes como el cañón de Colorado, todavía podría estar desnudándome de vez en cuando. Ahora, solo lo hago para mi esposo. Una vez al año. Gratis.

 


PrisioneroEnArgentina.com

Octubre 14, 2021


 

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