Un día, era el 8 de marzo de 2006, un buen tipo que ejercía como presidente de las Provincias Unidas (?) del Sur se despertó desasosegado preguntándose a que le iba a meter mano para cumplir con su cuota de desastre. Ese año la Argentina había exportado 770.000 toneladas de carne de las cuales 28.000 toneladas correspondían a la cuota Hilton produciendo un ingreso de divisas de 1.390 millones de USD. Acuerdos beneficiosos con la comunidad europea hacían que el novillo pesado de más de 450 kgs de peso vivo- que no se come en Argentina- se pagara entre un 3,5% a un 6% más por kg en pie a aquellos productores que entraban en la categoría de productores exportadores previo cumplir con una serie de requisitos exigidos por la comunidad. Al ver el tonelaje de carne que exportaba la Argentina, sumó dos más dos igual a siete y llegó a la conclusión que exportar carne encarecía la mesa de los argentinos. Ahí decidió eliminar el negocio.
Probablemente, el fundamento “filosófico” para aplicar esta medida, era que en la limitada sesera de este buen hombre tenían fuerza de dogma las viejas ideas del imaginario peronista: patrones malvados que añoraban los frigoríficos ingleses, dueños de vastas extensiones en las que para juntar la hacienda- que engordaba sola- solo bastaba cerrar una aguada, individuos prepotentes e ignorantes de cualquier cosa que fuera tecnología y sanidad, que manejaban a sus peones a látigo puro y que, para colmo, juntaban a pala la plata que, como el maná del Señor, les caía del cielo.
Si bien la realidad era totalmente diferente, años de lucha contra la aftosa, optimización de pasturas y verdeos para un mejor aprovechamiento, mejoramiento genéticos de los rodeos, etc., a este hombre- criado en una comarca con más ovejas que seres humanos y que hacía gala de una ignorancia enciclopédica- todo eso no le importaba; lo único a lo que su torpe resentimiento le adjudicaba valor era a la fábula en la que había creído a ojos cerrados.
Pongamos las cosas como realmente fueron. De inmediato, la Argentina de ser el tercer exportador de carne en el mundo pasó al puesto undécimo, y solo bastaron cuatro años para que a fines de 2010 el stock ganadero que en 2006 era aproximadamente igual al de Brasil perdiera doce millones de cabezas, para que 125 frigoríficos cerraran y se perdieran 18.000 puestos de trabajo genuinos y que desapareciera la mayoría de los pequeños productores ganaderos; lo que es peor, fue que el que iba “a defender la mesa de los argentinos” hizo que en tres años el valor del kg en pie subiera un 47,6% en dólares; en el mismo lapso, el kg. de asado pasó de 2,3 USD/kg a 5,21 USD/kg, es decir, una suba del 126,4%.
La conclusión obvia sobre esta política de “contrapeso”, la piedra contra la que los “buenos tipos” del peronismo tropiezan repetidamente- por ideología, por obcecación o por ignorancia- cada vez más seguido, es que el primero que paga los platos rotos es aquel al que decían que iban a defender, en segundo lugar, los asalariados que perderán su trabajo y finalmente, todos aquellos que por su escaso resto económico financiero no podrán soportar una economía que manejada desde el resentimiento los llevará indefectiblemente a la ruina: los pequeños propietarios.
Todo indicaría que esta nueva camada de “buenos tipos” seguirán, con respecto al campo, los pasos del difunto, no por nada son peronistas y para ellos la biblia que se escribió al grito de: “¡Alpargatas, si, libros, no!” sigue teniendo fuerza de dogma y allí está escrito, no importa lo que muestra la realidad, que el campo son solo doscientas familias. No nos preocupemos, siempre fueron los que “iban a ser defendidos” los que pagaron la fiesta, nunca los grandes productores y, menos aún, los políticos ignorantes que propulsan este tipo de medidas.
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LA DECADENCIA ARGENTINA
Probablemente, el fundamento “filosófico” para aplicar esta medida, era que en la limitada sesera de este buen hombre tenían fuerza de dogma las viejas ideas del imaginario peronista: patrones malvados que añoraban los frigoríficos ingleses, dueños de vastas extensiones en las que para juntar la hacienda- que engordaba sola- solo bastaba cerrar una aguada, individuos prepotentes e ignorantes de cualquier cosa que fuera tecnología y sanidad, que manejaban a sus peones a látigo puro y que, para colmo, juntaban a pala la plata que, como el maná del Señor, les caía del cielo.
Si bien la realidad era totalmente diferente, años de lucha contra la aftosa, optimización de pasturas y verdeos para un mejor aprovechamiento, mejoramiento genéticos de los rodeos, etc., a este hombre- criado en una comarca con más ovejas que seres
humanos y que hacía gala de una ignorancia enciclopédica- todo eso no le importaba; lo único a lo que su torpe resentimiento le adjudicaba valor era a la fábula en la que había creído a ojos cerrados.
Pongamos las cosas como realmente fueron. De inmediato, la Argentina de ser el tercer exportador de carne en el mundo pasó al puesto undécimo, y solo bastaron cuatro años para que a fines de 2010 el stock ganadero que en 2006 era aproximadamente igual al de Brasil perdiera doce millones de cabezas, para que 125 frigoríficos cerraran y se perdieran 18.000 puestos de trabajo genuinos y que desapareciera la mayoría de los pequeños productores ganaderos; lo que es peor, fue que el que iba “a defender la mesa de los argentinos” hizo que en tres años el valor del kg en pie subiera un 47,6% en dólares; en el mismo lapso, el kg. de asado pasó de 2,3 USD/kg a 5,21 USD/kg, es decir, una suba del 126,4%.
La conclusión obvia sobre esta política de “contrapeso”, la piedra contra la que los “buenos tipos” del peronismo tropiezan repetidamente- por ideología, por obcecación o por ignorancia- cada vez más seguido, es que el primero que paga los platos rotos es aquel al que decían que iban a defender, en segundo lugar, los asalariados que perderán su trabajo y finalmente, todos aquellos que por su escaso resto económico financiero no podrán soportar una economía que manejada desde el resentimiento los llevará indefectiblemente a la ruina: los pequeños propietarios.
Todo indicaría que esta nueva camada de “buenos tipos” seguirán, con respecto al campo, los pasos del difunto, no por nada son peronistas y para ellos la biblia que se escribió al grito de: “¡Alpargatas, si, libros, no!” sigue teniendo fuerza de dogma y allí está escrito, no importa lo que muestra la realidad, que el campo son solo doscientas familias. No nos preocupemos, siempre fueron los que “iban a ser defendidos” los que pagaron la fiesta, nunca los grandes productores y, menos aún, los políticos ignorantes que propulsan este tipo de medidas.
Pehuajó, zona rural, 15/01/2020
JOSE LUIS MILIA
josemilia_686@hotmail.com
PrisioneroEnArgentina.com
Enero 16, 2020