El Destino al que Aspiramos los Argentinos y los Iberoamericanos.
La Circunstancia Internacional Dinámica que nos Rodea.
Las Chispas y el Combustible.
En Conclusión.
La Confusión y la Incertidumbre.
Desde una cosmogonía política, el común denominador que encontramos en la crisis generalizada que nos agobia en las últimas décadas es, sin duda, el de una dramática confusión dirigencial, con sus correspondientes consecuencias:
El desconcierto social y la incertidumbre estratégica que nos envuelve.
Es esa confusión conceptual la que nos ha llevado a observar las chispas como si fuesen los combustibles y así, extraviados, continuamos en nuestros laberintos sin hallar las salidas ni las fuentes de la ciénaga en que nos hundimos. La única salida disponible de la trampera que supimos construir es por arriba y el punto de apoyo para saltar fuera del cerco exige encontrar, cuanto antes, las causas originantes, esenciales y sustantivas de esta situación y no continuar entretenidos con los efectos, con sus escandalosas consecuencias.
Claro está, los efectos de las crisis se ven, se sienten, hasta se huelen. En cambio lo esencial, las causas eficientes, no están en superficie. Están en una oscura profundidad, que es solo percibida por los espíritus fuertes, sanos y virtuosos, removiendo intereses menudos, obstáculos ideológicos y la hojarasca de la desinformación masiva. Si alcanzáramos a descubrir socialmente a ese origen profundo, dispondríamos del punto de apoyo para impulsarnos hacia el futuro, hacia el progreso y la unidad. Hacia la paz posible.
La salida de la decadencia que nos ahoga no estaría en manos de eruditos o iluminados. Necesitamos sin demora, para refundar la Argentina, encontrar un grupo de argentinos equilibrados, virtuosos y sabios:
Espiritualmente sanos y fuertes,
concientes desu pertenencia, de su identidad moral,
del destino al que aspiranuestraNación y
de la circunstancia internacional dinámica que nos rodea.
Si persistimos en la soberbia cosmopolita y utópica, en el prejuicio anárquico y en la ignorancia de los cambios cualitativos mundiales que nos condicionan e influyen, continuaremos por el camino de la disolución nacional, en el que involuntaria e inconscientemente ya nos encontramos.
Nuestra Identidad Moral.
La Defección de los Intelectuales.
Nuestra identidad ha sido uno de los tabúes para algunos confundidos intelectuales ideologizados. Juan José Sebreli (1) podría encabezar este abigarrado pelotón. Enervado en las pasiones que despiertan las luchas menudas, ha negado la existencia misma de la Nación Argentina. La ha visto como un producto del “nacionalismo” y a éste lo ha localizado en “la raza”, preguntándose: “¿…cuál es la raza argentina?”. O bien en el lenguaje y entonces colige que “seríamos europeos”, ¡¡por hablar castellano…! Así llega a establecer que la Nación es hija “del pacto, ode la fuerza”…”, o “hija del Estado…”, para finalizar en una conclusión perversa que la realidad demuestra como absurda: “…la cultura es universal…”, “solo los cosmopolitas han trascendido…”, “la Nación es una entidad ilusoria…”.
La honestidad intelectual del desarraigado Sebreli, lo redime: termina su ensayo afirmando que “la única forma de ser antiimperialista es ser antinacionalista”. Al fin y al cabo, en su ensayo estaba opinando. Vendiendo espejitos ideológicos. Para ser antiimperialista no es necesario negar una realidad universal: la existencia de las naciones y de la Nación Argentina. Queremos diferenciarnos -humildemente- de este intelectual confundido y sin arraigo, validando mis ideas.
Nuestra identidad nacional no está en la sangre, ni en ningún “ismo”. Hay algo mucho más profundo y sutil que nos une e identifica como joven nación: una herencia cultural, un hogar común, una tradición sincrética que nos llega con la idea de Patria, amasada a lo largo de casi tres lentos y largos siglos (1550/1770), aun antes de la llegada de don Pedro de Cevallos al Río de la Plata. El desarraigo ideologizado de nuestros intelectuales es, sin duda, la bomba neutrónica que destruye al inconsciente colectivo de nuestra sociedad y en particular al de la superficial clase media urbana.
El Origen de nuestra Identidad.
Estamos por cumplir cinco siglos desde el arribo de Pizarro al Trono del Inca y los primeros tres siglos del nacimiento de aquella Proto-Argentina-Tucumanesa, que alumbró desde el Pacífico y nos dio el hermoso patronímico que ostentamos (1569/1880).
Son esos tres siglos fundacionales los que hoy necesitamos rescatar y concienciar, en tiempos de integración Iberoamericana y desafíos estratégicos inmensos; cuando la Primera Argentina cumplido su segundo siglo (1880/1982) ha agotado el proyecto agropecuario del Siglo XIX, para dar paso a una Segunda Argentina Posindustrial en el Siglo XXI, con graves problemas de conducción política para el despegue que aun no ha llegado. (2)
Si no tenemos conciencia de nuestra pertenencia, de nuestra cultura identificatoria frente a “los otros”, careceremos de punto de partida, de patrón de referencia que nos determine y perfile, que nos haga perdurables en el tiempo, creíbles y confiables. No seremos moralmente sólidos.
Todos estos aspectos referenciados a valores, principios y creencias, provienen de una religión y son el sustrato social del sistema político, de la ética política y de la conducta social que admita e impulse el desarrollo económico, sustentable y perdurable. Allí está, en nuestra cultura identificatoria, el eje de nuestra soberanía frente a “los otros” y el punto de apoyo para la salida de una prolongada decadencia.
El Proceso de Transculturación.
El relativismo moral impulsado por pseudo intelectuales e ideólogos ha golpeado a esos valores permanentes a través de la grave confusión de que ellos eran “modernizables”; de que era “de avanzada” cambiar lo incambiable: la identidad. Esa transculturación ha destruido nuestra moral privada y nuestra moral pública. Ha quebrado la confianza de propios y extraños. Los argentinos de hoy, no somos creíbles.
Éramos culturalmente fuertes, generosos y expansivos cuando la Nación estaba en pañales y no existía aun un Estado Institucional constituido. Luego ingresó la civilización a caballo de la independencia, desde el Atlántico, y no supimos asimilarla a nuestra cultura fundadora para “darle forma al progreso” (3). Por el contrario, homologamos cultura con barbarie y fuimos a una larga guerra civil, impulsados por los perplejos cosmopolitas pacifistas, por los confundidos “hombres de las luces”, los “progres” de aquel tiempo, los imitadores y copistas que se resistían a “ser lo que debían ser”, como el Libertador les señalaba, secamente, desde su ejemplaridad indiscutible.
La Verdad Presente, pero Esquiva.
Un pensador del calibre del Dr. Julián Marías nos lo ha dicho, con claridad meridiana: “Hecho de menos que voces argentinas con autoridad intelectual y moral se enfrenten claramente con el problema (de la confusión). Se que es difícil remover ese proceso de desfiguración que rebasa los límites del país y depende de otros intereses, de otras actitudes, como sucede con casi todo lo que acontece actualmente en el mundo. Pero la salvación solo puede lograrse con un restablecimiento pleno de la verdad, por penoso que sea admitirla y tratar de que impere” (4).
Es tiempo de contener el largo extravío. Es tiempo de atacar a la crisis permanente y generalizada hecha decadencia, en sus raíces culturales y políticas. “Volver a ser, lo que debemos ser; o no ser y solo estar, solo permanecer”. Elijamos entre el “bienvivir” y el “bienestar”. Es tiempo de que algunos de nuestros intelectuales “vuelvan a poner la pata en el suelo” y se hagan oír. En la lucha por la hegemonía cultural han cedido frente a la caradurez de los cosmopolitas “tilingos”, que los han hecho esclavos de sus imágenes antagónicas y de su mediocridad, desdeñando ideas y personalidades que no debiéramos de olvidar.
Es tiempo que se aperciban -algunos intelectuales- que su defección tan claramente señalada por el Dr. Marías, es una cobardía moral autodestructiva. El oponente cultural que tiene la Nación Argentina no admite transacciones. Es necesario correr riesgos y volver a la verdad. Recordemos una sentencia de Julián Freund “…la Política es una cuestión de decisión y eventualmente de compromiso”. No de conveniencias y egoísmos.
La Debilidad Cultural y el Riesgo Estratégico.
Estamos transitando los primeros pasos dentro una nueva Guerra Mundial que, en el caso de que no reaccionemos en tiempo nos colocará –por debilidad cultural- en el campo de un agresor criminal y totalitario y, lo que es más dramático, con la esforzada ayuda inconsciente de un pueblo aturdido y desinformado. (5). He allí la clave del alto riesgo estratégico que corremos en esta Nueva Guerra Mundial que nos abarca.
Podemos comprobar a diario esta situación en el comentario de los “opinólogos” televisivos o en su reflejo: el coloquio en nuestro medio social y ya aparece – peligrosamente- en la literatura de nuestros “estrategas” a través de una hermenéutica errónea, confusa, apaciguadora y pacifista, frente a un enemigo sin rostro y sin códigos que entiende al “apaciguamiento” como debilidad.
Frente a este enemigo del Occidente Cristiano, estas actitudes niegan a Pascal: “… lajusticia sin fuerza se contradice, porque siempre hay malvados…” y en Pascal la “fuerza” no es solo física o mecánica, es fuerza espiritual. Es el sostenimiento de los valores y principios lo que nos hace fuertes, expansivos y finalmente libres. Y es la condición del éxito de la fuerza de las armas, en el combate.
Pareciera que algunos católicos no entendieron el llamado del Santo Padre en las últimas Pascuas. Ante la “defección europea” pidió “coraje frente al terrorismo, a través del rearmemoral de la sociedad”. No hemos visto, en nuestro ámbito, una mínima reacción ante esa alerta. Ni tan siquiera una explicación elemental, ante el llamado. No se lo ha entendido.
El Imperativo de la Recuperación de la Identidad.
A esta grave vulnerabilidad argentina, como ya lo es la demorada “recuperación de su identidad”, se suman las consecuencias emergentes de la implosión del Imperio Comunista.
La caída del muro aplastó el intervencionismo económico del Estado y giró, desde la confrontación estratégica nuclear de la lógica bipolar, a la protesta sin límites, a la pancarta como estandarte, que entre nosotros se extendió y se sumó al histórico cuestionamiento social permanente y sin propuestas. Alcanzamos la violencia callejera diaria y disolvente de los piquetes, de los sin tierra o de los cocaleros y el retorno de ideologías muertas, ante la ausencia de una Gran Política, de la Esperanza y de la certeza de un Futuro.
El viejo marxismo derrotado, encubierto en siglas o infiltrado en los partidos, se hizo posmoderno, “progresista”. Cambió métodos, pero retuvo sus objetivos. A la demolición iniciada en los ’80 -de la mano de Gramsci- por Alfonsín y continuada por Decibe, cuyos resultados escolares hoy escandalizan, se suma el desmoronamiento de las bases sociales y políticas tradicionales de Occidente: la familia, la ley y el Estado. Ya hemos “logrado” el casamiento gay, un record de hijos extra-matrimoniales, la interpretación pervertida de la ley y la demolición homeopática de las instituciones, con aprobación electoral de las concentraciones urbanas víctimas sociales inconscientes de su propio accionar electoral.
Vamos aceleradamente, en Iberoamérica, por el camino más corto, a las “áreas sin ley”, a los “santuarios” que necesita la red de redes, conducida operativamente desde los espacios tribales, al sur del Himalaya (6). Las víctimas ocultas de esta situación desarrollada por nosotros mismos, son: la cultura (nuestros valores), el derecho (hoy reinterpretado) y la división de poderes (hoy avasallados).
El Desencuentro del Sistema Social con el Sistema Político.
Socialmente, cuatro millones y medio de argentinos acompañaron a Juan Carlos Blumberg que imploró desde el dolor de padre por la recuperación de las Instituciones del Estado, del Derecho, de la Familia y de la Paz Social.
¿Por qué ese consenso social no se traduce en consenso Político?
¿Por qué nuestras concentraciones urbanas, en particular, no razonan y votan lo contrario de lo que sienten?
¿Por qué no traslada razonablemente al plano de la política-electoral la emoción momentánea despertada por el drama de la muerte de Axel?
¿Por qué si nos percibimos mayoría los que preferimos los principios tradicionales de orden, libertad, justicia, igualdad ante la ley; respeto a nuestras tradiciones, al matrimonio entre hombre y mujer, a la vida desde la concepción, a la dignidad del trabajo, a la verdad, al esfuerzo, al mérito y a la equidad y no nos sentimos representados por nuestros gobernantes, no hemos podido hasta ahora cambiar el rumbo, democráticamente?
Hay, entre nosotros, sin duda, un grave problema de desarrollo político: de verdadera representación y participación social en el sistema político. Nuestro sistema político, como mecanismo de acuerdos sociales sinérgicos de la diversidad social en libertad, no existe. No es funcional. No lo hemos creado. Cuando la fuerza de la verdad se quiebra, la unidad del pueblo se diluye.
Cuando en las calles flamean varias banderas que no son azul-celeste y blanca, con el sol del Inca en su centro, hay disociación, confusión y necesariamente, violencia. Hay varias culturas en pugna. A Cruz y a Fierro los acechan y cercan los Viejos Vizcachas ventajeros, hipócritas y falaces.
Por todo ello la defección de la intelectualidad, presa de la propaganda, prisionera de la ideología, de su egoísmo o de su bienestar, es criminal. Es una deserción no penada en los códigos, que debiera avergonzar a la dirigencia derrotada y débil, que proyecta culpas hacia fuera y sigue fabricando mitos. El solo hecho de que Torcuato Di Tella siga siendo en este momento Secretario de Cultura, nos exime de cualquier otro comentario.
El Destino al que Aspiramos los Argentinos y los Iberoamericanos.
La Coyuntura Histórica en la Posguerra Fría.
Vuelvo al Dr. Julián Marías (4) y a su artículo en el ABC de Madrid, ya citado, que finaliza así: “Creo que la Argentina tiene una inmensa riqueza en su suelo y en sus habitantes. Si hecha mano de ella, si la utiliza con lucidez y energía, saldrá adelante y podrá recobrar, a otra escala y en otras formas, la esplendidez y solidez de que gozó en unos cuantos decenios favorables, cuyas huellas visibles existen en esa gran ciudad que es Buenos Aires y en muchas otras que en los últimos decenios han ido siendo también grandes y llenas de promesas.”
No nos quedan dudas de que tenemos una “inmensa riqueza en el suelo y en loshabitantes”. Tampoco tenemos dudas de que no tenemos la necesaria “lucidez y energía” en la dirigencia para movilizarlas, “en otra escala y en otras formas” que el tiempo que transitamos exige.
¿Cómo es este tiempo que transitamos? Vivimos una etapa de cambios cualitativos. Somos privilegiados testigos y actores del pasaje de la civilización industrial a la posindustrial, que conocemos como la del “Conocimiento”. El ritmo histórico se ha acelerado. Hay una nueva forma de producir y una nueva forma de hacer la guerra, “el más espectacular de los fenómenos sociales” (7). Es más: ya está presente la condigna guerra mundial que cataliza el pasaje a esta nueva etapa del progreso humano: la “guerra mundial contraterrorista” que comenzó el 11 de septiembre de 2001 (11S01).
Se cumple así la doctrina que señalara Gastón Bouthoul (7): “es por la guerra que han hecho su entrada casi todas las nuevas civilizaciones”…, “y se establecen y sancionan las supremacías que colocan, durante un tiempo más o menos largo a un cierto tipo de sociedad a la cabeza de la humanidad”.
Ese tipo de sociedad que se impone “a la cabeza de la humanidad” es la que ganó la última guerra mundial, que en este caso ha sido la Guerra Fría (1947/89/91). Desde entonces subsiste una sola superpotencia militar, EE.UU. que ostenta un modelo social republicano, liberal y democrático, con economía de mercado, para los vencidos y aun para sus aliados. Este Imperio Americano emergente es el primero en la historia universal que abarca al orbe, sin “líneas de borde”.
Sin embargo, con la desaparición de la amenaza soviética que mantuvo unida a la alianza Occidental durante la Guerra Fría, surgió a lo largo de los breves diez años -1991/2001- de posguerra-fría, un progresivo y silencioso agrietamiento entre EE.UU. y parte de Europa. Los Toffler (8) lo habían señalado -oportunamente- con el llamativo nombre de “relaciones quisquillosas”.
Una Nueva Guerra Mundial ha Comenzado
La Guerra Fría duró cuarenta y tres años. Fue la primera Guerra Mundial que se desarrolló en ambiente QBN. Durante esos años, funcionó la disuasión nuclear y vivimos la “Paz del Terror Nuclear” en el Norte. En el Sur, la “Guerra Contra revolucionaria”. En la breve posguerra-fría hubo gran confusión. La implosión de un Imperio descolocó a muchos intelectuales e inesperadamente surgió un nuevo enemigo, desafiando al Unicato Imperial Militar en su reducto invicto, con estrategias sutiles, medios técnicos elementales y tácticas imponderables.
Se inició una nueva Guerra Mundial con la agresión sorpresiva de un enemigo subdesarrollado, irresponsable, no estatal, con capacidades de destrucción masiva comprobadas y legitimadas por su conducción religiosa (9). Este extraño enemigo dio a entender -en esa acción inicial- que era absolutamente irresponsable. No habrá disuasión alguna, ni reglas de juego en esta guerra inédita. Estamos en presencia de un retorno a la ley de la selva y frente a él, las actitudes de los actores occidentales que recibieron este aviso, fueron disímiles.
Quedaron en evidencia las culturas fuertes y también las débiles, ante un riesgo desconocido. También resurgieron los residuos de las revoluciones interactuantes, unas fallidas, otras desgastadas o implosionadas, recelando prejuiciosamente de las activas y exitosas. Algunos resentimientos históricos hicieron síntesis con el democratismo discursivo posguerra-fría, de la “Europa Laica”.
¿No habíamos llegado acaso al “fin de la historia”?, ¿O, no podríamos razonar con la maldad terrorista…después de Atocha, para construir esa irrisoria utopía que expresara Rodríguez Zapatero en la sesión de su investidura como Presidente del Gobierno español: “…una ansia infinita de paz, el amor al bien y el mejoramiento social de los humildes…”, mientras sobre Madrid se mantenía el reverbero de las explosiones que arrasaron con la vida de doscientos trabajadores, a la hora en que ingresaban a sus tareas.
La Circunstancia Internacional Dinámica que nos Rodea.
El Nuevo Mapa Estratégico.
El 11S01 y la Tercera Guerra del Golfo -en el ámbito de la Nueva Guerra Mundial- pusieron en superficie la actual división cultural de Occidente. Francia anticipó su veto en el Consejo de Seguridad, e impidió que la nueva campaña en Irak se hiciera bajo bandera de la ONU. Luego manifestó que no concurriría con tropas, por ausencia de la bandera de la ONU (¡!). Terminada la primera etapa de la intervención militar -en la que estuvo ausente- reclamó participar con sus empresas en la reconstrucción de Irak, junto a la Alemania socialista, también ausente ¿…?.
Esta situación ha llevado a Dominique Moïsi (10) a preguntar “si existe hoy el mundo occidental”, respondiéndose que “hemos pasado de dos Europas y un Occidente, a un mundo de una Europa y dos Occidentes”; visión excesivamente europea o -mejor dicho- excesivamente francesa. Creemos firmemente que hemos pasado a dos Occidentes y a dos Europas:
Un Occidente Interoceánico,“americano-europeo”, (con la “Nueva Europa”) que abarca desde Canadá al Japón, pasando por el Atlántico Sur y
Un Occidente Continental, “parcialmente europeo y eurásico” (la “Vieja Europa” en términos de Rumsfeld), la Europa “laica” de Jürgen Habermas o Jacques Derrida: “Esa junta de mercaderes y burócratas con sede en Bruselas (10)”, según De Prada.
Europa ya no se divide en Este y Oeste. Ha vuelto a dividirse, ahora en una histórica cristiana y culturalmente fuerte: paradójicamente la “nueva Europa” y otra posmoderna, paradójicamente, “la vieja Europa” que abandona al cristianismo en la Constitución de la Unión Europea en ciernes, culturalmente débil frente al terrorismo, a los desafíos que exigen renovados esfuerzos y sacrificios y que, desde el mercado, no está dispuesta a asumir.
Es en este ambiente en el que debemos situar el hecho terrorista-electoral de Atocha, visiblemente exitoso, pero también en él debemos situar la elección del nuevo Presidente alemán -el Sr. Koëhler- evidenciándose una reacción frente la Alemania Socialista y Verde, decrépita y en caída económica estrepitosa. En ese ambiente seguramente se jugará también la elección tory en el RU de la Tercera Vía, en poco tiempo más.
El Occidente Cristiano -americano y europeo- está en grave riesgo estratégico. El más grande que haya tenido hasta ahora en la historia. Se necesitan ambos mutuamente -ahoramás que nunca-. EE.UU. deberá buscar consensos inmediatos y los pueblos occidentales deberán administrar sabiamente su voto, olvidando los cantos de sirena que los llevan a la disolución.
¿En qué Lugar del Mapa Estamos?
Un barómetro excepcional para nosotros será la España de Rodríguez Zapatero, que se retiró de la cancha grande en donde había empezado a jugar España, presa del pánico de Atocha. ¿Se habrán quebrado los bravos toreros? ¿O volverán al ruedo, del que fugaron… en horas electorales decisivas?… Pocas veces ha tenido tanto peso específico la cultura en el voto en los pueblos democráticos y en su directa relación con la seguridad estratégica y su posicionamiento frente a los riesgos del futuro, frente a los tremendos desafíos del Siglo XXI.
Pocas veces en la historia los Ministros de Defensa han jugado un rol tan decisivo -cuando existan, por cierto- en los Gabinetes nacionales, como en los tiempos que corren y en los que vendrán, pues esta guerra mundial diferente nos acompañará por largos años. Pocas veces como en el presente, el Ministerio Político por excelencia es y será el de la Defensa Nacional. Del mismo modo, el Secretario de Cultura juega hoy un rol central como el constructor del punto de apoyo que reclamamos, para salir del laberinto y de la ciénaga. La sola observación de nuestro vacío conceptual absoluto -en esos dos frentes- nos da una idea de la gravedad de la posición argentina por carencia de liderazgos idóneos, imprescindibles en estas coyunturas críticas.
Si seguimos atentamente los acontecimientos internacionales y los dramas sorpresivos y violentos que inexorablemente sobrevendrán, empezaremos a entender qué y cómo es esta violencia demencial, cuál es su naturaleza y cómo se pelea esta “guerra mundial”, como “guerra imperial” (12).
Se está definiendo quien manda en el Siglo XXI. Si manda el Estado secular desarrollado de la “Civilización del Conocimiento”, o el enemigo sin rostro y sin códigos, mixtura en red del “crimen organizado” y los “extremismos fundamentalistas del Islam” que utiliza a sus irreductibles dogmas y a la inmolación, para atacar al “demoniooccidental”: al avance tecnológico que quiebra el reducto en que se mantiene aislada a la mujer musulmana, dentro de algunos sectores sociales y en algunos estados o áreas de esa religión.
De este modo el denostado y remanido “Nuevo Orden Internacional” (NOI) de fines de los ’80, recién ha tomado formas a fines del 2001 y continúa su reacomodamiento en el 2004, con exigencias perceptivas muy específicas como las plantea Dee Hock en “El Nacimiento de la Era Caórdica” (13): “…nos liberaremos de las instituciones de la era industrial para renacer en un nuevo mundo cargado de cambios constructivos y organizativos…fundados en las convicciones y valores de las personas”.
¿Cómo se posiciona Iberoamérica, en éste nuevo mapa estratégico? ¿Tienen conciencia nuestras dirigencias regionales que los conceptos, organizaciones y la relación de poder con que enfrentamos esta situación es tremendamente deficitaria? ¿Hemos difundido ante el “soberano” de nuestras Repúblicas Iberoamericanas cuál es el posicionamiento relativo que ostentamos, en esa inmensa media luna del bloque Interoceánico que parte desde Alaska y se cierra en el Japón, atravesando nuestro Atlántico Sur? (14).
¿O, no estamos allí?… Geográficamente si, estamos allí, en América y más precisamente en Iberoamérica. Ideológicamente estamos ausentes. Ideológicamente, nuestras dirigencias “transculturizadas”, detrás de la etiqueta del progresismo y del garantismo, no están en el bloque Oceánico. Están alineadas a la “Vieja Europa”, que los Padres Fundadores llamaron alguna vez “podrida”. Desde ella salieron la esclavitud, el imperialismo, el nazismo, el marxismo, el nihilismo y el “democratismo discursivo” ad usum, acompañado por el relajamiento de las tradiciones sociales.
Iberoamérica está ocupada y colonizada ideológicamente por “indecentes y débilesculturales”. Por el “hijo sobreprotegido” de los pioneros de fuertes principios, aunque fueran iletrados. Algunos de esta especie -la de “M’ijo, el dotor”- son los que tienen las palancas en gran parte de Iberoamérica. Son los especuladores, los “idiotas presentables”, los ventajeros o corruptos ideologizados que nos conducen y no nos representan.
Estos son los rostros del trastrocamiento cultural a revertir en el más breve plazo en nuestro continente, actualmente bajo la acción demoledora del narcoterrorismo interrelacionado con el viejo terrorismo-revolucionario doméstico, a través de sus remanentes marginales y de sus retaguardias postergadas.
La Crisis es una Oportunidad.
En los pliegues y complejidades de las crisis que soportamos vienen envueltas las oportunidades. Hay que encontrarlas. No podremos hacerlo si no las “percibimos”. Si nos quedamos con las imágenes superficiales. Hay que penetrar en las olas profundas y proyectarnos al largo plazo. A esa mirada perceptiva le llamamos visión estratégica. Sepamos distinguir lo esencial y sustantivo, lo final, de aquello que es meramente operativo o procedimental. Distingamos la categoría de fines y de medios. Ese es el camino para actuar sostenidamente, coherentemente a lo largo del tiempo, sin zigzaguear, sin ir y volver para no avanzar.
Debemos definir con firmeza el escenario a alcanzar, unidos todos por esos objetivos comunes. Y estos objetivos deben ser “políticos” y no ideológicos. Deben ser posibles y reales y no utopías y mitos de quienes se acobardan frente a los esfuerzos y desafíos del futuro y regresan a tiempos fracasados, espantados por el “conservadurismo”, entendido éste por la conservación de nuestras tradiciones morales.
Hemos dicho más arriba que transitamos tiempos de cambios cualitativos. Es necesario abarcarlos en su profundidad y naturaleza, que sintéticamente describiremos así:
EEUU, además de ser la única superpotencia militar sobreviviente, lidera en el mundo la “Civilización del Conocimiento” y ha completado su nueva estructura productiva de alta tecnología, en crecimiento sostenido.
El Asia-Pacífico, bajo el liderazgo compartido de Japón y China, ingresa en un desarrollo económico sin precedentes, con un enérgico y global in-put de requerimientos y un enorme out-put man
La India superará a China en unas pocas décadas más, en población. Tiene un excelente nivel educativo e instructivo en sus élites, para enfrentar los desafíos de la nueva civilización. Está preparándose para ingresar al mundo de las potencias.
La localización de la aun no cubicada pero enorme reserva petrolera en el Mar Caspio asegura el equilibrio estratégico entre el Occidente Interoceánico y la masa Continental Eurásica, con epicentro en China.
El foco “agresor-perturbador” del desarrollo dinámico occidental en la Civilización del Conocimiento, se localiza en el área la “Isla Mundial” de Mackinder, ampliada hacia el Oeste. Ello ha exigido la intervención militar -en el bajo vientre euroasiático y en el Indico- de las tropas especiales de la Alianza Oceánica para sostener, desde esta posición llave, el contralor de los centros de operaciones y “santuarios” de las eventuales “bases” y ahora, después del 11S01, de Kenia, Tanzania, Atocha y, muy particularmente del intento bacteriológico frustrado en Jordania -20 Abr 04-, de las esperadas agresiones que acompañarán el curso político europeo y americano.
¿Cómo debe Posicionarse Iberoamérica y en Particular la Argentina, dentro de este Complejo y Dinámico Mundo de la Posguerra Fría?
Nuestra natural pertenencia cultural nos ubica en el Occidente-Cristiano y nuestro posicionamiento geográfico en el “extremo occidente Sur” -en el marco del mundo “Interoceánico”-. Hemos visto que el Occidente-Cristiano está agrietado -si no dividido- en la OTAN, en la ONU -Consejo de Seguridad- y en el ámbito político de la Unión Europea. Esa segmentación es cultural y las decisiones estratégicas han puesto en superficie diferencias sustanciales entre quienes enfrentan los riesgos y quienes los evaden, con variados subterfugios.
¿Con qué Occidente se identifica la mayoría de los actuales dirigentes iberoamericanos pertenecientes a estados sumergidos en una fuerte y profunda crisis cultural y política?
Ante la necesidad de responder este interrogante central, emerge claramente como respuesta la disociación entre nuestro sistema social y nuestro sistema político. No tenemos duda de que en el seno de la sociedad iberoamericana subyace la fortaleza espiritual de las tradiciones heredadas, pero estas no están presentes ni operativas en elsistema político. Hemos señalado las carencias de representación y participación genuinas, es decir, la falta de “desarrollo político” en el continente.
Las consecuencias de esa situación están a la vista y por el momento sin solución. El Estado Nación y sus Instituciones están en grave riesgo de destrucción. Los partidos políticos tradicionales están disueltos, sin doctrinas actualizadas y sin liderazgos firmes. La “revolución confusa” que campea, impulsada desde La Habana, tiene un indisimulado tufillo marxista que cabalga sobre los efectos de la más absoluta improvisación, ante la ausencia de respuestas a las exigencias innovadoras impuestas por los “cambios cualitativos”.
Solo se intenta y busca el movimiento “sesgado”, “transversal”, “tramposo”, de quienes quieren regresar a las utopías revolucionarias fracasadas y continuar con la demolición institucional.
La álgida realidad presente exige fortaleza, coraje y sacrificio. Contrariamente, solo puede comprobarse en la vida diaria -como única constante- el vacío discurso ideológico y la evasión hacia la utopía. Iberoamérica y Argentina en particular, están socialmente confundidas, económicamente sumergidas y políticamente paralizadas, sin liderazgos legítimos, con transiciones regresivas. Chile es la excepción regional, que confirma la regla.
El curso de los actuales acontecimientos irrazonables indica que el estado de necesidad impondrá el fin de la situación insoportable que se vive. La violencia eventual que se derive de ella ingresará naturalmente al ámbito de la guerra mundial en acto (15).
Es conveniente, por todo ello, que nos apercibamos de nuestro posicionamiento natural, cultural y geográfico y que los pueblos resuelvan libremente y en consecuencia, desde la verdad.
Si se decidiera una natural inserción en la Alianza Interoceánica, deberemos abarcar con claridad el cuadro estratégico interdependiente ya descripto, en unidad. Si no lo hiciéramos y continuáramos pensando que los hechos ocurridos y el riesgo en que estamos es solo “paranoia de los del Norte”, atengámonos a las consecuencias. La cordura indica que habrá que lograr la postergada integración política a través de un acuerdo regional de Defensa Común y Seguridad Colectiva (16).
Simultáneamente con él, serán necesarias:
la inmediata e imprescindible recuperación institucional de los estados, habida cuenta del desgaste sufrido durante el período de la bipolaridad y la metódica destrucción a que fueron sometidos, en la posguerra fría.
La inmediata e imprescindible recuperación de la identidad, de las culturas fundacionales, como sostén de la ética política y fundamento de la credibilidad y estabilidad, para interactuar en la nueva situación internacional.
La inmediata e imprescindible recuperación educativa e instructiva, en todos los niveles sociales y en todos los niveles de formación y perfeccionamiento relacionados con la nueva forma de producir y la nueva forma de hacer la guerra en la “Civilización “del Conocimiento”.
El decidido ingreso de Iberoamérica a los mercados internacionales globalizados, con espíritu competitivo, explotando oportunidades y las cualidades comparativas que caracterizan a cada región.
Alcanzar el progreso sostenido, apoyándonos en la cultura común iberoamericana, fundamento central de la integración política, dando prioridad a los bolsones sociales deprimidos que exigirán los mayores esfuerzos para alcanzar la posibilidad de la innovación tecnológica, imprescindible para lograr el desarrollo.
Las Chispas y el Combustible.
Iniciamos este trabajo citando:
la confusión de los dirigentes, como causa y punto inicial de nuestra decadencia y,
la incertidumbre, como razón de ausencia de una estrategia de mínima en el Estado, de la carencia de un futuro comunitario, de una visión de largo plazo o, por lo menos, de una mera esperanza.
La citada confusión ha concentrado la atención de los ciudadanos en “las chispas”, en los efectos de la crisis generalizada: la inseguridad, la falta de trabajo, el hambre, la caída de la educación, de la salud…etc., y no en su origen, en el “combustible” que nos incinera:
la transculturación, la pérdida de los valores de nuestra identidad nacional.
Estamos con los ojos puestos sobre las chispas, en la superficie y no en el combustible subyacente que provoca el incendio. Cuando escribo estos renglones, toman estado público las declaraciones de inefable Secretario de Cultura del gobierno nacional, el sociólogo Torcuato Di Tella, quien ha resuelto suicidarse políticamente al afirmar que “la cultura noesprioritaria” para esta Argentina doliente y lo hace justamente como Secretario de ese ramo.
Por la fundamentación que ha realizado ante la prensa, se llega a la conclusión que Di Tella no ha conceptualizado el término “cultura”. Lo confunde con “un mero arte suntuario” o un problema “presupuestario”. Esto es gravísimo. Estamos en presencia de un típico y paradigmático ejemplar de esa clase media urbana que he citado más arriba. Un típico productor del combustible para nuestra auto incineración, inconsciente e involuntaria. Nuestros abuelos les llamaban “tilingos”.
Di Tella no puede ignorar, o mejor dicho, no debería ignorar, que los más prestigiosos sociólogos modernos que han teorizado sobre las crisis cíclicas de los procesos político-institucionales -entre ellos Sorokin, Schlessinger o Ferraris- han coincidido unánimemente en que no se ingresa a una “ola dereorganización sinérgica”, luego de una crisis, sin “recuperación de la identidad” (17).
La Argentina debió iniciar ese proceso -de acuerdo con la Teoría de los Ciclos Político-Institucionales- en los años ’50. No lo hizo. Por el contrario, ingresó en un período de guerra civil y fuerte transculturación, promovida por la ideología. Sus consecuencias son evidentes en todos los frentes de la vida comunitaria.
En los ’80, a partir del hito histórico de la Guerra del Atlántico Sur debimos iniciar, según dicha teoría, la “recuperaciónpositiva” con una transición sinérgica, dentro del estado de derecho. No lo hicimos. Carecíamos -en la comunidad- del sostén moral y en el frente político de la lucidez y de la ética necesarias para salir del “cuestionamiento social inconducente” e ingresar, enérgicamente, en las propuestas constructivas.
La Generación de Intelectuales que debió reproyectar la “Segunda Argentina Posindustrial” (2) desertó de sus responsabilidades en las décadas perdidas. Gran parte de ella tomó el arma o indujo a ello, creó odios y no logró sino muerte, dolor y resentimiento -además de corrupción-. Las instituciones quedaron arrasadas. Si faltaba algún elemento para validar nuestras afirmaciones, las declaraciones del Secretario Di Tella a caballo del 25 de Mayo de 2004 celebrado en la plaza de Mayo por la anti-cultura, constituyen una prueba sólida e indiscutible de nuestra tesis.
Esta especie urbana, la más civilizada del país, es absolutamente desarraigada. Se ha transculturizado, ha perdido su identidad, relativizando sus valores tradicionales. No creen en la Nación, no creen que haya una identidad argentina. Han perdido la moral de los pioneros, han destruido la familia, la educación, la formación espiritual…en nombre del “progresismo”, eufemismo que surgió a partir del fracaso del marxismo soviético.
La variante ideológica adoptada desde entonces los lleva inexorablemente a una extraña y encubierta aproximación con las dictaduras, con el crimen organizado, con los “jihadistas” y fundamentalistas islámicos, los “terroristas de segunda generación” (17) en el ámbito de la guerra mundial en curso. Del terrorismo revolucionario doméstico del tiempo de la bipolaridad, han pasado al apoyo y compromiso con el mega-terrorismo o terrorismo globalizado criminal y el ejemplo más claro -en la Iberoamérica del 2004- lo evidencian las FARC colombianas.
Iberoamérica tiene una oportunidad de resurgimiento y progreso, creada por el extremo riesgo de una extrema violencia interna provocada por la negación a aceptar los cambios cualitativos y estructurales que exige la civilización en curso y también tiene, como dramática alternativa -con indicios ya presentes- la de transformarse en el necesario “espacio sin ley” de la red de redes, en el marco de las operaciones típicas de las “guerras de la tercera especie”.
Dadas las circunstancias internacionales que se viven, esta vez la crisis no tendrá salida con el auxilio o intervención del Estado. El Estado está desquiciado. Esta vez, el sistema político deberá reconstruirse y reconvertirse desde el mismo sistema. Allí tendrá un rol esencial la reserva moral que haya en cada una de las sociedades nacionales, cuando estas encuentren en su seno un núcleo de reacción positiva, aunque fuere mínimo.
En Síntesis.
Hay confusión en los dirigentes e incertidumbre en la conducción de los Estados.
Muchos intelectuales occidentales han defeccionado, se han
Las culturas débiles impiden enfrentar los riesgos estratégicos en el Siglo XXI.
La “recuperación de la identidad” es una exigencia previa a la salida de la crisis.
El sistema social no encuentra representación en el sistema político.
Las transiciones políticas, en la posguerra fría iberoamericana, han sido hasta ahora negativas.
Hay un nuevo mapa estratégico y la actitud cultural de la “Europa Laica” complica la estrategia “interoceánica”, frente a un enemigo irresponsable, sanguinario, provisto de armas de destrucción masiva, legitimadas para su empleo por parte de la conducción religiosa islámica.
Geográficamente pertenecemos a la alianza “interoceánica”. Nuestra dirigencia ideológicamente transculturizada, se adhiere encubiertamente a la “red de redes”, que enfrenta a los estados seculares, culturalmente fuertes.
El riesgo estratégico central de Iberoamérica es la preservación del Estado Institucional.
La salida del laberinto indica la necesidad de no confundir “las chispas con loscombustibles”, las consecuencias de la crisis, con sus causas. Localizadas estas como de orden cultural y político, se hace insoslayable superarlas en el más breve plazo, para reingresar al progreso.
Si entendemos su etiología, la crisis es siempre una oportunidad y su gravedad puede facilitar el curso de acción positivo.
En las presentes circunstancias, los sistemas políticos deberán recuperarse desde ellos mismos. La alternativa es la disolución nacional.
Citas:
J.Sebreli. “Pensar la Argentina”. Plus Ultra. Bs. As. 1986.
ieeba.com.ar“La Segunda Argentina en la Unión Sudamericana”. Bs As 1998.
Huntington y L. Harrison. “La Cultura es lo que Importa”. Ed.Planeta. Bs As 2001.
Marías. “La Argentina: Cincuenta Años”. ABC. Madrid. 11 Abr 02.
ieeba.com.ar“La Cultura, la Civilización y la Guerra”. Bs As –Abr 2003.
Cirino. “Cómo se Reconstruyó Al Queda”. Ed. i. Bs As – Abr 2004.
♣
Grl Heriberto Justo Auel
“La cultura es lo que importa”
Desde una cosmogonía política, el común denominador que encontramos en la crisis generalizada que nos agobia en las últimas décadas es, sin duda, el de una dramática confusión dirigencial, con sus correspondientes consecuencias:
El desconcierto social y la incertidumbre estratégica que nos envuelve.
Es esa confusión conceptual la que nos ha llevado a observar las chispas como si fuesen los combustibles y así, extraviados, continuamos en nuestros laberintos sin hallar las salidas ni las fuentes de la ciénaga en que nos hundimos. La única salida disponible de la trampera que supimos construir es por arriba y el punto de apoyo para saltar fuera del cerco exige encontrar, cuanto antes, las causas originantes, esenciales y sustantivas de esta situación y no continuar entretenidos con los efectos, con sus escandalosas consecuencias.
Claro está, los efectos de las crisis se ven, se sienten, hasta se huelen. En cambio lo esencial, las causas eficientes, no están en superficie. Están en una oscura profundidad, que es solo percibida por los espíritus fuertes, sanos y virtuosos, removiendo intereses menudos, obstáculos ideológicos y la hojarasca de la desinformación masiva. Si alcanzáramos a descubrir socialmente a ese origen profundo, dispondríamos del punto de apoyo para impulsarnos hacia el futuro, hacia el progreso y la unidad. Hacia la paz posible.
La salida de la decadencia que nos ahoga no estaría en manos de eruditos o iluminados. Necesitamos sin demora, para refundar la Argentina, encontrar un grupo de argentinos equilibrados, virtuosos y sabios:
Si persistimos en la soberbia cosmopolita y utópica, en el prejuicio anárquico y en la ignorancia de los cambios cualitativos mundiales que nos condicionan e influyen, continuaremos por el camino de la disolución nacional, en el que involuntaria e inconscientemente ya nos encontramos.
Nuestra identidad ha sido uno de los tabúes para algunos confundidos intelectuales ideologizados. Juan José Sebreli (1) podría encabezar este abigarrado pelotón. Enervado en las pasiones que despiertan las luchas menudas, ha negado la existencia misma de la Nación Argentina. La ha visto como un producto del “nacionalismo” y a éste lo ha localizado en “la raza”, preguntándose: “¿…cuál es la raza argentina?”. O bien en el lenguaje y entonces colige que “seríamos europeos”, ¡¡por hablar castellano…! Así llega a establecer que la Nación es hija “del pacto, o de la fuerza”…”, o “hija del Estado…”, para finalizar en una conclusión perversa que la realidad demuestra como absurda: “…la cultura es universal…”, “solo los cosmopolitas han trascendido…”, “la Nación es una entidad ilusoria…”.
La honestidad intelectual del desarraigado Sebreli, lo redime: termina su ensayo afirmando que “la única forma de ser antiimperialista es ser antinacionalista”. Al fin y al cabo, en su ensayo estaba opinando. Vendiendo espejitos ideológicos. Para ser antiimperialista no es necesario negar una realidad universal: la existencia de las naciones y de la Nación Argentina. Queremos diferenciarnos -humildemente- de este intelectual confundido y sin arraigo, validando mis ideas.
Nuestra identidad nacional no está en la sangre, ni en ningún “ismo”. Hay algo mucho más profundo y sutil que nos une e identifica como joven nación: una herencia cultural, un hogar común, una tradición sincrética que nos llega con la idea de Patria, amasada a lo largo de casi tres lentos y largos siglos (1550/1770), aun antes de la llegada de don Pedro de Cevallos al Río de la Plata. El desarraigo ideologizado de nuestros intelectuales es, sin duda, la bomba neutrónica que destruye al inconsciente colectivo de nuestra sociedad y en particular al de la superficial clase media urbana.
Estamos por cumplir cinco siglos desde el arribo de Pizarro al Trono del Inca y los primeros tres siglos del nacimiento de aquella Proto-Argentina-Tucumanesa, que alumbró desde el Pacífico y nos dio el hermoso patronímico que ostentamos (1569/1880).
Son esos tres siglos fundacionales los que hoy necesitamos rescatar y concienciar, en tiempos de integración Iberoamericana y desafíos estratégicos inmensos; cuando la Primera Argentina cumplido su segundo siglo (1880/1982) ha agotado el proyecto agropecuario del Siglo XIX, para dar paso a una Segunda Argentina Posindustrial en el Siglo XXI, con graves problemas de conducción política para el despegue que aun no ha llegado. (2)
Si no tenemos conciencia de nuestra pertenencia, de nuestra cultura identificatoria frente a “los otros”, careceremos de punto de partida, de patrón de referencia que nos determine y perfile, que nos haga perdurables en el tiempo, creíbles y confiables. No seremos moralmente sólidos.
Todos estos aspectos referenciados a valores, principios y creencias, provienen de una religión y son el sustrato social del sistema político, de la ética política y de la conducta social que admita e impulse el desarrollo económico, sustentable y perdurable. Allí está, en nuestra cultura identificatoria, el eje de nuestra soberanía frente a “los otros” y el punto de apoyo para la salida de una prolongada decadencia.
El relativismo moral impulsado por pseudo intelectuales e ideólogos ha golpeado a esos valores permanentes a través de la grave confusión de que ellos eran “modernizables”; de que era “de avanzada” cambiar lo incambiable: la identidad. Esa transculturación ha destruido nuestra moral privada y nuestra moral pública. Ha quebrado la confianza de propios y extraños. Los argentinos de hoy, no somos creíbles.
Éramos culturalmente fuertes, generosos y expansivos cuando la Nación estaba en pañales y no existía aun un Estado Institucional constituido. Luego ingresó la civilización a caballo de la independencia, desde el Atlántico, y no supimos asimilarla a nuestra cultura fundadora para “darle forma al progreso” (3). Por el contrario, homologamos cultura con barbarie y fuimos a una larga guerra civil, impulsados por los perplejos cosmopolitas pacifistas, por los confundidos “hombres de las luces”, los “progres” de aquel tiempo, los imitadores y copistas que se resistían a “ser lo que debían ser”, como el Libertador les señalaba, secamente, desde su ejemplaridad indiscutible.
Un pensador del calibre del Dr. Julián Marías nos lo ha dicho, con claridad meridiana: “Hecho de menos que voces argentinas con autoridad intelectual y moral se enfrenten claramente con el problema (de la confusión). Se que es difícil remover ese proceso de desfiguración que rebasa los límites del país y depende de otros intereses, de otras actitudes, como sucede con casi todo lo que acontece actualmente en el mundo. Pero la salvación solo puede lograrse con un restablecimiento pleno de la verdad, por penoso que sea admitirla y tratar de que impere” (4).
Es tiempo de contener el largo extravío. Es tiempo de atacar a la crisis permanente y generalizada hecha decadencia, en sus raíces culturales y políticas. “Volver a ser, lo que debemos ser; o no ser y solo estar, solo permanecer”. Elijamos entre el “bienvivir” y el “bienestar”. Es tiempo de que algunos de nuestros intelectuales “vuelvan a poner la pata en el suelo” y se hagan oír. En la lucha por la hegemonía cultural han cedido frente a la caradurez de los cosmopolitas “tilingos”, que los han hecho esclavos de sus imágenes antagónicas y de su mediocridad, desdeñando ideas y personalidades que no debiéramos de olvidar.
Es tiempo que se aperciban -algunos intelectuales- que su defección tan claramente señalada por el Dr. Marías, es una cobardía moral autodestructiva. El oponente cultural que tiene la Nación Argentina no admite transacciones. Es necesario correr riesgos y volver a la verdad. Recordemos una sentencia de Julián Freund “…la Política es una cuestión de decisión y eventualmente de compromiso”. No de conveniencias y egoísmos.
Estamos transitando los primeros pasos dentro una nueva Guerra Mundial que, en el caso de que no reaccionemos en tiempo nos colocará –por debilidad cultural- en el campo de un agresor criminal y totalitario y, lo que es más dramático, con la esforzada ayuda inconsciente de un pueblo aturdido y desinformado. (5). He allí la clave del alto riesgo estratégico que corremos en esta Nueva Guerra Mundial que nos abarca.
Podemos comprobar a diario esta situación en el comentario de los “opinólogos” televisivos o en su reflejo: el coloquio en nuestro medio social y ya aparece – peligrosamente- en la literatura de nuestros “estrategas” a través de una hermenéutica errónea, confusa, apaciguadora y pacifista, frente a un enemigo sin rostro y sin códigos que entiende al “apaciguamiento” como debilidad.
Frente a este enemigo del Occidente Cristiano, estas actitudes niegan a Pascal: “… la justicia sin fuerza se contradice, porque siempre hay malvados…” y en Pascal la “fuerza” no es solo física o mecánica, es fuerza espiritual. Es el sostenimiento de los valores y principios lo que nos hace fuertes, expansivos y finalmente libres. Y es la condición del éxito de la fuerza de las armas, en el combate.
Pareciera que algunos católicos no entendieron el llamado del Santo Padre en las últimas Pascuas. Ante la “defección europea” pidió “coraje frente al terrorismo, a través del rearme moral de la sociedad”. No hemos visto, en nuestro ámbito, una mínima reacción ante esa alerta. Ni tan siquiera una explicación elemental, ante el llamado. No se lo ha entendido.
A esta grave vulnerabilidad argentina, como ya lo es la demorada “recuperación de su identidad”, se suman las consecuencias emergentes de la implosión del Imperio Comunista.
La caída del muro aplastó el intervencionismo económico del Estado y giró, desde la confrontación estratégica nuclear de la lógica bipolar, a la protesta sin límites, a la pancarta como estandarte, que entre nosotros se extendió y se sumó al histórico cuestionamiento social permanente y sin propuestas. Alcanzamos la violencia callejera diaria y disolvente de los piquetes, de los sin tierra o de los cocaleros y el retorno de ideologías muertas, ante la ausencia de una Gran Política, de la Esperanza y de la certeza de un Futuro.
El viejo marxismo derrotado, encubierto en siglas o infiltrado en los partidos, se hizo posmoderno, “progresista”. Cambió métodos, pero retuvo sus objetivos. A la demolición iniciada en los ’80 -de la mano de Gramsci- por Alfonsín y continuada por Decibe, cuyos resultados escolares hoy escandalizan, se suma el desmoronamiento de las bases sociales y políticas tradicionales de Occidente: la familia, la ley y el Estado. Ya hemos “logrado” el casamiento gay, un record de hijos extra-matrimoniales, la interpretación pervertida de la ley y la demolición homeopática de las instituciones, con aprobación electoral de las concentraciones urbanas víctimas sociales inconscientes de su propio accionar electoral.
Vamos aceleradamente, en Iberoamérica, por el camino más corto, a las “áreas sin ley”, a los “santuarios” que necesita la red de redes, conducida operativamente desde los espacios tribales, al sur del Himalaya (6). Las víctimas ocultas de esta situación desarrollada por nosotros mismos, son: la cultura (nuestros valores), el derecho (hoy reinterpretado) y la división de poderes (hoy avasallados).
Socialmente, cuatro millones y medio de argentinos acompañaron a Juan Carlos Blumberg que imploró desde el dolor de padre por la recuperación de las Instituciones del Estado, del Derecho, de la Familia y de la Paz Social.
¿Por qué ese consenso social no se traduce en consenso Político?
¿Por qué nuestras concentraciones urbanas, en particular, no razonan y votan lo contrario de lo que sienten?
¿Por qué no traslada razonablemente al plano de la política-electoral la emoción momentánea despertada por el drama de la muerte de Axel?
¿Por qué si nos percibimos mayoría los que preferimos los principios tradicionales de orden, libertad, justicia, igualdad ante la ley; respeto a nuestras tradiciones, al matrimonio entre hombre y mujer, a la vida desde la concepción, a la dignidad del trabajo, a la verdad, al esfuerzo, al mérito y a la equidad y no nos sentimos representados por nuestros gobernantes, no hemos podido hasta ahora cambiar el rumbo, democráticamente?
Hay, entre nosotros, sin duda, un grave problema de desarrollo político: de verdadera representación y participación social en el sistema político. Nuestro sistema político, como mecanismo de acuerdos sociales sinérgicos de la diversidad social en libertad, no existe. No es funcional. No lo hemos creado. Cuando la fuerza de la verdad se quiebra, la unidad del pueblo se diluye.
Cuando en las calles flamean varias banderas que no son azul-celeste y blanca, con el sol del Inca en su centro, hay disociación, confusión y necesariamente, violencia. Hay varias culturas en pugna. A Cruz y a Fierro los acechan y cercan los Viejos Vizcachas ventajeros, hipócritas y falaces.
Por todo ello la defección de la intelectualidad, presa de la propaganda, prisionera de la ideología, de su egoísmo o de su bienestar, es criminal. Es una deserción no penada en los códigos, que debiera avergonzar a la dirigencia derrotada y débil, que proyecta culpas hacia fuera y sigue fabricando mitos. El solo hecho de que Torcuato Di Tella siga siendo en este momento Secretario de Cultura, nos exime de cualquier otro comentario.
Vuelvo al Dr. Julián Marías (4) y a su artículo en el ABC de Madrid, ya citado, que finaliza así: “Creo que la Argentina tiene una inmensa riqueza en su suelo y en sus habitantes. Si hecha mano de ella, si la utiliza con lucidez y energía, saldrá adelante y podrá recobrar, a otra escala y en otras formas, la esplendidez y solidez de que gozó en unos cuantos decenios favorables, cuyas huellas visibles existen en esa gran ciudad que es Buenos Aires y en muchas otras que en los últimos decenios han ido siendo también grandes y llenas de promesas.”
No nos quedan dudas de que tenemos una “inmensa riqueza en el suelo y en los habitantes”. Tampoco tenemos dudas de que no tenemos la necesaria “lucidez y energía” en la dirigencia para movilizarlas, “en otra escala y en otras formas” que el tiempo que transitamos exige.
¿Cómo es este tiempo que transitamos? Vivimos una etapa de cambios cualitativos. Somos privilegiados testigos y actores del pasaje de la civilización industrial a la posindustrial, que conocemos como la del “Conocimiento”. El ritmo histórico se ha acelerado. Hay una nueva forma de producir y una nueva forma de hacer la guerra, “el más espectacular de los fenómenos sociales” (7). Es más: ya está presente la condigna guerra mundial que cataliza el pasaje a esta nueva etapa del progreso humano: la “guerra mundial contraterrorista” que comenzó el 11 de septiembre de 2001 (11S01).
Se cumple así la doctrina que señalara Gastón Bouthoul (7): “es por la guerra que han hecho su entrada casi todas las nuevas civilizaciones”…, “y se establecen y sancionan las supremacías que colocan, durante un tiempo más o menos largo a un cierto tipo de sociedad a la cabeza de la humanidad”.
Ese tipo de sociedad que se impone “a la cabeza de la humanidad” es la que ganó la última guerra mundial, que en este caso ha sido la Guerra Fría (1947/89/91). Desde entonces subsiste una sola superpotencia militar, EE.UU. que ostenta un modelo social republicano, liberal y democrático, con economía de mercado, para los vencidos y aun para sus aliados. Este Imperio Americano emergente es el primero en la historia universal que abarca al orbe, sin “líneas de borde”.
Sin embargo, con la desaparición de la amenaza soviética que mantuvo unida a la alianza Occidental durante la Guerra Fría, surgió a lo largo de los breves diez años -1991/2001- de posguerra-fría, un progresivo y silencioso agrietamiento entre EE.UU. y parte de Europa. Los Toffler (8) lo habían señalado -oportunamente- con el llamativo nombre de “relaciones quisquillosas”.
La Guerra Fría duró cuarenta y tres años. Fue la primera Guerra Mundial que se desarrolló en ambiente QBN. Durante esos años, funcionó la disuasión nuclear y vivimos la “Paz del Terror Nuclear” en el Norte. En el Sur, la “Guerra Contra revolucionaria”. En la breve posguerra-fría hubo gran confusión. La implosión de un Imperio descolocó a muchos intelectuales e inesperadamente surgió un nuevo enemigo, desafiando al Unicato Imperial Militar en su reducto invicto, con estrategias sutiles, medios técnicos elementales y tácticas imponderables.
Se inició una nueva Guerra Mundial con la agresión sorpresiva de un enemigo subdesarrollado, irresponsable, no estatal, con capacidades de destrucción masiva comprobadas y legitimadas por su conducción religiosa (9). Este extraño enemigo dio a entender -en esa acción inicial- que era absolutamente irresponsable. No habrá disuasión alguna, ni reglas de juego en esta guerra inédita. Estamos en presencia de un retorno a la ley de la selva y frente a él, las actitudes de los actores occidentales que recibieron este aviso, fueron disímiles.
Quedaron en evidencia las culturas fuertes y también las débiles, ante un riesgo desconocido. También resurgieron los residuos de las revoluciones interactuantes, unas fallidas, otras desgastadas o implosionadas, recelando prejuiciosamente de las activas y exitosas. Algunos resentimientos históricos hicieron síntesis con el democratismo discursivo posguerra-fría, de la “Europa Laica”.
¿No habíamos llegado acaso al “fin de la historia”?, ¿O, no podríamos razonar con la maldad terrorista…después de Atocha, para construir esa irrisoria utopía que expresara Rodríguez Zapatero en la sesión de su investidura como Presidente del Gobierno español: “…una ansia infinita de paz, el amor al bien y el mejoramiento social de los humildes…”, mientras sobre Madrid se mantenía el reverbero de las explosiones que arrasaron con la vida de doscientos trabajadores, a la hora en que ingresaban a sus tareas.
El 11S01 y la Tercera Guerra del Golfo -en el ámbito de la Nueva Guerra Mundial- pusieron en superficie la actual división cultural de Occidente. Francia anticipó su veto en el Consejo de Seguridad, e impidió que la nueva campaña en Irak se hiciera bajo bandera de la ONU. Luego manifestó que no concurriría con tropas, por ausencia de la bandera de la ONU (¡!). Terminada la primera etapa de la intervención militar -en la que estuvo ausente- reclamó participar con sus empresas en la reconstrucción de Irak, junto a la Alemania socialista, también ausente ¿…?.
Esta situación ha llevado a Dominique Moïsi (10) a preguntar “si existe hoy el mundo occidental”, respondiéndose que “hemos pasado de dos Europas y un Occidente, a un mundo de una Europa y dos Occidentes”; visión excesivamente europea o -mejor dicho- excesivamente francesa. Creemos firmemente que hemos pasado a dos Occidentes y a dos Europas:
Un Occidente Interoceánico, “americano-europeo”, (con la “Nueva Europa”) que abarca desde Canadá al Japón, pasando por el Atlántico Sur y
Europa ya no se divide en Este y Oeste. Ha vuelto a dividirse, ahora en una histórica cristiana y culturalmente fuerte: paradójicamente la “nueva Europa” y otra posmoderna, paradójicamente, “la vieja Europa” que abandona al cristianismo en la Constitución de la Unión Europea en ciernes, culturalmente débil frente al terrorismo, a los desafíos que exigen renovados esfuerzos y sacrificios y que, desde el mercado, no está dispuesta a asumir.
Es en este ambiente en el que debemos situar el hecho terrorista-electoral de Atocha, visiblemente exitoso, pero también en él debemos situar la elección del nuevo Presidente alemán -el Sr. Koëhler- evidenciándose una reacción frente la Alemania Socialista y Verde, decrépita y en caída económica estrepitosa. En ese ambiente seguramente se jugará también la elección tory en el RU de la Tercera Vía, en poco tiempo más.
El Occidente Cristiano -americano y europeo- está en grave riesgo estratégico. El más grande que haya tenido hasta ahora en la historia. Se necesitan ambos mutuamente -ahora más que nunca-. EE.UU. deberá buscar consensos inmediatos y los pueblos occidentales deberán administrar sabiamente su voto, olvidando los cantos de sirena que los llevan a la disolución.
Un barómetro excepcional para nosotros será la España de Rodríguez Zapatero, que se retiró de la cancha grande en donde había empezado a jugar España, presa del pánico de Atocha. ¿Se habrán quebrado los bravos toreros? ¿O volverán al ruedo, del que fugaron… en horas electorales decisivas?… Pocas veces ha tenido tanto peso específico la cultura en el voto en los pueblos democráticos y en su directa relación con la seguridad estratégica y su posicionamiento frente a los riesgos del futuro, frente a los tremendos desafíos del Siglo XXI.
Pocas veces en la historia los Ministros de Defensa han jugado un rol tan decisivo -cuando existan, por cierto- en los Gabinetes nacionales, como en los tiempos que corren y en los que vendrán, pues esta guerra mundial diferente nos acompañará por largos años. Pocas veces como en el presente, el Ministerio Político por excelencia es y será el de la Defensa Nacional. Del mismo modo, el Secretario de Cultura juega hoy un rol central como el constructor del punto de apoyo que reclamamos, para salir del laberinto y de la ciénaga. La sola observación de nuestro vacío conceptual absoluto -en esos dos frentes- nos da una idea de la gravedad de la posición argentina por carencia de liderazgos idóneos, imprescindibles en estas coyunturas críticas.
Si seguimos atentamente los acontecimientos internacionales y los dramas sorpresivos y violentos que inexorablemente sobrevendrán, empezaremos a entender qué y cómo es esta violencia demencial, cuál es su naturaleza y cómo se pelea esta “guerra mundial”, como “guerra imperial” (12).
Se está definiendo quien manda en el Siglo XXI. Si manda el Estado secular desarrollado de la “Civilización del Conocimiento”, o el enemigo sin rostro y sin códigos, mixtura en red del “crimen organizado” y los “extremismos fundamentalistas del Islam” que utiliza a sus irreductibles dogmas y a la inmolación, para atacar al “demonio occidental”: al avance tecnológico que quiebra el reducto en que se mantiene aislada a la mujer musulmana, dentro de algunos sectores sociales y en algunos estados o áreas de esa religión.
De este modo el denostado y remanido “Nuevo Orden Internacional” (NOI) de fines de los ’80, recién ha tomado formas a fines del 2001 y continúa su reacomodamiento en el 2004, con exigencias perceptivas muy específicas como las plantea Dee Hock en “El Nacimiento de la Era Caórdica” (13): “…nos liberaremos de las instituciones de la era industrial para renacer en un nuevo mundo cargado de cambios constructivos y organizativos…fundados en las convicciones y valores de las personas”.
¿Cómo se posiciona Iberoamérica, en éste nuevo mapa estratégico? ¿Tienen conciencia nuestras dirigencias regionales que los conceptos, organizaciones y la relación de poder con que enfrentamos esta situación es tremendamente deficitaria? ¿Hemos difundido ante el “soberano” de nuestras Repúblicas Iberoamericanas cuál es el posicionamiento relativo que ostentamos, en esa inmensa media luna del bloque Interoceánico que parte desde Alaska y se cierra en el Japón, atravesando nuestro Atlántico Sur? (14).
¿O, no estamos allí?… Geográficamente si, estamos allí, en América y más precisamente en Iberoamérica. Ideológicamente estamos ausentes. Ideológicamente, nuestras dirigencias “transculturizadas”, detrás de la etiqueta del progresismo y del garantismo, no están en el bloque Oceánico. Están alineadas a la “Vieja Europa”, que los Padres Fundadores llamaron alguna vez “podrida”. Desde ella salieron la esclavitud, el imperialismo, el nazismo, el marxismo, el nihilismo y el “democratismo discursivo” ad usum, acompañado por el relajamiento de las tradiciones sociales.
Iberoamérica está ocupada y colonizada ideológicamente por “indecentes y débiles culturales”. Por el “hijo sobreprotegido” de los pioneros de fuertes principios, aunque fueran iletrados. Algunos de esta especie -la de “M’ijo, el dotor”- son los que tienen las palancas en gran parte de Iberoamérica. Son los especuladores, los “idiotas presentables”, los ventajeros o corruptos ideologizados que nos conducen y no nos representan.
Estos son los rostros del trastrocamiento cultural a revertir en el más breve plazo en nuestro continente, actualmente bajo la acción demoledora del narcoterrorismo interrelacionado con el viejo terrorismo-revolucionario doméstico, a través de sus remanentes marginales y de sus retaguardias postergadas.
En los pliegues y complejidades de las crisis que soportamos vienen envueltas las oportunidades. Hay que encontrarlas. No podremos hacerlo si no las “percibimos”. Si nos quedamos con las imágenes superficiales. Hay que penetrar en las olas profundas y proyectarnos al largo plazo. A esa mirada perceptiva le llamamos visión estratégica. Sepamos distinguir lo esencial y sustantivo, lo final, de aquello que es meramente operativo o procedimental. Distingamos la categoría de fines y de medios. Ese es el camino para actuar sostenidamente, coherentemente a lo largo del tiempo, sin zigzaguear, sin ir y volver para no avanzar.
Debemos definir con firmeza el escenario a alcanzar, unidos todos por esos objetivos comunes. Y estos objetivos deben ser “políticos” y no ideológicos. Deben ser posibles y reales y no utopías y mitos de quienes se acobardan frente a los esfuerzos y desafíos del futuro y regresan a tiempos fracasados, espantados por el “conservadurismo”, entendido éste por la conservación de nuestras tradiciones morales.
Hemos dicho más arriba que transitamos tiempos de cambios cualitativos. Es necesario abarcarlos en su profundidad y naturaleza, que sintéticamente describiremos así:
La India superará a China en unas pocas décadas más, en población. Tiene un excelente nivel educativo e instructivo en sus élites, para enfrentar los desafíos de la nueva civilización. Está preparándose para ingresar al mundo de las potencias.
Nuestra natural pertenencia cultural nos ubica en el Occidente-Cristiano y nuestro posicionamiento geográfico en el “extremo occidente Sur” -en el marco del mundo “Interoceánico”-. Hemos visto que el Occidente-Cristiano está agrietado -si no dividido- en la OTAN, en la ONU -Consejo de Seguridad- y en el ámbito político de la Unión Europea. Esa segmentación es cultural y las decisiones estratégicas han puesto en superficie diferencias sustanciales entre quienes enfrentan los riesgos y quienes los evaden, con variados subterfugios.
¿Con qué Occidente se identifica la mayoría de los actuales dirigentes iberoamericanos pertenecientes a estados sumergidos en una fuerte y profunda crisis cultural y política?
Ante la necesidad de responder este interrogante central, emerge claramente como respuesta la disociación entre nuestro sistema social y nuestro sistema político. No tenemos duda de que en el seno de la sociedad iberoamericana subyace la fortaleza espiritual de las tradiciones heredadas, pero estas no están presentes ni operativas en el sistema político. Hemos señalado las carencias de representación y participación genuinas, es decir, la falta de “desarrollo político” en el continente.
Las consecuencias de esa situación están a la vista y por el momento sin solución. El Estado Nación y sus Instituciones están en grave riesgo de destrucción. Los partidos políticos tradicionales están disueltos, sin doctrinas actualizadas y sin liderazgos firmes. La “revolución confusa” que campea, impulsada desde La Habana, tiene un indisimulado tufillo marxista que cabalga sobre los efectos de la más absoluta improvisación, ante la ausencia de respuestas a las exigencias innovadoras impuestas por los “cambios cualitativos”.
Solo se intenta y busca el movimiento “sesgado”, “transversal”, “tramposo”, de quienes quieren regresar a las utopías revolucionarias fracasadas y continuar con la demolición institucional.
La álgida realidad presente exige fortaleza, coraje y sacrificio. Contrariamente, solo puede comprobarse en la vida diaria -como única constante- el vacío discurso ideológico y la evasión hacia la utopía. Iberoamérica y Argentina en particular, están socialmente confundidas, económicamente sumergidas y políticamente paralizadas, sin liderazgos legítimos, con transiciones regresivas. Chile es la excepción regional, que confirma la regla.
El curso de los actuales acontecimientos irrazonables indica que el estado de necesidad impondrá el fin de la situación insoportable que se vive. La violencia eventual que se derive de ella ingresará naturalmente al ámbito de la guerra mundial en acto (15).
Es conveniente, por todo ello, que nos apercibamos de nuestro posicionamiento natural, cultural y geográfico y que los pueblos resuelvan libremente y en consecuencia, desde la verdad.
Si se decidiera una natural inserción en la Alianza Interoceánica, deberemos abarcar con claridad el cuadro estratégico interdependiente ya descripto, en unidad. Si no lo hiciéramos y continuáramos pensando que los hechos ocurridos y el riesgo en que estamos es solo “paranoia de los del Norte”, atengámonos a las consecuencias. La cordura indica que habrá que lograr la postergada integración política a través de un acuerdo regional de Defensa Común y Seguridad Colectiva (16).
Simultáneamente con él, serán necesarias:
Iniciamos este trabajo citando:
La citada confusión ha concentrado la atención de los ciudadanos en “las chispas”, en los efectos de la crisis generalizada: la inseguridad, la falta de trabajo, el hambre, la caída de la educación, de la salud…etc., y no en su origen, en el “combustible” que nos incinera:
la transculturación, la pérdida de los valores de nuestra identidad nacional.
Estamos con los ojos puestos sobre las chispas, en la superficie y no en el combustible subyacente que provoca el incendio. Cuando escribo estos renglones, toman estado público las declaraciones de inefable Secretario de Cultura del gobierno nacional, el sociólogo Torcuato Di Tella, quien ha resuelto suicidarse políticamente al afirmar que “la cultura no es prioritaria” para esta Argentina doliente y lo hace justamente como Secretario de ese ramo.
Por la fundamentación que ha realizado ante la prensa, se llega a la conclusión que Di Tella no ha conceptualizado el término “cultura”. Lo confunde con “un mero arte suntuario” o un problema “presupuestario”. Esto es gravísimo. Estamos en presencia de un típico y paradigmático ejemplar de esa clase media urbana que he citado más arriba. Un típico productor del combustible para nuestra auto incineración, inconsciente e involuntaria. Nuestros abuelos les llamaban “tilingos”.
Di Tella no puede ignorar, o mejor dicho, no debería ignorar, que los más prestigiosos sociólogos modernos que han teorizado sobre las crisis cíclicas de los procesos político-institucionales -entre ellos Sorokin, Schlessinger o Ferraris- han coincidido unánimemente en que no se ingresa a una “ola de reorganización sinérgica”, luego de una crisis, sin “recuperación de la identidad” (17).
La Argentina debió iniciar ese proceso -de acuerdo con la Teoría de los Ciclos Político-Institucionales- en los años ’50. No lo hizo. Por el contrario, ingresó en un período de guerra civil y fuerte transculturación, promovida por la ideología. Sus consecuencias son evidentes en todos los frentes de la vida comunitaria.
En los ’80, a partir del hito histórico de la Guerra del Atlántico Sur debimos iniciar, según dicha teoría, la “recuperación positiva” con una transición sinérgica, dentro del estado de derecho. No lo hicimos. Carecíamos -en la comunidad- del sostén moral y en el frente político de la lucidez y de la ética necesarias para salir del “cuestionamiento social inconducente” e ingresar, enérgicamente, en las propuestas constructivas.
La Generación de Intelectuales que debió reproyectar la “Segunda Argentina Posindustrial” (2) desertó de sus responsabilidades en las décadas perdidas. Gran parte de ella tomó el arma o indujo a ello, creó odios y no logró sino muerte, dolor y resentimiento -además de corrupción-. Las instituciones quedaron arrasadas. Si faltaba algún elemento para validar nuestras afirmaciones, las declaraciones del Secretario Di Tella a caballo del 25 de Mayo de 2004 celebrado en la plaza de Mayo por la anti-cultura, constituyen una prueba sólida e indiscutible de nuestra tesis.
Esta especie urbana, la más civilizada del país, es absolutamente desarraigada. Se ha transculturizado, ha perdido su identidad, relativizando sus valores tradicionales. No creen en la Nación, no creen que haya una identidad argentina. Han perdido la moral de los pioneros, han destruido la familia, la educación, la formación espiritual…en nombre del “progresismo”, eufemismo que surgió a partir del fracaso del marxismo soviético.
La variante ideológica adoptada desde entonces los lleva inexorablemente a una extraña y encubierta aproximación con las dictaduras, con el crimen organizado, con los “jihadistas” y fundamentalistas islámicos, los “terroristas de segunda generación” (17) en el ámbito de la guerra mundial en curso. Del terrorismo revolucionario doméstico del tiempo de la bipolaridad, han pasado al apoyo y compromiso con el mega-terrorismo o terrorismo globalizado criminal y el ejemplo más claro -en la Iberoamérica del 2004- lo evidencian las FARC colombianas.
Iberoamérica tiene una oportunidad de resurgimiento y progreso, creada por el extremo riesgo de una extrema violencia interna provocada por la negación a aceptar los cambios cualitativos y estructurales que exige la civilización en curso y también tiene, como dramática alternativa -con indicios ya presentes- la de transformarse en el necesario “espacio sin ley” de la red de redes, en el marco de las operaciones típicas de las “guerras de la tercera especie”.
Dadas las circunstancias internacionales que se viven, esta vez la crisis no tendrá salida con el auxilio o intervención del Estado. El Estado está desquiciado. Esta vez, el sistema político deberá reconstruirse y reconvertirse desde el mismo sistema. Allí tendrá un rol esencial la reserva moral que haya en cada una de las sociedades nacionales, cuando estas encuentren en su seno un núcleo de reacción positiva, aunque fuere mínimo.
Citas:
PrisioneroEnArgentina.com
Abril 23, 2021