LAS FUERZAS ARMADAS Y EL PACTO DE MAYO.

Ya es hora de que un político en Argentina se calce el traje de estadista y piense en una Argentina a treinta años.
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  Por Dr. Gonzalo Miño.

En su discurso por un nuevo aniversario del día de la bandera, el Presidente de la Nación relanzó el pacto de Mayo, esta vez para el 9 de Julio, ahora en Tucumán. Para ello convocó a todas las autoridades políticas, a los gobernadores, a los dirigentes de los principales partidos políticos, a los expresidentes de la Nación, a los miembros de la Corte Suprema de Justicia, a los empresarios, a los trabajadores, y por supuesto a toda la ciudadanía argentina, a fin de deponer las anteojeras partidarias para finalmente dar vuelta la página de nuestra historia y construir una nueva Argentina.

NO SABEMOS SI EX PROFESO O PORQUE LO CONSIDERA OBVIO, LAS FUERZAS ARMADAS NO FUERON MENCIONADAS PARA ESA CONVOCATORIA. 

Si la idea del gobierno libertario es efectivamente dar vuelta la página y comenzar una nueva Argentina, no debe quedar afuera de ello lo sucedido en nuestra Nación en los años 70, una cicatriz que ya debió ser cerrada pero que inauditamente se mantiene abierta, cuando sus principales actores ya fueron juzgados y condenados, incluso en reiteradas oportunidades.

O sea, si se convoca a políticos acusados y condenados por gravísimos delitos de corrupción o a los máximos miembros de un Poder Judicial que ha convalidado los peores atropellos contra las más mininas garantías constitucionales y procesales con el clisé de que se trata de “juicios de lesa”; es lógico que también se convoque a quienes defendieron al país del demencial ataque del terrorismo y que permitieron que hoy en Argentina reine la democracia.

Si hay que dar vuelta la página de nuestra historia, la misma ha de ser completa y no parcializada. Si vamos a construir una nueva Argentina, debe hacerse “tabula rasa” -en términos presidenciales- con todo lo sucedido en nuestro país hasta hoy, para comenzar de cero, y ser inflexible legalmente -de acá en más- cuando se viole la ley, sea quien sea y venga del color político o la institución que sea. Es el precio que se debe pagar por un futuro esplendoroso.

El filósofo español Ismael Saz, al reflexionar sobre la ley del olvido que sancionó España en el año 1977 para cerrar las heridas del franquismo sostuvo: “el echar al olvido tenía un coste, libremente asumido, perfectamente justificado, producto de la lucidez política, pero coste al fin. No abrir las heridas del pasado suponía una renuncia implícita a hacer de la memoria de la dictadura una fundamentación de la naciente democracia”.

En el mismo sentido el escritor español  Javier Cercas consideró: “si los políticos de la transición pudieron cumplir el pacto que ésta implicaba, renunciando a usar el pasado en el combate político, no fue porque se hubieran olvidado de él, sino porque lo recordaban muy bien: porque lo recordaban y porque decidieron que era indigno y abyecto ajustar cuentas con el pasado para tener razón a riesgo de mutilar el futuro…”.

No podemos dejar de mencionar que esa ley del olvido fue votada casi por unanimidad, incluso con el apoyo del Partido Socialista Obrero Español (PSOE) y del Partido Comunista de España (PCE).

Si realmente se quiere construir una nueva Argentina, no se puede seguir gobernando con la mirada puesta en el espejo retrovisor. Hay que aprender de la experiencia mundial.

La enorme mayoría de la sociedad está dispuesta a terminar con las heridas de un pasado reciente y no tan reciente, con tal de vivir en una Argentina en paz, con bienestar económico con la mirada puesta en un futuro resplandeciente. No más estériles discusiones, ni inútiles antinomias. Nuestros jóvenes, los hombres del mañana, nacieron en democracia, crecieron en ella y su vista está puesta en el futuro, no el pasado.

De hecho quien dijo que en los 70 hubo una guerra y que es mentira lo de los 30.000 desaparecidos, ganó las elecciones presidenciales con el 56 %  de los votos y luego de siete meses de gestión y con todo lo que pasó en el país durante ese lapso, conserva aún una imagen positiva de casi el 50%.

No podemos desaprovechar el momento histórico que vivimos, como pocas veces en la historia de la Argentina, que está colmado en su horizonte de expectativas de un promisorio futuro con la gran esperanza de un mejor porvenir. Si para ello hay que derribar los putrefactos cimientos que hoy le impiden alzarse como una potencia para construir unos nuevos y sólidos; y ello incluye no solo  a los protagonistas de los trágicos hechos de los años 70 sino también a los personajes que vociferan “lawfare”,  debe entenderse que los supremos intereses de la Nación llaman, toda queja calla. Ellos están por sobre encima de todo.

Nadie duda de que un minúsculo sector de la sociedad se opondrá a ello tenazmente, casi sin representación política, el cual es azuzado por un diminuto sector de la prensa que solo piensa en sus espurios intereses. Ni piensa en el país, ni siquiera en el pueblo, solo piensa en su miope mirada ideologizada. Que se revuelquen en su misero y resentido “no perdonamos, no olvidamos, no reconciliamos” o “la patria no se vende”.  Que queden como lo que son, un grupito marginal y de la periferia de la sociedad. Como dijimos, LA PATRIA ESTA PRIMERO.

Ser una potencia no es solo sentar las bases de un cambio económico, sino también un cambio político y cultural que reestablezca la bases y principios constitucionales que alguna vez hicieron grande esta Nación, para cumplir así con los sagrados preceptos de nuestra Constitución Nacional: “constituir la unión nacional y consolidar la paz interior”.

Como se dijo alguna vez: “GOBERNAR NO ES CUESTIÓN DE INTELIGENCIA, ES CUESTIÓN DE CORAJE”.

Ya es hora de que un político en Argentina se calce el traje de estadista y piense en una Argentina a treinta años, sino estaremos condenados recurrentemente a revivir el pasado una y otra vez, convertidos en una triste factoría, sin futuro alguno y penando en un eterno fracaso.

 


PrisioneroEnArgentina.com

Junio 23, 2024


 

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