LOS ANCIANOS DE “LESA”

CUANDO UNA SERIE TELEVISIVA NOS OBLIGA A REFELEXIONAR EN QUE SE HACE POR LA DIGNIDAD DE ELLOS.
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  Por Dr. Gonzalo P. Miño.

Esta semana algunos medios de comunicación se hicieron eco de las furiosas críticas del sindicato de porteros contra la serie televisiva que se trasmite por una plataforma de streaming, en la cual un exitoso comediante argentino interpreta a un “ladino” portero de un coqueto edificio de la capital de nuestro país.  

El artero ataque del sindicato de porteros, cuyo titular es dueño del grupo de multimedios Octubre, de notorio sesgo oficialista, esconde en realidad una irritación por los personajes que componen esa serie y no tanto por las actitudes del protagonista; quienes ponen en tela de juicio el “relato oficial” construido por los grupos nacionales y populares. Ello explicaría que la furia en realidad provenga de esos grupos, los cuales utilizan al sindicato de porteros como ariete para expresar tal exasperación.

La trama de la serie es simple pero efectiva. A través de la ironía y el humor se narra la historia de Eliseo, un encargado de un edificio de clase alta, quien se entera que el Consorcio ha decido prescindir de sus servicios y desalojarlo, dado que planean construir una pileta en la azota donde vive y a raíz de ello, hace uso y abuso de su condición de portero para entrometerse en la vida de los habitantes y así lograr su cometido, para que no lo echen.

Como decimos, la verdadera saña desatada contra esta serie, está centrada en el “pintoresco” universo de personas que habitan en el coqueto Edificio. De este universo solo nos detendremos en tres, que serían los que más molestan y de los tres en uno, por las particularidades del caso que presenta.

Así tenemos un sindicalista, propietario de un departamento, que lleva una vida de lujos y despilfarros, sobresaliendo de su casa dos cuadros, uno de Perón y otro de Evita, enmarcados en lo que parece marcos de oro.

Una pareja con tendencia nacional y popular que alquilan un departamento allí, de nombres Victoria y Pablo, quienes tienen una empleada doméstica y para no estigmatizarla dicen que es la mujer que ayuda en la casa, a la cual la tienen en negro.

También habita en el edificio, un militar (brigadier de la Fuerza Área en la serie) condenado por delitos de lesa humanidad que cumple allí su arresto domiciliario. Un anciano desubicado en tiempo y espacio y que se tira gases sin darse cuenta.

Situaciones que peligrosamente se acercan a la realidad y que por ende ponen en jaque la “historia oficial”.

Sabido es que este tipo de series suelen ser una acida crítica hacia a la sociedad del momento en que fueron concebidas. Tenemos por ejemplo a “Los Simpson”, los pintorescos dibujos animados amarillos, que son de hecho una fuerte crítica a la estructura familiar estadounidense y de paso a las particularidades de esa sociedad del norte. Creemos que lo mismo sucede con esta serie, en la cual se puede ver reflejada nuestra actual sociedad, plagada de prejuicios, lo políticamente correcto, intolerancia, preconceptos, cinismo y sobre todo hipocresía.

Como decíamos, se nuestra a un militar retirado, que cumple su condena en detención domiciliaria, alrededor de quien se tejen mil y una historias macabras (la cuales todos dan  por cierto), el cual no es más que un anciano, solo, desubicado en tiempo y espacio, que se pierde en su propio departamento y que se tira gases sin darse cuenta delante de las personas.

Aunque parezca risueño, no es más que la cruda verdad, aunque los organismos de derechos humanos estén obstinados en que para los ancianos militares y policías no hay detención domiciliaria, dado que deben morir irremediablemente en una cárcel común.  

Y es que estos organismos de derechos humanos han “instalado” en la sociedad durante décadas que los militares y policías, imputados en las causas “de lesa”, son malvadas bestias mitológicas provenientes de algún inframundo, que sacian su sed de odio y muerte con la sangre de inocentes jóvenes; a quienes NO les asisten ninguna garantía legal y procesal. Tras su remanido slogan de que “el único lugar para un genocida es la cárcel”, se esconde en realidad el mórbido pensamiento de que “los derechos humanos son para los humanos y como ellos no lo son, no tienen derechos”. 

Claro, cuando una serie televisiva los pinta como lo que son, simples ancianos deteriorados en su salud psíquica y física por el inexorable paso del tiempo, estalla el escándalo, al crujir el relato impuesto a la sociedad.

La clase política (todos) siguen desentendiéndose de esta situación. Algunos jueces lo han entendido y actúan acorde a derecho. Otros, se niegan a ver la verdad y contentando al poder de turno, les niegan “sistemáticamente” la detención domiciliaria a pesar de la avanzada edad y los múltiples problemas de salud que presentan; o conseguida la misma, les imponen caprichosos y dificultosos obstáculos para la debida atención de la salud. Esos mismos jueces que reparten perpetuas como caramelos, siguiendo sin vacilar otra consigna de los organismos de derechos humanos: “para los genocidas, cárcel común y condena perpetua”. 

Hace tan solo algunos días, un funcionario judicial de un Tribunal Oral del interior del país, ante las quejas del defensor por las continuas trabas que le ponían a un militar en detención domiciliaria por las varias atenciones en odontología que había solicitado, la respuesta fue: “…. es que su defendido sale mucho…”.

Quizás algo este cambiando en la sociedad o quizás sea la solitaria visión de unos guionistas de televisión, pero lo cierto es que los militares y policías imputados en estas causas denominadas “de lesa” son ancianos con pluripatologías de salud y severos deterioros cognitivos que no están en condiciones de afrontar un proceso penal seriamente.

No se puede neutralizar la fuerza de la gravedad en la Tierra ni controvertir que el agua moja.

Alguna vez fue el Dipy, un cantante de cumbia villera, ahora unos guionistas de una serie televisiva, los que “ponen blanco sobre negro” en este tema. Ya es hora que ese lugar lo ocupe la sociedad y en especial sus camaradas. Por acción u omisión permitieron que pierdan la libertad, ahora no deben permitir que pierdan lo único que les queda, LA DIGNIDAD.  

 


PrisioneroEnArgentina.com

Noviembre 7, 2022


 

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