Eran doce soldados salteños de apenas dieciocho años mandados por dos suboficiales. Ninguno de ellos había soñado nunca con la gloria ni se creyó héroe. Eran muchachos que cumplían con la ley del Servicio Militar Obligatorio, ciudadanos llamados por el deber, soldados de la Compañía de Ingenieros de Montaña enviados a Tucumán por un gobierno constitucional para combatir a la guerrilla marxista del ERP. La mañana del 28 de mayo de 1975 los encontró arreglando la escuela de Manchalá. El destino, siempre caprichoso, decidió que pocas horas después les tocaría jugarse la vida en una de esas partidas donde no hay segundas oportunidades.
La guerra llegó vestida de combate, con números que no dejaban lugar a dudas. Ellos eran pocos; los otros, muchos. Pero nadie preguntó cuántos eran, porque el combate ya estaba decidido antes de empezar. Porque en la sangre llevaban la memoria de los Infernales de Güemes, de aquellos que a pura lanza defendieron la frontera norte para San Martín. Porque su estirpe nunca rehuía la pelea. Porque el miedo era un lujo que no podían darse e hicieron lo que les enseñaron. Respondieron al plomo con plomo. Cada cartucho gastado era un juramento. Cada disparo, una historia que no se borraría. Y cuando la munición se les estaba agotando, no pidieron tregua ni buscaron rendición. Afilaron las bayonetas y se prepararon para recibir la muerte de pie.
Cuando todo terminó, ellos ya no eran los mismos. Aquel día, en Manchalá, doce muchachos y dos suboficiales jugaron a los dados con la muerte… y ganaron. Desde entonces, su nombre es leyenda: ¡Los bravos de Manchalá!
JOSE LUIS MILIA
Non nobis, Domine, non nobis. Sed Nomini tuo da gloriam.
PrisioneroEnArgentina.com
Mayo 28, 2025
LA PALABRA DEL CORONEL ERNESTO LUCHINI (F) EN MEMORIA DE QUIENES COMBATIERON EN MANCHALÁ
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Eran doce soldados salteños de apenas dieciocho años mandados por dos suboficiales. Ninguno de ellos había soñado nunca con la gloria ni se creyó héroe. Eran muchachos que cumplían con la ley del Servicio Militar Obligatorio, ciudadanos llamados por el deber, soldados de la Compañía de Ingenieros de Montaña enviados a Tucumán por un gobierno constitucional para combatir a la guerrilla marxista del ERP. La mañana del 28 de
mayo de 1975 los encontró arreglando la escuela de Manchalá. El destino, siempre caprichoso, decidió que pocas horas después les tocaría jugarse la vida en una de esas partidas donde no hay segundas oportunidades.
La guerra llegó vestida de combate, con números que no dejaban lugar a dudas. Ellos eran pocos; los otros, muchos. Pero nadie preguntó cuántos eran, porque el combate ya estaba decidido antes de empezar. Porque en la sangre llevaban la memoria de los Infernales de Güemes, de aquellos que a pura lanza defendieron la frontera norte para San Martín. Porque su estirpe nunca rehuía la pelea. Porque el miedo era un lujo que no podían darse e hicieron lo que les enseñaron. Respondieron al plomo con plomo. Cada cartucho gastado era un juramento. Cada disparo, una historia que no se borraría. Y cuando la munición se les estaba agotando, no pidieron tregua ni buscaron rendición. Afilaron las bayonetas y se prepararon para recibir la muerte de pie.
Cuando todo terminó, ellos ya no eran los mismos. Aquel día, en Manchalá, doce muchachos y dos suboficiales jugaron a los dados con la muerte… y ganaron. Desde entonces, su nombre es leyenda: ¡Los bravos de Manchalá!
JOSE LUIS MILIA
Non nobis, Domine, non nobis. Sed Nomini tuo da gloriam.
PrisioneroEnArgentina.com
Mayo 28, 2025