En la década de los años 70 una generación de argentinos se mató a los tiros por la calle, unos en nombre de sus ideales y otros en nombre de la defensa del estado nacional y de los argentinos en general. Hoy podemos decir, opinar y recordar que los llamados terroristas, subversivos o guerrilleros de aquellos años aciagos, ponían bombas, secuestraban gente, mataban a mansalva, sembraban el caos y el terror en el país en pos de la instauración de un gobierno de corte marxista y popular. Lo que no podemos decir de ninguna manera es que no eran valientes, porque para arriesgar y jugarse la vida en ese intento como lo hicieron, hay que estar convencido y decidido a sacrificar la vida en cualquier momento por lo que uno piensa. Esos eran uno de los contendientes que libraron esa guerra cruenta, como toda guerra pues no las hay agradables, que sumió al país y sus habitantes en una espiral de violencia nunca vista con miles de muertos no solo en ambos bandos, sino también con civiles, hombres, mujeres y niños inocentes como daños colaterales.
En el otro extremo de esa confrontación estaban las fuerzas del Estado, las fuerzas del orden, luchando una guerra para la que nadie los había preparado ni entrenado, era una contienda revolucionaria donde el enemigo no vestía uniforme, solo en Tucumán lo hicieron. Así el enemigo se mimetizaba en la población astutamente y golpeaba de manera artera y sorpresiva. ¿En esta lucha hubo excesos por parte del Estado? sí los hubo, no tiene sentido negarlos, son demasiados evidentes, pero esos excesos no abarcan a la totalidad de las fuerzas legales, ni tampoco obedecen a las mismas causas, muchos son producto de la dinámica del combate, del exceso de adrenalina, de la falta de preparación para ese tipo de guerra; solo un porcentaje cometió excesos y actos ilegales. La inmensa mayoría combatió con honradez, valentía y corrección y dentro de lo que genuinamente consideraban lícito y atenido a los mandatos de la justicia, en el convencimiento que estaban haciendo aquello para lo que la Nación los había formado. Es decir ni más ni menos que defender a sus ciudadanos de un ataque artero y cruel que pretendía cambiar el estilo de vida de cada uno de sus habitantes.
Quienes comandaban las organizaciones terroristas supieron en general preservarse en nombre de los más altos intereses de la organización y conservaron la vida, mientras los verdaderos combatientes mataban y morían todos los días. Quienes comandaban a las fuerzas del orden hicieron otro tanto y nunca olieron la pólvora, salvo honrosas excepciones, con el agravante de haber equivocado seriamente en la forma que decidieron llevar adelante una parte de la lucha. Los verdaderos combatientes, los que se jugaron la vida en uno y otro lado del conflicto, terminado el mismo estuvieron dispuestos a la reconciliación, dándose cuenta que ese no había sido el camino correcto y que solo volviendo a reconocerse como hermanos sería posible convivir en paz y crecer como país, estos combatientes siguieron con sus vidas después de la guerra, como lo hacen todos los soldados en cualquier conflicto, prueba actual de ello son los reencuentros de muchos combatientes ingleses con argentinos después de Malvinas.
Lo que nadie hubiera sospechado eran que iban a aparecer “LOS LADRONES“, los que hablando en nombre de los que habían combatido dentro de las organizaciones terroristas aprovechaban para llevar adelante su odio, su venganza y fundamentalmente sus “negocios”. Estos ladrones se han robado la memoria de los que de verdad combatieron, mal o bien, equivocados o no, repetimos que lo hicieron con valentía y los que hoy se autonombran como abanderados de los derechos humanos se han robado su memoria, han pisoteado sus ideales y han bastardeado esa lucha. Millonarias indemnizaciones, pensiones a granel, querellas seriales en los juicios de lesa y una sarta de aves de rapiña con un asombroso olfato por el dinero sobrevuelan la memoria de tantos que murieron en aquellos años, y que de saber lo que hoy pasa con su memoria, seguramente los vomitarían de su seno.
Así las cosas, por un lado los verdaderos combatientes y por el otro los verdaderos ladrones, el tiempo dirá a quién creerle, la verdad tarde o temprano sale a la luz y para eso hay que dar testimonio y salir de la zona de confort.LOS ARGENTINOS ESTAMOS CANSADOS DE LOS LADRONESde cualquier calaña, ya es hora que se los juzgue y condene y caminemos juntos hacia un futuro mejor.
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Por Emilio Morello.
En la década de los años 70 una generación de argentinos se mató a los tiros por la calle, unos en nombre de sus ideales y otros en nombre de la defensa del estado nacional y de los argentinos en general. Hoy podemos decir, opinar y recordar que los llamados terroristas, subversivos o guerrilleros de aquellos años aciagos, ponían bombas, secuestraban gente, mataban a mansalva, sembraban el caos y el terror en el país en pos de la instauración de un gobierno de corte marxista y popular. Lo que no podemos decir de ninguna manera es que no eran valientes, porque para arriesgar y jugarse la vida en ese intento como lo hicieron, hay que estar convencido y decidido a sacrificar la vida en cualquier momento por lo que uno piensa. Esos eran uno de los contendientes que libraron esa guerra cruenta, como toda guerra pues no las hay agradables, que sumió al país y sus habitantes en una espiral de violencia nunca vista con miles de muertos no solo en ambos bandos, sino también con civiles, hombres, mujeres y niños inocentes como daños colaterales.
En el otro extremo de esa confrontación estaban las fuerzas del Estado, las fuerzas del orden, luchando una guerra para la que nadie los había preparado ni entrenado, era una contienda revolucionaria donde el enemigo no vestía uniforme, solo en Tucumán lo hicieron. Así el enemigo se mimetizaba en la población astutamente y golpeaba de manera artera y sorpresiva. ¿En esta lucha hubo excesos por parte del Estado? sí los hubo, no tiene sentido negarlos, son demasiados evidentes, pero esos excesos no abarcan a la totalidad de las fuerzas legales, ni tampoco obedecen a las mismas causas, muchos son producto de la dinámica del combate, del exceso de adrenalina, de la falta de preparación para ese tipo de guerra; solo un porcentaje cometió excesos y actos ilegales. La inmensa mayoría combatió con honradez, valentía y corrección y dentro de lo que genuinamente consideraban lícito y atenido a los mandatos de la justicia, en el convencimiento que estaban haciendo aquello para lo que la Nación los había formado. Es decir ni más ni menos que defender a sus ciudadanos de un ataque artero y cruel que pretendía cambiar el estilo de vida de cada uno de sus habitantes.
Quienes comandaban las organizaciones terroristas supieron en general preservarse en nombre de los más altos intereses de la organización y conservaron la vida, mientras los verdaderos combatientes mataban y morían todos los días. Quienes comandaban a las fuerzas del orden hicieron otro tanto y nunca olieron la pólvora, salvo honrosas excepciones, con el agravante de haber equivocado seriamente en la forma que decidieron llevar adelante una parte de la lucha. Los verdaderos combatientes, los que se jugaron la vida en uno y otro lado del conflicto, terminado el mismo estuvieron dispuestos a la reconciliación, dándose cuenta que ese no había sido el camino correcto y que solo volviendo a reconocerse como hermanos sería posible convivir en paz y crecer como país, estos combatientes siguieron con sus vidas después de la guerra, como lo hacen todos los soldados en cualquier conflicto, prueba actual de ello son los reencuentros de muchos combatientes ingleses con argentinos después de Malvinas.
Lo que nadie hubiera sospechado eran que iban a aparecer “LOS LADRONES“, los que hablando en nombre de los que habían combatido dentro de las organizaciones terroristas aprovechaban para llevar adelante su odio, su venganza y fundamentalmente sus “negocios”. Estos ladrones se han robado la memoria de los que de verdad combatieron, mal o bien, equivocados o no, repetimos que lo hicieron con valentía y los que hoy se autonombran como abanderados de los derechos humanos se han robado su memoria, han pisoteado sus ideales y han bastardeado esa lucha. Millonarias indemnizaciones, pensiones a granel, querellas seriales en los juicios de lesa y una sarta de aves de rapiña con un asombroso olfato por el dinero sobrevuelan la memoria de tantos que murieron en aquellos años, y que de saber lo que hoy pasa con su memoria, seguramente los vomitarían de su seno.
Así las cosas, por un lado los verdaderos combatientes y por el otro los verdaderos ladrones, el tiempo dirá a quién creerle, la verdad tarde o temprano sale a la luz y para eso hay que dar testimonio y salir de la zona de confort. LOS ARGENTINOS ESTAMOS CANSADOS DE LOS LADRONES de cualquier calaña, ya es hora que se los juzgue y condene y caminemos juntos hacia un futuro mejor.
PrisioneroEnArgentina.com
Setiembre 1, 2024
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