Los ‘piratas de los ríos’, delincuentes que roban a los barcos que atraviesan la Amazonía, proliferan en esta vasta región, lo que ha obligado a los dueños de las embarcaciones a contratar personal de seguridad para proteger la carga.
Armados hasta los dientes y moviéndose con lanchas rápidas –que les facilitan el escape tras los robos y les permiten distribuir la mercancías a otras embarcaciones–, estos delincuentes actúan durante la noche y sus objetivos son los grandes cargueros.
El Instituto de Combustible Legal destaca en un estudio que siempre existieron pequeños robos a barcos con combustible, pero el inicio de esta nueva escalada de hurtos, en los que la inseguridad ha llegado a límites extremos, se remonta a 2002.
Desde entonces, no solo los robos han ido en aumento, sino también la violencia, muchas veces mediante “torturas, agresiones físicas, secuestros y amenazas de muerte” a los tripulantes, precisa el informe.
El combustible -vital para la supervivencia de la población local, dado que el sistema de generación de energía utiliza principalmente plantas termoeléctricas- es uno de los botines más preciados de los piratas porque se vende con facilidad para actividades delictivas, como la deforestación o la minería ilegal.
Sin embargo, también apuntan a otras mercancías como alimentos, productos, armas o drogas. Todos estos robos suponen un golpe para muchos de los pueblos amazónicos que se abastecen principalmente por vía fluvial.
Solo en el estado de Amazonas, los piratas robaron entre octubre y diciembre de 2023, 7,7 millones de litros de combustible, lo que supuso unas pérdidas de 48 millones de reales (unos 9 millones de dólares), según un informe del Sindicato de las Empresas de Navegación Fluvial (Sindarma).
El vicepresidente de Sindarma, Madson Nóbrega, explicó que, en 2022, tras ocho grandes asaltos contra barcos que generaron pérdidas millonarias, las empresas decidieron contratar a guardias armados e invertir en cámaras de vigilancia, radares, sistemas de iluminación o, incluso, entrenamiento a los tripulantes para defenderse ante eventuales ataques.
En un intento de combatir el problema, estados como Amazonas y Pará desplegaron bases de inspección móviles y fijas, al tiempo que reforzaron el patrullaje en los ríos con embarcaciones blindadas. Todas estas medidas redujeron significativamente los hurtos, pero la situación sigue siendo muy grave.
Los piratas no están necesariamente vinculados a facciones criminales, pero el avance del narcotráfico en la zona ha hecho que ríos como Madeira, Amazonas y Solimoes sean escenario de disputas entre bandas como el Comando Vermelho (CV) y el Primeiro Comando da Capital (PCC).
El destino final de la droga –importada de los vecinos Perú, Bolivia o Colombia– puede ser el mercado interno o, en otros casos, enviada a África, Europa e incluso Asia.
Igor Starling, fiscal del Ministerio Público del Estado de Amazonas, explicó que las incautaciones de drogas “son extremadamente cuantiosas, con cargas que pesan cientos de kilos o incluso toneladas de estupefacientes, además de armas pesadas”.
Starling puntualizó que la disputa por el control de los ríos se desarrolla de forma “sumamente violenta, con abordajes y enfrentamientos entre grupos criminales fuertemente armados, en medio de un intenso intercambio de disparos, provocando combates letales con el objetivo de que el grupo victorioso tome o mantenga el control de la droga y armas transportadas”.
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Los ‘piratas de los ríos’, delincuentes que roban a los barcos que atraviesan la Amazonía, proliferan en esta vasta región, lo que ha obligado a los dueños de las embarcaciones a contratar personal de seguridad para proteger la carga.
Armados hasta los dientes y moviéndose con lanchas rápidas –que les facilitan el escape tras los robos y les permiten distribuir la mercancías a otras embarcaciones–, estos delincuentes actúan durante la noche y sus objetivos son los grandes cargueros.
El Instituto de Combustible Legal destaca en un estudio que siempre existieron pequeños robos a barcos con combustible, pero el inicio de esta nueva escalada de hurtos, en los que la inseguridad ha llegado a límites extremos, se remonta a 2002.
Desde entonces, no solo los robos han ido en aumento, sino también la violencia, muchas veces mediante “torturas, agresiones físicas, secuestros y amenazas de muerte” a los tripulantes, precisa el informe.
El combustible -vital para la supervivencia de la población local, dado que el sistema de generación de energía utiliza principalmente plantas termoeléctricas- es uno de los botines más preciados de los piratas porque se vende con facilidad para actividades delictivas, como la deforestación o la minería ilegal.
Sin embargo, también apuntan a otras mercancías como alimentos, productos, armas o drogas. Todos estos robos suponen un golpe para muchos de los pueblos amazónicos que se abastecen principalmente por vía fluvial.
Solo en el estado de Amazonas, los piratas robaron entre octubre y diciembre de 2023, 7,7 millones de litros de combustible, lo que supuso unas pérdidas de 48 millones de reales (unos 9 millones de dólares), según un informe del Sindicato de las Empresas de Navegación Fluvial (Sindarma).
El vicepresidente de Sindarma, Madson Nóbrega, explicó que, en 2022, tras ocho grandes asaltos contra barcos que generaron pérdidas millonarias, las empresas decidieron contratar a guardias armados e invertir en cámaras de vigilancia, radares, sistemas de iluminación o, incluso, entrenamiento a los tripulantes para defenderse ante eventuales ataques.
En un intento de combatir el problema, estados como Amazonas y Pará desplegaron bases de inspección móviles y fijas, al tiempo que reforzaron el patrullaje en los ríos con embarcaciones blindadas. Todas estas medidas redujeron significativamente los hurtos, pero la situación sigue siendo muy grave.
Los piratas no están necesariamente vinculados a facciones criminales, pero el avance del narcotráfico en la zona ha hecho que ríos como Madeira, Amazonas y Solimoes sean escenario de disputas entre bandas como el Comando Vermelho (CV) y el Primeiro Comando da Capital (PCC).
El destino final de la droga –importada de los vecinos Perú, Bolivia o Colombia– puede ser el mercado interno o, en otros casos, enviada a África, Europa e incluso Asia.
Igor Starling, fiscal del Ministerio Público del Estado de Amazonas, explicó que las incautaciones de drogas “son extremadamente cuantiosas, con cargas que pesan cientos de kilos o incluso toneladas de estupefacientes, además de armas pesadas”.
Starling puntualizó que la disputa por el control de los ríos se desarrolla de forma “sumamente violenta, con abordajes y enfrentamientos entre grupos criminales fuertemente armados, en medio de un intenso intercambio de disparos, provocando combates letales con el objetivo de que el grupo victorioso tome o mantenga el control de la droga y armas transportadas”.
PrisioneroEnArgentina.com
Mayo 31, 2024
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