La Gesta por Malvinas es un acontecimiento trascendental de nuestra historia reciente, que pudo haber sido el punto de partida del ansiado Renacimiento de la Patria.
Desgraciadamente terminó constituyendo el festín de dirigentes políticos y hasta militares, quienes en la búsqueda de su proyección personal y la consolidación de mafias de las cuales fueron solidarios, traicionaron los ideales de todos e hipotecaron interminablemente nuestro futuro.
Indudablemente esta epopeya tiene un antes, un durante y un después.
Y en todas estas etapas quedaron grabadas enseñanzas trascendentes (errores y aciertos), que no tuvimos la percepción y mucho menos la capacidad de reconocer y aplicar, para el beneficio de la Patria.
En el antes merece señalarse, el voluntarismo, mesianismo y hasta irresponsabilidad, de conductores militares quienes para salvar a un proceso político que había perdido su justificación, decidieron lanzarnos a una confrontación militar inconveniente, tras un ideal muy relevante para nuestros sentimientos patrióticos.
Es así como improvisaron constantemente en el durante, con su gestión de política internacional y conducción estratégica militar deficiente, colocando a los oficiales, suboficiales y soldados que fueron a dar la cara, en una situación de inferioridad constante durante el desarrollo de las operaciones derivadas.
Circunstancias negativas que pese a su incidencia casi determinante, no mermaron el espíritu de combate y concluyeron, luego de un prolongado período de resistencia sacrificada, en una derrota honrosa.
Ellos, los verdaderos protagonistas y héroes de esta gesta magnífica, debieron luchar contra las inclemencias pronunciadas del tiempo, las limitaciones del área geográfica circundante para el desplazamiento, refugio y empleo de los medios y carencias logísticas significativas desde su misma llegada a las islas.
A partir del 1ro. de mayo, contra el poderío militar ampliamente superior del oponente que se manifestaba con inusitada intensidad constantemente sobre las posiciones defensivas, a partir de su dominio casi a voluntad del mar y el cielo circundantes, solo afectado en algunas circunstancias por la intrepidez de nuestros arrojados pilotos de combate y transporte..
Y pese a todo pelearon con entereza, sacrificio, valentía y patriotismo reconocido en primer lugar por los propios invasores y muy tardíamente después por nuestros ciudadanos.
Esos “chicos de la guerra”, como fueron mencionados después, por la siniestra propaganda descalificadora de mercenarios traidores, lucharon con fiereza encuadrados por el ejemplo y la conducción de los cuadros de nuestro Ejército, que los condujeron en esa prueba suprema, muchos de los cuales ofrendaron su vida a la Patria y permanecen ahora en esas sagradas dimensiones como centinelas vigentes, silenciosos e imperturbables, de nuestros derechos.
En definitiva, en el mar, en el terreno de las islas y en el aire, nuestros combatientes argentinos dieron pruebas sobradas de heroísmo, sacrificio y decisión.
Y ésta no es una conclusión arbitraria, pues hay ejemplos sobrados en la historia militar de la Segunda Guerra Mundial., especialmente la proyección japonesa en el Pacífico después de Pearl Harbour, en los cuales guarniciones británicas de cientos de miles de hombres, protegidas por casamatas de hormigón, cañones navales de largo alcance y reservas logísticas, se rendían después de algunos días de combate, al percibir sus comandantes que el enemigo dominaba el aire y el mar circundante y los había aislado.
Nuestra derrota fue honrosa. El General Menéndez en una decisión valiente, y repito ¡¡¡valiente!!!, aunque escandalice a estrategas de escritorio y opinólogos de circunstancia, decidió suspender la lucha cuando era imposible revertir los condicionamientos desfavorables de la situación táctica y el resultado final previsible.
Aconsejo leer para tener exacta dimensión de la verdad y saber valorar, los ejemplos históricos que mencioné en párrafo anterior.
Continuar algunos días mas peleando casi sin posibilidad de cambiar el curso de los acontecimientos, hubiese significado solo la muerte innecesaria de cientos de jóvenes combatientes y el luto inconsolable para multitud de hogares argentinos.
Si todo lo mencionado incluye indudablemente acontecimientos criticables y ejemplos heroicos, mas injustificable aun es lo que sucedió inmediatamente después de la derrota.
Nadie; inclusive militares que habían permanecido en el Continente, especialmente la conducción superior de esos momentos, y particularmente políticos degradantes que buscaron cosechar réditos espurios para impulsar sus bajas ambiciones, aceptaron hacerse cargo de la derrota.
La culpa fue de los que dieron la cara y especialmente los que debieron levantar la bandera de la capitulación o sea el Ejército. Por ello a través de una desnaturalización facilista y utilitaria de la verdad, permitieron que se propagaran mentiras e historietas despreciables y colaboraron por acción u omisión, en la materialización de dichas acciones injustificables, envenenando a nuestro pueblo..
El proceso de desmalvinización, al servicio de la proyección de ineptos, ambiciosos y sinvergüenzas ávidos de capturar el poder político y también para beneficio de intereses mercantilistas de ocasión, fue una desgracia histórica que se proyectó inclusive hasta nuestros días.
Hoy tal cual lo percibimos y sufrimos, una dictadura interminable protagonizada por una clase dirigente hipócrita y falaz, nos está llevando a la anarquía y la disolución nacional.
Otra sería nuestra historia reciente y destino inmediato, si hubiésemos contado en aquellas circunstancias con dirigentes dignos, capaces de unir al pueblo argentino a través de esas experiencias relevantes, trazando objetivos convergentes y trascendentes para obtener el ansiado desarrollo armónico, bien común y la consolidación de NUESTRA FÉ Y LA PATRIA SOÑADA.
Otros pueblos, aun en circunstancias mas dramáticas, supieron reconstruirse y lograr un desarrollo armónico y justo, sin renunciar a sus valores.
EL SEÑOR Y SU SANTA MADRE, se apiaden de nuestras incongruencias y extravíos.
Luchemos rezando y haciendo, por el RENACIMIENTO DE LA PATRIA.
Por lo menos, así, lo veo yo.
Francisco Cervo.
MALVINAS LA GESTA Y EL REGRESO DE CADA JORNADA
En nuestra Argentina saqueada por la casta política –que integran “oficialistas” y “opositores”- , funcional al globalismo sin Dios, sin naciones, y sin familia, el estreno de la película “1982. La Gesta” ha sido no una bocanada, sino un auténtico huracán de aire puro. En primerísimo lugar, claro está, porque nunca será mucho lo que hagamos por nuestros Héroes, vivos y difuntos, de Malvinas. Y, también, como digna reparación ante tanta mentira, tanta “historia oficial” manipulada desde Inglaterra, y sus socios nativos; y tanto panfleto, cine y televisión chatarra, con que nos siguieron invadiendo en estas cuatro décadas.
Que este documental, integrado exclusivamente con testimonios de nuestros guerreros del Atlántico Sur, haya sido soñado, pensado, producido, y realizado, por verdaderos jóvenes idealistas, dispuestos a nadar contra la corriente anti Argentina; y con un presupuesto casi irrisorio para cintas de este tipo (apenas 40 mil dólares, juntados como préstamos de familiares, y amigos), demuestra una vez más hasta dónde llega el coraje, y la capacidad de renuncia de nuestra Argentina profunda. De esa Argentina que se resiste al paralizante “no se puede”, o a vivir de subsidios del Estado; y que tiene en jóvenes como los de “Faro Films”, una verdadera demostración de que todo lo podemos en Cristo que nos conforta (cf. Flp 4, 13). Sí, en el Señor del Universo; Quien, con distintos gestos y, en especial, con su llanto sobre Jerusalén (cf. Lc 19, 41), nos enseñó también el verdadero amor a la Patria.
“Silencio o Verdad” es el lema de la productora de la película; cual verdadero desafío e, incluso, orden de batalla. Porque, justo es reconocerlo, en estos 40 años, el callar la verdad, o tan solo susurrarla, con distintos reparos, solo terminó sirviendo al invasor; que sigue hoy extendiendo sus dominios sobre nuestra Patagonia, con supuestas reivindicaciones “ancestrales” de autoproclamados “indígenas”. Comenté, a propósito, con quienes asistimos a la función, que el centro comercial del barrio de Abasto, en Buenos Aires, en donde está el cine, era frecuentado por el “flogger” porteño, hoy prófugo de la justicia, que se “auto percibe” como “mapuche”. Coincidencias de este arrabal del mundo; al que nunca le perdonarán los amos del planeta, que haya tenido el coraje de enfrentarlos –en legítima defensa, y con plena justicia- en nuestras Islas australes.
Hacía más de diez años que no iba al cine. Y coincidir con otros sacerdotes, Veteranos de Guerra; familias numerosas y muchos adolescentes y jóvenes, fue una experiencia apasionante. Antes, durante, y después, flotó en el aire una fragancia de argentinidad distinta, como la de aquellos gloriosos días de 1982; y bien diferente a la de, por ejemplo, los eventos deportivos. Porque vivimos, por ahora, en el entretiempo hasta el próximo Regreso; que llegará en algún momento, y que se prepara, como coincidieron en afirmar los protagonistas de la película, en cada libro que se estudia, y en cada trabajo que se realiza, con pasión por la Patria.
Recorre la cinta el antes, el durante, y el después de la Gesta; con la narración, en primera persona, de quienes combatieron, cuerpo a cuerpo, en nuestro territorio insular. Y que, con un respeto y un pudor admirables, dieron voz, también, a quienes no regresaron al continente; y esperan, allí, la Resurrección final, y previamente, el relevo de sus puestos de centinelas. Los testimonios, dueños de una sobriedad sin fisuras, ceden a las lágrimas de emoción; que en curtidas mejillas de soldados, arrancan además el llanto del público. Sí, por supuesto: también los asistentes lloramos; como en aquel glorioso 2 de Abril, como en tantas memorables jornadas de esos 74 días, como en aquel 14 de junio, del fin de la Batalla de Puerto Argentino, y como en otras ocasiones de los años siguientes, en plena desmalvinización; fogoneada por los mismos intereses que hoy arrinconan a nuestro país en la pobreza, la indigencia, el hambre y la falta de ideales comunes.
Los Veteranos que narran sus historias –que jamás fueron “chicos de la guerra”, sino hombres de combate- hoy son ancianos, u hombres maduros, que supieron aumentar, con el paso de los años, el fuego sagrado que los llevó a tomar las armas. No se busque, entonces, en sus testimonios, expresiones de resentimiento, pases de facturas, o incluso de venganza, hacia quienes hoy no están presentes para defenderse. Como auténticos caballeros cristianos –emociona, por caso, cómo cuentan la forma en que rezaban el Rosario, cada día, en las trincheras; o como asistían, cuerpo a tierra, a Misas celebradas bajo el fuego enemigo- son propietarios de un recato digno de todo elogio. Bien lejos están –como lo hemos padecido en todos estos años- de deleitarse en los errores, las deslealtades, y circunstanciales cálculos politiqueros. Y, por eso, vuelven a demostrar cuánta razón encierra aquella genialidad del recordado Ignacio Anzoátegui: “La ‘crítica constructiva’, ¿ha construido algo, alguna vez?” Sus palabras son, así, una síntesis de por Quién y cómo se debe vivir, y morir. Y que nunca será mucho lo que podamos darle a la Patria, cuando ella está en peligro.
Tiene la producción, claro está, relatos concretos de combates; con la consecuente descripción de sus protagonistas. No se busque, de cualquier modo, en ella, una cronología completa, y detallada, de las acciones militares. No es, en absoluto, el fin de la cinta, analizar pormenorizadamente los hechos; e interpretarlos en clave de estrategia y tácticas. El hilo conductor es el por qué, y el para qué de la Causa; y, por eso, las referencias específicas sirven para pintar el heroísmo de los hombres de nuestras Fuerzas Armadas; y la trascendencia de Malvinas como modelo perenne de nuestro ser argentino.
La intensidad del filme es tal que el “Fin” arranca aplausos de pie, y sostenidos “Vivas” a la Patria; flamean, también, en la sala banderas argentinas, desplegadas por los más jóvenes. La lección es clarísima: hay que hacerse cargo de la posta; y, como auténticos guerreros, en estos tiempos de paz, tomar plena conciencia de que el Regreso a las Islas se plasma en cada mañana de sacrificio, sudor, estudio y trabajo. A distancias siderales de la corrupción, el clientelismo, la chatura, y la holgazanería.
La partida de la sala, entre nuevas lágrimas y vivas, encuentra a los adolescentes que concurrieron abrazados, en contundente gratitud, con los Héroes presentes. Y se toman cataratas de fotos, con ellos; junto a sonrisas desbordantes de sincero compromiso con el futuro. No son estrellas de rock; ni tampoco héroes de ficción; hoy, incluso, “deconstruidos” por la ideología de género. Son Héroes de la Patria; de “carne y hueso”, a los que esos prometedores adolescentes se aferran como verdaderas tablas salvadoras; ante tanto naufragio deliberadamente impuesto.
Esperamos, ahora, una nueva película sobre el heroísmo de los sacerdotes que fueron capellanes en Malvinas; y que bien podría inspirarse en el libro “El Altar y la Guerra”, de Sebastián Sánchez, aparecido recientemente. Dios quiera, pues, que muy pronto podamos disfrutarla.
¡Gracias, muchísimas gracias, queridos chicos de “Faro Films”, por su “incorrección política” de mostrarse como creyentes, y argentinos, sin complejos! Y por superar, con viril decisión, tantas “cancelaciones” de salas cinematográficas, y portazos sobre sus rostros. ¡Y eternas gracias, queridísimos Héroes de Malvinas, por confrontarnos, una vez más, con lo mejor de la argentinidad! Por supuesto, seguiremos desembarcando en nuestras Islas, cada mañana. Con la seguridad de que nada está perdido; y todo está por ganarse…
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Estimados compatriotas.
La Gesta por Malvinas es un acontecimiento trascendental de nuestra historia reciente, que pudo haber sido el punto de partida del ansiado Renacimiento de la Patria.
Indudablemente esta epopeya tiene un antes, un durante y un después.
Y en todas estas etapas quedaron grabadas enseñanzas trascendentes (errores y aciertos), que no tuvimos la percepción y mucho menos la capacidad de reconocer y aplicar, para el beneficio de la Patria.
En el antes merece señalarse, el voluntarismo, mesianismo y hasta irresponsabilidad, de conductores militares quienes para salvar a un proceso político que había perdido su justificación, decidieron lanzarnos a una confrontación militar inconveniente, tras un ideal muy relevante para nuestros sentimientos patrióticos.
Es así como improvisaron constantemente en el durante, con su gestión de política internacional y conducción estratégica militar deficiente, colocando a los oficiales, suboficiales y soldados que fueron a dar la cara, en una situación de inferioridad constante durante el desarrollo de las operaciones derivadas.
Circunstancias negativas que pese a su incidencia casi determinante, no mermaron el espíritu de combate y concluyeron, luego de un prolongado período de resistencia sacrificada, en una derrota honrosa.
Ellos, los verdaderos protagonistas y héroes de esta gesta magnífica, debieron luchar contra las inclemencias pronunciadas del tiempo, las limitaciones del área
geográfica circundante para el desplazamiento, refugio y empleo de los medios y carencias logísticas significativas desde su misma llegada a las islas.
A partir del 1ro. de mayo, contra el poderío militar ampliamente superior del oponente que se manifestaba con inusitada intensidad constantemente sobre las posiciones defensivas, a partir de su dominio casi a voluntad del mar y el cielo circundantes, solo afectado en algunas circunstancias por la intrepidez de nuestros arrojados pilotos de combate y transporte..
Y pese a todo pelearon con entereza, sacrificio, valentía y patriotismo reconocido en primer lugar por los propios invasores y muy tardíamente después por nuestros ciudadanos.
Esos “chicos de la guerra”, como fueron mencionados después, por la siniestra propaganda descalificadora de mercenarios traidores, lucharon con fiereza encuadrados por el ejemplo y la conducción de los cuadros de nuestro Ejército, que los condujeron en esa prueba suprema, muchos de los cuales ofrendaron su vida a la Patria y permanecen ahora en esas sagradas dimensiones como centinelas vigentes, silenciosos e imperturbables, de nuestros derechos.
En definitiva, en el mar, en el terreno de las islas y en el aire, nuestros combatientes argentinos dieron pruebas sobradas de heroísmo, sacrificio y decisión.
Y ésta no es una conclusión arbitraria, pues hay ejemplos sobrados en la historia militar de la Segunda Guerra Mundial., especialmente la proyección japonesa en el Pacífico después de Pearl Harbour, en los cuales guarniciones británicas de cientos de miles de hombres, protegidas por casamatas de hormigón, cañones navales de largo alcance y reservas logísticas, se rendían después de algunos días de combate, al percibir sus comandantes que el enemigo dominaba el aire y el mar circundante y los había aislado.
Nuestra derrota fue honrosa. El General Menéndez en una decisión valiente, y repito ¡¡¡valiente!!!, aunque escandalice a estrategas de escritorio y opinólogos de circunstancia, decidió suspender la lucha cuando era imposible revertir los condicionamientos desfavorables de la situación táctica y el resultado final previsible.
Aconsejo leer para tener exacta dimensión de la verdad y saber valorar, los ejemplos históricos que mencioné en párrafo anterior.
Continuar algunos días mas peleando casi sin posibilidad de cambiar el curso de los acontecimientos, hubiese significado solo la muerte innecesaria de cientos de jóvenes combatientes y el luto inconsolable para multitud de hogares argentinos.
Si todo lo mencionado incluye indudablemente acontecimientos criticables y ejemplos heroicos, mas injustificable aun es lo que sucedió inmediatamente después de la derrota.
Nadie; inclusive militares que habían permanecido en el Continente, especialmente la conducción superior de esos momentos, y particularmente políticos degradantes que buscaron cosechar réditos espurios para impulsar sus bajas ambiciones, aceptaron hacerse cargo de la derrota.
El proceso de desmalvinización, al servicio de la proyección de ineptos, ambiciosos y sinvergüenzas ávidos de capturar el poder político y también para beneficio de intereses mercantilistas de ocasión, fue una desgracia histórica que se proyectó inclusive hasta nuestros días.
Hoy tal cual lo percibimos y sufrimos, una dictadura interminable protagonizada por una clase dirigente hipócrita y falaz, nos está llevando a la anarquía y la disolución nacional.
Otra sería nuestra historia reciente y destino inmediato, si hubiésemos contado en aquellas circunstancias con dirigentes dignos, capaces de unir al pueblo argentino a través de esas experiencias relevantes, trazando objetivos convergentes y trascendentes para obtener el ansiado desarrollo armónico, bien común y la consolidación de NUESTRA FÉ Y LA PATRIA SOÑADA.
Otros pueblos, aun en circunstancias mas dramáticas, supieron reconstruirse y lograr un desarrollo armónico y justo, sin renunciar a sus valores.
EL SEÑOR Y SU SANTA MADRE, se apiaden de nuestras incongruencias y extravíos.
Luchemos rezando y haciendo, por el RENACIMIENTO DE LA PATRIA.
Por lo menos, así, lo veo yo.
Francisco Cervo.
PrisioneroEnArgentina.com
Noviembre 2, 2022