En horas de la mañana del jueves pasado, luego del largo viaje de la víspera, juntamente con el destacable abogado GONZALO MIÑO, mi defensor particular, nos dirigimos presurosos a la intersección de las calles Chiclana y España de la ciudad de Bahía Blanca. Allí se encuentra la sede del Tribunal Oral Criminal Federal donde se lleva a cabo el juicio por los bien o mal llamados delitos de lesa humanidad denominado Mega Causa Zona 5. El frio, tan común a esta altura del año en esa ciudad sureña, nos calaba los huesos, obligándonos a caminar a un ritmo acelerado.
Estando próximos a nuestro destino nos sorprendió ver que habían retirado las pancartas de la Agrupación H.I.J.O.S. del frente del edificio judicial y en la acera del mismo y sus proximidades un centenar de hombres trajeados, ignorando la baja temperatura, conversaban en pequeños grupos. Al preguntar nos enteramos se trataban de miembros del Ejército Argentino que voluntariamente estaban para acompañar a un General que se presentaba para declarar en defensa de un heroico Coronel, combatiente en la Guerra de Malvinas, y antes contra el terrorismo que asoló el país en la década de los 70. También que en sucesivas audiencias se presentarían jefes de otras fuerzas, incluyendo la mía, por lo que se reprogramarían audiencias. En esos momentos se detuvo en el lugar un reluciente SUV negro Ford Explorer, presuroso el acompañante del conductor abrió la puerta trasera del vehículo. Vistiendo un inconfundible traje Boggi Milano azul oscuro, descendió el General, adulto mayor de corto y cuidado cabello blanco. Los allí presentes dejaron de hablar, los pocos que fumaban arrojaron la colilla al borde de la acera y todos sin excepción abrocharon sus chaquetas. Tras saludos de rigor, el recién llegado desapareció por la puerta giratoria de entrada a la sede tribunalicia. Muy lentamente seguimos sus pasos los que habíamos quedado afuera. Traspuesta la entrada el calor imperante por la calefacción a pleno, hizo que nos quitáramos los abrigos. Las secretarias judiciales me ubicaron junto al pupitre que le corresponde al Dr. MIÑO mientras que muy próximos a nosotros dos auditores del Ejército, de uniforme diario verde oliva tecleaban febrilmente en sus notebooks. El centenar de asistentes ocuparon todos los asientos del estrado , muchos quedaron de pie y otros permanecieron en las escaleras y en el hall frente a grandes monitores para seguir la audiencia. Esta vez el público acompañante de las “querellantas” no se dejó ver, todo había sido invadido por los voluntarios. Puntualmente a las 9 se constituyeron los jueces y con el General en su sitio, este se identificó, prestó juramento y comenzó con su exposición. Reinaba el silencio absoluto y solo se escuchaba su voz pausada, fuerte y clara que concitaba la atención de todos los presentes sin excepción. De golpe… un llamado a mi celular hizo que abriera los ojos. Frente a mí la brillante pantalla del ordenador mostraba la trasmisión por zoom de la audiencia en Bahía Blanca. Un testigo convocado por una defensa, desde su casa con voz monótona y apenas entendible prestaba declaración, al tiempo que los distintos asistentes en la sede judicial miraban sus teléfonos, escribían o comían. Como siempre allí estaban las cuadrículas negras de los misteriosos y anónimos observadores de diferentes querellas y organizaciones de derechos humanos. Por los abrigos de los presentes era más que evidente que al igual que en el invierno pasado la calefacción seguía sin funcionar. Yo me encontraba en mi casa, simplemente invadido una vez más por el tedio de estos actos, en los cuales no creemos, me había quedado dormido y todo era simplemente un dulce sueño. No puede menos que sonreír amargamente por lo que podía haber sido y no fue, y por recordar que con mi esposa seguimos prisioneros en Argentina.
“No es verdad que la gente pare de perseguir sus sueños porque sean mayores, se hacen mayores porque dejan de perseguir sus sueños”
Gabriel García Márquez (1927-2014)
LA PRESENTE NOTA ESTÁ DEDICADA A LOS MILES DE JEFES RETIRADOS, DE TODAS LAS INSTITUCIONES DE UNIFORMADOS DE LA ARGENTINA, QUE SALVO MUY POCAS EXCEPCIONES, SIN PUDOR ALGUNO ABANDONARON A SUS “CAMARADAS” CUANDO ESTOS MEDIANTE “LA POLÍTICA DE ESTADO”, FUERON IMPUTADOS POR LOS BIEN O MAL LLAMADOS DELITOS DE LESA HUMANIDAD. TAMBIÉN A AQUELLOS QUE SE ABRAZAN Y HASTA LE RINDEN HONORES A LOS TERRORISTAS QUE AYER NOS ASESINABAN, Y HOY OCUPAN CARGOS GUBERNAMENTALES.
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Por Claudio Kussman.
En horas de la mañana del jueves pasado, luego del largo viaje de la víspera, juntamente con el destacable abogado GONZALO MIÑO, mi defensor particular, nos dirigimos presurosos a la intersección de las calles Chiclana y España de la ciudad de Bahía Blanca. Allí se encuentra la sede del Tribunal Oral Criminal Federal donde se lleva a cabo el juicio por los bien o mal llamados delitos de lesa humanidad denominado Mega Causa Zona 5. El frio, tan común a esta altura del año en esa ciudad sureña, nos calaba los huesos, obligándonos a caminar a un ritmo acelerado.
[ezcol_1half] [/ezcol_1half] [ezcol_1half_end] [/ezcol_1half_end]Estando próximos a nuestro destino nos sorprendió ver que habían retirado las pancartas de la Agrupación H.I.J.O.S. del frente del edificio judicial y en la acera del mismo y sus proximidades un centenar de hombres trajeados, ignorando la baja temperatura, conversaban en pequeños grupos. Al preguntar nos enteramos se trataban de miembros del Ejército Argentino que voluntariamente estaban para acompañar a un General que se presentaba para declarar en defensa de un heroico Coronel, combatiente en la Guerra de Malvinas, y antes contra el terrorismo que asoló el país en la década de los 70. También que en sucesivas audiencias se presentarían jefes de otras fuerzas, incluyendo la mía, por lo que se reprogramarían audiencias. En esos momentos se detuvo en el lugar un reluciente SUV negro Ford Explorer, presuroso el acompañante del conductor abrió la puerta trasera del vehículo. Vistiendo un inconfundible traje Boggi Milano azul oscuro, descendió el General, adulto mayor de corto y cuidado cabello blanco. Los allí presentes dejaron de hablar, los pocos que fumaban arrojaron la colilla al borde de la acera y todos sin excepción abrocharon sus chaquetas. Tras saludos de rigor, el recién llegado desapareció por la puerta giratoria de entrada a la sede tribunalicia. Muy lentamente seguimos sus pasos los que habíamos quedado afuera. Traspuesta la entrada el calor imperante por la calefacción a pleno, hizo que nos quitáramos los abrigos. Las secretarias judiciales me ubicaron junto al pupitre que le corresponde al Dr. MIÑO mientras que muy próximos a nosotros dos auditores del Ejército, de uniforme diario verde oliva tecleaban febrilmente en sus notebooks. El centenar de asistentes ocuparon todos los asientos del estrado , muchos quedaron de pie y otros permanecieron en las escaleras y en el hall frente a grandes monitores para seguir la audiencia. Esta vez el público acompañante de las “querellantas” no se dejó ver, todo había sido invadido por los voluntarios. Puntualmente a las 9 se constituyeron los jueces y con el General en su sitio, este se identificó, prestó juramento y comenzó con su exposición. Reinaba el silencio absoluto y solo se escuchaba su voz pausada, fuerte y clara que concitaba la atención de todos los presentes sin excepción. De golpe… un llamado a mi celular hizo que abriera los ojos. Frente a mí la brillante pantalla del ordenador mostraba la trasmisión por zoom de la audiencia en Bahía Blanca. Un testigo convocado por una defensa, desde su casa con voz monótona y apenas entendible prestaba declaración, al tiempo que los distintos asistentes en la sede judicial miraban sus teléfonos, escribían o comían. Como siempre allí estaban las cuadrículas negras de los misteriosos y anónimos observadores de diferentes querellas y organizaciones de derechos humanos. Por los abrigos de los presentes era más que evidente que al igual que en el invierno pasado la calefacción seguía sin funcionar. Yo me encontraba en mi casa, simplemente invadido una vez más por el tedio de estos actos, en los cuales no creemos, me había quedado dormido y todo era simplemente un dulce sueño. No puede menos que sonreír amargamente por lo que podía haber sido y no fue, y por recordar que con mi esposa seguimos prisioneros en Argentina.
Claudio Kussman
Comisario Mayor (R)
Policía Prov. Buenos Aires
claudio@PrisioneroEnArgentina.com
www.PrisioneroEnArgentina.com
“No es verdad que la gente pare de perseguir sus sueños porque sean mayores, se hacen mayores porque dejan de perseguir sus sueños”
Gabriel García Márquez (1927-2014)
PrisioneroEnArgentina.com
Julio 3, 2023