El gobierno del presidente demócrata Joe Biden ha dejado bien establecido que mantendrá su apoyo incondicional a Israel, mientras se defiende de los ataques del grupo terrorista Hamás, pero hay temor de que haya una escalada, lo que desató cuestionamientos sobre si Estados Unidos tomaría acciones de guerra. ¿La Casa Blanca está considerando o discutiendo pedirle al Congreso que dé algún tipo de aprobación para algún tipo de guerra?
En Estados Unidos de América el presidente del ejecutivo es el Comandante en Jefe del Ejército, la Infantería de Marina, la Armada, la Fuerza Aérea, la Fuerza Espacial y la Guardia Costera. Además, también es el encargado de negociar los tratados internacionales y supervisa la relación con otros países. A diferencia del Congreso, tiene el poder de hacer la guerra, pero no de declararla. De acuerdo con la norma constitucional de Estados Unidos, el Congreso, sistema bicameral formado por Cámara de Representantes y el Senado, tiene el poder de declarar la guerra, establecer el presupuesto militar, ratificar tratados y confirmar los nombramientos de altos cargos en política exterior. Sin embargo, lleva sin declarar la guerra desde 1941, sin contar las intervenciones en Corea, Vietnam o el Golfo Pérsico, conocidas como “guerras no declaradas”.
Cabe destacar que, históricamente, el Congreso solía estar dividido. Por ejemplo, a partir de enero de 2020, la Cámara de los Representantes está en manos de los demócratas, bajo la presidencia de Nancy Pelosi. Mientras tanto, hasta 2021 los republicanos lideraban el Senado, bajo el mandato de Mitch McConnell. Esta división ralentizaba la toma de decisiones. Esta situación ha llevado al ejecutivo a tomar la iniciativa en política exterior, tras lo cual el congreso ofrece un control. La Ley de Poderes de Guerra se aprobó en 1973, cuando el Congreso trató de mantener cierto control sobre su participación en las guerras no declaradas. Esta Ley capacita al presidente, para enviar tropas al extranjero. Sin embargo, solo puede hacerlo en dos supuestos. El primero de ellos, si el Congreso ha declarado la guerra previamente. Este proceso es conocido como “autorización estatutaria”. En segundo lugar, como dicta la norma, si se diera caso de “una emergencia nacional creada por un ataque hacia Estados Unidos, sus territorios, posesiones, o sus fuerzas armadas”. De esta forma, si el presidente, decide enviar tropas al extranjero, debe notificar la orden al Congreso antes de que se cumplan 48 horas del anuncio de la disposición. Además, la norma prohíbe que las fuerzas armadas permanezcan más de 60 días en el extranjero, sin la autorización del Congreso, aunque el plazo puede ampliarse 30 días más.
Según el artículo I de la Constitución de Estados Unidos, el Congreso tiene la autoridad de declarar la guerra, mientras que el artículo II le da al presidente la responsabilidad de ser el comandante en jefe de las Fuerzas Armadas. Los redactores de la Constitución dividieron deliberadamente estos poderes entre las ramas del gobierno de EE.UU. para evitar un movimiento unilateral y sin consideración hacia la guerra. A lo largo de la historia del país norteamericano, los poderes legislativo y ejecutivo se han enfrentado por la interpretación de estos asuntos según lo establecido en la Constitución. Estas preguntas aumentaron a medida que los conflictos estadounidenses en el extranjero, incluidas las implicaciones estadounidenses en Corea y Vietnam, se hicieron cada vez más difíciles de definir y ocurrieron sin una declaración oficial de guerra. La última vez que el Congreso aprobó una declaración oficial de guerra fue hace casi 80 años, durante la Segunda Guerra Mundial.
La Constitución requiere que el Senado ratifique cualquier tratado internacional. Para ello, la norma debe obtener la votación favorable de dos tercios del Senado. Sin embargo, este reglamento no se cumple con exactitud. Los presidentes firman acuerdos, en vez de tratados, con otras naciones, para eludir este último requisito. Estos son acuerdos legislativos-ejecutivos, que deben estar aprobados por mayoría simple, o acuerdos ejecutivos únicos, que simplemente tienen que ser firmados por el Presidente y no necesitan la aprobación del Congreso. Esta alternativa permitió que el expresidente Barack Obama firmara el Plan de Acción Integral Conjunto (PAIC), entre Irán, el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas, Alemania y la Unión Europea, sobre el programa nuclear de Irán. Mediante el acuerdo, Irán se comprometía a reducir sus reservas nucleares durante trece años. Sin embargo, la falta de supervisión del Congreso resultó en que Trump lo desechara en cuanto asumió el cargo.
Otros actores relevantes en el proceso de Política Exterior de Estados Unidos son el Departamento de Estado, encargado de gestionar las relaciones diplomáticas con otros países en la negociación de tratados, la distribución de la ayuda exterior y el contacto diario con otras naciones; el Departamento de Defensa, que administra las fuerzas armadas y las agencias de inteligencia, en particular, la CIA. Cabe destacar que hay más de quince agencias y oficinas estadounidenses diferentes que recopilan información de todo el mundo. Por otro lado, se encuentra el Consejo de Seguridad Nacional, que también forma parte de la oficina ejecutiva del Presidente y reúne a los funcionarios de política exterior más importantes para asesorar al Presidente: el Vicepresidente, los Secretarios de Estado, Defensa y Seguridad Nacional. El resto de agencias ejecutivas que tienen relevancia en la Política Exterior de Estados Unidos son, la Oficina del Representante Comercial, así como los grupos de interés, la opinión pública y los medios de comunicación.
Estados Unidos ha implementado varios tipos de estrategias a lo largo de su historia. La primera de ellas es conocida como standing alone, (solo en el camino, en español). Este tipo de estrategia comienza en después de la Primera Guerra Mundial y terminó en 1939. El plan de acción consistía en la intervención unilateral, solamente cuando los intereses del país estaban amenazados. Durante la Guerra Fría (1945-1991), cuando Japón atacó Pearl Harbor, la etapa de la soledad terminó. Con el fin de la Segunda Guerra Mundial, el único rival al que se enfrentaba era la Unión Soviética, y Estados Unidos asumió el papel de liderar “el mundo libre” contra la URSS. Durante la Guerra Fría, la política de Contención del presidente Harry S. Truman (1950), fue una estrategia diseñada para detener la expansión del comunismo.
Estados Unidos respetaba la esfera de influencia soviética, pero se oponía a cualquier intento de expansión. Durante esta etapa, Estados Unidos se alió con otras naciones en organismos multilaterales, como la OTAN, cuyo cometido era la difusión de la democracia y el capitalismo. Cuando la URSS desapareció oficialmente, el expresidente George H. W. Bush proclamó un “nuevo orden mundial”. De esta forma, propuso una marcha hacia el libre mercado y la democracia. De acuerdo con esta nueva estrategia, Estados Unidos debería usar su fuerza militar para hacer que el mundo fuera más democrático y seguro.
Finalmente, tras los ataques del 11 de septiembre de 2001, el George W. Bush a considerar un nuevo marco de política exterior. Estados Unidos cambió la estrategia de disuasión (construir un ejército tan abrumador que otras naciones tuvieran miedo de atacar), utilizada durante la Guerra Fría, a la estrategia de guerra preventiva (atacar a las potencias hostiles antes de que estas envíen ataques). Con este propósito se firmó la Ley de Seguridad Nacional, y se creó el Departamento de Seguridad Nacional. La administración Obama terminó con esta estrategia, pero el uso de Inteligencia, los ataques con aviones no tripulados y fuerzas especiales para combatir el terrorismo continuaron siendo de gran relevancia. La administración Obama se centró en el compromiso y la cooperación multilaterales para promover los intereses estadounidenses en el exterior. Cabe destacar que recibió críticas por la falta de acción sobre cuestiones clave, que afectaban directamente a los intereses de seguridad de Estados Unidos. Por ejemplo, cuando decidió no intervenir en Siria, tras ponerse de manifiesto que Bashar al-Asad había empleado armas biológicas.
♣
Por Mick Olsen.
El gobierno del presidente demócrata Joe Biden ha dejado bien establecido que mantendrá su apoyo incondicional a Israel, mientras se defiende de los ataques del grupo terrorista Hamás, pero hay temor de que haya una escalada, lo que desató cuestionamientos sobre si Estados Unidos tomaría acciones de guerra. ¿La Casa Blanca está considerando o discutiendo pedirle al Congreso que dé algún tipo de aprobación para algún tipo de guerra?
En Estados Unidos de América el presidente del ejecutivo es el Comandante en Jefe del Ejército, la Infantería de Marina, la Armada, la Fuerza Aérea, la Fuerza Espacial y la Guardia Costera. Además, también es el encargado de negociar los tratados internacionales y supervisa la relación con otros países. A diferencia del Congreso, tiene el poder de hacer la guerra, pero no de declararla. De acuerdo con la norma constitucional de Estados Unidos, el Congreso, sistema bicameral formado por Cámara de Representantes y el Senado, tiene el poder de declarar la guerra, establecer el presupuesto militar, ratificar tratados y confirmar los nombramientos de altos cargos en política exterior. Sin embargo, lleva sin declarar la guerra desde 1941, sin contar las intervenciones en Corea, Vietnam o el Golfo Pérsico, conocidas como “guerras no declaradas”.
Cabe destacar que, históricamente, el Congreso solía estar dividido. Por ejemplo, a partir de enero de 2020, la Cámara de los Representantes está en manos de los demócratas, bajo la presidencia de Nancy Pelosi. Mientras tanto, hasta 2021 los republicanos lideraban el Senado, bajo el mandato de Mitch McConnell. Esta división ralentizaba la toma de decisiones. Esta situación ha llevado al ejecutivo a tomar la iniciativa en política exterior, tras lo cual el congreso ofrece un control. La Ley de Poderes de Guerra se aprobó en 1973, cuando el Congreso trató de mantener cierto control sobre su participación en las guerras no declaradas. Esta Ley capacita al presidente, para enviar tropas al extranjero. Sin embargo, solo puede hacerlo en dos supuestos. El primero de ellos, si el Congreso ha declarado la guerra previamente. Este proceso es conocido como “autorización estatutaria”. En segundo lugar, como dicta la norma, si se diera caso de “una emergencia nacional creada por un ataque hacia Estados Unidos, sus territorios, posesiones, o sus fuerzas armadas”. De esta forma, si el presidente, decide enviar tropas al extranjero, debe notificar la orden al Congreso antes de que se cumplan 48 horas del anuncio de la disposición. Además, la norma prohíbe que las fuerzas armadas permanezcan más de 60 días en el extranjero, sin la autorización del Congreso, aunque el plazo puede ampliarse 30 días más.
Según el artículo I de la Constitución de Estados Unidos, el Congreso tiene la autoridad de declarar la guerra, mientras que el artículo II le da al presidente la responsabilidad de ser el comandante en jefe de las Fuerzas Armadas. Los redactores de la Constitución dividieron deliberadamente estos poderes entre las ramas del gobierno de EE.UU. para evitar un movimiento unilateral y sin consideración hacia la guerra. A lo largo de la historia del país norteamericano, los poderes legislativo y ejecutivo se han enfrentado por la interpretación de estos asuntos según lo establecido en la Constitución. Estas preguntas aumentaron a medida que los conflictos estadounidenses en el extranjero, incluidas las implicaciones estadounidenses en Corea y Vietnam, se hicieron cada vez más difíciles de definir y ocurrieron sin una declaración oficial de guerra. La última vez que el Congreso aprobó una declaración oficial de guerra fue hace casi 80 años, durante la Segunda Guerra Mundial.
[ezcol_1half] [/ezcol_1half] [ezcol_1half_end] [/ezcol_1half_end]La Constitución requiere que el Senado ratifique cualquier tratado internacional. Para ello, la norma debe obtener la votación favorable de dos tercios del Senado. Sin embargo, este reglamento no se cumple con exactitud. Los presidentes firman acuerdos, en vez de tratados, con otras naciones, para eludir este último requisito. Estos son acuerdos legislativos-ejecutivos, que deben estar aprobados por mayoría simple, o acuerdos ejecutivos únicos, que simplemente tienen que ser firmados por el Presidente y no necesitan la aprobación del Congreso. Esta alternativa permitió que el expresidente Barack Obama firmara el Plan de Acción Integral Conjunto (PAIC), entre Irán, el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas, Alemania y la Unión Europea, sobre el programa nuclear de Irán. Mediante el acuerdo, Irán se comprometía a reducir sus reservas nucleares durante trece años. Sin embargo, la falta de supervisión del Congreso resultó en que Trump lo desechara en cuanto asumió el cargo.
Otros actores relevantes en el proceso de Política Exterior de Estados Unidos son el Departamento de Estado, encargado de gestionar las relaciones diplomáticas con otros países en la negociación de tratados, la distribución de la ayuda exterior y el contacto diario con otras naciones; el Departamento de Defensa, que administra las fuerzas armadas y las agencias de inteligencia, en particular, la CIA. Cabe destacar que hay más de quince agencias y oficinas estadounidenses diferentes que recopilan información de todo el mundo. Por otro lado, se encuentra el Consejo de Seguridad Nacional, que también forma parte de la oficina ejecutiva del Presidente y reúne a los funcionarios de política exterior más importantes para asesorar al Presidente: el Vicepresidente, los Secretarios de Estado, Defensa y Seguridad Nacional. El resto de agencias ejecutivas que tienen relevancia en la Política Exterior de Estados Unidos son, la Oficina del Representante Comercial, así como los grupos de interés, la opinión pública y los medios de comunicación.
Estados Unidos ha implementado varios tipos de estrategias a lo largo de su historia. La primera de ellas es conocida como standing alone, (solo en el camino, en español). Este tipo de estrategia comienza en después de la Primera Guerra Mundial y terminó en 1939. El plan de acción consistía en la intervención unilateral, solamente cuando los intereses del país estaban amenazados. Durante la Guerra Fría (1945-1991), cuando Japón atacó Pearl Harbor, la etapa de la soledad terminó. Con el fin de la Segunda Guerra Mundial, el único rival al que se enfrentaba era la Unión Soviética, y Estados Unidos asumió el papel de liderar “el mundo libre” contra la URSS. Durante la Guerra Fría, la política de Contención del presidente Harry S. Truman (1950), fue una estrategia diseñada para detener la expansión del comunismo.
Estados Unidos respetaba la esfera de influencia soviética, pero se oponía a cualquier intento de expansión. Durante esta etapa, Estados Unidos se alió con otras naciones en organismos multilaterales, como la OTAN, cuyo cometido era la difusión de la democracia y el capitalismo. Cuando la URSS desapareció oficialmente, el expresidente George H. W. Bush proclamó un “nuevo orden mundial”. De esta forma, propuso una marcha hacia el libre mercado y la democracia. De acuerdo con esta nueva estrategia, Estados Unidos debería usar su fuerza militar para hacer que el mundo fuera más democrático y seguro.
Finalmente, tras los ataques del 11 de septiembre de 2001, el George W. Bush a considerar un nuevo marco de política exterior. Estados Unidos cambió la estrategia de disuasión (construir un ejército tan abrumador que otras naciones tuvieran miedo de atacar), utilizada durante la Guerra Fría, a la estrategia de guerra preventiva (atacar a las potencias hostiles antes de que estas envíen ataques). Con este propósito se firmó la Ley de Seguridad Nacional, y se creó el Departamento de Seguridad Nacional. La administración Obama terminó con esta estrategia, pero el uso de Inteligencia, los ataques con aviones no tripulados y fuerzas especiales para combatir el terrorismo continuaron siendo de gran relevancia. La administración Obama se centró en el compromiso y la cooperación multilaterales para promover los intereses estadounidenses en el exterior. Cabe destacar que recibió críticas por la falta de acción sobre cuestiones clave, que afectaban directamente a los intereses de seguridad de Estados Unidos. Por ejemplo, cuando decidió no intervenir en Siria, tras ponerse de manifiesto que Bashar al-Asad había empleado armas biológicas.
PrisioneroEnArgentina.com
Octubre 10, 2023