Creo que los argentinos no nos hemos dado cuenta que transitamos con imprudente indiferencia por este desventurado manicomio que, desde hace cuarenta años, políticos y periodistas pretendidamente progresistas, han construido como sucedáneo de la Argentina. La estupidez, disfrazada de corrección política y de progresismo rastrero, se ha encargado esforzadamente de desvirtuar valores y exaltar cobardías, de adulterar leyes y deformar símbolos y todo ello apañado por el manto espurio del “no te metas” argentino. Quienes se oponen a esta suerte de pensamiento único son condenados o perseguidos cada vez con mayor ensañamiento.
Hoy, un médico, por fidelidad a su juramento- “Tendré absoluto respeto por la vida humana.”- ha sido condenado por no efectuar un “aborto no punible” según los postulados de la ILE (interrupción legal del embarazo) artilugio perverso con el que se trata de esconder al aborto liso y llano. Sus argumentos para no llevarlo a cabo, basados en la lógica médica y no en sus creencias- embarazo de veintidós semanas, situación clínica de la embarazada agravada porque alguien trató de interrumpir su embarazo dándole misoprostol como quien le da una aspirina, riesgo de vida para la madre y el nonato, posibilidad de infecciones, etc.- le darían la razón en cualquier tribunal del mundo pero sabemos que los jueces en la Argentina no son como en cualquier lugar del mundo. Cobardes ante un posible “escrache”, preocupados, como viejas victorianas, por el que dirán “progre” prefieren perdonar un asesinato antes que premiar a un profesional que salvó la vida de la madre y la del niño por nacer, y que lo hizo, aun a sabiendas que las vociferantes discípulas de Mengele- arpías que sobrevuelan la República en busca de fetos a asesinar- pedirían su cabeza.
Médico Leandro Rodríguez Lastra, un ejemplo de vida.
Es tan loco lo que hoy sucede en la República – una mujer violada puede liquidar al “remanente” de la violación sin tener obligación de denunciar al violador- que todo esto se da de patadas con los con los preceptos que sustentan- respecto de la violencia contra la mujer- las feministas en su perpetua guerra contra el macho dominante y patriarcal; porque, según la ley, podemos, y debemos, asesinar al feto, pero el violador al no ser denunciado puede quedar sin pena y en libertad para ejercer sus “artes” sobre cualquier otra desgraciada que se le ponga a tiro.
La realidad es que acá, y de acuerdo a estas leyes, lo único que preocupa a la justicia es oficiar de verdugos; la necesidad de matar al feto se impone sobre cualquier consideración ética. Tiempo atrás una médica, la Dra. Perramón, mató, dándole misoprostol a una embarazada de diecisiete años que quería abortar aduciendo haber sido violada. Esta médica fue declarada inocente; su accionar fue, de acuerdo a los cánones que nos han inculcado, políticamente correcto. Esto es la contracara del juicio al Dr. Rodríguez Lastra; él salvó a la madre, a la que alguien había tratado de que abortara de manera clandestina poniéndola al borde de la muerte, madre que hoy goza de buena salud y seguramente sus problemas psicológicos tienen más que ver con la violación, si es que existió, que con los siete meses que tuvo al feto en su panza y salvó también a un bebé dándole la posibilidad de tener una vida plena ya que ha sido adoptado y está con una familia que, seguramente lo quiere y lo cuida.
Sería injusto no dedicar unas palabras a la diputada Milesi denunciante del Dr. Rodríguez Lastra y autora de la ley de aborto no punible en la provincia de Río Negro. Ella jugaba en este juicio un papel similar al del Dr. Guillotin cuando éste, en 1789, propuso a la Asamblea Legislativa Francesa el uso de la guillotina por ser más “humana”, para ello, el Dr. Guillotin pidió a la Asamblea un reo para demostrar su idea, a la diputada Milesi le cayó una pobre desgraciada para verificar lo “bueno” de su ley.
Este epílogo podría haber tenido un final feliz en cualquier lugar del mundo, pero gente como la diputada Milesi y el juez Meynet son parte de esa banda que, tergiversando leyes y falseando condiciones sociales, han convertido a la justicia en un circo perverso y nunca lo permitirán.
Por JOSÉ LUIS MILIA
Creo que los argentinos no nos hemos dado cuenta que transitamos con imprudente indiferencia por este desventurado manicomio que, desde hace cuarenta años, políticos y periodistas pretendidamente progresistas, han construido como sucedáneo de la Argentina. La estupidez, disfrazada de corrección política y de progresismo rastrero, se ha encargado esforzadamente de desvirtuar valores y exaltar cobardías, de adulterar leyes y deformar símbolos y todo ello apañado por el manto espurio del “no te metas” argentino. Quienes se oponen a esta suerte de pensamiento único son condenados o perseguidos cada vez con mayor ensañamiento.
Hoy, un médico, por fidelidad a su juramento- “Tendré absoluto respeto por la vida humana.”- ha sido condenado por no efectuar un “aborto no punible” según los postulados de la ILE (interrupción legal del embarazo) artilugio perverso con el que se trata de esconder al aborto liso y llano. Sus argumentos para no llevarlo a cabo, basados en la lógica médica y no en sus creencias- embarazo de veintidós semanas, situación clínica de la embarazada agravada porque alguien trató de interrumpir su embarazo dándole misoprostol como quien le da una aspirina, riesgo de vida para la madre y el nonato, posibilidad de infecciones, etc.- le darían la razón en cualquier tribunal del mundo pero sabemos que los jueces en la Argentina no son como en cualquier lugar del mundo. Cobardes ante un posible “escrache”, preocupados, como viejas victorianas, por el que dirán “progre” prefieren perdonar un asesinato antes que premiar a un profesional que salvó la vida de la madre y la del niño por nacer, y que lo hizo, aun a sabiendas que las vociferantes discípulas de Mengele- arpías que sobrevuelan la República en busca de fetos a asesinar- pedirían su cabeza.
Es tan loco lo que hoy sucede en la República – una mujer violada puede liquidar al “remanente” de la violación sin tener obligación de denunciar al violador- que todo esto se da de patadas con los con los preceptos que sustentan- respecto de la violencia contra la mujer- las feministas en su perpetua guerra contra el macho dominante y patriarcal; porque, según la ley, podemos, y debemos, asesinar al feto, pero el violador al no ser denunciado puede quedar sin pena y en libertad para ejercer sus “artes” sobre cualquier otra desgraciada que se le ponga a tiro.
La realidad es que acá, y de acuerdo a estas leyes, lo único que preocupa a la justicia es oficiar de verdugos; la necesidad de matar al feto se impone sobre cualquier consideración ética. Tiempo atrás una médica, la Dra. Perramón, mató, dándole misoprostol a una embarazada de diecisiete años que quería abortar aduciendo haber sido violada. Esta médica fue declarada inocente; su accionar fue, de acuerdo a los cánones que nos han inculcado, políticamente correcto. Esto es la contracara del juicio al Dr. Rodríguez Lastra; él salvó a la madre, a la que alguien había tratado de que abortara de manera clandestina poniéndola al borde de la muerte, madre que hoy goza de buena salud y seguramente sus problemas psicológicos tienen más que ver con la violación, si es que existió, que con los siete meses que tuvo al feto en su panza y salvó también a un bebé dándole la posibilidad de tener una vida plena ya que ha sido adoptado y está con una familia que, seguramente lo quiere y lo cuida.
Sería injusto no dedicar unas palabras a la diputada Milesi denunciante del Dr. Rodríguez Lastra y autora de la ley de aborto no punible en la provincia de Río Negro. Ella jugaba en este juicio un papel similar al del Dr. Guillotin cuando éste, en 1789, propuso a la Asamblea Legislativa Francesa el uso de la guillotina por ser más “humana”, para ello, el Dr. Guillotin pidió a la Asamblea un reo para demostrar su idea, a la diputada Milesi le cayó una pobre desgraciada para verificar lo “bueno” de su ley.
Este epílogo podría haber tenido un final feliz en cualquier lugar del mundo, pero gente como la diputada Milesi y el juez Meynet son parte de esa banda que, tergiversando leyes y falseando condiciones sociales, han convertido a la justicia en un circo perverso y nunca lo permitirán.
JOSE LUIS MILIA
josemilia_686@hotmail.com
PrisioneroEnArgentina.com
Mayo 22, 2019
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