El presidente de la República Argentina, el doctor Alberto Ángel Fernández manifestó (descerrajó) una curiosa afirmación: “El problema no son los políticos ni los sindicalistas…”, cuando “En realidad son los que especulan…”, Y tiene razón.
Los políticos (cargo bien remunerado) saben que por cuatro años tienen un margen de poder interesante en el cual no van a sufrir por los aumentos de luz, facturas médicas o recortes de sueldo (en el peor de los tiempos, se los incrementan) ya que un dirigente, un funcionario, un servidor público, no especula. Especular es meditar o pensar con profundidad en términos puramente teóricos, sin ánimo de aplicación práctica. Es decir, piensan en el bien del país, pero no ejecutan ese proyecto. Especular es hacer suposiciones sobre algo que no se conoce con certeza. Es decir, plataformas de partido, experiencias que el ciudadano común vive, que necesita el pueblo, que pide la gente.
Tiempo atrás tuve un diálogo con un camionero que me contaba de sus vivencias de ruta. Historias de no fumadores que encendían un cigarrillo para que este le quemara los dedos en caso de quedarse dormidos mientras manejaban, la tristeza de ver maestras o estudiantes haciendo dedo en los caminos, no estar con sus familias por semanas. Entre esto, el cometario que despertó mi atención. Este camionero adoraba al “inmenso Moyano”. El líder de su sindicato había edificado hoteles para sus afiliados, centros de recreación para sus miembros, campos de deportes para sus adeptos, salas de fiestas para sus sindicalizados. Cuando pregunté de donde creía él que salía ese dinero, el trabajador se hizo de hombros y contestó: “¿De mi cuota sindical…?”
Una de mis grandes experiencias (que para mi no son ni negativas o positivas, solo experiencias) es haber pertenecido por algunos meses a la Unión del Centro Democrático en tiempos de mi juventud, allá en Pago Chico, Bahía Blanca. En medio de vivas al ingeniero Álvaro Carlos Alsogaray o enamoramientos hacia Adelina Dalessio de Viola, surgía una interna dentro de un apartado liberal local dueño de menos de doscientos afiliados. Nadie entendía la diferencia entre estas dos líneas en un cuerpo político de tan pocos adeptos, en una ciudad -en aquel entonces- de menos de doscientas mil personas. Pero votamos. Yo voté. Ignorante.
¿Habrá otros como yo? Tal vez en el mundillo deportivo: “Los representantes no tenemos la culpa, son los dirigentes de los clubes…” o en el planeta tribunales: “La culpa no es del que delinque, es la sociedad que lo presiona…” De todas formas, yo, nunca fui, soy o seré yo. Siempre es “alguien más”. En la tierra prometida, en la isla del tesoro, durante la fiebre del oro, los culpables eran los que trabajaban, no los que dirigían.
El doctor Fernández está en lo cierto.
En conclusión: ¿Por qué dirá el señor presidente, con años de política sobre sus hombros, que el problema no son los políticos?
Como dice el popular pensamiento moral: “La culpa no es del Sus scrofa domesticus…”
♠
Por FABIAN KUSSMAN
El presidente de la República Argentina, el doctor Alberto Ángel Fernández manifestó (descerrajó) una curiosa afirmación: “El problema no son los políticos ni los sindicalistas…”, cuando “En realidad son los que especulan…”, Y tiene razón.
Los políticos (cargo bien remunerado) saben que por cuatro años tienen un margen de poder interesante en el cual no van a sufrir por los aumentos de luz, facturas médicas o recortes de sueldo (en el peor de los tiempos, se los incrementan) ya que un dirigente, un funcionario, un servidor público, no especula. Especular es meditar o pensar con profundidad en términos puramente teóricos, sin ánimo de aplicación práctica. Es decir, piensan en el bien del país, pero no ejecutan ese proyecto. Especular es hacer suposiciones sobre algo que no se conoce con certeza. Es decir, plataformas de partido, experiencias que el ciudadano común vive, que necesita el pueblo, que pide la gente.
Tiempo atrás tuve un diálogo con un camionero que me contaba de sus vivencias de ruta. Historias de no fumadores que encendían un cigarrillo para que este le quemara los dedos en caso de quedarse dormidos mientras manejaban, la tristeza de ver maestras o estudiantes haciendo dedo en los caminos, no estar con sus familias por semanas. Entre esto, el cometario que despertó mi atención. Este camionero adoraba al “inmenso Moyano”. El líder de su sindicato había edificado hoteles para sus afiliados, centros de recreación para sus miembros, campos de deportes para sus adeptos, salas de fiestas para sus sindicalizados. Cuando pregunté de donde creía él que salía ese dinero, el trabajador se hizo de hombros y contestó: “¿De mi cuota sindical…?”
Una de mis grandes experiencias (que para mi no son ni negativas o positivas, solo experiencias) es haber pertenecido por algunos meses a la Unión del Centro Democrático en tiempos de mi juventud, allá en Pago Chico, Bahía Blanca. En medio de vivas al ingeniero Álvaro Carlos Alsogaray o enamoramientos hacia Adelina Dalessio de Viola, surgía una interna dentro de un apartado liberal local dueño de menos de doscientos afiliados. Nadie entendía la diferencia entre estas dos líneas en un cuerpo político de tan pocos adeptos, en una ciudad -en aquel entonces- de menos de doscientas mil personas. Pero votamos. Yo voté. Ignorante.
¿Habrá otros como yo? Tal vez en el mundillo deportivo: “Los representantes no tenemos la culpa, son los dirigentes de los clubes…” o en el planeta tribunales: “La culpa no es del que delinque, es la sociedad que lo presiona…” De todas formas, yo, nunca fui, soy o seré yo. Siempre es “alguien más”. En la tierra prometida, en la isla del tesoro, durante la fiebre del oro, los culpables eran los que trabajaban, no los que dirigían.
El doctor Fernández está en lo cierto.
En conclusión: ¿Por qué dirá el señor presidente, con años de política sobre sus hombros, que el problema no son los políticos?
Como dice el popular pensamiento moral: “La culpa no es del Sus scrofa domesticus…”
PrisioneroEnArgentina.com
Abril 3, 2020