Javier Milei y su equipo económico, encabezado por Luis Toto Caputo, están viviendo una fantástica primavera, tal como demuestran los números macro, que eran los pasivos más gravosos de la pesada herencia que recibiera.
Pero me parece que, al Gobierno, pese a su enorme experiencia y el probado éxito en las redes, le sigue faltando explicar algunas de sus medidas que, precisamente por esa falla, suscitan mayor resistencia social.
En concreto, me refiero a la ley de financiamiento de las universidades, sancionada por el H° Aguantadero y vetada por el Presidente, que logró una sonora victoria al lograr que éste no fuera aniquilado por los dos tercios de los votos presentes en ambas cámaras.
Quienes se ocupan de verbalizar las acciones más duras de Javier Milei, salvo algunos legisladores que lo dejaron muy claro en los debates, no fueron capaces de exhibir, frente a una sociedad golpeada por el ajuste, más que justificado para detener la inminente hiperinflación que aseguraba el “plan platita”, pergeñado por Sergio Aceitoso Massa para intentar llegar a la Presidencia, y para terminar con la decadencia generalizada de nuestra economía.
En este sentido, que en sólo diez meses, haya logrado reducir tan fenomenalmente el índice de precios al consumidor y, a la vez, bajar el “riego-país” a niveles que no se veían desde el macrismo, seguirá dando sustento a los altos niveles de aprobación que registra, aún en el momento más agudo de privaciones sociales.
Parafraseando a Leopoldo Lugones en su recordado artículo “El Sable”, el crimen de Milei es haber ocupado sólo todo el horizonte político de su tiempo, mientras todos los partidos tradicionales sufren implosiones y disgregaciones que los inhabilitan para disputarle el poder.
Que el peronismo no haya encontrado todavía, después de las monumentales derrotas a las que lo condujo su vieja lideresa, el camino para la renovación y la transferencia generacional de sus estructuras, habla muy a las claras de su decadencia, con la sola excepción del decisivo y empobrecido Conurbano bonaerense, donde la buscada ignorancia de sus habitantes aún le otorga un piso de alrededor del 30% de los votos nacionales.
Sin embargo, es peor lo que sucede en el radicalismo, que cometió el supremo error de entregar la jefatura partidaria a un extraño, Martín Lousteau, con su gravoso pasado como Ministro de Economía de Cristina Fernández (con la Resolución 125 casi nos lleva a una nueva guerra civil), a quien prestó su tradicional boina blanca.
Pero su conducción es tan resistida puertas adentro del Congreso, donde su propia bancada vota en contra en sus deseos, como en las estructuras partidarias, como quedó demostrado con la derrota de sus seguidores en las elecciones internas de la Provincia de Buenos Aires.
Y qué decir entonces del curioso bloque del peronismo federal, que encabeza Miguel Pichetto y reúne diputados de colores tan opuestos; la independencia de sus integrantes, y el movimiento centrífugo que genera entre sus integrantes la certeza de que el calor hoy pasa por otro lado, lo ha dejado sin su aspirado rol de fiel de la balanza entre kirchneristas y libertarios.
Pero, insisto, a pesar de su claro dominio político, el Gobierno no puede darse el lujo de cometer errores, y el asunto Lijo se transformará en uno gravísimo si, finalmente, logra su propósito de llevarlo a la Corte.
Nuevamente, en este episodio se destaca la falencia en la comunicación oficial, que no ha sabido explicar por qué sigue insistiendo en cometer este monumental disparate institucional.
Porque, es claro, el asunto da pie para todas las especulaciones, esencialmente la que habla de un pacto secreto con Cristina Fernández, sobre todo si le sumamos a esa actitud suicida la poca frecuencia de denuncias penales cuando se las compara con los escándalos que, diariamente, surgen con relación a tantos funcionarios de la gestión que ella compartió con Alberto Caracol Fernández, a quien designó candidato a Presidente por Twitter.
Es que, si Milei creyera en que contaría con la futura lealtad del cuestionado Juez Lijo en la definición de sentencias claves para el Gobierno, no sólo se equivocaría de medio a medio (el postulado sólo responde a sus propios intereses) sino que condenaría a la Argentina a soportarlo por 25 años, es decir, por varias administraciones más que la actual, aunque ésta consiguiera revalidar sus pergaminos en 2027 y obtener la reelección.
Si este impresentable personaje llegara a la Corte, no podrá sorprendernos que todos los contratos de inversión que se anuncian cotidianamente pacten una jurisdicción extranjera para dirimir las controversias, y ya sabemos cómo nos va en los tribunales internacionales.
Para concluir esta demasiado larga respuesta, sólo me queda reiterar que nada me molesta más que verme conminado a aplaudir en los libertarios, so pena de excomunión, exactamente los mismos procederes (violencia verbal, limitaciones al acceso a la información pública, agresiones a la prensa) que condené a gritos durante los cuatro trágicos gobiernos kirchneristas.
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Por Dr. Enrique Guillermo Avogadro.
Javier Milei y su equipo económico, encabezado por Luis Toto Caputo, están viviendo una fantástica primavera, tal como demuestran los números macro, que eran los pasivos más gravosos de la pesada herencia que recibiera.
Pero me parece que, al Gobierno, pese a su enorme experiencia y el probado éxito en las redes, le sigue faltando explicar algunas de sus medidas que, precisamente por esa falla, suscitan mayor resistencia social.
En concreto, me refiero a la ley de financiamiento de las universidades, sancionada por el H° Aguantadero y vetada por el Presidente, que logró una sonora victoria al lograr que éste no fuera aniquilado por los dos tercios de los votos presentes en ambas cámaras.
Quienes se ocupan de verbalizar las acciones más duras de Javier Milei, salvo algunos legisladores que lo dejaron muy claro en los debates, no fueron capaces de exhibir, frente a una sociedad golpeada por el ajuste, más que justificado para detener la inminente hiperinflación que aseguraba el “plan platita”, pergeñado por Sergio Aceitoso Massa para intentar llegar a la Presidencia, y para terminar con la decadencia generalizada de nuestra economía.
En este sentido, que en sólo diez meses, haya logrado reducir tan fenomenalmente el índice de precios al consumidor y, a la vez, bajar el “riego-país” a niveles que no se veían desde el macrismo, seguirá dando sustento a los altos niveles de aprobación que registra, aún en el momento más agudo de privaciones sociales.
Parafraseando a Leopoldo Lugones en su recordado artículo “El Sable”, el crimen de Milei es haber ocupado sólo todo el horizonte político de su tiempo, mientras todos los partidos tradicionales sufren implosiones y disgregaciones que los inhabilitan para disputarle el poder.
Que el peronismo no haya encontrado todavía, después de las monumentales derrotas a las que lo condujo su vieja lideresa, el camino para la renovación y la transferencia generacional de sus estructuras, habla muy a las claras de su decadencia, con la sola excepción del decisivo y empobrecido Conurbano bonaerense, donde la buscada ignorancia de sus habitantes aún le otorga un piso de alrededor del 30% de los votos nacionales.
Sin embargo, es peor lo que sucede en el radicalismo, que cometió el supremo error de entregar la jefatura partidaria a un extraño, Martín Lousteau, con su gravoso pasado como Ministro de Economía de Cristina Fernández (con la Resolución 125 casi nos lleva a una nueva guerra civil), a quien prestó su tradicional boina blanca.
Pero su conducción es tan resistida puertas adentro del Congreso, donde su propia bancada vota en contra en sus deseos, como en las estructuras partidarias, como quedó demostrado con la derrota de sus seguidores en las elecciones internas de la Provincia de Buenos Aires.
Y qué decir entonces del curioso bloque del peronismo federal, que encabeza Miguel Pichetto y reúne diputados de colores tan opuestos; la independencia de sus integrantes, y el movimiento centrífugo que genera entre sus integrantes la certeza de que el calor hoy pasa por otro lado, lo ha dejado sin su aspirado rol de fiel de la balanza entre kirchneristas y libertarios.
Pero, insisto, a pesar de su claro dominio político, el Gobierno no puede darse el lujo de cometer errores, y el asunto Lijo se transformará en uno gravísimo si, finalmente, logra su propósito de llevarlo a la Corte.
Nuevamente, en este episodio se destaca la falencia en la comunicación oficial, que no ha sabido explicar por qué sigue insistiendo en cometer este monumental disparate institucional.
Porque, es claro, el asunto da pie para todas las especulaciones, esencialmente la que habla de un pacto secreto con Cristina Fernández, sobre todo si le sumamos a esa actitud suicida la poca frecuencia de denuncias penales cuando se las compara con los escándalos que, diariamente, surgen con relación a tantos funcionarios de la gestión que ella compartió con Alberto Caracol Fernández, a quien designó candidato a Presidente por Twitter.
Es que, si Milei creyera en que contaría con la futura lealtad del cuestionado Juez Lijo en la definición de sentencias claves para el Gobierno, no sólo se equivocaría de medio a medio (el postulado sólo responde a sus propios intereses) sino que condenaría a la Argentina a soportarlo por 25 años, es decir, por varias administraciones más que la actual, aunque ésta consiguiera revalidar sus pergaminos en 2027 y obtener la reelección.
Si este impresentable personaje llegara a la Corte, no podrá sorprendernos que todos los contratos de inversión que se anuncian cotidianamente pacten una jurisdicción extranjera para dirimir las controversias, y ya sabemos cómo nos va en los tribunales internacionales.
Para concluir esta demasiado larga respuesta, sólo me queda reiterar que nada me molesta más que verme conminado a aplaudir en los libertarios, so pena de excomunión, exactamente los mismos procederes (violencia verbal, limitaciones al acceso a la información pública, agresiones a la prensa) que condené a gritos durante los cuatro trágicos gobiernos kirchneristas.
Hasta el sábado, si Dios quiere.
Un enorme abrazo.
Enrique Guillermo Avogadro
Abogado
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Cel. en Argentina (+54911) o (15) 4473 4003
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Octubre 14, 2024
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