Pese a los muchos años que he dejado a mi espalda, nunca he visto una campaña tan marcada por los escándalos de corrupción como ésta. El mal es, ciertamente, endémico en nuestro país desde antes aún que la Argentina naciera; sin embargo, el kirchnerismo logró, en la materia, nuevos records y, mientras tanto, empujó a la pobreza y a la miseria a más de la mitad de nuestra población, incluida la otrora próspera clase media, y terminó con la movilidad social ascendente que nos caracterizó por muchos años.
Pese al generalizado temor que muchos tuvimos acerca de que nos llevaran a un camino autoritario y dictatorial similar al que recorrieron Hugo Chávez y Nicolás Maduro, el matrimonio patagónico fracasó en ese propósito. A contramano de los brutales ataques que sufrieron nuestras instituciones, la Justicia y la prensa libre éstas resistieron, sobre todo las fuerzas armadas que, en los regímenes tiránicos son el soporte de sus líderes, tal como sucede en Nicaragua, Cuba y la propia Venezuela.
Esta semana que resta hasta las elecciones, con sólo cuatro días hábiles, la Argentina vivirá nuevas convulsiones, dada la escasez de dólares que afecta al Banco Central que lo obliga a endurecer los cepos vigentes y crea nuevos a diario, provocando la creciente paralización de la industria y una renovada recesión.
Y el lunes 23 estrenaremos nuevas, al ritmo de los resultados de la primera vuelta, que podrían traer consigo una explosión cambiaria. Por otra parte, si el Aceitoso no pagara al FMI las obligaciones que vencen el 30, después de haber sido postergadas hasta entonces, podríamos caer en default con el organismo, con todos los daños colaterales que esa situación provocaría.
Seguramente, está esperando con desesperación el regreso del inexistente Alberto Caracol Fernández, que estará justificando su apodo arrastrándose y babeando ante Xi Jinping para obtener la ampliación del swap.
Me preocupa, y mucho, la marcha del proceso que, contra la Argentina, se desenvuelve en los tribunales de Nueva York por la estatización del 51% de YPF, en el cual nuestro país ha sido condenado a pagar a los fondos reclamantes (un 30% se lo llevará la familia Kirchner) la monumental suma de US$ 16.000 millones; los acreedores triunfantes ya han pedido el embargo de nuestros activos, aunque el fallo ha sido apelado.
El viernes 20 comenzará el peritaje del prófugo Chocolate Rigau; dada la enorme resistencia que ese hecho enfrentó desde todo el arco político, cabe esperar que el aparato contenga datos reveladores sobre cómo se financian, en la paupérrima Provincia de Buenos Aires, todas las coaliciones, comenzando por Unión por la Patria, el curioso nombre que adoptó la banda que nuclea a quienes deberían ser calificados, sin ninguna duda, de infames traidores a la misma.
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Por Dr. Enrique Guillermo Avogadro.
Pese a los muchos años que he dejado a mi espalda, nunca he visto una campaña tan marcada por los escándalos de corrupción como ésta. El mal es, ciertamente, endémico en nuestro país desde antes aún que la Argentina naciera; sin embargo, el kirchnerismo logró, en la materia, nuevos records y, mientras tanto, empujó a la pobreza y a la miseria a más de la mitad de nuestra población, incluida la otrora próspera clase media, y terminó con la movilidad social ascendente que nos caracterizó por muchos años.
Pese al generalizado temor que muchos tuvimos acerca de que nos llevaran a un camino autoritario y dictatorial similar al que recorrieron Hugo Chávez y Nicolás Maduro, el matrimonio patagónico fracasó en ese propósito. A contramano de los brutales ataques que sufrieron nuestras instituciones, la Justicia y la prensa libre éstas resistieron, sobre todo las fuerzas armadas que, en los regímenes tiránicos son el soporte de sus líderes, tal como sucede en Nicaragua, Cuba y la propia Venezuela.
Esta semana que resta hasta las elecciones, con sólo cuatro días hábiles, la Argentina vivirá nuevas convulsiones, dada la escasez de dólares que afecta al Banco Central que lo obliga a endurecer los cepos vigentes y crea nuevos a diario, provocando la creciente paralización de la industria y una renovada recesión.
Y el lunes 23 estrenaremos nuevas, al ritmo de los resultados de la primera vuelta, que podrían traer consigo una explosión cambiaria. Por otra parte, si el Aceitoso no pagara al FMI las obligaciones que vencen el 30, después de haber sido postergadas hasta entonces, podríamos caer en default con el organismo, con todos los daños colaterales que esa situación provocaría.
Seguramente, está esperando con desesperación el regreso del inexistente Alberto Caracol Fernández, que estará justificando su apodo arrastrándose y babeando ante Xi Jinping para obtener la ampliación del swap.
Me preocupa, y mucho, la marcha del proceso que, contra la Argentina, se desenvuelve en los tribunales de Nueva York por la estatización del 51% de YPF, en el cual nuestro país ha sido condenado a pagar a los fondos reclamantes (un 30% se lo llevará la familia Kirchner) la monumental suma de US$ 16.000 millones; los acreedores triunfantes ya han pedido el embargo de nuestros activos, aunque el fallo ha sido apelado.
El viernes 20 comenzará el peritaje del prófugo Chocolate Rigau; dada la enorme resistencia que ese hecho enfrentó desde todo el arco político, cabe esperar que el aparato contenga datos reveladores sobre cómo se financian, en la paupérrima Provincia de Buenos Aires, todas las coaliciones, comenzando por Unión por la Patria, el curioso nombre que adoptó la banda que nuclea a quienes deberían ser calificados, sin ninguna duda, de infames traidores a la misma.
Un abrazo, aún muy preocupado.
Enrique Guillermo Avogadro
Abogado
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Octubre 16, 2023