Los argentinos somos, lamentablemente en muchos aspectos y positivamente en otros, sobre todo individuales, algo excepcional en el mundo.
Y en lo que a la política se refiere, muy tristemente originales. Estas humildes notas, que escribo hace ya veinte años, no tienen la pretensión de hacer historia (salvo que se las lea en forma sucesiva) sino que sólo aspiran a comentar los hechos cotidianos desde mi propia óptica, siempre cuestionable.
Entonces, para no volver al siglo XX y tener que retrotraernos al menos hasta 1973 y la elección de la dupla Perón-Perón, nos quedaremos en el XXI, que ya es mayorcito pues está próximo a cumplir veinticinco años, y pondré mi lupa sólo en la última década, cuando nos dimos el lujo de convalidar, con nuestro voto, dispositivos de gobierno por completo irracionales.
¿O no es cierto que tuvimos una fórmula presidencial en la cual la jefatura del Estado estaba, en realidad, en manos de una Vicepresidente que, por tuit, designó a un títere para encabezarla?
¿No lo es, también, que en 2023 votamos a un curioso personaje porque supo interpretar como nadie la sensación de hartazgo que impregnaba a la sociedad?
¿No sabíamos, cuando lo elevamos a la primera magistratura, que llegaba absolutamente solo, sin partido, sin gobernadores, senadores, diputados ni intendentes propios?
Pero lo que seguramente no sabíamos es que diseñaría este singular dispositivo institucional, en el que todas las decisiones no económicas pasan por la extraña dupla que lo acompaña en el “triángulo de hierro”.
La todopoderosa hermana Karina, la “Jefa” del Presidente, carece formación cultural y de experiencia política, y el joven asesor multipropósito Santiago Caputo no es funcionario público sino que, aparentemente, se desempeña en una empresa privada.
Sin embargo, las órdenes que emite el dúo deben ser obedecidas a rajatabla y sin discusión, so pena de eyección inmediata, con malas maneras y hasta denuncias penales, aunque ocupen los más altos cargos de la administración y del Congreso.
Todo eso podría ser, finalmente, irrelevante, si no fuera porque la política tiene una enorme repercusión sobre la economía, sobre todo en la percepción que de ésta tienen los inversores propios y externos y, por ello, en sus expectativas para el futuro.
Milei goza de las mieles de una opinión pública que lo sigue acunando con porcentajes inusitados por el monumental ajuste que vivimos. Ese esperanzado apoyo social, tal como lo describe la Universidad di Tella, le concede un crédito que, sorprendentemente, llega hasta fin de su mandato.
Pero no debe olvidar que Victoria Villarruel tiene la misma legitimidad de origen que él, y que también tiene el acompañamiento de la opinión pública; permitirle a la dupla antes descripta que la critique y la margine diariamente de la gestión no parece ser un buen camino.
Si bien no son épocas ni situaciones comparables, resulta útil recordar qué sucedió con Fernando de la Rúa cuando Carlos “Chacho” Álvarez pegó un portazo y renunció a la Vicepresidencia.
Espero que Javier Milei reflexione y deje de ser la imagen invertida del kirchnerismo, que tanto daño le hizo a la República liberal que dice admirar.
Hasta hoy resulta imposible no comparar las actitudes del Presidente y su tropa de cibernautas agresivos con la infame persecución que desataron los pingüinos de Santa Cruz contra la prensa, la Justicia y, en general, todos aquéllos que se atrevieron a formular críticas o denuncias de la rampante corrupción que habían convertido en la razón de ser de su proyecto político.
En otro orden de cosas, y dado que el Congreso retiró de la lista de empresas públicas a privatizar a Aerolíneas Argentinas, me permito sugerir al Presidente que recurra a la sociedad y le requiera, en un referéndum, su opinión sobre el tema.
Con los paros salvajes que disparan casi a diario los múltiples sindicatos de “Su Compañía”, que a las líneas low-cost y a tantos ciudadanos perjudican, no tengo duda alguna de que Milei recibiría carta blanca para cerrarla de una buena vez o venderla y terminar con tantas extorsiones de estos gremialistas desembozadamente kirchneristas.
Ese mismo mecanismo, la consulta pública, debería usarla también para poner un definitivo fin a la venganza de los terroristas contra los militares que los vencieron e impidieron así que un régimen como el cubano o el venezolano se instalara en la Argentina.
Para terminar, una breve reflexión sobre lo que puede ocurrir el 4 de noviembre próximo en las elecciones de Estados Unidos, cuando Kamala Harris y Donald Trump disputarán por el cargo público más importante del globo.
Hoy, las encuestas hablan de un virtual empate técnico en cantidad de votos pero, dado que quien gana cada Estado se lleva todos los electores del mismo, es altamente probable que se repita lo sucedido cuando Hillary Clinton obtuvo dos millones más que Trump pero fue éste quien accedió al Despacho Oval.
La esperanza libertaria sobre un triunfo del republicano que, por la simpatía por Milei que ha exhibido desde que éste asumiera el poder, redundaría en un inmediato y fortísimo apoyo ante el Fondo Monetario Internacional, me parece exagerada; quien llegue a la Casa Blanca en enero tendrá otras y urgentes prioridades antes de dedicarle atención al caso argentino.
La invasión de Rusia a Ucrania, la dura respuesta israelí al ataque terrorista de Hamás, la belicosidad de Xi Jimping en el sudeste asiático, los permanentes atentados hutíes al comercio internacional en el Mar Rojo, la crisis migratoria permanente en la frontera con México, hasta la situación que vive Venezuela por la salvaje represión de Nicolás Maduro para perpetuarse en el poder, contrapuesto al interés norteamericano por esa fuente caribeña de petróleo, serán consideradas antes que las penurias que sufrimos tan al sur del continente.
O sea, aunque gane Trump, no creo que los auxilios a los que el Gobierno aspira lleguen, si lo hacen, antes de junio de 2025, una eternidad desde nuestra peculiar óptica, que considera largo plazo a la semana próxima.
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Por Dr. Enrique Guillermo Avogadro.
Los argentinos somos, lamentablemente en muchos aspectos y positivamente en otros, sobre todo individuales, algo excepcional en el mundo.
Y en lo que a la política se refiere, muy tristemente originales. Estas humildes notas, que escribo hace ya veinte años, no tienen la pretensión de hacer historia (salvo que se las lea en forma sucesiva) sino que sólo aspiran a comentar los hechos cotidianos desde mi propia óptica, siempre cuestionable.
Entonces, para no volver al siglo XX y tener que retrotraernos al menos hasta 1973 y la elección de la dupla Perón-Perón, nos quedaremos en el XXI, que ya es mayorcito pues está próximo a cumplir veinticinco años, y pondré mi lupa sólo en la última década, cuando nos dimos el lujo de convalidar, con nuestro voto, dispositivos de gobierno por completo irracionales.
¿O no es cierto que tuvimos una fórmula presidencial en la cual la jefatura del Estado estaba, en realidad, en manos de una Vicepresidente que, por tuit, designó a un títere para encabezarla?
¿No lo es, también, que en 2023 votamos a un curioso personaje porque supo interpretar como nadie la sensación de hartazgo que impregnaba a la sociedad?
¿No sabíamos, cuando lo elevamos a la primera magistratura, que llegaba absolutamente solo, sin partido, sin gobernadores, senadores, diputados ni intendentes propios?
Pero lo que seguramente no sabíamos es que diseñaría este singular dispositivo institucional, en el que todas las decisiones no económicas pasan por la extraña dupla que lo acompaña en el “triángulo de hierro”.
La todopoderosa hermana Karina, la “Jefa” del Presidente, carece formación cultural y de experiencia política, y el joven asesor multipropósito Santiago Caputo no es funcionario público sino que, aparentemente, se desempeña en una empresa privada.
Sin embargo, las órdenes que emite el dúo deben ser obedecidas a rajatabla y sin discusión, so pena de eyección inmediata, con malas maneras y hasta denuncias penales, aunque ocupen los más altos cargos de la administración y del Congreso.
Todo eso podría ser, finalmente, irrelevante, si no fuera porque la política tiene una enorme repercusión sobre la economía, sobre todo en la percepción que de ésta tienen los inversores propios y externos y, por ello, en sus expectativas para el futuro.
Milei goza de las mieles de una opinión pública que lo sigue acunando con porcentajes inusitados por el monumental ajuste que vivimos. Ese esperanzado apoyo social, tal como lo describe la Universidad di Tella, le concede un crédito que, sorprendentemente, llega hasta fin de su mandato.
Pero no debe olvidar que Victoria Villarruel tiene la misma legitimidad de origen que él, y que también tiene el acompañamiento de la opinión pública; permitirle a la dupla antes descripta que la critique y la margine diariamente de la gestión no parece ser un buen camino.
Si bien no son épocas ni situaciones comparables, resulta útil recordar qué sucedió con Fernando de la Rúa cuando Carlos “Chacho” Álvarez pegó un portazo y renunció a la Vicepresidencia.
Espero que Javier Milei reflexione y deje de ser la imagen invertida del kirchnerismo, que tanto daño le hizo a la República liberal que dice admirar.
Hasta hoy resulta imposible no comparar las actitudes del Presidente y su tropa de cibernautas agresivos con la infame persecución que desataron los pingüinos de Santa Cruz contra la prensa, la Justicia y, en general, todos aquéllos que se atrevieron a formular críticas o denuncias de la rampante corrupción que habían convertido en la razón de ser de su proyecto político.
En otro orden de cosas, y dado que el Congreso retiró de la lista de empresas públicas a privatizar a Aerolíneas Argentinas, me permito sugerir al Presidente que recurra a la sociedad y le requiera, en un referéndum, su opinión sobre el tema.
Con los paros salvajes que disparan casi a diario los múltiples sindicatos de “Su Compañía”, que a las líneas low-cost y a tantos ciudadanos perjudican, no tengo duda alguna de que Milei recibiría carta blanca para cerrarla de una buena vez o venderla y terminar con tantas extorsiones de estos gremialistas desembozadamente kirchneristas.
Ese mismo mecanismo, la consulta pública, debería usarla también para poner un definitivo fin a la venganza de los terroristas contra los militares que los vencieron e impidieron así que un régimen como el cubano o el venezolano se instalara en la Argentina.
Para terminar, una breve reflexión sobre lo que puede ocurrir el 4 de noviembre próximo en las elecciones de Estados Unidos, cuando Kamala Harris y Donald Trump disputarán por el cargo público más importante del globo.
Hoy, las encuestas hablan de un virtual empate técnico en cantidad de votos pero, dado que quien gana cada Estado se lleva todos los electores del mismo, es altamente probable que se repita lo sucedido cuando Hillary Clinton obtuvo dos millones más que Trump pero fue éste quien accedió al Despacho Oval.
La esperanza libertaria sobre un triunfo del republicano que, por la simpatía por Milei que ha exhibido desde que éste asumiera el poder, redundaría en un inmediato y fortísimo apoyo ante el Fondo Monetario Internacional, me parece exagerada; quien llegue a la Casa Blanca en enero tendrá otras y urgentes prioridades antes de dedicarle atención al caso argentino.
La invasión de Rusia a Ucrania, la dura respuesta israelí al ataque terrorista de Hamás, la belicosidad de Xi Jimping en el sudeste asiático, los permanentes atentados hutíes al comercio internacional en el Mar Rojo, la crisis migratoria permanente en la frontera con México, hasta la situación que vive Venezuela por la salvaje represión de Nicolás Maduro para perpetuarse en el poder, contrapuesto al interés norteamericano por esa fuente caribeña de petróleo, serán consideradas antes que las penurias que sufrimos tan al sur del continente.
O sea, aunque gane Trump, no creo que los auxilios a los que el Gobierno aspira lleguen, si lo hacen, antes de junio de 2025, una eternidad desde nuestra peculiar óptica, que considera largo plazo a la semana próxima.
Hasta el sábado, si Dios lo permite.
Un fraternal abrazo.
Enrique Guillermo Avogadro
Abogado
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Cel. en Argentina (+54911) o (15) 4473 4003
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Setiembre 2, 2024
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