Con motivo de la conmemoración de un nuevo aniversario de la gesta de Malvinas, el Presidente de la Nación llamó a la sociedad a “reconciliarse con las Fuerzas Armadas”; llamativa proclama si se tiene en cuenta que lo que sucedió en la Argentina hace ya más de 40 años, no es un tema de preocupación de la sociedad.
Cada vez que se habla de este tema, el mismo no mueve el amperímetro de la gente, que esta solo preocupada por la situación económica y social que nos toca atravesar. En cambio, es un tema que si desvela a las orgas de los derechos humanos y a los medios de comunicaciones que le son afines. Simplemente hacen mucho ruido y atraen la atención de todos. Tan solo eso.
Basta con sentarse en cualquier mesa de café de algún bar o ponerse a charlar en la cola de un supermercado para advertir que a la gente le importa un rábano lo sucedido en la época del proceso militar, más aún, están repodridos de los organismos de derechos humanos, en especial de sus negociados que desde hace tiempo están saliendo a la luz.
Esto se nota mucho más en una ciudad como Rosario, cruzada por la violencia de los grupos narcos, en la cual no hay rosarino, que no clame por un Unimog con soldados apostado en la esquina de su casa.
Hace tiempo ya que la sociedad se reconcilió con sus Fuerzas Armadas, simplemente porque logró cicatrizar las heridas que dejó un pasado violento como fue el que nos tocó vivir en la década del 70. Solo el delirio de una izquierda -cada vez más radicalizada- y de grupos opositores -que buscan cualquier excusa para enfrentar al gobierno y hasta eyectarlo de la Rosada- intentan mantener abierta una herida, que reiteramos la sociedad ya cerró.
El problema acá no es la sociedad, sino la perfecta ingeniería legal que nos legó los gobiernos kirchneristas y que ningún gobierno opositor tuvo las agallas necesarias para desarmarla. No las tuvo el gobierno de Macri y parece no tenerlas el actual.
No se puede respetar a una justicia que se ha degrado ella misma. Nadie de la política se anima a enfrentar este mal. Al contrario, bajo la pusilánime expresión de que “hay respetar a la Justicia”, han mantenido el status jurídico de los denominados juicios de lesa humanidad, cuando ya no hay un solo jurista serio en el país, que no exprese que se trata de juicios arbitrarios, irregulares y totalmente prevaricadores.
Incluso, varios de los que participaron como fiscales o jueces en el denominado juicio a la Juntas, han expresado lo mismo. Más aún, muchos jueces en la actualidad también sostienen lo mismo, no lo dicen en sus sentencias -si en la intimidad- porque temen que si lo hacen se les vuelta en contra -al tener que desdecirse de lo que vienen diciendo por años-; no deseando perder así su gran sitial de señorío que ocupan. Ni hablar de que muchos políticos igualmente manifiestan lo mismo “por lo bajo” aunque en público clamen exactamente lo contrario.
Todos tenemos en claro que en los últimos veinte años, Argentina juzgó y condenó a todos los máximos responsables del Proceso Militar, como fueron los generales, los coroneles y los comisarios, incluso en reiteradas oportunidades, quienes en su mayoría ya están fallecidos; y que no se puede seguir “eternizando” estos juicios ahora con quienes en los años 70 eran tenientes, subtenientes, sargentos, cabos y simplemente agentes de policías; malgastando los escasos recursos de la Justicia en estos juicios en vez de utilizarlos para investigar, juzgar y condenar a los narcotraficantes y sobre todo a los corruptos que saquearon el país en esos veinte años.
Aquí esta, como se dice el “quid de la cuestión”, el que todos saben, pero nadie se atreve a decirlo y menos a ponerle punto final. Los jueces le echan la culpa a los políticos, los políticos a los jueces y todo sigue igual. Como todos son responsables, en definitiva nadie lo es.
La verdad no se entiende cual es el miedo que se les tiene a “cuatro gatos locos” que gritan como desaforados. Haga lo que haga este gobierno lo van a insultar, denostar e intentar voltear; sobre todo los medios de comunicación en los cuales intentan hacerse fuerte. Más allá de todo ese fuego de artificio, lo cierto es que el actual gobierno ganó con el 55,70% de los votos y a pesar de la “motosierra y la licuadora” sigue teniendo una imagen positiva del 48 %.
Dicho de otro modo, veamos, cuantos habitantes tiene CABA, según el último censo cerca de tres millones cien mil, que cien mil “copen la Plaza de Mayo” en una marcha no llega ni al 4% de la población; cuantos habitantes tiene Rosario, según el mismo censo cerca de un millón seiscientos mil personas, que ochenta mil marchen al Monumento a la Bandera no llega ni al 10 % de la población. Entonces, como dijo nuestro General San Martin: “Hace más ruido un hombre gritando que cien mil callados” o de otra manera Élisée Loustalot: “Los grandes solo nos parecen grandes porque estamos de rodillas”
Como hemos sostenido en reiteradas oportunidades, sino se salda el pasado no hay futuro. Es la clase política la que debe reconciliarse con las Fuerzas Armadas, la misma que en los años 70 las compelieron a defender a la Nación para salvarse el “tuje”. Como lo hicieron y ahora gozan de ello, las denostan. Claro, para esa tarea hace falta “cojones”, para mirar hacia la historia no en las elecciones de medio termino. Un verdadero cambio cultural, que incluya una depuración del Poder Judicial de la Nación.
Tan simple pero tan osado a la vez.
Para la sociedad este tema de los 70, como dicen los adolescentes, “ya fue”.
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Por Dr. Gonzalo P. Miño.
Con motivo de la conmemoración de un nuevo aniversario de la gesta de Malvinas, el Presidente de la Nación llamó a la sociedad a “reconciliarse con las Fuerzas Armadas”; llamativa proclama si se tiene en cuenta que lo que sucedió en la Argentina hace ya más de 40 años, no es un tema de preocupación de la sociedad.
Cada vez que se habla de este tema, el mismo no mueve el amperímetro de la gente, que esta solo preocupada por la situación económica y social que nos toca atravesar. En cambio, es un tema que si desvela a las orgas de los derechos humanos y a los medios de comunicaciones que le son afines. Simplemente hacen mucho ruido y atraen la atención de todos. Tan solo eso.
Basta con sentarse en cualquier mesa de café de algún bar o ponerse a charlar en la cola de un supermercado para advertir que a la gente le importa un rábano lo sucedido en la época del proceso militar, más aún, están repodridos de los organismos de derechos humanos, en especial de sus negociados que desde hace tiempo están saliendo a la luz.
Esto se nota mucho más en una ciudad como Rosario, cruzada por la violencia de los grupos narcos, en la cual no hay rosarino, que no clame por un Unimog con soldados apostado en la esquina de su casa.
Hace tiempo ya que la sociedad se reconcilió con sus Fuerzas Armadas, simplemente porque logró cicatrizar las heridas que dejó un pasado violento como fue el que nos tocó vivir en la década del 70. Solo el delirio de una izquierda -cada vez más radicalizada- y de grupos opositores -que buscan cualquier excusa para enfrentar al gobierno y hasta eyectarlo de la Rosada- intentan mantener abierta una herida, que reiteramos la sociedad ya cerró.
El problema acá no es la sociedad, sino la perfecta ingeniería legal que nos legó los gobiernos kirchneristas y que ningún gobierno opositor tuvo las agallas necesarias para desarmarla. No las tuvo el gobierno de Macri y parece no tenerlas el actual.
No se puede respetar a una justicia que se ha degrado ella misma. Nadie de la política se anima a enfrentar este mal. Al contrario, bajo la pusilánime expresión de que “hay respetar a la Justicia”, han mantenido el status jurídico de los denominados juicios de lesa humanidad, cuando ya no hay un solo jurista serio en el país, que no exprese que se trata de juicios arbitrarios, irregulares y totalmente prevaricadores.
Incluso, varios de los que participaron como fiscales o jueces en el denominado juicio a la Juntas, han expresado lo mismo. Más aún, muchos jueces en la actualidad también sostienen lo mismo, no lo dicen en sus sentencias -si en la intimidad- porque temen que si lo hacen se les vuelta en contra -al tener que desdecirse de lo que vienen diciendo por años-; no deseando perder así su gran sitial de señorío que ocupan. Ni hablar de que muchos políticos igualmente manifiestan lo mismo “por lo bajo” aunque en público clamen exactamente lo contrario.
Todos tenemos en claro que en los últimos veinte años, Argentina juzgó y condenó a todos los máximos responsables del Proceso Militar, como fueron los generales, los coroneles y los comisarios, incluso en reiteradas oportunidades, quienes en su mayoría ya están fallecidos; y que no se puede seguir “eternizando” estos juicios ahora con quienes en los años 70 eran tenientes, subtenientes, sargentos, cabos y simplemente agentes de policías; malgastando los escasos recursos de la Justicia en estos juicios en vez de utilizarlos para investigar, juzgar y condenar a los narcotraficantes y sobre todo a los corruptos que saquearon el país en esos veinte años.
Aquí esta, como se dice el “quid de la cuestión”, el que todos saben, pero nadie se atreve a decirlo y menos a ponerle punto final. Los jueces le echan la culpa a los políticos, los políticos a los jueces y todo sigue igual. Como todos son responsables, en definitiva nadie lo es.
La verdad no se entiende cual es el miedo que se les tiene a “cuatro gatos locos” que gritan como desaforados. Haga lo que haga este gobierno lo van a insultar, denostar e intentar voltear; sobre todo los medios de comunicación en los cuales intentan hacerse fuerte. Más allá de todo ese fuego de artificio, lo cierto es que el actual gobierno ganó con el 55,70% de los votos y a pesar de la “motosierra y la licuadora” sigue teniendo una imagen positiva del 48 %.
Dicho de otro modo, veamos, cuantos habitantes tiene CABA, según el último censo cerca de tres millones cien mil, que cien mil “copen la Plaza de Mayo” en una marcha no llega ni al 4% de la población; cuantos habitantes tiene Rosario, según el mismo censo cerca de un millón seiscientos mil personas, que ochenta mil marchen al Monumento a la Bandera no llega ni al 10 % de la población. Entonces, como dijo nuestro General San Martin: “Hace más ruido un hombre gritando que cien mil callados” o de otra manera Élisée Loustalot: “Los grandes solo nos parecen grandes porque estamos de rodillas”
Como hemos sostenido en reiteradas oportunidades, sino se salda el pasado no hay futuro. Es la clase política la que debe reconciliarse con las Fuerzas Armadas, la misma que en los años 70 las compelieron a defender a la Nación para salvarse el “tuje”. Como lo hicieron y ahora gozan de ello, las denostan. Claro, para esa tarea hace falta “cojones”, para mirar hacia la historia no en las elecciones de medio termino. Un verdadero cambio cultural, que incluya una depuración del Poder Judicial de la Nación.
Tan simple pero tan osado a la vez.
Para la sociedad este tema de los 70, como dicen los adolescentes, “ya fue”.
PrisioneroEnArgentina.com
Abril 7, 2024