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  Por David Collado.

Ronald Reagan no sólo estaba dispuesto a cambiar de opinión, sino que también lo admitió abiertamente. Dos ejemplos: el déficit se volvió tan grave que finalmente Reagan aumentó los impuestos en su segundo mandato (esto rara vez se comenta)… y otro ejemplo: Reagan, que hablaba con dureza sobre la Unión Soviética, en realidad cambió de opinión cuando conoció y habló con Gorbachov, a quien apreciaba mucho.

Y Reagan llegó a querer no sólo límites a las nuevas armas nucleares, sino que realmente consideró la posibilidad de reducir el arsenal nuclear si la URSS (Rusia) estaba de acuerdo.

Como seres humanos, Reagan y Trump difícilmente podrían ser más diferentes. Reagan trataba bien a los políticos y periodistas demócratas, diciendo que no se tomaba nada personalmente; sus oponentes simplemente estaban haciendo su trabajo. Trump se toma la más mínima crítica extremadamente personal.

Y más allá de eso, no podrían ser más diferentes en la cantidad de clase (o falta de ella) que mostraban. Reagan se daría cuenta de que un candidato que llamara a su oponente femenina “una vicepresidenta de mierda” y, peor aún, que aprobara el uso de la “palabra que empieza por C” sería despreciable. Escuchar a Reagan, incluso como liberal, era escuchar a un hombre elocuente y con mucha clase, lo opuesto a un patán grosero y arrogante.

 


PrisioneroEnArgentina.com

Noviembre 3, 2024


 

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