Muchos medios de comunicación y el propio Diccionario Oxford han designado la “posverdad” como palabra o concepto instalada a partir del año 2016. La era de la posverdad ha llegado y parece para quedarse entre nosotros. Con este término se definen aquellos acontecimientos en los que tanto las creencias personales como las emociones juegan un papel más importante que los hechos objetivos en la formación de la opinión pública.
La comunicación ha sufrido una revolución sin precedentes de la que todavía estamos extrayendo sus consecuencias más inmediatas. En pocos años miles de internautas han tomado el mando y se han convertido en fuentes de información para un público cautivo que únicamente se informa a través de lo que lee en Facebook o de lo que se convierte en trending topic. Ese poder antes residía en un puñado de corporaciones, dueñas de los mass media de medio mundo, que a pesar de estar en manos de magnates o de entidades financieras, se tornaban más reconocibles e identificables. Hoy la socialización de las grandes informaciones se ha diversificado de forma exponencial y resulta complicado asignar una noticia a una fuente concreta o confirmar su veracidad.
El primer efecto de este fenómeno es la visión miope y reduccionista con el que observa la realidad un gran segmento de la opinión pública. El segundo, la gran capacidad/poder que adquieren las redes sociales para manipular e intoxicar la descripción del momento político, económico y social con informaciones falsas. Por último, el gran mosaico, mayoritariamente audiovisual, que ofrecen los nuevos medios está cargado de símbolos y emociones, desde los que se busca el agrado y la aceptación de los demás a través de los “me gusta” o de las veces que se comparte un contenido. Y como se ha repetido hasta la saciedad, la información veraz siempre ha estado reñida con los impactos emocionales y la frivolidad de las noticias, que mezcladas en esta coctelera en línea nunca sabremos hasta el día después que resaca nos va a dejar.
Así, entonces, nos encontramos que frente a los grandes desafíos de nuestro tiempo, como es, entre otros, el ataque al derecho humano de la vida, en todas sus manifestaciones y también los flagelos que amenazan la sociedad humana, como lo es la trata de personas, donde un colectivo de aproximadamente 21.000.000 de personas son víctimas, nos tropezamos con que, al ponderarlos desde los criterios y dictámenes de esta época de posverdad, suelen ser abordados desde una equívoca adecuación del mundo de las ideas a la realidad. De este modo, las conclusiones a las que arribamos terminan siendo falaces y falsas, como nos ha hablado el Santo Padre Francisco sobre este peligro y este mal.
Lo vivimos en estos días en nuestra realidad nacional con el debate sobre la temática del aborto legalizado. En el orden mundial, intereses mezquinos y parciales, hacen recrudecer el mal de la trata de personas, Quizás se nos esté presentando a todos el desafío de cultivar la humildad para reconocer la más genuina verdad de cada realidad, y descubrir que la plenitud de la vida está en que cada hombre se convierta en servidor de la verdad, no de las elaboraciones o posiciones ideológicas del colectivo de turno, ejemplos de esto, nos recuerdan, a propósito del aborto, que las estadísticas de muerte por aborto no reflejan las afirmaciones que, a diario, esgrimen algunos grupos de opinión; o en el caso de Santiago Maldonado, se ha instalado una idea falaz, que, además, se pretende autenticar con el film que próximamente se estará estrenando en los cines del país.-
Vivir en la verdad supone, sin dudas, el compromiso consigo mismo y con los demás, de aceptar la objetividad que deviene de la realidad de los hechos, sin “maquillaje” ni “conveniencias de cualquier tipo” para que la misma Verdad nos ilumine y nos haga recorrer los caminos correctos que nos hagan más humanos, más personas.
Dejar la Verdad, supone adentrarnos en los laberintos oscuros y grises de la ideología, del desencuentro y del monólogo que solo ponderan unilateral y sesgadamente lo que las cosas, los hechos y los otros son en realidad.
Vivamos en la Verdad, busquemos humildemente servirla y dejemos la hipocresía y la mentira que impiden que podamos alcanzar las más altas virtudes y los más altos ideales a los que estamos llamados para realizarnos como personas, en el más alto sentido de la palabra, y ayudar a otros a realizarse plenamente. Además, tengamos siempre presente que, para nosotros, Cristo es la Verdad y la “Verdad nos hace libres” (Jn. 8,32)
Hasta el próximo mes. Aprovecho y les envío mi saludo y mi bendición. –
Queridos hermanos y amigos:
Muchos medios de comunicación y el propio Diccionario Oxford han designado la “posverdad” como palabra o concepto instalada a partir del año 2016. La era de la posverdad ha llegado y parece para quedarse entre nosotros. Con este término se definen aquellos acontecimientos en los que tanto las creencias personales como las emociones juegan un papel más importante que los hechos objetivos en la formación de la opinión pública.
La comunicación ha sufrido una revolución sin precedentes de la que todavía estamos extrayendo sus consecuencias más inmediatas. En pocos años miles de internautas han tomado el mando y se han convertido en fuentes de información para un público cautivo que únicamente se informa a través de lo que lee en Facebook o de lo que se convierte en trending topic. Ese poder antes residía en un puñado de corporaciones, dueñas de los mass media de medio mundo, que a pesar de estar en manos de magnates o de entidades financieras, se tornaban más reconocibles e identificables. Hoy la socialización de las grandes informaciones se ha diversificado de forma exponencial y resulta complicado asignar una noticia a una fuente concreta o confirmar su veracidad.
El primer efecto de este fenómeno es la visión miope y reduccionista con el que observa la realidad un gran segmento de la opinión pública. El segundo, la gran capacidad/poder que adquieren las redes sociales para manipular e intoxicar la descripción del momento político, económico y social con informaciones falsas. Por último, el gran mosaico, mayoritariamente audiovisual, que ofrecen los nuevos medios está cargado de símbolos y emociones, desde los que se busca el agrado y la aceptación de los demás a través de los “me gusta” o de las veces que se comparte un contenido. Y como se ha repetido hasta la saciedad, la información veraz siempre ha estado reñida con los impactos emocionales y la frivolidad de las noticias, que mezcladas en esta coctelera en línea nunca sabremos hasta el día después que resaca nos va a dejar.
Así, entonces, nos encontramos que frente a los grandes desafíos de nuestro tiempo, como es, entre otros, el ataque al derecho humano de la vida, en todas sus manifestaciones y también los flagelos que amenazan la sociedad humana, como lo es la trata de personas, donde un colectivo de aproximadamente 21.000.000 de personas son víctimas, nos tropezamos con que, al ponderarlos desde los criterios y dictámenes de esta época de posverdad, suelen ser abordados desde una equívoca adecuación del mundo de las ideas a la realidad. De este modo, las conclusiones a las que arribamos terminan siendo falaces y falsas, como nos ha hablado el Santo Padre Francisco sobre este peligro y este mal.
Lo vivimos en estos días en nuestra realidad nacional con el debate sobre la temática del aborto legalizado. En el orden mundial, intereses mezquinos y parciales, hacen recrudecer el mal de la trata de personas, Quizás se nos esté presentando a todos el desafío de cultivar la humildad para reconocer la más genuina verdad de cada realidad, y descubrir que la plenitud de la vida está en que cada hombre se convierta en servidor de la verdad, no de las elaboraciones o posiciones ideológicas del colectivo de turno, ejemplos de esto, nos recuerdan, a propósito del aborto, que las estadísticas de muerte por aborto no reflejan las afirmaciones que, a diario, esgrimen algunos grupos de opinión; o en el caso de Santiago Maldonado, se ha instalado una idea falaz, que, además, se pretende autenticar con el film que próximamente se estará estrenando en los cines del país.-
Vivir en la verdad supone, sin dudas, el compromiso consigo mismo y con los demás, de aceptar la objetividad que deviene de la realidad de los hechos, sin “maquillaje” ni “conveniencias de cualquier tipo” para que la misma Verdad nos ilumine y nos haga recorrer los caminos correctos que nos hagan más humanos, más personas.
Dejar la Verdad, supone adentrarnos en los laberintos oscuros y grises de la ideología, del desencuentro y del monólogo que solo ponderan unilateral y sesgadamente lo que las cosas, los hechos y los otros son en realidad.
Vivamos en la Verdad, busquemos humildemente servirla y dejemos la hipocresía y la mentira que impiden que podamos alcanzar las más altas virtudes y los más altos ideales a los que estamos llamados para realizarnos como personas, en el más alto sentido de la palabra, y ayudar a otros a realizarse plenamente. Además, tengamos siempre presente que, para nosotros, Cristo es la Verdad y la “Verdad nos hace libres” (Jn. 8,32)
Hasta el próximo mes. Aprovecho y les envío mi saludo y mi bendición. –
+Santiago Olivera
Obispo Castrense de Argentina
Fuente: “Edificar”
Colaboración: Profesor Mario Sandoval
PrisioneroEnArgentina.com
Septiembre 5, 2018
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