Parece que el gobierno tiene la firme idea de avanzar con el proyecto de incluir a las Fuerzas Armadas en tareas de apoyo para la lucha contra el narcotráfico y habilitarlas para combatir eventuales acciones terroristas que puedan darse en el país.
Aún no está claro si ello se hará por decreto o por Ley. Por ahora solo se sabe que tanto el Ministerio de Defensa como el de Seguridad, están trabajando en el citado proyecto.
Ante esta cierta posibilidad, quien escribe adelanta, que no se está de acuerdo en el empleo de las Fuerzas Armadas para el combate del narcotráfico, ni aún en calidad de apoyo. No están ni entrenadas ni preparadas para ello. Tampoco es la misión que deben tener. Ello es un tema de las fuerzas de seguridad y en especial las federales. Más aún, lo que en realidad se debería hacer es crear una fuerza especial, dentro de las fuerzas de seguridad, destinadas exclusivamente al combate contra el narcotráfico, habilitándolas incluso a hacer inteligencia sobre los grupos narcos y con un presupuesto acorde para tal fin. Además, se deberían crear Unidades Fiscales especializadas en narcotráfico, que se ocupen únicamente de investigar este delito.
Sin mencionar obvio, que se debe establecer como política de estado que los jueces federales investiguen y condenen debidamente a los grupos narcos, sus ramificaciones empresariales y políticas, y se dejen de joder ya con los hechos que ocurrieron hace ya casi 50 años y que a nadie le importa.
Con respecto a incluir a las Fuerzas Armadas en la lucha contra el terrorismo, lo que en principio nos parece adecuado, no puede evitarse pensar si no se estará repitiendo la historia reciente.
En los años 70, un gobierno constitucional, totalmente sobrepasado por el demencial ataque terrorista que sufría nuestro país, ordenó la intervención de las Fuerzas Armadas para conjurar el mismo. Lo hizo con varios decretos y con la anuencia de la mayoría del arco político y de casi toda la sociedad. 50 años después, quienes cumplieron eficazmente esa orden, terminaron presos y condenados. Ese mismo arco político que apoyó la lucha contra el terrorismo hoy condena a quienes lo hicieron y la sociedad que los aplaudió ayer, hoy se muestra indiferente.
Al respecto el Ministro de Defensa ha dicho: “Es un absurdo que ante un ataque de un grupo terrorista como ocurrió en Israel con Hamas los militares no puedan actuar”. Le asiste razón al Señor Ministro, pero debe entender que el problema no es legal sino cultural.
Hasta que no se cambie el paradigma cultural que impusieron las organizaciones de derechos humanos por veinte años y que gran parte de la sociedad aceptó mansamente, de que todo lo que lleve uniforme es malo, que siempre lo serán y que hagan lo que hagan serán eternamente represores, no se podrá avanzar en un proyecto de tal naturaleza.
No olvidemos que para muchos el terrorismo es algo que solo sucede solamente en Medio Oriente. A su vez, para para los sectores de izquierda, a lo que es terrorismo, lo llaman “jóvenes idealistas”, “luchadores populares”, “organizaciones sociales” o “grupos autóctonos”; al punto que lo reivindican; como hacen con el grupo Hamas, llegando a decir que el Estado de Israel y que por el solo hecho de defenderse de ellos comete el delito de genocidio. Mientras que para una gran parte del periodismo –que dice lo políticamente correcto- se lo debe combatir, pero sin represión. Este extravagante razonamiento lo sufren hoy las fuerzas policíales y de seguridad, que por solo “mirar feo” a alguien, ni hablar si es un delincuente o un manifestante agrediendo o tirando piedras, ya es una “brutal represión”.
Reiteramos el cambio es cultural no tanto legal. Como dijimos en la columna de la semana pasada; resulta absurdo que se hagan homenajes a quienes heroicamente defendieron las unidades militares de ataques terroristas en el pasado y al mismo tiempo se calle que por esas mismas acciones heroicas, esos uniformados, sean infamemente condenados en delirantes juicios penales.
Primero hay que reivindicar a las Fuerzas Armadas, saldar su pasado y equiparlas debidamente para que eventualmente puedan defender la soberanía de la Patria. Después desratizar -como dijo el ex Fiscal General Moldes- el Poder Judicial de la Nación y agregamos el Ministerio Publico Fiscal, sobre todo de militantes y miembros de la perversa Justicia Legitima. Para luego si, sancionar una batería de leyes (Congreso Nacional por medio) que las habilite a la lucha contra el terrorismo, salvo conducto legal incluido, como es en cualquier parte del mundo. Primero las medias y después los zapatos.
Porque es lógico que cualquier oficial en actividad, de cualquiera de las tres fuerzas armadas, piense diez veces antes de actuar -en caso de que se lo requiera ante un ataque terrorista-, sabiendo lo que le pasó a sus camaradas, con el serio temor de que en algunos años termine preso por cometer delitos de lesa humanidad. No es un dato menor que muchos de esos oficiales en actividad tienen un padre, un tío o un abuelo preso por haber hecho lo mismo en los años 70. O peor, lo vio morirse en una prisión por ese motivo.
Resulta un disparate que se piense en hacer intervenir a las fuerzas armadas en la lucha contra el narcotráfico, cuando quienes lo hicieron en la década del 70 son sometidos a infames juicios y condenados a la pena más alta. ¿Qué seguridad o respaldo jurídico tendrá el soldado que hoy o mañana que sea llamado a esa misión?
La sociedad, pero sobre todo los Altos Mandos militares deberían pensar y reflexionar en ello.
Como digo el poeta y filósofo español Jorge Agustín Nicolás Ruiz de Santayana “quien olvida su historia está condenado a repetirla”.
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Por Dr. Gonzalo P. Miño.
Parece que el gobierno tiene la firme idea de avanzar con el proyecto de incluir a las Fuerzas Armadas en tareas de apoyo para la lucha contra el narcotráfico y habilitarlas para combatir eventuales acciones terroristas que puedan darse en el país.
Aún no está claro si ello se hará por decreto o por Ley. Por ahora solo se sabe que tanto el Ministerio de Defensa como el de Seguridad, están trabajando en el citado proyecto.
Ante esta cierta posibilidad, quien escribe adelanta, que no se está de acuerdo en el empleo de las Fuerzas Armadas para el combate del narcotráfico, ni aún en calidad de apoyo. No están ni entrenadas ni preparadas para ello. Tampoco es la misión que deben tener. Ello es un tema de las fuerzas de seguridad y en especial las federales. Más aún, lo que en realidad se debería hacer es crear una fuerza especial, dentro de las fuerzas de seguridad, destinadas exclusivamente al combate contra el narcotráfico, habilitándolas incluso a hacer inteligencia sobre los grupos narcos y con un presupuesto acorde para tal fin. Además, se deberían crear Unidades Fiscales especializadas en narcotráfico, que se ocupen únicamente de investigar este delito.
Sin mencionar obvio, que se debe establecer como política de estado que los jueces federales investiguen y condenen debidamente a los grupos narcos, sus ramificaciones empresariales y políticas, y se dejen de joder ya con los hechos que ocurrieron hace ya casi 50 años y que a nadie le importa.
Con respecto a incluir a las Fuerzas Armadas en la lucha contra el terrorismo, lo que en principio nos parece adecuado, no puede evitarse pensar si no se estará repitiendo la historia reciente.
En los años 70, un gobierno constitucional, totalmente sobrepasado por el demencial ataque terrorista que sufría nuestro país, ordenó la intervención de las Fuerzas Armadas para conjurar el mismo. Lo hizo con varios decretos y con la anuencia de la mayoría del arco político y de casi toda la sociedad. 50 años después, quienes cumplieron eficazmente esa orden, terminaron presos y condenados. Ese mismo arco político que apoyó la lucha contra el terrorismo hoy condena a quienes lo hicieron y la sociedad que los aplaudió ayer, hoy se muestra indiferente.
Al respecto el Ministro de Defensa ha dicho: “Es un absurdo que ante un ataque de un grupo terrorista como ocurrió en Israel con Hamas los militares no puedan actuar”. Le asiste razón al Señor Ministro, pero debe entender que el problema no es legal sino cultural.
Hasta que no se cambie el paradigma cultural que impusieron las organizaciones de derechos humanos por veinte años y que gran parte de la sociedad aceptó mansamente, de que todo lo que lleve uniforme es malo, que siempre lo serán y que hagan lo que hagan serán eternamente represores, no se podrá avanzar en un proyecto de tal naturaleza.
No olvidemos que para muchos el terrorismo es algo que solo sucede solamente en Medio Oriente. A su vez, para para los sectores de izquierda, a lo que es terrorismo, lo llaman “jóvenes idealistas”, “luchadores populares”, “organizaciones sociales” o “grupos autóctonos”; al punto que lo reivindican; como hacen con el grupo Hamas, llegando a decir que el Estado de Israel y que por el solo hecho de defenderse de ellos comete el delito de genocidio. Mientras que para una gran parte del periodismo –que dice lo políticamente correcto- se lo debe combatir, pero sin represión. Este extravagante razonamiento lo sufren hoy las fuerzas policíales y de seguridad, que por solo “mirar feo” a alguien, ni hablar si es un delincuente o un manifestante agrediendo o tirando piedras, ya es una “brutal represión”.
Reiteramos el cambio es cultural no tanto legal. Como dijimos en la columna de la semana pasada; resulta absurdo que se hagan homenajes a quienes heroicamente defendieron las unidades militares de ataques terroristas en el pasado y al mismo tiempo se calle que por esas mismas acciones heroicas, esos uniformados, sean infamemente condenados en delirantes juicios penales.
Primero hay que reivindicar a las Fuerzas Armadas, saldar su pasado y equiparlas debidamente para que eventualmente puedan defender la soberanía de la Patria. Después desratizar -como dijo el ex Fiscal General Moldes- el Poder Judicial de la Nación y agregamos el Ministerio Publico Fiscal, sobre todo de militantes y miembros de la perversa Justicia Legitima. Para luego si, sancionar una batería de leyes (Congreso Nacional por medio) que las habilite a la lucha contra el terrorismo, salvo conducto legal incluido, como es en cualquier parte del mundo. Primero las medias y después los zapatos.
Porque es lógico que cualquier oficial en actividad, de cualquiera de las tres fuerzas armadas, piense diez veces antes de actuar -en caso de que se lo requiera ante un ataque terrorista-, sabiendo lo que le pasó a sus camaradas, con el serio temor de que en algunos años termine preso por cometer delitos de lesa humanidad. No es un dato menor que muchos de esos oficiales en actividad tienen un padre, un tío o un abuelo preso por haber hecho lo mismo en los años 70. O peor, lo vio morirse en una prisión por ese motivo.
Resulta un disparate que se piense en hacer intervenir a las fuerzas armadas en la lucha contra el narcotráfico, cuando quienes lo hicieron en la década del 70 son sometidos a infames juicios y condenados a la pena más alta. ¿Qué seguridad o respaldo jurídico tendrá el soldado que hoy o mañana que sea llamado a esa misión?
La sociedad, pero sobre todo los Altos Mandos militares deberían pensar y reflexionar en ello.
Como digo el poeta y filósofo español Jorge Agustín Nicolás Ruiz de Santayana “quien olvida su historia está condenado a repetirla”.
PrisioneroEnArgentina.com
Febrero 4, 2024
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