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  Por CLAUDIO VALERIO.

Muchas son las personas que se aprovechan de los sentimientos religiosos de la gente sencilla para sacar dinero. Sin ir más lejos conocemos casos, dolorosos por cierto, de sacerdotes que han aprovechado su liderazgo y la confianza de la comunidad para enriquecerse. Esta explotación económica es muy frecuente en las iglesias de garaje en las que, pastores inescrupulosos, aprovechando situaciones de histeria colectiva, imponen pesadas contribuciones. Y, si de hablar de desfigurar el sentido de la religión se trata, otra forma de es la de atribuir poderes excepcionales a determinados objetos, los cuales ofrecen una protección a quienes los usan. Obviamente, hay un lucrativo negocio alrededor de estos objetos.

La presencia de estos negocios, que son necesarios para atender a las necesidades de los visitantes, muchas veces desfigura el sentido de la experiencia religiosa que ofrece ese santuario. Los negocios eclipsan la dimensión religiosa. Dentro de la religión judía, los fieles hacían ofrendas de animales en las grandes fiestas religiosas, como también con ocasión de acontecimientos personales y familiares particulares. Y, para satisfacer esta demanda de bueyes, ovejas y palomas, habían surgido múltiples negocios alrededor del templo de Jerusalén. Además, como muchos de los fieles procedían del extranjero, existían casas de cambio para adquirir la moneda local.

La realidad es que alrededor de los grandes centros de peregrinación de la Iglesia católica, en la misma encontramos venta de souvenirs, objetos religiosos, restaurantes, bares, etc. Ningún santuario se escapa de esta plaga (el Señor de los Milagros de Buga, el Divino Niño, la Virgen de Chiquinquirá, Lourdes, Fátima…)

El hecho ser templos de Dios ilumina con  una luz particular la dignidad humana: la vida humana es sagrada, nadie puede disponer de ella; y sobre este valor sagrado de la vida humana se levanta esa construcción formidable de los derechos humanos.

Es hora de terminar esta escena, llena de dramatismo y pasión, haciendo respetar unos derechos y deberes que hay que poner en práctica: Nosotros somos templos a partir de unos valores sagrados que adquirimos de nuestra meditación dominical. Empecemos asistiendo al pasaje del templo físico al templo, es decir, lugar de encuentro entre lo divino y lo humano.

 

Desde la ciudad de Campana (Buenos Aires), recibe un saludo, y mi deseo de que prosperes en todo, y derrames Salud, Paz, Amor, y mucha prosperidad.

Claudio Valerio

© Valerius

 


PrisioneroenArgentina.com

Marzo 13, 2021


 

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