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Grl Heriberto Justo Auel

Mayo de 2024

“El que sabe cuándo puede volar y cuando no, será victorioso”.

Sun Tzu – 544-496 a. C.

 

  1. Las Estrategias Militares.
  2. La estrategia militar de “aniquilamiento”.
  3. La estrategia militar de “desgaste”
  4. La actual estrategia militar de “desgaste” de Rusia, en Ucrania.
  5. Las guerras en el siglo XXI.

 

  1. Las Estrategias Militares.

 

Para quienes siguen -mes a mes- nuestros ensayos referidos a la evolución de la situación estratégica internacional, regional y propia, recordarán que en el pasado mes de Abril publicamos ¿“Qué especie de guerra pelean rusos y ucranianos?” (1). En él establecíamos el encuadramiento de esta guerra en las categorías polemológicas teóricas. En el presente ensayo bajaremos un escalón, estableciendo aquello que en los dos últimos años hemos observado como “actitudes estratégicas” de los contendores y de las probabilidades de cambios que podrían devenir, impuestos por las actuales circunstancias.

Nos ha motivado -en la elección de este tema- el erudito trabajo publicado en RUSI (2) por Alex Vershinin -Dr. en Jurisprudencia y Director de la Biblioteca Nacional de Rusia-, que en su “Conclusión”, advierte:

“Si Occidente se toma en serio un posible conflicto entre grandes potencias, debe examinar detenidamente su capacidad industrial, su doctrina de movilización y sus medios para librar una guerra prolongada, en lugar de realizar simulacros de guerra que abarquen un solo mes de conflicto y esperar que la guerra termine. Como nos enseñó la guerra de Irak, la esperanza no es un método”.

Varshinin

Si bien Vershinin -en el título de su trabajo- cita al empleo de la “guerra de desgaste” y más tarde de la “guerra prolongada”, nos está diciendo que Rusia está empleando a una “estrategia militar de desgaste” -conocida como fabiana- frente a Ucrania, y -además- que es consciente que Occidente se inclina por la estrategia militar de “aniquilamiento” y por las guerras cortas. Cada una de ellas tiene un origen histórico y en sus empleos, éxitos y fracasos, según fuere la lucidez de los conductores militares que “sabían cuando podían volar y cuando no”.

  1. La estrategia militar de “aniquilamiento”.

El Grl Clausewitz es el estratega teórico de mayor prestigio en Occidente, a quien se le reconoce la mayor influencia en su pensamiento estratégico militar y -consecuentemente- en el sostenimiento de las teorías de “aniquilamiento”. Raymond Aron -en su libro “Pensar en la Guerra”- no sólo desvirtuó muchos reparos de autores británicos, sino que reactualizó el pensamiento del Grl prusiano. Como todo tratadista -Clausewitz- fue prisionero de su circunstancia y de su tiempo. Perteneció a un Estado mediterráneo, sin poder ni tradición marítima, en consecuencia no percibió la resolutiva influencia del dominio del mar en la suerte de las guerras napoleónicas y en el destino final del Emperador francés.

En ensayos anteriores hemos recordado que los Grls Clausewitz -1780/1831-y San Martín -1778/1850- como contemporáneos. Ambos -por méritos profesionales- fueron -con las mismas jerarquías- ayudantes de los comandantes austríacos y españoles que combatían desde el Este y desde el Oeste a Bonaparte. Ambos tuvieron frente a ellos al mejor maestro de Estrategia y, con las reconocidas condiciones que los distinguían, uno escribió el monumental Tratado “De La Guerra” y el otro planificó y ejecutó la campaña militar más importante de la Historia Militar Mundial.

Al prusiano se le reconoce ser el autor de una doctrina ofensiva, que postulaba el “enfrentamiento del fuerte con el fuerte, en la batalla decisiva, para lograr la victoria por aniquilamiento”. Al argentino le reconocemos el genio de saber “cuando se puede volar y cuando no”. En Saldán -pueblo cercano a la ciudad de Córdoba- luego de reconocer “que la Patria no se haría camino por el Norte”, planificó la campaña independentista de Medio Continente, vía Chile.

Preveía una “estrategia de aniquilamiento” en el desemboque andino, sobre el llano de Chacabuco, para liberar a Chile, preparar el tramo anfibio y el desembarco en Perú. Allí “no podía volar” pues con 4500 hombres enfrentaba al Virrey, que contaba con 25.000. Entonces previó una “estrategia de desgaste” posterior al desembarco. Quiroga diría que buscaba inicialmente un juego de “contradanzas”. Así obligaría al Virrey a abandonar Lima y refugiarse en las montañas. Entonces retomaría la “estrategia de aniquilamiento”, ahora no con una maniobra operacional de “cerco” -por rodeo-, como intentó en Chacabuco, sino con una maniobra de “ejércitos convergentes”: Álvarez de Arenales por la montaña interior, San Martín desde la costa y Güemes desde el Alto Perú.

En Guayaquil entendió que no sería él quien comandaría en Ayacucho. Y así como supo resolver la torpeza de un Cte. en  Chacabuco -que le costó dos años más del tiempo previsto-, también entendió como resolver la finalización de la campaña ante el imponderable de Guayaquil. Nuestro estratega tenía flexibilidad adaptativa y además, grandeza espiritual. Ello lo diferenció y lo hizo Grande, entre los Grandes. Molke el Viejo, Schlieffen, Guderian, Rommel y Manstein, aplicaron las enseñanzas de Clausewitz, aprendidas de Napoléon. Molke con el empleo de los ferrocarriles, Schlieffen con el efecto de “la puerta giratoria” y los Mariscales de la GM II, con la “blitzkrieg”.

San Martín, profundo conocedor de la Historia Militar, siguió a Fabio o a Napoleón, según la circunstancia, pues siempre supo “cuando podía volar y cuando no”. Hitler -porfiadamente- no lo supo frente a Stalingrado.

  1. La estrategia militar de “desgaste”.

Esta estrategia toma su nombre de Quinto Fabio Máximo, político y militar romano que ostentó la dictadura romana durante la Segunda Guerra Púnica -218/202 a. C.-. Antes de enfrentarse a Quinto Fabio Máximo, Aníbal había vencido a los romanos en las batallas de Río Tesino, Lago Trasimeno y Río Trebia, a pesar de su inferioridad numérica. Tras estas derrotas, Quinto Fabio Máximo fue elegido dictador y, consciente de la superioridad militar de los cartagineses y del tremendo ingenio de su jefe supremo, diseñó una “estrategia de desgaste” que tenía como objetivo explotar las vulnerabilidades estratégicas de Aníbal: la falta de líneas de abastecimiento eficaces y el ansia de sus soldados por una campaña rápida.

Aníbal -a pesar de sus victorias- estaba en gran desventaja: aislado de su país y por ello con grandes dificultades para reabastecerse de tropas mientras el Mediterráneo estuviese dominado por las naves romanas. Su única esperanza era recabar apoyos a los pueblos itálicos y que éstos le cedieran suministros y guerreros para cubrir sus bajas.

Mientras los itálicos se mantuvieran fieles a Roma no había posibilidad de victoria. Las aplastantes victorias de Aníbal mermaban la confianza de los itálicos en un triunfo final de Roma. Por ello Fabio creyó que la manera de vencer al General cartaginés era no combatir con él. Con ello evitaba más victorias fáciles de los cartagineses y Aníbal no conseguiría apoyos de los itálicos aliados de Roma. Roca -en 1874- siguió ese rumbo antes de la IIda. Batalla de Santa Rosa y logró una Victoria Maestra.

Fabio calculaba que la falta de suministros para el Ejército Cartaginés y el costo de mantener un ejército en tierras extranjeras, junto a la ansiedad por mantener relaciones cordiales con las tribus itálicas, harían que el tiempo corriera en favor de Roma, por lo que adoptó una estrategia “de desgaste” y se convirtió en la sombra de las tropas de Aníbal, evitando continuamente la confrontación, moviéndose siempre por terrenos montañosos, con el objeto de anular la superioridad de la caballería cartaginesa.

Esta estrategia, aunque supuso un éxito militar, fue un fracaso político. Su pasividad ofensiva se hacía intolerable para las mentes senatoriales, acostumbradas a enfrentarse al enemigo en grandes batallas. De hecho -el pueblo romano- una vez recuperado de la conmoción inicial de las victorias de Aníbal, empezó a poner en duda la utilidad de la Estrategia de Fabio y ansiaba ver una rápida conclusión del conflicto. También creía que si se permitía a Aníbal saquear a Italia, los pueblos itálicos cambiarían su lealtad. Debido a la falta de victorias importantes de Fabio, el Senado lo relevó del mando.

Los sustitutos designados para reemplazarlo fueron Cayo Terencio Varrón y Lucio Emilio Paulo, que dirigieron al Ejército Romano a una debacle en la batalla de Cannas. Tras experimentar esta fatídica derrota, el pueblo y el Senado aprendieron la lección de que el único medio para expulsar a Aníbal de Italia era emplear una “Estrategia Fabiana”.

 

  1. La actual estrategia militar de “desgaste” de Rusia, en Ucrania.

 

La “estrategia de desgaste” requiere -como ya anticipamos- un determinado “arte operacional”. Se libra con un enfoque centrado en la fuerza, a diferencia de las “estrategias de aniquilamiento” que se centran en lo operacional, sobre el terreno. Y tiene su origen en:

  • una gran capacidad industrial, que permita reponer pérdidas,
  • profundidad geográfica, para absorber una serie de derrotas y
  • condiciones tecnológicas, que impidan una rápida pérdida de espacio.

Esta estrategia exige una ágil capacidad para generar nuevas formaciones, más que en realizar exitosas maniobras tácticas. El actor que adopte la “estrategia de desgaste” deberá concentrarse en la destrucción de fuerzas enemigas, en lugar de ganar terreno. Es lo que estamos observando en la guerra ruso-ucraniana. En nuestros últimos ensayos hemos llamado “picadora de carne” a la extensa línea de contacto, que se mantiene con escasos movimientos en los últimos meses.

San Martin

A medida que esta guerra se prolonga, se la gana la economía, no con los ejércitos. Rusia comprendió esto y lucha mediante una “estrategia de desgaste” destinada a agotar los recursos de la OTAN y -al mismo tiempo- preservar los propios. La forma más rápida de perder una “guerra de desgaste” es centrarse en la maniobra, gastando recursos valiosos en objetivos territoriales. Rusia lo aprendió a lo largo de su historia guerrera, aprovechando a su extensa profundidad y al Grl Invierno.

Las armas occidentales de alta gama tienen un rendimiento excepcional, pero son difíciles de fabricar, especialmente cuando se necesitan para armar a un ejército rápidamente movilizado y sujeto a un alto índice de desgaste. Durante la GM II los Panzer alemanes eran tanques magníficos, pero utilizando aproximadamente los mismos recursos de producción los soviéticos lanzaban ocho T-34  por cada Panzer alemán. La diferencia de rendimiento no justificaba la disparidad numérica en la producción. Las armas de alta gama también requieren tropas de alta gama. Se necesita mucho tiempo para entrenarlos, tiempo del que no se dispone en una guerra con altas tasas de desgaste.

Es más fácil y rápido producir grandes cantidades de armas y municiones baratas, especialmente si sus subcomponentes son duales, intercambiables con bienes civiles, asegurando cantidades masivas sin la expansión de las líneas de producción. Los nuevos reclutas emplearán armas más simples y serán adiestrados más rápidamente, lo que permite la pronta generación de nuevas formaciones o la reconstitución de las existentes. Es lo que Putin está haciendo. Occidente debe analizar -detenidamente-, según concluye el Dr. Vershinin, en “cómo garantizar el exceso de capacidad en -tiempos de paz- en su complejo industrial militar, o correr el riesgo de perder la próxima guerra”.

Los Ejércitos de la OTAN son altamente profesionales. Su fuerte Cuerpo de Suboficiales (NCO) tienen amplia formación y experiencia militar en tiempos de paz. Poseen gran iniciativa individual y una gran libertad de acción, al igual que los oficiales subalternos. Las organizaciones de la OTAN gozan de agilidad y flexibilidad para aprovechar las oportunidades, en un campo de batalla dinámico. Su formación está orientada hacia la “estrategia de aniquilamiento”.

Cuando se emplea una “estrategia de desgaste”caracterizada por numerosas bajas-, no hay tiempo para reemplazar a los suboficiales perdidos o para generarlos para las nuevas unidades. La idea es que a los suboficiales se los capacite en tres meses y asuman el liderazgo de las pequeñas organizaciones. El tiempo es algo que las demandas masivas de la “estrategia de desgaste”, no da. Ello se agrava cuando la demografía de las partes es de 3 a 1, en favor de quien ha optado por la “estrategia de desgaste”.

La URSS organizó su Ejército para un conflicto -de gran escala- con la OTAN. Se pretendía poder expandirlo rápidamente, recurriendo a reservas masivas. Cada varón ruso recibió dos años de adiestramiento básico al terminar la escuela secundaria. La constante rotación de personal alistado impidió la creación de un cuerpo de suboficiales al estilo occidental, pero generó una enorme reserva “semientrenada”, disponible en tiempos de guerra. La ausencia de suboficiales confiables creó un modelo de mando centrado en los oficiales, menos flexible que el de la OTAN, pero más adaptable a la expansión a gran escala requerida por la “estrategia  de desgaste”.

A medida que la presente guerra avanza -más allá del primer año- las unidades de primera línea ganaron experiencia y surgió un cuerpo de suboficiales mejorado, lo que le da al modelo ruso una mayor flexibilidad. Una diferencia clave -entre los dos modelos- es que la doctrina de “aniquilamiento de la OTAN no puede funcionar sin suboficiales de alto rendimiento. Lo que observamos -en el caso bajo análisis- es que las organizaciones rusas de bajo nivel han mantenido la línea de contacto y han ganado  experiencia -lentamente- aumentando su calidad hasta obtener la capacidad para realizar operaciones ofensivas.

  1. Las guerras en el siglo XXI.

En el siglo XXI -en la civilización de conocimiento- el complejo campo de batalla convencional es una estructura  integrada por complejos sistemas, que incluyen:

  • varios tipos de guerra electrónica (EW),
  • comunicaciones electrónicas encriptadas,
  • tres tipos básicos de defensa aérea,
  • cuatro tipos diferentes de artillería,
  • innumerables tipos de aviones, drones de ataque y reconocimiento,
  • ingenieros de construcciones y zapadores,
  • infantería mecanizada, formaciones blindadas y,
  • -sobre todo- gran logística.

La artillería se ha vuelto más peligrosa gracias al aumento del alcance y de la precisión avanzada, lo que amplía la profundidad del campo de batalla. En la práctica esto significa que es más fácil concentrar fuegos, que fuerzas. Las maniobras profundas -que requieren la concentración del poder de combate- ya no son posibles, porque cualquier fuerza concentrada será destruida por fuegos indirectos, antes de que pueda lograr el éxito en profundidad.

Toda ofensiva terrestre requiere una burbuja protectora asegurada, para protegerse de los sistemas de ataque enemigos. Esta burbuja se genera mediante la superposición de contrafuegos, defensa aérea y guerra electrónica. Mover numerosos sistemas interdependientes es muy complicado y es poco probable que tengan éxito. Los ataques limitados -a lo largo de la primera línea- tienen más probabilidades de éxito, con una relación de costo/beneficio aceptable. Los intentos de penetración profunda quedarán expuestos a fuegos masivos en el momento en que salgan de la protección de la burbuja defensiva.

La integración de elementos de combate -interrelacionados- requiere una planificación centralizada y Oficiales de Estado Mayor excepcionalmente capacitados para lograr dicha integración -múltiples capacidades- sobre la marcha. Se necesitan años para entrenar a tales oficiales y la experiencia de combate no genera tales habilidades en poco tiempo. Las listas de verificación y los procedimientos obligatorios pueden aliviar estas deficiencias, pero sólo en un frente defensivo estático y menos complicado. Las operaciones ofensivas dinámicas requieren tiempos de reacción rápidos, que oficiales semientrenados son incapaces de realizar.

Los fuegos en profundidad -a más de 100/150 km-, que es el alcance promedio de los misiles tácticos- detrás de la línea del frente, tienen como objetivo las capacidad del enemigo para generar renovado poder de combate. Esto incluye instalaciones de producción, depósitos de municiones, depósitos de reparación e infraestructura de energía y transporte. De particular importancia son los objetivos con importantes capacidades de producción -difíciles de reemplazar o reparar- ya que su destrucción causará daños a largo plazo.

En los casos que emplean una “estrategia de desgaste” los ataques tardarán mucho tiempo en surtir efecto. Los bajos volúmenes de producción global de municiones guiadas con precisión, de largo alcance, las efectivas acciones de engaño y ocultamiento, las grandes reservas de misiles antiaéreos y la enorme capacidad de reparación de los Estados fuertes y decididos, se combinan para prolongar los conflictos. La organización eficaz de las defensas aéreas debe incluir sistemas de alta gama en todas las altitudes, junto con sistemas más baratos para contrarrestar las plataformas de ataque masivas de baja gama. Combinada con la fabricación a gran escala y una guerra electrónica eficaz, esta es la única forma de derrotar los fuegos profundos del enemigo.

Se observan dos etapas en la conducción militar rusa de la “estrategia de desgaste”:

La primera etapa de la “estrategia de desgaste” se inicia cuando los recursos movilizados ya están disponibles en grandes cantidades y listos para las operaciones de combate. En el caso de darse un ataque sorpresa, es posible una ofensiva rápida hasta que el defensor forma un frente sólido. Este período -en este caso- duró casi un año y medio a dos años. Durante el mismo se evitaron operaciones ofensivas importantes y cuando los grandes ataques tuvieren éxito, provocaron importantes bajas propias, a menudo a cambio de ganancias territoriales mínimas.

Para una “estrategia de desgaste” cualquier espacio que no tenga un centro industrial vital, es irrelevante. Siempre es mejor retirarse y conservar fuerzas, independientemente de las consecuencias políticas. Luchar en terrenos desventajosos conlleva la pérdida de unidades y de soldados experimentados, que son claves para la victoria. La obsesión alemana con Stalingrado -en 1942- es un excelente ejemplo de lucha en un terreno desfavorable, por razones políticas. Lo  prudente es empujar al enemigo a luchar en terrenos desventajosos mediante operaciones de inteligencia y explotar objetivos enemigos políticamente sensibles. Un escollo clave que se debe evitar, es ser arrastrado a la misma trampa que se le ha tendido al enemigo.

En la segunda fase de la “estrategia de desgaste” la ofensiva deberá lanzarse en un frente amplio, buscando dispersar al enemigo en múltiples puntos, mediante ataques coordinados. La intención es permanecer dentro de la burbuja establecida por los sistemas de protección, mientras se dividen las agotadas reservas enemigas, hasta que el frente colapse. Hay un efecto en cascada en el que una crisis en un sector, obliga a los defensores a trasladar reservas de un segundo sector sólo para generar a su vez una crisis allí. A medida que las fuerzas empiezan a retroceder y a abandonar las fortificaciones preparadas, la moral se desploma y surge la pregunta obvia: “Si no podemos defender la mega fortaleza, ¿cómo podremos defender estas nuevas trincheras?”.

La retirada se convierte entonces en derrota. Sólo entonces la ofensiva debería extenderse hacia objetivos más profundos, en la retaguardia enemiga. La ofensiva aliada de 1918 es un ejemplo. Los aliados atacaron a lo largo de un amplio frente, mientras que los alemanes carecían de recursos suficientes para defender toda la línea. Una vez que el ejército alemán comenzó a retirarse, resultó imposible detenerlo.

En síntesis: adoptada por Rusia una “estrategia de desgaste”, Putin ha sostenido una economía adecuada a esa doctrina y una organización militar adecuada a las características de esa guerra. El tiempo juega a su favor y por ello cuando aparecieron propuestas para que la OTAN ingrese de lleno en apoyo de Ucrania, Rusia reacciona con el disuasivo de su arsenal nuclear.

 

La “estrategia de desgaste” rusa, centrada en la defensa al Oeste del Donbass y al Norte de la Península de Crimea, es contraintuitiva para la mentalidad militar occidental, centrada en el “aniquilamiento”. El pensamiento militar clausewitziano considera a la ofensiva como el único medio para lograr el objetivo estratégico decisivo y para obligar al enemigo a sentarse a la mesa de negociaciones, en términos desfavorables. La paciencia estratégica necesaria para establecer las condiciones de una gran ofensiva va en contra de las experiencias de combate adquiridas en Occidente.

 

“El que sabe cuándo puede volar y cuando no, será victorioso”.

Sun Tzu – 544-496 a. C.

 

CITAS Y ACLARACIONES:

(1). H. J. Auel. “¿Qué especie de guerra pelean rusos y ucranianos? Y ¿Cómo salir de este grave error estratégico? 24 Abr 24. www.ieeba.org

(2). A. Vershinin. “El arte de la guerra de desgaste: lecciones de la guerra rusa contra Ucrania”. 18 Mar 24. RUSI -Royal United Services Institute-.

 


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Mayo 15, 2024