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Por Carl Harras.

En el sombrío mundo del espionaje, pocas operaciones han cautivado tanto la imaginación como la persecución del Mossad contra Ali Hassan Salameh, el militante palestino conocido como el “Príncipe Rojo”. Salameh, jefe de operaciones de la organización Septiembre Negro, era considerado el cerebro detrás de la masacre de los Juegos Olímpicos de Múnich de 1972, en la que murieron 11 atletas israelíes. Su asesinato, el 22 de enero de 1979 en Beirut, marcó la culminación de años de planificación encubierta, y en el centro de la operación se encontraba una misteriosa mujer conocida como la “Agente Penélope”, posteriormente identificada como Erika Chambers.

Nacida en el Reino Unido en 1948, Erika Chambers provenía de una prominente familia anglojudía. Su padre, Marcus Chambers, era un reconocido ingeniero, y su madre, Lona, descendía de una familia judía checoslovaca adinerada devastada por el Holocausto. Tras estudiar en la Universidad de Southampton y pasar un tiempo en Australia, Chambers se mudó a Israel, donde estudió hidrología y fue reclutada por el Mossad en 1973.

Salameh
¿Erika Chambers?

Para 1978, el Mosad había fracasado en cinco intentos previos de eliminar a Salameh. Reconociendo la necesidad de un enfoque más sutil, la agencia desplegó a Chambers bajo una falsa identidad británica como trabajadora de una organización benéfica que apoyaba a los refugiados palestinos. Llegó a Beirut en noviembre de 1978, alquilando un apartamento en la octava planta de un edificio con vistas a la calle Beka, una de las rutas habituales de Salameh.

La fachada de Chambers era meticulosa. Para los vecinos, era una discreta inglesa que dibujaba desde su ventana y cuidaba gatos callejeros. Pero tras la fachada, vigilaba los movimientos de Salameh y se coordinaba con otros agentes del Mosad. El 22 de enero de 1979, un coche bomba de 45 kilos detonó al pasar la camioneta Chevrolet de Salameh. La explosión mató a Salameh y a otras ocho personas, conmocionando la región.

Aunque nunca fue confirmado oficialmente por las autoridades israelíes, la evidencia sugiere firmemente que Chambers activó el detonador desde la ventana de su apartamento. Desapareció poco después de la explosión, dejando solo rumores y especulaciones. Su papel en la operación fue posteriormente relatado en el libro de Ronen Bergman, “Rise and Kill First”, que detalla los asesinatos selectivos del Mossad.

El asesinato de Salameh formó parte de la campaña de represalia más amplia de Israel tras la masacre de Múnich. Si bien controvertida, la operación se considera una de las misiones más exitosas y audaces del Mossad. Chambers, como la Agente Penélope, se convirtió en un símbolo del alcance y la precisión de la agencia.

Hoy en día, Erika Chambers sigue siendo un enigma: se desconoce su paradero y su legado está grabado en los anales de la guerra encubierta. Su historia es un testimonio de hasta dónde pueden llegar las agencias de inteligencia en busca de justicia y del complejo terreno moral que deben sortear para lograrlo.

 


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Agosto 20, 2025