Chukotka, situada en el extremo noreste de Rusia, representa una de las regiones habitadas más remotas e inhóspitas de la Tierra. Su historia está profundamente entrelazada con los pueblos indígenas que han llamado hogar a esta tierra durante milenios, así como con la expansión rusa, la geopolítica de la Guerra Fría y la exploración del Ártico.
La historia humana de Chukotka se remonta a miles de años. La región se considera una parte crucial del puente terrestre de Beringia que conectaba Asia con América del Norte durante la última Edad de Hielo. Este puente terrestre permitió la migración humana temprana, que dio origen a poblaciones que finalmente se asentarían tanto en Siberia como en las Américas.
Los pueblos indígenas chukchi, yupik y even se adaptaron a las condiciones árticas extremas de la región, desarrollando un estilo de vida centrado en el pastoreo de renos, la caza de ballenas y la pesca costera. Estos grupos indígenas, en particular los chukchi, eran seminómadas, migraban con sus rebaños y seguían patrones estacionales de vida silvestre. A lo largo de los siglos, perfeccionaron su capacidad de supervivencia en uno de los climas más duros del mundo.
El pueblo chukchi era conocido por su resiliencia y su cultura guerrera, que más tarde desempeñarían un papel fundamental en sus interacciones con las potencias rusas en expansión. Tenían estrechos vínculos culturales con otros pueblos indígenas del Ártico, como los inuit de Alaska, y sus técnicas de supervivencia y estilos de vida se reflejan en estas regiones distantes.
El interés ruso en Chukotka comenzó durante el siglo XVII como parte del impulso del imperio para expandirse hacia el este a través de Siberia. Exploradores cosacos, comerciantes de pieles y colonos ingresaron a la región con la intención de reclamarla para el zar. Sin embargo, la lejanía de Chukotka y la feroz resistencia del pueblo chukchi hicieron que la región fuera difícil de dominar.
A diferencia de otros grupos indígenas de Siberia que fueron rápidamente dominados por los rusos, los chukchi resistieron ferozmente la colonización. A principios del siglo XVIII, varias expediciones militares rusas intentaron conquistar Chukotka, pero sus esfuerzos fueron en gran medida infructuosos. Los chukchi, que se beneficiaban de su profundo conocimiento del terreno y de sus superiores habilidades de combate locales, lograron defenderse de varias campañas rusas.
En 1778, los chukchi negociaron con éxito un tratado con Rusia que reconocía su autonomía a cambio de un tributo simbólico. La región nunca fue conquistada por completo por la fuerza militar y el Imperio ruso, reconociendo la inutilidad del control directo, estableció en cambio relaciones comerciales con los chukchi.
En el siglo XIX, Chukotka se convirtió en un punto focal de la exploración rusa del Ártico, un período en el que las potencias europeas estaban cada vez más interesadas en la Ruta del Mar del Norte, una ruta de navegación que podría conectar Europa y Asia a través de las aguas del Ártico. Exploradores rusos, como Dmitry Laptev y Ferdinand Wrangel, llevaron a cabo numerosas expediciones a lo largo de la costa de Chukotka, cartografiando sus mares y recopilando datos científicos.
En el siglo XIX, la economía de Chukotka seguía basándose en gran medida en prácticas tradicionales de subsistencia, pero había una presencia cada vez mayor de comerciantes de pieles rusos. Los pueblos indígenas, en particular los yupik y los chukchi, a menudo se veían atrapados entre los intereses rusos, estadounidenses y, más tarde, japoneses, a medida que aumentaba la caza de ballenas y el comercio en la región del mar de Bering.
Después de la Revolución rusa, el gobierno soviético estableció un firme control sobre Chukotka en la década de 1920, incorporándola como parte del Okrug autónomo de Chukotka. Las autoridades soviéticas impusieron estrictas políticas de centralización a la población indígena, asentando por la fuerza a muchos pueblos nómadas e integrándolos en granjas colectivas e industrias estatales.
Durante la Guerra Fría, Chukotka adquirió una enorme importancia geopolítica debido a su proximidad a los Estados Unidos. Solo 53 millas separan la región de Alaska a través del estrecho de Bering, lo que la convierte en uno de los puntos más cercanos entre las dos superpotencias. La Unión Soviética utilizó Chukotka como un puesto estratégico, construyendo bases militares, estaciones de radar e incluso sitios de pruebas nucleares. La región se convirtió en parte de la estrategia más amplia de la Unión Soviética para controlar el Ártico.
Uno de los capítulos más oscuros de la historia de Chukotka se produjo durante las campañas de colectivización forzada de los años 1930 y 1940. Muchos pueblos indígenas fueron reubicados de sus tierras tradicionales y sus culturas fueron duramente reprimidas. Las autoridades soviéticas consideraban que los estilos de vida nómadas eran atrasados y se hicieron esfuerzos para “modernizar” por la fuerza a los chukchi y yupik mediante la educación y el trabajo industrial al estilo soviético.
Chukotka también se convirtió en un centro de extracción de recursos durante el período soviético. El descubrimiento de ricos depósitos de oro, estaño y carbón atrajo una ola de trabajadores y colonos rusos a la región. Se construyeron ciudades enteras alrededor de las operaciones mineras, transformando partes de Chukotka en zonas industriales. A pesar del duro clima, el gobierno soviético invirtió mucho en infraestructura, estableciendo aeródromos, carreteras y rutas de navegación para apoyar la extracción de recursos del Ártico.
Durante el apogeo de la Guerra Fría, la proximidad de Chukotka a los Estados Unidos la convirtió en una zona clave para la actividad militar soviética. En la década de 1950, la Unión Soviética utilizó Chukotka como parte de su red de defensa antimisiles, construyendo instalaciones de radar para monitorear el espacio aéreo estadounidense. En la década de 1980, Chukotka también se convirtió en un punto de lanzamiento para los rompehielos soviéticos que navegaban por la Ruta del Mar del Norte, que estaba adquiriendo una nueva importancia estratégica debido al derretimiento del hielo del Ártico.
Sin embargo, el colapso de la Unión Soviética en 1991 tuvo consecuencias devastadoras para la región. Las operaciones mineras estatales que alguna vez habían sido la columna vertebral económica de Chukotka cayeron en el caos, lo que provocó un desempleo masivo y el cierre de varias ciudades. La población indígena, que dependía en gran medida de los subsidios soviéticos, sufrió mucho. Mucha gente abandonó la región y los que permanecieron enfrentaron dificultades económicas.
En el período postsoviético, Chukotka siguió siendo una de las regiones más pobres y aisladas de Rusia. Sin embargo, a principios de la década de 2000, Roman Abramovich, el oligarca ruso que hizo su fortuna con el petróleo, se convirtió en gobernador de Chukotka. Abramovich invirtió millones de su riqueza personal en la región, financiando la construcción de escuelas, hospitales y viviendas. En este período se produjo una cierta recuperación del nivel de vida, aunque muchos de los pueblos indígenas de Chukotka siguieron afrontando dificultades.
Hoy en día, la economía de Chukotka sigue basándose en la extracción de recursos, en particular la minería de oro y carbón, pero hay un renovado énfasis en la preservación y revitalización de la cultura indígena. Las prácticas tradicionales, como la cría de renos y la caza de ballenas, siguen desempeñando un papel vital en la vida de los pueblos chukchi y yupik.
En los últimos años, el derretimiento del hielo del Ártico debido al cambio climático ha hecho que la Ruta del Mar del Norte sea más navegable, lo que ha aumentado una vez más la importancia geopolítica de Chukotka. Rusia ha invertido mucho en la modernización de su flota e infraestructura del Ártico, considerando a Chukotka como una puerta de entrada a la región ártica más amplia, que se cree que alberga vastas reservas de petróleo y gas sin explotar.
A pesar de su industrialización, Chukotka sigue siendo una de las zonas naturales más prístinas del mundo, con vastas tundras, montañas escarpadas y ricos ecosistemas marinos. La región alberga una fauna ártica única, que incluye osos polares, morsas y ballenas. Los esfuerzos de conservación, en particular en las zonas marinas, son cada vez más importantes a medida que el cambio climático y la extracción de recursos plantean nuevas amenazas al frágil medio ambiente de Chukotka.
Los pueblos indígenas de Chukotka siguen enfrentándose a desafíos para preservar su forma de vida tradicional, pero se han hecho esfuerzos para revitalizar los idiomas, las costumbres y las artesanías nativas. Los festivales, las competiciones de pastoreo de renos y otras actividades culturales ayudan a mantener viva la herencia indígena, proporcionando un vínculo con el pasado antiguo de la región.
La historia de Chukotka es una historia de supervivencia, adaptación y resiliencia frente a desafíos naturales y políticos extremos. Desde las antiguas culturas nómadas que habitaron la región por primera vez hasta su papel en la Guerra Fría y la geopolítica moderna del Ártico, Chukotka ha desempeñado un papel único tanto en la historia indígena como en la rusa. Hoy en día, la región se encuentra en una encrucijada, equilibrando su rico patrimonio cultural y su importancia ambiental con las presiones de la modernización y los intereses económicos globales.
El deshielo del permafrost en el Ártico podría liberar mercurio tóxico, que ha permanecido en el interior del suelo durante miles de años, al sistema hídrico de la Tierra, contaminando el medio ambiente. Así se desprende de un nuevo estudio publicado en la revista IOP Science.
Investigadores de la Universidad del Sur de California (USC) estudiaron los sedimentos del río Yukón, en Alaska, y descubrieron que la erosión del permafrost hace que entren en sus aguas sedimentos que contienen mercurio, que luego se desplazan a latitudes más altas.
La circulación natural de la atmósfera del planeta tiende a trasladar los contaminantes a latitudes altas, lo que provoca la acumulación de mercurio en el Ártico. El metal tóxico se libera cuando el suelo se descongela, lo que es cada vez más frecuente debido al cambio climático, ya que la región se calienta cuatro veces más rápido que la media del planeta.
“Podría haber una bomba gigante de mercurio en el Ártico a punto de explotar”, afirma Josh West, coautor del estudio y profesor de Ciencias de la Tierra y Estudios Ambientales en la USC. El permafrost ha acumulado tanto mercurio que podría eclipsar la cantidad existente en los océanos, los suelos, la atmósfera y la biosfera juntos”, afirmó.
Las plantas del Ártico absorben mercurio, que se acumula en el suelo y pasa a formar parte del permafrost. Este metal tóxico supone una grave amenaza para el medio ambiente y la salud de al menos cinco millones de personas que viven en la región, más de tres millones de las cuales se encuentran en zonas donde se prevé que el permafrost desaparezca a mediados de siglo.
Aunque el mercurio liberado al medio ambiente por el deshielo del permafrost no supone hoy una amenaza tóxica aguda, la exposición aumenta con el tiempo a medida que el metal se acumula en la cadena alimentaria, especialmente a través del pescado y la caza que consume la población.
Además, el río que erosiona los sedimentos lo vuelve a depositar en los bancos de arena y las playas de las orillas, en otros lugares. Los científicos afirman que los efectos a largo plazo podrían ser devastadores, especialmente para las comunidades árticas que dependen de la caza y la pesca.
La alcaldesa de la localidad de Vadso, Wenche Pedersen, ha solicitado permiso a la Comisión Europea (CE) para crear en su región, la más septentrional de Noruega, una zona horaria con jornadas de 26 horas.
Mediante la iniciativa ‘MOREtime’ se pretende “celebrar y promover” una forma de “vida única” consistente en “disfrutar de más tiempo de calidad realizando actividades como pescar, cazar, aprender nuevos idiomas o, simplemente, estar con los seres queridos”, recoge el medio las palabras de la alcaldesa, quien opina que este estilo de vida “podría ser muy emocionante, especialmente para familias con niños pequeños”.
Según Pedersen, la ampliación de la jornada hasta 26 horas podría inspirar a más personas a mudarse a esta remota región, localizada en el Círculo Polar Ártico, donde existe el fenómeno de días y de noches polares que duran un período de tiempo considerable.
No obstante, un funcionario de la CE señala al medio que las zonas horarias se regulan por las autoridades de los países en cuestión, por lo que es poco probable que el organismo pueda hacer posible la realización de la solicitud de Vadso.
Chukotka
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Por Candace Herrera.
Chukotka, situada en el extremo noreste de Rusia, representa una de las regiones habitadas más remotas e inhóspitas de la Tierra. Su historia está profundamente entrelazada con los pueblos indígenas que han llamado hogar a esta tierra durante milenios, así como con la expansión rusa, la geopolítica de la Guerra Fría y la exploración del Ártico.
La historia humana de Chukotka se remonta a miles de años. La región se considera una parte crucial del puente terrestre de Beringia que conectaba Asia con América del Norte durante la última Edad de Hielo. Este puente terrestre permitió la migración humana temprana, que dio origen a poblaciones que finalmente se asentarían tanto en Siberia como en las Américas.
Los pueblos indígenas chukchi, yupik y even se adaptaron a las condiciones árticas extremas de la región, desarrollando un estilo de vida centrado en el pastoreo de renos, la caza de ballenas y la pesca costera. Estos grupos indígenas, en particular los chukchi, eran seminómadas, migraban con sus rebaños y seguían patrones estacionales de vida silvestre. A lo largo de los siglos, perfeccionaron su capacidad de supervivencia en uno de los climas más duros del mundo.
El pueblo chukchi era conocido por su resiliencia y su cultura guerrera, que más tarde desempeñarían un papel fundamental en sus interacciones con las potencias rusas en expansión. Tenían estrechos vínculos culturales con otros pueblos indígenas del Ártico, como los inuit de Alaska, y sus técnicas de supervivencia y estilos de vida se reflejan en estas regiones distantes.
El interés ruso en Chukotka comenzó durante el siglo XVII como parte del impulso del imperio para expandirse hacia el este a través de Siberia. Exploradores cosacos, comerciantes de pieles y colonos ingresaron a la región con la intención de reclamarla para el zar. Sin embargo, la lejanía de Chukotka y la feroz resistencia del pueblo chukchi hicieron que la región fuera difícil de dominar.
A diferencia de otros grupos indígenas de Siberia que fueron rápidamente dominados por los rusos, los chukchi resistieron ferozmente la colonización. A principios del siglo XVIII, varias expediciones militares rusas intentaron conquistar Chukotka, pero sus esfuerzos fueron en gran medida infructuosos. Los chukchi, que se beneficiaban de su profundo conocimiento del terreno y de sus superiores habilidades de combate locales, lograron defenderse de varias campañas rusas.
En 1778, los chukchi negociaron con éxito un tratado con Rusia que reconocía su autonomía a cambio de un tributo simbólico. La región nunca fue conquistada por completo por la fuerza militar y el Imperio ruso, reconociendo la inutilidad del control directo, estableció en cambio relaciones comerciales con los chukchi.
En el siglo XIX, Chukotka se convirtió en un punto focal de la exploración rusa del Ártico, un período en el que las potencias europeas estaban cada vez más interesadas en la Ruta del Mar del Norte, una ruta de navegación que podría conectar Europa y Asia a través de las aguas del Ártico. Exploradores rusos, como Dmitry Laptev y Ferdinand Wrangel, llevaron a cabo numerosas expediciones a lo largo de la costa de Chukotka, cartografiando sus mares y recopilando datos científicos.
En el siglo XIX, la economía de Chukotka seguía basándose en gran medida en prácticas tradicionales de subsistencia, pero había una presencia cada vez mayor de comerciantes de pieles rusos. Los pueblos indígenas, en particular los yupik y los chukchi, a menudo se veían atrapados entre los intereses rusos, estadounidenses y, más tarde, japoneses, a medida que aumentaba la caza de ballenas y el comercio en la región del mar de Bering.
Después de la Revolución rusa, el gobierno soviético estableció un firme control sobre Chukotka en la década de 1920, incorporándola como parte del Okrug autónomo de Chukotka. Las autoridades soviéticas impusieron estrictas políticas de centralización a la población indígena, asentando por la fuerza a muchos pueblos nómadas e integrándolos en granjas colectivas e industrias estatales.
Durante la Guerra Fría, Chukotka adquirió una enorme importancia geopolítica debido a su proximidad a los Estados Unidos. Solo 53 millas separan la región de Alaska a través del estrecho de Bering, lo que la convierte en uno de los puntos más cercanos entre las dos superpotencias. La Unión Soviética utilizó Chukotka como un puesto estratégico, construyendo bases militares, estaciones de radar e incluso sitios de pruebas nucleares. La región se convirtió en parte de la estrategia más amplia de la Unión Soviética para controlar el Ártico.
Uno de los capítulos más oscuros de la historia de Chukotka se produjo durante las campañas de colectivización forzada de los años 1930 y 1940. Muchos pueblos indígenas fueron reubicados de sus tierras tradicionales y sus culturas fueron duramente reprimidas. Las autoridades soviéticas consideraban que los estilos de vida nómadas eran atrasados y se hicieron esfuerzos para “modernizar” por la fuerza a los chukchi y yupik mediante la educación y el trabajo industrial al estilo soviético.
Chukotka también se convirtió en un centro de extracción de recursos durante el período soviético. El descubrimiento de ricos depósitos de oro, estaño y carbón atrajo una ola de trabajadores y colonos rusos a la región. Se construyeron ciudades enteras alrededor de las operaciones mineras, transformando partes de Chukotka en zonas industriales. A pesar del duro clima, el gobierno soviético invirtió mucho en infraestructura, estableciendo aeródromos, carreteras y rutas de navegación para apoyar la extracción de recursos del Ártico.
Durante el apogeo de la Guerra Fría, la proximidad de Chukotka a los Estados Unidos la convirtió en una zona clave para la actividad militar soviética. En la década de 1950, la Unión Soviética utilizó Chukotka como parte de su red de defensa antimisiles, construyendo instalaciones de radar para monitorear el espacio aéreo estadounidense. En la década de 1980, Chukotka también se convirtió en un punto de lanzamiento para los rompehielos soviéticos que navegaban por la Ruta del Mar del Norte, que estaba adquiriendo una nueva importancia estratégica debido al derretimiento del hielo del Ártico.
Sin embargo, el colapso de la Unión Soviética en 1991 tuvo consecuencias devastadoras para la región. Las operaciones mineras estatales que alguna vez habían sido la columna vertebral económica de Chukotka cayeron en el caos, lo que provocó un desempleo masivo y el cierre de varias ciudades. La población indígena, que dependía en gran medida de los subsidios soviéticos, sufrió mucho. Mucha gente abandonó la región y los que permanecieron enfrentaron dificultades económicas.
En el período postsoviético, Chukotka siguió siendo una de las regiones más pobres y aisladas de Rusia. Sin embargo, a principios de la década de 2000, Roman Abramovich, el oligarca ruso que hizo su fortuna con el petróleo, se convirtió en gobernador de Chukotka. Abramovich invirtió millones de su riqueza personal en la región, financiando la construcción de escuelas, hospitales y viviendas. En este período se produjo una cierta recuperación del nivel de vida, aunque muchos de los pueblos indígenas de Chukotka siguieron afrontando dificultades.
Hoy en día, la economía de Chukotka sigue basándose en la extracción de recursos, en particular la minería de oro y carbón, pero hay un renovado énfasis en la preservación y revitalización de la cultura indígena. Las prácticas tradicionales, como la cría de renos y la caza de ballenas, siguen desempeñando un papel vital en la vida de los pueblos chukchi y yupik.
En los últimos años, el derretimiento del hielo del Ártico debido al cambio climático ha hecho que la Ruta del Mar del Norte sea más navegable, lo que ha aumentado una vez más la importancia geopolítica de Chukotka. Rusia ha invertido mucho en la modernización de su flota e infraestructura del Ártico, considerando a Chukotka como una puerta de entrada a la región ártica más amplia, que se cree que alberga vastas reservas de petróleo y gas sin explotar.
A pesar de su industrialización, Chukotka sigue siendo una de las zonas naturales más prístinas del mundo, con vastas tundras, montañas escarpadas y ricos ecosistemas marinos. La región alberga una fauna ártica única, que incluye osos polares, morsas y ballenas. Los esfuerzos de conservación, en particular en las zonas marinas, son cada vez más importantes a medida que el cambio climático y la extracción de recursos plantean nuevas amenazas al frágil medio ambiente de Chukotka.
Los pueblos indígenas de Chukotka siguen enfrentándose a desafíos para preservar su forma de vida tradicional, pero se han hecho esfuerzos para revitalizar los idiomas, las costumbres y las artesanías nativas. Los festivales, las competiciones de pastoreo de renos y otras actividades culturales ayudan a mantener viva la herencia indígena, proporcionando un vínculo con el pasado antiguo de la región.
La historia de Chukotka es una historia de supervivencia, adaptación y resiliencia frente a desafíos naturales y políticos extremos. Desde las antiguas culturas nómadas que habitaron la región por primera vez hasta su papel en la Guerra Fría y la geopolítica moderna del Ártico, Chukotka ha desempeñado un papel único tanto en la historia indígena como en la rusa. Hoy en día, la región se encuentra en una encrucijada, equilibrando su rico patrimonio cultural y su importancia ambiental con las presiones de la modernización y los intereses económicos globales.
PrisioneroEnArgentina.com
Setiembre 20, 2024
La bomba gigante de mercurio
◘
El deshielo del permafrost en el Ártico podría liberar mercurio tóxico, que ha permanecido en el interior del suelo durante miles de años, al sistema hídrico de la Tierra, contaminando el medio ambiente. Así se desprende de un nuevo estudio publicado en la revista IOP Science.
Investigadores de la Universidad del Sur de California (USC) estudiaron los sedimentos del río Yukón, en Alaska, y descubrieron que la erosión del permafrost hace que entren en sus aguas sedimentos que contienen mercurio, que luego se desplazan a latitudes más altas.
La circulación natural de la atmósfera del planeta tiende a trasladar los contaminantes a latitudes altas, lo que provoca la acumulación de mercurio en el Ártico. El metal tóxico se libera cuando el suelo se descongela, lo que es cada vez más frecuente debido al cambio climático, ya que la región se calienta cuatro veces más rápido que la media del planeta.
“Podría haber una bomba gigante de mercurio en el Ártico a punto de explotar”, afirma Josh West, coautor del estudio y profesor de Ciencias de la Tierra y Estudios Ambientales en la USC. El permafrost ha acumulado tanto mercurio que podría eclipsar la cantidad existente en los océanos, los suelos, la atmósfera y la biosfera juntos”, afirmó.
Las plantas del Ártico absorben mercurio, que se acumula en el suelo y pasa a formar parte del permafrost. Este metal tóxico supone una grave amenaza para el medio ambiente y la salud de al menos cinco millones de personas que viven en la región, más de tres millones de las cuales se encuentran en zonas donde se prevé que el permafrost desaparezca a mediados de siglo.
Aunque el mercurio liberado al medio ambiente por el deshielo del permafrost no supone hoy una amenaza tóxica aguda, la exposición aumenta con el tiempo a medida que el metal se acumula en la cadena alimentaria, especialmente a través del pescado y la caza que consume la población.
Además, el río que erosiona los sedimentos lo vuelve a depositar en los bancos de arena y las playas de las orillas, en otros lugares. Los científicos afirman que los efectos a largo plazo podrían ser devastadores, especialmente para las comunidades árticas que dependen de la caza y la pesca.
PrisioneroEnArgentina.com
Agosto 21, 2024
Días de 26 horas
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La alcaldesa de la localidad de Vadso, Wenche Pedersen, ha solicitado permiso a la Comisión Europea (CE) para crear en su región, la más septentrional de Noruega, una zona horaria con jornadas de 26 horas.
Mediante la iniciativa ‘MOREtime’ se pretende “celebrar y promover” una forma de “vida única” consistente en “disfrutar de más tiempo de calidad realizando actividades como pescar, cazar, aprender nuevos idiomas o, simplemente, estar con los seres queridos”, recoge el medio las palabras de la alcaldesa, quien opina que este estilo de vida “podría ser muy emocionante, especialmente para familias con niños pequeños”.
Según Pedersen, la ampliación de la jornada hasta 26 horas podría inspirar a más personas a mudarse a esta remota región, localizada en el Círculo Polar Ártico, donde existe el fenómeno de días y de noches polares que duran un período de tiempo considerable.
No obstante, un funcionario de la CE señala al medio que las zonas horarias se regulan por las autoridades de los países en cuestión, por lo que es poco probable que el organismo pueda hacer posible la realización de la solicitud de Vadso.
PrisioneroEnArgentina.com
Abril 15, 2024