Elevándose como una fortaleza de hormigón en el Bajo Manhattan, el número 33 de Thomas Street es uno de los rascacielos más inusuales de la ciudad de Nueva York. Conocido por su fachada austera y sin ventanas, el edificio ha fascinado a arquitectos, exploradores urbanos y teóricos de la conspiración por igual. Finalizado en 1974, es a la vez una maravilla de la arquitectura brutalista y un símbolo del secretismo en la infraestructura de telecomunicaciones estadounidense.
El edificio fue diseñado por John Carl Warnecke & Associates para la New York Telephone Company, posteriormente parte de AT&T. Con 167 metros de altura y 29 plantas, la torre fue construida específicamente como una central telefónica. Su característica más distintiva es la ausencia de ventanas: casi todas las superficies exteriores están lisas, revestidas en su lugar con paneles de hormigón revestidos de granito. Este diseño no fue un capricho estético, sino una necesidad funcional: el edificio estaba destinado a albergar equipos en lugar de personas, y sus paredes fueron diseñadas para resistir la lluvia radiactiva y mantener las operaciones en caso de un ataque.
En su interior, la estructura alberga vastas plantas de hardware de telecomunicaciones, fuentes de alimentación y sistemas de refrigeración. A diferencia de las torres de oficinas convencionales, solo una pequeña parte de su espacio se destina a la ocupación humana. De hecho, el número 33 de la calle Thomas fue diseñado para ser prácticamente autosuficiente, con enormes tanques de agua, reservas de combustible y la capacidad de operar sin conexión a la red eléctrica durante semanas. Durante décadas, sirvió como uno de los centros de conmutación más importantes para el tráfico telefónico en Estados Unidos.
Más allá de su función industrial, el edificio se ha convertido en objeto de intensa especulación. En 2016, documentos filtrados de Edward Snowden sugirieron que el número 33 de la calle Thomas también funcionaba como centro de vigilancia para la Agencia de Seguridad Nacional (NSA), bajo el nombre en clave TITANPOINTE. Investigaciones periodísticas de medios como The Intercept y The New York Times despertaron la curiosidad pública, presentando el edificio como un nodo secreto de la maquinaria de inteligencia global. Si bien AT&T y las agencias gubernamentales nunca han confirmado públicamente estas afirmaciones, la idea de la torre como puesto de escucha no ha hecho más que acentuar su misterio.
Hoy en día, el número 33 de la calle Thomas se erige como un edificio funcional y un enigma arquitectónico. Sus paredes lisas, que se alzan sobre las calles circundantes, le han valido apodos como el “Edificio de las Largas Filas” y el “Rascacielos sin Ventanas”. Ya sea considerado una fortaleza de comunicación o un monumento a la vigilancia, sigue siendo uno de los ejemplos más impactantes de Nueva York de cómo la arquitectura puede encarnar tanto la función como el secretismo.
El Gigante Sin Ventanas de Manhattan
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Elevándose como una fortaleza de hormigón en el Bajo Manhattan, el número 33 de Thomas Street es uno de los rascacielos más inusuales de la ciudad de Nueva York. Conocido por su fachada austera y sin ventanas, el edificio ha fascinado a arquitectos, exploradores urbanos y teóricos de la conspiración por igual. Finalizado en 1974, es a la vez una maravilla de la arquitectura brutalista y un símbolo del secretismo en la infraestructura de telecomunicaciones estadounidense.
El edificio fue diseñado por John Carl Warnecke & Associates para la New York Telephone Company, posteriormente parte de AT&T. Con 167 metros de altura y 29 plantas, la torre fue construida específicamente como una central telefónica. Su característica más distintiva es la ausencia de ventanas: casi todas las superficies exteriores están lisas, revestidas en su lugar con paneles de hormigón revestidos de granito. Este
diseño no fue un capricho estético, sino una necesidad funcional: el edificio estaba destinado a albergar equipos en lugar de personas, y sus paredes fueron diseñadas para resistir la lluvia radiactiva y mantener las operaciones en caso de un ataque.
En su interior, la estructura alberga vastas plantas de hardware de telecomunicaciones, fuentes de alimentación y sistemas de refrigeración. A diferencia de las torres de oficinas convencionales, solo una pequeña parte de su espacio se destina a la ocupación humana. De hecho, el número 33 de la calle Thomas fue diseñado para ser prácticamente autosuficiente, con enormes tanques de agua, reservas de combustible y la capacidad de operar sin conexión a la red eléctrica durante semanas. Durante décadas, sirvió como uno de los centros de conmutación más importantes para el tráfico telefónico en Estados Unidos.
Más allá de su función industrial, el edificio se ha convertido en objeto de intensa especulación. En 2016, documentos filtrados de Edward Snowden sugirieron que el número 33 de la calle Thomas también funcionaba como centro de vigilancia para la Agencia de Seguridad Nacional (NSA), bajo el nombre en clave TITANPOINTE. Investigaciones periodísticas de medios como The Intercept y The New York Times despertaron la curiosidad pública, presentando el edificio como un nodo secreto de la maquinaria de inteligencia global. Si bien AT&T y las agencias gubernamentales nunca han confirmado públicamente estas afirmaciones, la idea de la torre como puesto de escucha no ha hecho más que acentuar su misterio.
Hoy en día, el número 33 de la calle Thomas se erige como un edificio funcional y un enigma arquitectónico. Sus paredes lisas, que se alzan sobre las calles circundantes, le han valido apodos como el “Edificio de las Largas Filas” y el “Rascacielos sin Ventanas”. Ya sea considerado una fortaleza de comunicación o un monumento a la vigilancia, sigue siendo uno de los ejemplos más impactantes de Nueva York de cómo la arquitectura puede encarnar tanto la función como el secretismo.
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Septiembre 1, 2025