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  Por Claudio Valerio.

En la tierra, el hombre  no tiene el poder de iniciar la primavera, pero sí tiene la oportunidad de comprometer sus manos con ella;  y es así que a él se lo encuentra sembrando antes y durante esta estación del año.  Sembrando la tierra para la primavera, no sembrando la primavera. Porque cada semilla que se entrega en el tiempo de invierno a la tierra es un regalo de vida que se hace a la primavera.

Solo el sembrador sabe que ese puñado de semillas de trigo ha avanzado hasta sus manos de estación a estación, superando los yuyales y de generación en generación, dejando atrás  primaveras y renovando primaveras…  Y es que se trata de una inacabable cadena de manos comprometidas con la tarea, hasta que esa simiente ha de ser pan.  Lo que se siembra, se entrega a la tierra, se hunde, y eso será lo que retoñara en la primavera que viene.

Comprometer las manos con la historia es tan fundamental como el compromiso de siembra; porque si comprometemos nuestras manos con el miedo y el odio, un pueblo no tendrá con qué alimentarse;  es como en caso de que, por una violencia vengadora, se incendian sembradíos, sólo se tendrá cenizas, no alimento.

No tenemos en nuestras manos las soluciones para los problemas del mundo. Pero frente a los problemas del mundo, tenemos nuestras manos…

Comprometamos nuestras manos para la siembra… Porque la persona a quien el invierno no ha liquidado la esperanza, es alguien con talento e idoneidad para sembrar. El contacto con la tierra engendra en el hombre la esperanza. Porque la tierra es fundamentalmente el ser que espera. Es profundamente intuitiva en su espera de la primavera, porque en ella anida la experiencia de los ciclos de la historia que ha ido haciendo avanzar la vida en sucesivas primaveras parciales.

Que la madrugada nos encuentre sembrando, que nos halle realizando tareas simples,  trabajos que, aunque nadie vea  y que no sean noticia, permitan crear pequeños sembradíos con desinterés, con verdad y con cariño, siempre jugándonos por la luz y un mejor amanecer. Porque la auténtica y única noticia de la buena siembra la da cosecha y esto, sea en la historia, en la tierra y en las mesas de cada familia, se llama pan… Si amamos nuestra tierra, que cada amanecer nos encuentre sembrando. Si nos comprometemos en esa humilde siembra, tendremos pan para todos cuando amanezca; porque es fértil nuestra tierra. Y así, en estos “momentos de salida del invierno”, tendremos paz y pan para regalar a todos aquellos que habitan el mundo.

Desde la ciudad de Campana (Buenos Aires), recibe un Abrazo, y mi deseo que Dios te bendiga, te sonría y permita que prosperes en todo, y que derrame sobre ti, mucha Salud, Paz, Amor, y Prosperidad.Claudio Valerio

® Valerius

 


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Agosto 9, 2024