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Por Cyd Ollack

Ante la creciente tensión global previa a la entrada formal de Estados Unidos en la Segunda Guerra Mundial, el presidente Franklin D. Roosevelt autorizó una audaz iniciativa encubierta que alteraría el curso de las relaciones entre Estados Unidos y China, así como la guerra aérea. Dicha iniciativa fue el Grupo de Voluntarios Estadounidenses (AVG), posteriormente inmortalizado como los Tigres Voladores.

Formados en 1941 mediante una discreta orden ejecutiva, los Tigres Voladores estaban compuestos por aproximadamente 100 pilotos estadounidenses y 200 miembros del personal de apoyo, reclutados bajo la apariencia de empleo civil por la Compañía Central de Manufactura de Aeronaves (CAMCO). En realidad, eran mercenarios encargados de defender a China de los implacables ataques aéreos japoneses.

Chennault

La decisión de Roosevelt fue políticamente delicada. Estados Unidos se mantuvo oficialmente neutral en el conflicto entre China y Japón, pero los crecientes informes de atrocidades, incluida la infame Masacre de Nanjing, generaron una creciente presión para apoyar a China. La estrategia de FDR permitió a Estados Unidos actuar sin provocar una guerra inmediata con Japón. La misión también se alineó con la petición de ayuda de Chiang Kai-shek, ofreciendo a Roosevelt una posición estratégica en Asia y, al mismo tiempo, eludiendo el sentimiento aislacionista en su país.

Liderados por la oficial retirada del Cuerpo Aéreo del Ejército de EE. UU. Claire Lee Chennault, los Tigres Voladores operaban cazas Curtiss P-40 Warhawk con el icónico diseño de la boca de tiburón en la nariz. Desde bases aéreas en Birmania y China, se enfrentaron a aeronaves japonesas en feroces combates aéreos por todo el Sudeste Asiático. Entre diciembre de 1941 y julio de 1942, el AVG reclamó la destrucción de casi 300 aviones enemigos, a pesar de que nunca superaron los 90 aviones. Su tasa de bajas, disciplina y moral se volvieron legendarias.

Las hazañas de los Tigres quedaron envueltas en misterio y fueron glorificadas por los medios estadounidenses. Su éxito reforzó el apoyo público a la intervención y consolidó su papel como símbolos de coraje e ingenio. Para julio de 1942, tras la entrada de Estados Unidos en la guerra, el AVG se disolvió y fue absorbido por las Fuerzas Aéreas del Ejército de Estados Unidos como el 23.er Grupo de Cazas.

Aunque técnicamente no estaba autorizada por el Congreso, la campaña de los Tigres Voladores marcó un punto de inflexión en la intervención exterior de Estados Unidos. La discreta maniobra de Roosevelt sorteó obstáculos políticos, a la vez que extendía la influencia estadounidense y ayudaba a un aliado en apuros.

Su legado perdura, no solo en los anales militares, sino también en los profundos lazos entre Estados Unidos y China forjados bajo fuego enemigo, con un valiente grupo de voluntarios en el centro de todo.

 


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Julio 19, 2025