Recientemente, la hoy derrotada candidata a la presidencia al país galo, Marine Le Pen, dijo que de ascender al cargo de primer mandataria, se retiraría de la Otan. Francia y la OTAN han tenido una relación fascinante y a menudo tensa. Aunque Francia fue miembro fundador de la OTAN en 1949, no siempre su comportamiento ha sido normal. De hecho, uno de los escándalos más interesantes que sacudió a la OTAN y también sacudió la jaula del Kremlin, ocurrió en 1966. Francia conmocionó al mundo al abandonar la OTAN. Aunque los historiadores de la Guerra Fría argumentan que la decisión no fue inesperada y que maduró durante mucho tiempo.
¿Por qué Francia abandonó la OTAN después de ayudar a construirla y albergarla durante quince años? Antes de pasar a las razones por las que Francia abandonó la OTAN, es importante aclarar qué se entiendee por “renunciar” en este contexto. Francia abandonó la estructura de mando militar unificado de la OTAN, pero no la organización. Esto significa que Francia acordó ayudar a un miembro de la OTAN si fuera atacado, pero en sus propios términos. Francia dijo que no sería parte de las operaciones militares de la OTAN. La decisión de Francia de abandonar la estructura de mando de la OTAN tuvo un efecto a largo plazo en la política francesa y europea, y Francia no se reincorporó a la OTAN hasta 2009.
Para comprender las preocupaciones de los líderes franceses, hay que observar los acontecimientos que precedieron a la decisión del presidente Charles de Gaulle de desconectar a la OTAN. Técnicamente, las operaciones militares de la OTAN podrían ser dirigidas por cualquier nación miembro. Pero en realidad, el nombre del país comenzaba con una E y terminaba con stados Unidos de América. Al mando de facto de la OTAN, se designó a un alto oficial militar estadounidense como Comandante Supremo Aliado de Europa (SACEUR). Sobre el papel, el segundo al mando puede ser de cualquier miembro de la OTAN, pero siempre fue británico. Francia estaba notoriamente preocupada por esta estructura de liderazgo.
El 17 de septiembre de 1958, Charles de Gaulle envió una carta al presidente de los EE. UU., Dwight Eisenhower, y al primer ministro británico, Harold Mc Millan, proponiendo una Dirección tripartita de la OTAN, en la que Gran Bretaña, Francia y los EE. UU. tomaran decisiones estratégicas. Francia tenía la opción de retirarse de la OTAN si los otros dos países rechazaban la idea de una parte equitativa del liderazgo. De Gaulle deseaba mantener un control absoluto sobre su ejército. Los generales franceses y De Gaulle pensaron que las tropas francesas no aceptarían el liderazgo de oficiales de otro país y que la defensa de la nación estaría en peligro. Francia también pensó que era importante tener su propio arsenal nuclear y construir buenas relaciones con viejos rivales, Alemania e Italia.
A principios de la década de 1960, Francia era una potencia nuclear en ciernes. Desde el final de la Segunda Guerra Mundial, los científicos franceses estaban desarrollando energía nuclear civil. A diferencia de Gran Bretaña, Francia no recibió ayuda de Estados Unidos para iniciar su programa nuclear. Solo unos pocos científicos franceses formaron parte del Proyecto Manhattan. Los israelíes trabajaron con Francia durante un tiempo para el programa nuclear francés, pero después de la crisis de Suez en 1958, Francia pensó que el programa tenía que ser solo para ella. Por lo tanto, se pidió a los científicos israelíes que se fueran. Francia creía que tenía derecho a defenderse, en caso de un ataque nuclear, incluso si el Reino Unido y los EE. UU. no ayudaran. La estrategia de disuasión nuclear de Francia difería de las del Reino Unido y los Estados Unidos. Los franceses no estaban de acuerdo con la política de no dar el primer golpe.
Francia estaba convencida de que la mejor manera de detener a la Unión Soviética en caso de una invasión de Europa occidental era desplegar armas nucleares. Esta decisión de seguir una política nuclear independiente no le cayó bien a EE. UU. y Gran Bretaña. Para echar leña al fuego, Francia fortaleció su relación con Alemania Occidental, como contraataque a la hegemonía tanto de los EE. UU. como de la URSS. Los miembros de la OTAN se vieron envueltos en una mini Guerra Fría dentro de sus filas. Con tensiones latentes, Estados Unidos y el Reino Unido se negaron a aceptar la propuesta de De Gaulle de un reparto justo del poder en la OTAN. El ejército francés esperaba la medida y el 11 de marzo de 1959, la flota naval francesa en el Mediterráneo se retiró del mando de la OTAN.
Los franceses pensaron que los británicos y los estadounidenses tenían un acuerdo secreto de que primero se ayudarían mutuamente, incluso si eso significaba lastimar a otros aliados. En la jerga política, dicho acuerdo se denomina “relación especial”. En junio de 1959, Francia se negó a almacenar armas nucleares extranjeras en su territorio. Debido a esto, Estados Unidos tuvo que sacar 200 aviones militares de Francia. El 21 de junio de 1963, Francia retiró sus flotas del Atlántico y del Canal de la Mancha del mando de la OTAN. Pero luego vino el último rayo de la nada, que nadie esperaba. En 1964, Francia reconoció a la República Popular China como el gobierno chino oficial, una medida que enfureció tanto a los soviéticos como a los EE. UU. La República de China (ROC), o la actual Taiwán, era el gobierno chino oficial de facto de la época, dirigido por Chiang Kai Shek. Las naciones occidentales reconocieron a la República de China, que también era miembro permanente del Consejo de Seguridad de la ONU con poder de veto.
Las tensiones entre Francia y otras potencias occidentales prepararon el escenario para la retirada francesa de la OTAN. El 10 de marzo de 1966, el presidente Charles de Gaulle anunció que Francia se retiraba oficialmente de la OTAN. El país ya no albergaría ninguna base de la OTAN. El Cuartel General Supremo de las Potencias Aliadas de Europa, que está a cargo de la planificación militar de la OTAN, se trasladó de París a Bruselas. Para empeorar las cosas, De Gaulle escribió una carta al presidente de los Estados Unidos, Lyndon B. Johnson, pidiéndole que retirara todas las tropas estadounidenses del suelo francés. El secretario de Estado de EE. UU., Dean Rusk, respondió con una réplica ingeniosa: “¿Eso incluye también a los estadounidenses muertos en los cementerios militares?” (Soldados caídos en las guerras mundiales)
La decisión de De Gaulle de abandonar la OTAN fue inmensamente popular entre los franceses. A los ojos de muchos, su decisión fue un paso significativo para hacer de Francia autosuficiente y, una vez más, un líder mundial. La medida fue un impulso para el programa nuclear francés, ya que Francia se negó a aceptar los términos y condiciones propuestos por Estados Unidos y Gran Bretaña. Francia llevó la rivalidad entre las naciones de la OTAN a un nivel superior cuando vetó la oferta de Gran Bretaña de unirse a la Comunidad Económica Europea (CEE), la organización que sentó las bases para una futura Unión Europea.
De Gaulle imaginó una Europa sin Gran Bretaña. Sorprendentemente, el Brexit en 2016 demostró que De Gaulle tenía razón.
La retirada de Francia de la OTAN sorprendió al Kremlin, pero la Casa Blanca lo vio venir. La reacción no fue exagerada porque la mayoría de las personas en el gobierno de los EE. UU. sintieron que Francia regresaría pronto. Los estadounidenses y los británicos lo vieron como un desacuerdo entre amigos. Después de todo, Francia no abandonó la OTAN sino que se retiró de la estructura de mando militar. No hubo cambios en la política francesa de ayudar a otros miembros de la OTAN si fueran atacados, aunque sería en los términos de Francia. La evaluación estadounidense de la retirada francesa no estaba equivocada. Pero la OTAN tuvo que esperar más para recibir de nuevo a Francia.
En 2009, el presidente francés, Nicolas Sarkozy, anunció que Francia volvería a unirse al mando militar de la OTAN.
La decisión de Francia de abandonar la OTAN fue sorprendente. Pero resultó útil a largo plazo. Francia protegió a sus ciudadanos sin comprometer su control sobre el ejército francés. Además, Francia desarrolló un fuerte programa nuclear tanto para fines civiles como de defensa sin ser presionada.
El 16 de octubre de 1962, John F. Kennedy y sus asesores se sorprendieron al enterarse de que la Unión Soviética estaba, sin provocación, instalando misiles balísticos de mediano y medio alcance con armas nucleares en Cuba. Con estas armas ofensivas, que representaban una amenaza nueva y existencial para Estados Unidos, Moscú aumentó significativamente la rivalidad en la rivalidad nuclear entre las superpotencias, una táctica que obligó a Estados Unidos y la Unión Soviética al borde del Armagedón nuclear. El 22 de octubre, el presidente, sin otro recurso, proclamó en un discurso televisado que su administración conocía los misiles ilegales y emitió un ultimátum insistiendo en su eliminación, anunciando una “cuarentena” estadounidense de Cuba para forzar el cumplimiento de sus demandas. Mientras evitaba cuidadosamente la acción provocativa y calibraba fríamente cada contramedida soviética, Kennedy y sus lugartenientes no aceptaban ningún compromiso; se mantuvieron firmes, a pesar de los esfuerzos de Moscú por vincular una resolución con asuntos extrínsecos y a pesar de la predecible confusión soviética sobre la agresión estadounidense y la violación del derecho internacional. En la tensa crisis de 13 días, los estadounidenses y los soviéticos pasaron de un ojo a otro. Gracias a la resolución plácida de la administración Kennedy y al manejo prudente de las crisis, gracias a lo que el asistente especial de Kennedy, Arthur Schlesinger Jr., calificó de “combinación de tenacidad y moderación, de voluntad, nervio y sabiduría del presidente, tan brillantemente controlado, tan sin igual calibrado, que [Eso] deslumbró al mundo ”: la dirección soviética parpadeó: Moscú desmanteló los misiles y se evitó un cataclismo.
Cada oración en el párrafo anterior que describe la crisis de los misiles cubanos es engañosa o errónea. Pero esta fue la interpretación de los eventos que el gobierno de Kennedy suministró a una prensa crédula; esta fue la historia que los participantes en Washington promulgaron en sus memorias; y esta es la historia que se insinuó en la memoria nacional, como lo demuestran los comentarios de los expertos y la cobertura de los medios de comunicación en cada aniversario de la crisis.
Sin embargo, los académicos han sabido durante mucho tiempo una historia muy diferente: desde 1997, han tenido acceso a grabaciones que Kennedy realizó en secreto de sus reuniones con sus principales asesores, el Comité Ejecutivo del Consejo de Seguridad Nacional (el “ExComm”). Sheldon M. Stern, quien fue el historiador en la Biblioteca John F. Kennedy durante 23 años y el primer académico en evaluar las cintas de ExComm, se encuentra entre los numerosos historiadores que han tratado de aclarar el récord. Su nuevo libro reúne pruebas irrefutables para demoler sucintamente la versión mítica de la crisis. Aunque hay pocas razones para creer que su esfuerzo será en vano, sin embargo, debe ser aplaudido.
Alcanzada mediante un análisis sobrio, la conclusión de Stern de que “John F. Kennedy y su administración, sin lugar a dudas, asumieron una parte sustancial de la responsabilidad por el inicio de la crisis de los misiles en Cuba” habría sorprendido al pueblo estadounidense en 1962, por la sencilla razón de que La administración de Kennedy los había engañado sobre el desequilibrio militar entre las superpotencias y había ocultado su campaña de amenazas, planes de asesinato y sabotaje diseñado para derrocar al gobierno en Cuba, un esfuerzo bien conocido por los funcionarios soviéticos y cubanos.
En las elecciones presidenciales de 1960, Kennedy había atacado cínicamente a Richard Nixon, alegando que la administración Eisenhower-Nixon había permitido que creciera una peligrosa “brecha de misiles” a favor de la U.R.S.S. Pero, de hecho, tal como lo habían sugerido Eisenhower y Nixon, y tal como lo indicaron las reuniones informativas clasificadas que Kennedy recibió como candidato presidencial, la brecha de misiles y el equilibrio nuclear en general fueron una ventaja abrumadora para los Estados Unidos. En el momento de la crisis de los misiles, los soviéticos tenían 36 misiles balísticos intercontinentales (ICBM), 138 bombarderos de largo alcance con 392 ojivas nucleares y 72 ojivas de misiles balísticos lanzados por submarinos (SLBM). Estas fuerzas se dispusieron contra un arsenal nuclear mucho más poderoso de los Estados Unidos de 203 ICBM, 1.306 bombarderos de largo alcance con 3.104 ojivas nucleares y 144 SLBM, todos aproximadamente nueve veces más armas nucleares de las que la URSS Nikita Khrushchev conocía perfectamente de América. Gran ventaja no solo en la cantidad de armas, sino también en su calidad y despliegue.
Además, a pesar de la abrumadora preponderancia nuclear de los Estados Unidos, JFK, en consonancia con su objetivo declarado de perseguir una política exterior caracterizada por el “vigor”, había ordenado la mayor expansión en tiempos de paz del poder militar de los Estados Unidos, y específicamente el crecimiento colosal de sus fuerzas nucleares estratégicas. Esto incluyó el despliegue, a partir de 1961, de misiles nucleares “Júpiter” de alcance intermedio en Italia y Turquía, adyacentes a la Unión Soviética. Desde allí, los misiles podrían alcanzar todo el oeste enemigo, Incluyendo Moscú y Leningrado (y eso no cuenta los misiles “Thor” de armas nucleares con los que EE. UU. ya habían apuntado a la Unión Soviética desde sus bases en Gran Bretaña).
Los misiles Júpiter fueron un componente excepcionalmente desconcertante del arsenal nuclear de los Estados Unidos. Debido a que estaban sentados en el piso, estaban inmóviles y requerían mucho tiempo para prepararse para el lanzamiento, eran extremadamente vulnerables. No tienen valor como elemento disuasorio, parecían ser armas destinadas a un primer ataque desarmador, y por lo tanto socavaron enormemente la disuasión, porque alentaron un ataque soviético preventivo contra ellos. El efecto desestabilizador de los Júpiter fue ampliamente reconocido entre los expertos en defensa dentro y fuera del gobierno de los EE. UU. E incluso por los líderes del Congreso. Por ejemplo, el senador Albert Gore Sr., un aliado de la administración, le dijo al Secretario de Estado Dean Rusk que eran una “provocación” en una sesión a puerta cerrada del Comité de Relaciones Exteriores del Senado en febrero de 1961 (más de un año y medio antes La crisis de los misiles), y agregó: “Me pregunto cuál sería nuestra actitud” si los soviéticos desplegaran misiles con armas nucleares en Cuba. El senador Claiborne Pell planteó un argumento idéntico en un memorándum transmitido a Kennedy en mayo de 1961.
Dada la poderosa superioridad nuclear de Estados Unidos, así como el despliegue de los misiles Júpiter, Moscú sospechó que Washington veía un primer ataque nuclear como una opción atractiva. Tenían razón al ser sospechosos. Los archivos revelan que, de hecho, la administración Kennedy había considerado esta opción durante la crisis de Berlín en 1961.
No es de extrañar, entonces, que, como afirma Stern, basándose en una gran cantidad de becas que incluyen, de manera más convincente, el elegante estudio de 1997 del historiador Philip Nash, Los otros misiles de octubre, el despliegue de Kennedy de los misiles de Júpiter “fuera una razón clave para la decisión de enviar misiles nucleares a Cuba. ”Khrushchev tomó esa decisión en mayo de 1962, declarando a un confidente que los estadounidenses“ nos han rodeado de bases en todos los lados ”y que los misiles en Cuba ayudarían a contrarrestar una“ provocación intolerable ”. Manteniendo el despliegue en secreto para presentar a los Estados Unidos un hecho consumado, Khrushchev podría haber asumido que la respuesta de Estados Unidos sería similar a su reacción a los misiles de Júpiter: denuncia retórica pero ninguna amenaza o acción para frustrar el despliegue con un ataque militar. nuclear o de otro tipo. (Al retirarse, Khrushchev explicó su razonamiento al periodista estadounidense Strobe Talbott: los estadounidenses “aprenderían lo que se siente al tener misiles enemigos apuntándote; no haríamos nada más que darles un poco de su propia medicina”. )
Khrushchev también estaba motivado por su creencia totalmente justificable de que la administración Kennedy quería destruir el régimen de Castro. Después de todo, la administración había lanzado una invasión de Cuba; lo siguió con sabotaje, asaltos paramilitares e intentos de asesinato, la operación clandestina más grande en la historia de la CIA, y organizó ejercicios militares a gran escala en el Caribe claramente destinados a sacudir a los soviéticos y su cliente cubano. Esas acciones, como lo han demostrado Stern y otros estudiosos, ayudaron a los soviéticos a instalar los misiles para disuadir los “ataques estadounidenses encubiertos o abiertos”, de la misma manera que Estados Unidos había protegido a sus aliados bajo un paraguas nuclear para disuadirlos. Subversión soviética o agresión contra ellos.
Sorprendentemente, dada la postura alarmada y confrontativa que adoptó Washington durante la crisis de los misiles, las grabaciones de las deliberaciones de ExComm, que Stern ha evaluado minuciosamente, revelan que Kennedy y sus asesores entendieron la situación nuclear de la misma manera que Khrushchev. En el primer día de la crisis, el 16 de octubre, cuando reflexionó sobre los motivos de Khrushchev para enviar los misiles a Cuba, Kennedy realizó una de las observaciones más asombrosamente ausentes (o sarcásticas) en los anales de la política de seguridad nacional de los Estados Unidos: “¿Por qué? ¿Él pone esto allí, sin embargo? … Es como si de repente comenzáramos a colocar un gran número de MRBM [misiles balísticos de medio alcance] en Turquía. Creo que ahora sería malditamente peligroso. “McGeorge Bundy, el asesor de seguridad nacional, señaló de inmediato:” Bueno, lo hicimos, señor presidente “.
Una vez que se solucionó, el mismo Kennedy declaró repetidamente que los misiles Júpiter eran “iguales” a los misiles soviéticos en Cuba. Rusk, al hablar de la motivación soviética para enviar misiles a Cuba, citó la opinión del director de la CIA, John McCone, de que Khrushchev “sabe que tenemos una superioridad nuclear sustancial … También sabe que en realidad no vivimos bajo el temor de sus armas nucleares” que tiene que vivir bajo el miedo de los nuestros. Además, tenemos armas nucleares cerca, en Turquía ”. El presidente del Estado Mayor Conjunto, Maxwell Taylor, ya había reconocido que el propósito principal de los soviéticos en la instalación de misiles en Cuba era“ complementar su sistema ICBM bastante defectuoso ”.
Kennedy y sus asesores civiles entendieron que los misiles en Cuba no alteraron el equilibrio nuclear estratégico. Aunque Kennedy afirmó en su discurso televisado el 22 de octubre que los misiles eran “una amenaza explícita para la paz y la seguridad de todas las Américas”, de hecho lo apreciaba, como le dijo al ExComm el primer día de la crisis, que “no lo hace”. No hagas ninguna diferencia si eres volado por un ICBM que vuela desde la Unión Soviética o uno que está a 90 millas de distancia. La geografía no significa mucho ”. Los aliados europeos de Estados Unidos, continuó Kennedy,“ argumentarán que, en el peor de los casos, la presencia de estos misiles realmente no cambia ”el equilibrio nuclear.
Que los misiles estaban cerca de los Estados Unidos era, como el presidente reconoció, inmaterial: la diferencia insignificante en los tiempos de vuelo entre los ICBM con base en la Unión Soviética y los misiles con base en Cuba no cambiaría las consecuencias cuando los misiles golpeen sus objetivos, y en En cualquier caso, los tiempos de vuelo de los SLBM soviéticos ya eran tan cortos o más cortos que los tiempos de vuelo de los misiles en Cuba, porque esas armas ya se escondían en submarinos frente a la costa estadounidense (como, por supuesto, los SLBM estadounidenses frente a la costa soviética ). Además, a diferencia de los ICBM soviéticos, los misiles en Cuba requerían varias horas para estar preparados para el lanzamiento. Dada la efectividad del reconocimiento aéreo y satelital de Estados Unidos (ampliamente demostrado por las imágenes de misiles en la URSS y en Cuba que obtuvieron), es casi seguro que los Estados Unidos hubieran tenido mucho más tiempo para detectar y responder a un inminente ataque de misiles soviéticos desde Cuba que a ataques de bombarderos soviéticos, ICBMs o SLBMs.
“Un misil es un misil”, afirmó el secretario de Defensa Robert McNamara. “No importa mucho si te matan con un misil de la Unión Soviética o Cuba”. En el primer día de las reuniones de ExComm, Bundy preguntó directamente: “¿Cuál es el impacto estratégico sobre la posición de los Estados Unidos de MRBM en ¿Cuba? ¿Qué tan grave es esto que cambia el equilibrio estratégico? “McNamara respondió:” En absoluto “, un veredicto que luego Bundy dijo que apoyaba totalmente. Al día siguiente, el Asesor Especial Theodore Sorensen resumió los puntos de vista de ExComm en un memorando a Kennedy. “En general se acepta”, señaló, “que estos misiles, incluso cuando están en pleno funcionamiento, no alteran significativamente el equilibrio de poder, es decir, no aumentan significativamente el potencial de megatonaje capaz de ser liberado en suelo estadounidense, incluso después de una Sorprende el ataque nuclear estadounidense “.
El comentario de Sorensen sobre un ataque sorpresa nos recuerda que, si bien los misiles en Cuba no aumentaron apreciablemente la amenaza nuclear, podrían haber complicado un poco la planificación de Estados Unidos para un primer ataque exitoso, lo que bien podría haber sido parte de la razón de Khrushchev para desplegarlos. Si es así, paradójicamente, los misiles podrían haber aumentado la disuasión entre las superpotencias y, por lo tanto, reducir el riesgo de una guerra nuclear.
sin embargo, aunque la importancia militar de los misiles era insignificante, la administración Kennedy avanzó en un rumbo peligroso para forzar su eliminación. El presidente dio un ultimátum a una potencia nuclear, un movimiento sorprendentemente provocativo, que de inmediato creó una crisis que podría haber llevado a una catástrofe. Ordenó un bloqueo a Cuba, un acto de guerra que ahora sabemos que llevó a las superpotencias al alcance de una pelea de confrontación nuclear. Los asediados cubanos aceptaron voluntariamente las armas de sus aliados, por lo que el despliegue de misiles por parte del soviet estaba totalmente de acuerdo con el derecho internacional. Pero el bloqueo, incluso si la administración lo llamó eufemísticamente una “cuarentena”, fue, según reconocieron los miembros del ExComm, ilegal. Como recordó el asesor legal del Departamento de Estado, “nuestro problema legal era que su acción no era ilegal”. Kennedy y sus lugartenientes contemplaron intensamente una invasión de Cuba y un ataque aéreo contra los misiles soviéticos allí, actos que probablemente hayan provocado un ataque nuclear. guerra. A la luz de las medidas extremas que ejecutaron o entretenieron seriamente para resolver una crisis que habían creado en gran parte, la reacción de Estados Unidos a los misiles requiere, en retrospectiva, tanta explicación como la decisión soviética de desplegarlos, o más.
En ese primer día de las reuniones de ExComm, McNamara brindó una perspectiva más amplia sobre el significado de los misiles: “Seré muy franco”. No creo que haya un problema militar aquí … Este es un problema político interno. “En una entrevista de 1987, McNamara explicó:” Hay que recordar que, desde el principio, fue el presidente Kennedy quien dijo que era Políticamente inaceptable que dejemos esos sitios de misiles solos. “No dijo militarmente, dijo políticamente”. Lo que en gran medida hizo que los misiles fueran políticamente inaceptables fue la hostilidad visible y ferviente de Kennedy hacia el régimen de Castro; y “un poco demente”.
Pero incluso más fuerte que la catástrofe política doméstica que probablemente caiga sobre la administración si parece ser suave para Cuba fue lo que el Subsecretario de Estado Edwin Martin llamó “el factor psicológico” que “nos sentamos y dejamos que nos lo hagan”. Afirmó que esto era “más importante que la amenaza directa”, y Kennedy y sus otros asesores coincidieron enérgicamente. Incluso cuando Sorensen, en su memorando al presidente, notó el consenso de ExComm de que los misiles cubanos no alteraron el equilibrio nuclear, también observó que ExComm, sin embargo, creía que “Estados Unidos no puede tolerar la presencia conocida” de misiles en Cuba. “Si nuestro valor y nuestros compromisos deben ser creídos por aliados o adversarios” (énfasis agregado). Los aliados europeos de Estados Unidos (sin mencionar a los soviéticos) insistieron en que Washington debería ignorar estas preocupaciones intangibles, pero Sorensen fue desdeñoso. Apelando a la psicología en lugar de a los duros cálculos del arte de gobernar, afirmó que tales argumentos “tenían cierta lógica pero poco peso”.
De hecho, la autoestima de Washington por su credibilidad fue, casi con certeza, la razón principal por la que arriesgó una guerra nuclear por una amenaza insignificante para la seguridad nacional. En la misma reunión en la que Kennedy y sus asesores estaban contemplando una acción militar contra Cuba y la URSS, acción que sabían que podría provocar una guerra apocalíptica, el presidente declaró: “El mes pasado dije que no íbamos a [permitir que los misiles nucleares soviéticos”. en Cuba] y el mes pasado debería haber dicho … no nos importa. Pero cuando dijimos que no lo haríamos, y [los soviéticos] siguen adelante y lo hacen, y luego no hacemos nada, entonces … creo que nuestros … riesgos aumentan “.
Los riesgos de tal derrumbamiento, sostuvieron Kennedy y sus asesores, eran distintos pero estaban relacionados. La primera fue que los enemigos de Estados Unidos verían a Washington como pusilánime; La conocida presencia de los misiles, dijo Kennedy, “hace que se vean como si fueran iguales con nosotros y eso”, donde el secretario del Tesoro, Douglas Dillon, interrumpió: “Tenemos miedo de los cubanos”. El segundo riesgo era que los amigos de Estados Unidos lo harían. De repente, dudo que un país dado al apaciguamiento pueda ser invocado para cumplir con sus obligaciones.
De hecho, los aliados de Estados Unidos, como reconoció Bundy, estaban horrorizados de que Estados Unidos amenazara con una guerra nuclear por una condición estratégicamente insignificante, la presencia de misiles de alcance intermedio en un país vecino, que esos aliados (y, en realidad, los soviéticos) Llevaba años viviendo con. En los tensos días de octubre de 1962, ser aliado con los Estados Unidos potencialmente equivalía a, como Charles de Gaulle había advertido, “aniquilación sin representación”. Parece que Kennedy y el ExComm nunca se han dado cuenta de lo que ganara Washington al demostrar la firmeza. De sus compromisos, perdió en una erosión de confianza en su juicio.
Este enfoque de la política exterior fue guiado, y sigue siendo guiado, por una elaborada teorización enraizada en la visión de la política mundial en la escuela, en lugar de la evaluación fresca de las realidades estratégicas. Puso, y aún pone, a Estados Unidos en la curiosa posición de tener que ir a la guerra para defender la credibilidad que se supone debe obviar la guerra en primer lugar.
Si las prioridades políticas internas de la administración dictaran la eliminación de los misiles cubanos, una solución al problema de Kennedy hubiera parecido bastante obvia: en lugar de un ultimátum público que exigía que los soviéticos retiraran sus misiles de Cuba, un acuerdo privado entre las superpotencias para eliminar ambos. Los misiles de Moscú en Cuba y los misiles de Washington en Turquía. (Recordemos que la administración Kennedy descubrió los misiles el 16 de octubre, pero solo anunció su descubrimiento al público estadounidense y a los soviéticos y emitió su ultimátum el 22).
La administración, sin embargo, no hizo tal obertura a los soviéticos. En cambio, al exigir públicamente una retirada soviética unilateral e imponer un bloqueo a Cuba, precipitó lo que sigue siendo hasta hoy la crisis nuclear más peligrosa de la historia. En medio de esa crisis, los observadores más sensatos y sensatos, entre ellos diplomáticos en las Naciones Unidas y en Europa, los redactores editoriales de Manchester Guardian, Walter Lippmann y Adlai Stevenson, vieron el comercio de misiles como una solución bastante simple. En un esfuerzo por resolver el punto muerto, el propio Khrushchev hizo esta propuesta abiertamente el 27 de octubre. De acuerdo con la versión de los hechos propagados por la administración Kennedy (y durante mucho tiempo aceptado como un hecho histórico), Washington rechazó inequívocamente la oferta de Moscú y, en cambio, gracias a la resolución de Kennedy , forzó una retirada soviética unilateral.
Sin embargo, a partir de fines de la década de 1980, la apertura de archivos previamente clasificados y la decisión de varios participantes de decir la verdad finalmente reveló que la crisis se resolvió mediante un acuerdo explícito pero oculto para eliminar tanto el Júpiter como los misiles cubanos. Kennedy, de hecho, amenazó con abrogar si los soviéticos lo revelaban. Lo hizo por las mismas razones que habían engendrado la crisis en primer lugar: la política interna y el mantenimiento de la imagen de Estados Unidos como la nación indispensable. Un cable soviético desclasificado revela que Robert Kennedy, a quien el presidente asignó para resolver el intercambio secreto con el embajador de la URSS en Washington, Anatoly Dobrynin, insistió en regresar a Dobryn en la carta soviética formal que afirma el acuerdo, explicando que la carta “podría causar un daño irreparable a mi carrera política en el futuro “.
Solo un puñado de funcionarios de la administración conocían el comercio; la mayoría de los miembros del Comité Ejecutivo, incluido el vicepresidente Lyndon Johnson, no lo hicieron. Y en su esfuerzo por mantener el encubrimiento, varios de los que lo hicieron, entre ellos McNamara y Rusk, mintieron al Congreso. JFK y otros alentaron tácitamente el asesinato del personaje de Stevenson, permitiéndole que lo retrataran como un apaciguador que “quería un Munich” por sugerir el intercambio, un acuerdo que mantuvieron enérgicamente que el gobierno nunca habría permitido.
El trabajo paciente de Stern y otros eruditos ha llevado a más revelaciones. Stern demuestra que Robert Kennedy apenas habitó el papel conciliador y estadista durante la crisis que sus aliados describieron en sus crónicas y memorias hagiográficas y que él mismo avanzó en su libro póstumamente publicado, Trece días. De hecho, fue uno de los asesinos más presos y constantes de los asesores del presidente, y no presionó por un bloqueo o incluso por ataques aéreos contra Cuba, sino por una invasión a gran escala como “la última oportunidad que tendremos de destruir a Castro”. concluye que “si RFK hubiera sido presidente, y los puntos de vista que expresó durante las reuniones de ExComm hubieran prevalecido, la guerra nuclear habría sido el resultado casi seguro”. Él justifica de manera justificada al cortesano cortesano Schlesinger, cuyas historias “manipularon repetidamente y ocultaron los hechos” y cuyos relatos, “profundamente engañoso, si no es totalmente engañoso”, se escribieron para servir no a la erudición sino a los Kennedy.
Aunque la severidad y otros académicos han cambiado la versión panegírica de los eventos desarrollados por Schlesinger y otros acólitos de Kennedy, la crónica revisada muestra que las acciones de JFK para resolver la crisis (una vez más, una crisis que había creado en gran medida) fueron razonables, responsables y valientes. Sencillamente conmocionado por las potencialidades apocalípticas de la situación, Kennedy defendió, ante la oposición belicosa y casi unánime de sus asesores de pseudo-tipo duro, aceptando el intercambio de misiles que había propuesto Khrushchev. “Para cualquier hombre en las Naciones Unidas, o para cualquier otro hombre racional, se verá como un intercambio muy justo”, dijo de manera sensata al ExComm. “La mayoría de la gente piensa que si se le permite un intercambio equitativo, debe aprovecharlo”. Comprendió claramente que la historia y la opinión mundial lo condenarán a él y a su país por ir a la guerra, una guerra casi segura que se convertirá en una nuclear. intercambio, después de que la URSS hubiera ofrecido públicamente un quid pro quo tan razonable. La propuesta de Khrushchev, dijo el historiador Ronald Steel, “llenó de consternación a los asesores de la Casa Blanca, y no menos que nada porque parecía perfectamente justo”.
Aunque Kennedy, de hecho, estuvo de acuerdo con el intercambio de misiles y, con Khrushchev, ayudó a resolver la confrontación con madurez, el legado de esa confrontación fue, sin embargo, pernicioso. Al ocultar con éxito el acuerdo al vicepresidente, a una generación de estrategas y responsables de la política exterior, y al público estadounidense, Kennedy y su equipo reforzaron la peligrosa idea de que la firmeza frente a lo que Estados Unidos interpreta como agresión, y la escalada gradual de las amenazas militares y la acción para contrarrestar esa agresión hacen que la estrategia de seguridad nacional sea exitosa; en realidad, casi la define.
El presidente y sus asesores también reforzaron la opinión concomitante de que Estados Unidos debería definir una amenaza no solo como circunstancias y fuerzas que ponen en peligro directamente la seguridad del país, sino como circunstancias y fuerzas que podrían obligar indirectamente a aliados o enemigos potenciales a cuestionar la decisión de Estados Unidos. Este cálculo recóndito llevó al desastre estadounidense en Vietnam: al intentar explicar cómo la pérdida del país estratégicamente intrascendente de Vietnam del Sur podría debilitar la credibilidad estadounidense y amenazar así la seguridad del país, uno de los colaboradores más cercanos de McNamara, el Subsecretario de Defensa John McNaughton, permitió que “se requiera cierta sofisticación para ver cómo Vietnam involucra automáticamente” nuestros intereses vitales. Kennedy dijo en su discurso a la nación durante la crisis de los misiles que “la conducta agresiva, si se permite que no se controle y no se desafía, en última instancia conduce a la guerra”. Explicó que “si nuestro valor y nuestros compromisos deben ser confiados nuevamente por cualquiera de los amigos”. o enemigo ”, entonces Estados Unidos no podía tolerar tal conducta por parte de los soviéticos, aunque, una vez más, había reconocido en privado que el despliegue de misiles no cambió el equilibrio nuclear.
Esta noción de que resistir la agresión (aunque se defina de manera amplia y amplia) disuadirá a la agresión futura (aunque se defina de forma vaga y amplia) no logra superar el escrutinio histórico. Después de todo, la invasión y ocupación estadounidense de Irak no disuadió a Muammar Gadafi; La guerra de Estados Unidos contra Yugoslavia no disuadió a Saddam Hussein en 2003; La liberación de Kuwait por América no impidió a Slobodan Milošević; La intervención de Estados Unidos en Panamá no disuadió a Saddam Hussein en 1991; La intervención de Estados Unidos en Granada no disuadió a Manuel Noriega; La guerra de Estados Unidos contra Vietnam del Norte no disuadió al hombre fuerte de Grenada, Hudson Austin; y la confrontación de JFK con Khrushchev por los misiles en Cuba ciertamente no detuvo a Ho Chi Minh.
Además, la idea de que el esfuerzo de una potencia extranjera para contrarrestar la abrumadora supremacía estratégica de los Estados Unidos, un país que gasta casi tanto en defensa como el resto del mundo combinado, ipso facto pone en peligro la seguridad de Estados Unidos, está profundamente equivocada. Al igual que Kennedy y sus asesores percibieron una amenaza en los esfuerzos soviéticos para contrarrestar lo que en realidad era una hegemonía nuclear estadounidense desestabilizadora, en la actualidad, tanto liberales como conservadores afirman oxímicamente que la seguridad de los Estados Unidos exige que el país debe “equilibrar” a China manteniendo su posición estratégica dominante en Asia oriental y el Pacífico occidental, es decir, en el patio trasero de China. Esto significa que Washington considera como un peligro los intentos de Pekín para remediar la debilidad de su propia posición, aunque los responsables políticos reconocen que los Estados Unidos tienen una superioridad aplastante hasta el borde del continente asiático. Sin embargo, la postura de Estados Unidos revela más sobre sus propias ambiciones que sobre las de China. Imagine que la situación se revirtió, y las fuerzas aéreas y navales de China fueron una presencia dominante y potencialmente amenazadora en la plataforma costera de América del Norte. Seguramente los EE.UU. querrían contrarrestar esa preponderancia. En una vasta parte del mundo, que se extiende desde el Ártico canadiense hasta Tierra del Fuego y desde Groenlandia hasta Guam, los Estados Unidos no tolerarán la interferencia de otra gran potencia. Ciertamente, la seguridad de los Estados Unidos no se vería amenazada si otras grandes potencias disfrutan de sus propias esferas de influencia (y, en realidad, de menor tamaño).
Esta estrategia esotérica, esta extravagante obsesión con la credibilidad, este concepto peligrosamente expansivo de lo que constituye seguridad, que ha afectado tanto a las administraciones demócratas como a las republicanas, y tanto a los liberales como a los conservadores, es la antítesis de la política, que requiere discernimiento basado en el poder, el interés y circunstancia. Es una postura hacia el mundo que puede fácilmente condenar a los Estados Unidos a compromisos e intervenciones militares en lugares estratégicamente insignificantes sobre temas intrínsecamente triviales. Es una postura que puede engendrar una política exterior que se aproxima a la paranoia en un mundo obstinadamente caótico que abunda en estados, personalidades e ideologías que son desagradables e incongruentes, y en casos mortalmente peligrosas. Es decir, debe Estados Unidos ser la policía del mundo? Odioados cuando no están, son llamados a intervenir cuando la ineficacia local pierde el control.
Que estemos aún respirando sobre este planeta tiene que ver con los eventos acaecidos el 27 de Octubre de 1962. Un avión espía americano piloteado por Rudolph Anderson fue derribado en las costas de Cuba. Como contestación o represalia, un submarino soviético fue atacado por un barco estadounidense. Las autoridades del submarino, sin comunicación con Moscú, pensaron que la guerra había comenzado y se prepararon para lanzar un torpedo nuclear. La decisión debía ser aprobada por los tres oficiales de mayorrango a bordo. El Capitán y el Oficial Político de enlace estaban de acuerdo en la emisión del torpedo. Pero Vasili Alexandrovich Arkhipov, segundo en la cadena de mando, se negó. Su posición, tal vez, ayudó a que el mundo no terminara su existencia en ese entonces.
Fuente: Thirten Days de Robert F. Kennedy . One Hell of a Gamble: Khrushchev, Castro, and Kennedy 1958-1964 de Alexander Fursenko y Thimoty Naftali . The Missile de Jon James . Boston Globe . News X .
Es mundialmente conocida la situación de COREA DEL NORTE, respecto a su posición con Estados Unidos y sus aliados, es indudablemente una situación sumamente delicada y en donde ambos contrincantes podrían llevarnos a una escalada bélica de resultados catastróficos.
Esta situación me lleva a reflexionar, a comparar a este país, con nuestra desgraciada Argentina, y para entenderlo es necesario conocer algo de la historia nuestra como de la ellos, la que trataré de resumir en forma muy escueta desde 1945, de la forma más sencilla posible para que la misma pueda entenderse, y así solo relataré hechos históricos donde cada uno podrá sacar sus propias conclusiones.
La península de Corea, con la rendición de Japón en 1945, obtiene su libertad siendo uno de los países más pobres de la tierra, desbastado y con escasos medios de producción y prácticamente cero en industrias, desgraciadamente queda dividida y ambos Estados reclamaban la península entera como territorio propio, lo que los llevaría a la guerra de corea en 1950, como consecuencia de los dos sistemas políticos y sociales imperantes, el comunismo y el capitalismo,
Es así que una guerra civil, se convirtió inmediatamente en una guerra internacional, para mantener posiciones estratégicas y políticas por ese control que finalizó con la firma de un armisticio en 1953; oficialmente, los dos países siguen en guerra, ya que todavía no se ha firmado un tratado de paz.
Donald Trump y Kim Jong-un
Por un lado las EEUU y sus aliados apoyando Corea del Sur y por el otro lado China y Rusia apoyando a Corea del Norte, el avance Chino produjo una derrota aplastante a las tropas de del ejercito obligándolos a retirarse, ante esta situación, el General Duglas MacArtur, propone el uso de la bomba atómica contra China, lo cual llevaría a una tercera guerra mundial, se deniega tal pedido y este general es relevado.
Dado de esta forma los hechos, los EEUU decide circunscribir la guerra solo al territorio de Corea del Norte y decida utilizar, en vez de la bomba atómica el bombardeo convencional y no convencional (Bombas de Nepal, de fosforo blanco que quema vivo a las personas y solo se apaga sumergida en el agua o sin oxígeno).
Y es así que “ESTADOS UNIDOS LANZÓ 635.000 TONELADAS DE BOMBAS EN COREA DEL NORTE, (ES DECIR QUE SE UTILIZARON EL EQUIVALENTE A 49 BOMBAS ATÓMICAS DE LA USADA EN HIROSHIMA), SIN CONTAR 32.557 TONELADAS DE BOMBAS NAPALM”, según Bruce Cumings.,
Al respecto DEAN RUSK del departamento de los Estados Unidos manifestó que: “… no había blancos estratégicos, por lo que se bombardeaba a todo lo que se movía en corea del norte y a cada ladrillo que seguía en pie, no necesitábamos la bomba atómica en lo que ha corea del norte se refería”
Dean Rusk
“Por eso es que la Guerra de Corea la llaman la guerra olvidada, y parte de lo que se ha olvidado es la ruina completa y devastación que sufrió el pueblo norcoreano”, dijo John Delury, profesor del Departamento de Relaciones Internacionales de la Universidad Yonsei de Seúl. “Pero es algo arraigado en la psiquis norcoreana”, y este pueblo no olvidará jamás del genocidio infligido por los EEUU y sus aliados.
En resumen Corea del Norte sufrió dos guerras, la de la libertad y la de la península donde fue masacrada totalmente sin que quedara nada en pie, esto nos lleva a entender el porqué de la actitud del pueblo Coreano y del odio recalcitrante sobre quienes lo atacaron.
Me he limitado solo a contar los hechos crudos alejado de todo análisis, y conociendo ahora las vicisitudes de este pueblo paso a compararlo con nosotros, sin hacer análisis tampoco de sus formas de gobierno, las cuales pueden ser o no ser la más conveniente en lo que hace a su independencia interna.
Al termina la segunda guerra mundial la Argentina, según palabras de Perón, tenía tanto oro que expresara “No podemos caminar por los pasillos del Banco Central, tan abarrotados están de lingotes de oro”, es decir era uno de los países más ricos del mundo.
Tuvimos dos guerras, contra el terrorismo y la de Malvinas, que comparadas con las de Corea del Norte, ambas son significativas por su pequeñez, para tomar conciencia de esta guerra Corea del Norte tuvo 1 187 000; además 2 500 000 civiles muertos y heridos, 5 millones quedaron sin hogar y quedaron más de 2 millones de refugiados. Esto la hace una de las guerras más sangrientas desde la Segunda Guerra Mundial. Unos 54 000 estadounidenses y 500 000 chinos murieron en ese conflicto.
Esos serían muy resumidamente los hachos históricos y situaciones económicas de Argentina y Corea del Norte, a partir de 1945, y para entender mejor la comparación, volcaré en el siguiente cuadro la situación de ambos países al día de hoy, en los aspectos que considero más importantes.
DESIGNACIÓN
ARGENTINA
COREA DEL NORTE
POBLACIÓN
43.850.000
25 026 772
SUPERFICIE TERRITORIAL
2.791.810 Km2
120 538 km²
AGRICULTURA Y GANADERIA
57% DEL TERRITORIO
11% DEL TERRITORIO
FUERZAS ARMADAS
80.000
1 106 000
RESERVAS ARMADAS
SIN DATOS – CASI NULA
7 000 000
ARMAMENTO Y MUNICIÓN
PAIS INDEFENSO
ALTAMENTE DEFENSIVO
POTENCIA NUCLEAR
NULA
CUENTA CON BOMBA DE HIDROGENO
Es importante destacar que Corea del Norte cuenta con un ejército moderno, con todo el material necesario y sus reservas cuentan con todos los cuadros para conducirlas, desde el General al Cabo y el material neceario para armarlas.
Como podemos observar Corea del Norte corresponde:
1) Al 4, 31% del territorio Argentino, es decir casi cuatro provincias de Tucumán.
2) Tiene la mitad de nuestra población.
3) Tiene el solo el 11% cultivable de su pequeño territorio es decir una superficie de solo 13.259,18Km2 , en contra de los 1.675.086Km2. que posee la Argentina
4) En cuanto a la diferencia de la capacidad de la explotación minera y petrolera es incalculable la diferencia de una y del otro país, y ahora a esto debe sumarse las explotaciones de litio en la Argentina, llamado por su valor oro blanco.
Esta comparación me lleva preguntarme cómo es posible que un país, que en nada se puede comparar con la Argentina en ningún aspecto, se ha convertido en una potencia mundial capaz de enfrentarse a la primera potencia del mundo y a sus aliados, es indudable que su riqueza, independiente de todo análisis político, está en sus dirigentes, y en un pueblo que no olvida ni cambia su historia, un pueblo que lucha por su independencia política y económica, que se enfrentó y venció el control policial de las grandes potencias sobre el desarrollo nuclear y que a pesar del bloqueo económico sigue creciendo.
Archivo General de la Nación Argentina Lingotes y barriles conteniendo oro en la bóveda del Banco Central, octubre de 1946
Nosotros por lo contraria, los argentinos no somos un pueblo, somos un corral de ovejas que se deja llevar por los políticos de turno, donde prima el interés personal a los intereses de la Nación, donde se le miente al pueblo hasta por ley, tal es el caso de la gobernadora VIDAL, donde se juzga los que derrotaron al terrorismo, donde se permite la existencia de otra justicia corrupta a la par de jueces probo, donde es el único país con tres cárceles para ancianos, donde se los asesina con sendas sentencias disfrazadas de legalidad, donde los corruptos siguen libres y gozando de todo lo que le robaron al pueblo y a la nación etc.
Podríamos ser realmente un pueblo soberano con su propio destino, superior en todo lo que es ahora Corea del Norte, pudiéndose equilibrar adecuadamente entre la democracia y el progreso, y ser así una de las primeras potencias, como en una época lo fue, pero indudablemente, mientras tengamos un congreso que cobra cifras exorbitantes, por solo ir a sentarse y preocuparse por el partido al cual pertenecen, un Comandante en Jefe de las Fuerzas Armadas que prefiere jugar un partido de ping pong, a comandar su Ejército en un día patrio, un presidente de la Nación que permite la libre explotación de las riquezas mineras y permite que se asesinen a sus soldados en sus cárceles, tenemos muchos años por delante de un panorama muy negro, y son ellos los responsables de llevar una nación tan rica a tanta miseria, moral , espiritual y material.
Cuando Francia abandonó la OTAN
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Por Carrie Contreras.
Recientemente, la hoy derrotada candidata a la presidencia al país galo, Marine Le Pen, dijo que de ascender al cargo de primer mandataria, se retiraría de la Otan. Francia y la OTAN han tenido una relación fascinante y a menudo tensa. Aunque Francia fue miembro fundador de la OTAN en 1949, no siempre su comportamiento ha sido normal. De hecho, uno de los escándalos más interesantes que sacudió a la OTAN y también sacudió la jaula del Kremlin, ocurrió en 1966. Francia conmocionó al mundo al abandonar la OTAN. Aunque los historiadores de la Guerra Fría argumentan que la decisión no fue inesperada y que maduró durante mucho tiempo.
¿Por qué Francia abandonó la OTAN después de ayudar a construirla y albergarla durante quince años? Antes de pasar a las razones por las que Francia abandonó la OTAN, es importante aclarar qué se entiendee por “renunciar” en este contexto. Francia abandonó la estructura de mando militar unificado de la OTAN, pero no la organización. Esto significa que Francia acordó ayudar a un miembro de la OTAN si fuera atacado, pero en sus propios términos. Francia dijo que no sería parte de las operaciones militares de la OTAN. La decisión de Francia de abandonar la estructura de mando de la OTAN tuvo un efecto a largo plazo en la política francesa y europea, y Francia no se reincorporó a la OTAN hasta 2009.
Para comprender las preocupaciones de los líderes franceses, hay que observar los acontecimientos que precedieron a la decisión del presidente Charles de Gaulle de desconectar a la OTAN. Técnicamente, las operaciones militares de la OTAN podrían ser dirigidas por cualquier nación miembro. Pero en realidad, el nombre del país comenzaba con una E y terminaba con stados Unidos de América. Al mando de facto de la OTAN, se designó a un alto oficial militar estadounidense como Comandante Supremo Aliado de Europa (SACEUR). Sobre el papel, el segundo al mando puede ser de cualquier miembro de la OTAN, pero siempre fue británico. Francia estaba notoriamente preocupada por esta estructura de liderazgo.
El 17 de septiembre de 1958, Charles de Gaulle envió una carta al presidente de los EE. UU., Dwight Eisenhower, y al primer ministro británico, Harold Mc Millan, proponiendo una Dirección tripartita de la OTAN, en la que Gran Bretaña, Francia y los EE. UU. tomaran decisiones estratégicas. Francia tenía la opción de retirarse de la OTAN si los otros dos países rechazaban la idea de una parte equitativa del liderazgo. De Gaulle deseaba mantener un control absoluto sobre su ejército. Los generales franceses y De Gaulle pensaron que las tropas francesas no aceptarían el liderazgo de oficiales de otro país y que la defensa de la nación estaría en peligro. Francia también pensó que era importante tener su propio arsenal nuclear y construir buenas relaciones con viejos rivales, Alemania e Italia.
A principios de la década de 1960, Francia era una potencia nuclear en ciernes. Desde el final de la Segunda Guerra Mundial, los científicos franceses estaban desarrollando energía nuclear civil. A diferencia de Gran Bretaña, Francia no recibió ayuda de Estados Unidos para iniciar su programa nuclear. Solo unos pocos científicos franceses formaron parte del Proyecto Manhattan. Los israelíes trabajaron con Francia durante un tiempo para el programa nuclear francés, pero después de la crisis de Suez en 1958, Francia pensó que el programa tenía que ser solo para ella. Por lo tanto, se pidió a los científicos israelíes que se fueran. Francia creía que tenía derecho a defenderse, en caso de un ataque nuclear, incluso si el Reino Unido y los EE. UU. no ayudaran. La estrategia de disuasión nuclear de Francia difería de las del Reino Unido y los Estados Unidos. Los franceses no estaban de acuerdo con la política de no dar el primer golpe.
Francia estaba convencida de que la mejor manera de detener a la Unión Soviética en caso de una invasión de Europa occidental era desplegar armas nucleares. Esta decisión de seguir una política nuclear independiente no le cayó bien a EE. UU. y Gran Bretaña. Para echar leña al fuego, Francia fortaleció su relación con Alemania Occidental, como contraataque a la hegemonía tanto de los EE. UU. como de la URSS. Los miembros de la OTAN se vieron envueltos en una mini Guerra Fría dentro de sus filas. Con tensiones latentes, Estados Unidos y el Reino Unido se negaron a aceptar la propuesta de De Gaulle de un reparto justo del poder en la OTAN. El ejército francés esperaba la medida y el 11 de marzo de 1959, la flota naval francesa en el Mediterráneo se retiró del mando de la OTAN.
Los franceses pensaron que los británicos y los estadounidenses tenían un acuerdo secreto de que primero se ayudarían mutuamente, incluso si eso significaba lastimar a otros aliados. En la jerga política, dicho acuerdo se denomina “relación especial”. En junio de 1959, Francia se negó a almacenar armas nucleares extranjeras en su territorio. Debido a esto, Estados Unidos tuvo que sacar 200 aviones militares de Francia. El 21 de junio de 1963, Francia retiró sus flotas del Atlántico y del Canal de la Mancha del mando de la OTAN. Pero luego vino el último rayo de la nada, que nadie esperaba. En 1964, Francia reconoció a la República Popular China como el gobierno chino oficial, una medida que enfureció tanto a los soviéticos como a los EE. UU. La República de China (ROC), o la actual Taiwán, era el gobierno chino oficial de facto de la época, dirigido por Chiang Kai Shek. Las naciones occidentales reconocieron a la República de China, que también era miembro permanente del Consejo de Seguridad de la ONU con poder de veto.
Las tensiones entre Francia y otras potencias occidentales prepararon el escenario para la retirada francesa de la OTAN. El 10 de marzo de 1966, el presidente Charles de Gaulle anunció que Francia se retiraba oficialmente de la OTAN. El país ya no albergaría ninguna base de la OTAN. El Cuartel General Supremo de las Potencias Aliadas de Europa, que está a cargo de la planificación militar de la OTAN, se trasladó de París a Bruselas. Para empeorar las cosas, De Gaulle escribió una carta al presidente de los Estados Unidos, Lyndon B. Johnson, pidiéndole que retirara todas las tropas estadounidenses del suelo francés. El secretario de Estado de EE. UU., Dean Rusk, respondió con una réplica ingeniosa: “¿Eso incluye también a los estadounidenses muertos en los cementerios militares?” (Soldados caídos en las guerras mundiales)
La decisión de De Gaulle de abandonar la OTAN fue inmensamente popular entre los franceses. A los ojos de muchos, su decisión fue un paso significativo para hacer de Francia autosuficiente y, una vez más, un líder mundial. La medida fue un impulso para el programa nuclear francés, ya que Francia se negó a aceptar los términos y condiciones propuestos por Estados Unidos y Gran Bretaña. Francia llevó la rivalidad entre las naciones de la OTAN a un nivel superior cuando vetó la oferta de Gran Bretaña de unirse a la Comunidad Económica Europea (CEE), la organización que sentó las bases para una futura Unión Europea.
De Gaulle imaginó una Europa sin Gran Bretaña. Sorprendentemente, el Brexit en 2016 demostró que De Gaulle tenía razón.
La retirada de Francia de la OTAN sorprendió al Kremlin, pero la Casa Blanca lo vio venir. La reacción no fue exagerada porque la mayoría de las personas en el gobierno de los EE. UU. sintieron que Francia regresaría pronto. Los estadounidenses y los británicos lo vieron como un desacuerdo entre amigos. Después de todo, Francia no abandonó la OTAN sino que se retiró de la estructura de mando militar. No hubo cambios en la política francesa de ayudar a otros miembros de la OTAN si fueran atacados, aunque sería en los términos de Francia. La evaluación estadounidense de la retirada francesa no estaba equivocada. Pero la OTAN tuvo que esperar más para recibir de nuevo a Francia.
En 2009, el presidente francés, Nicolas Sarkozy, anunció que Francia volvería a unirse al mando militar de la OTAN.
La decisión de Francia de abandonar la OTAN fue sorprendente. Pero resultó útil a largo plazo. Francia protegió a sus ciudadanos sin comprometer su control sobre el ejército francés. Además, Francia desarrolló un fuerte programa nuclear tanto para fines civiles como de defensa sin ser presionada.
PrisioneroEnArgentina.com
Mayo 7, 2022
La Crisis de los Misiles en Cuba
El 16 de octubre de 1962, John F. Kennedy y sus asesores se sorprendieron al enterarse de que la Unión Soviética estaba, sin provocación, instalando misiles balísticos de mediano y medio alcance con armas nucleares en Cuba. Con estas armas ofensivas, que representaban una amenaza nueva y existencial para Estados Unidos, Moscú aumentó significativamente la rivalidad en la rivalidad nuclear entre las superpotencias, una táctica que obligó a Estados Unidos y la Unión Soviética al borde del Armagedón nuclear. El 22 de octubre, el presidente, sin otro recurso, proclamó en un discurso televisado que su administración conocía los misiles ilegales y emitió un ultimátum insistiendo en su eliminación, anunciando una “cuarentena” estadounidense de Cuba para forzar el cumplimiento de sus demandas. Mientras evitaba cuidadosamente la acción provocativa y calibraba fríamente cada contramedida soviética, Kennedy y sus lugartenientes no aceptaban ningún compromiso; se mantuvieron firmes, a pesar de los esfuerzos de Moscú por vincular una resolución con asuntos extrínsecos y a pesar de la predecible confusión soviética sobre la agresión estadounidense y la violación del derecho internacional. En la tensa crisis de 13 días, los estadounidenses y los soviéticos pasaron de un ojo a otro. Gracias a la resolución plácida de la administración Kennedy y al manejo prudente de las crisis, gracias a lo que el asistente especial de Kennedy, Arthur Schlesinger Jr., calificó de “combinación de tenacidad y moderación, de voluntad, nervio y sabiduría del presidente, tan brillantemente controlado, tan sin igual calibrado, que [Eso] deslumbró al mundo ”: la dirección soviética parpadeó: Moscú desmanteló los misiles y se evitó un cataclismo.
Cada oración en el párrafo anterior que describe la crisis de los misiles cubanos es engañosa o errónea. Pero esta fue la interpretación de los eventos que el gobierno de Kennedy suministró a una prensa crédula; esta fue la historia que los participantes en Washington promulgaron en sus memorias; y esta es la historia que se insinuó en la memoria nacional, como lo demuestran los comentarios de los expertos y la cobertura de los medios de comunicación en cada aniversario de la crisis.
Sin embargo, los académicos han sabido durante mucho tiempo una historia muy diferente: desde 1997, han tenido acceso a grabaciones que Kennedy realizó en secreto de sus reuniones con sus principales asesores, el Comité Ejecutivo del Consejo de Seguridad Nacional (el “ExComm”). Sheldon M. Stern, quien fue el historiador en la Biblioteca John F. Kennedy durante 23 años y el primer académico en evaluar las cintas de ExComm, se encuentra entre los numerosos historiadores que han tratado de aclarar el récord. Su nuevo libro reúne pruebas irrefutables para demoler sucintamente la versión mítica de la crisis. Aunque hay pocas razones para creer que su esfuerzo será en vano, sin embargo, debe ser aplaudido.
Alcanzada mediante un análisis sobrio, la conclusión de Stern de que “John F. Kennedy y su administración, sin lugar a dudas, asumieron una parte sustancial de la responsabilidad por el inicio de la crisis de los misiles en Cuba” habría sorprendido al pueblo estadounidense en 1962, por la sencilla razón de que La administración de Kennedy los había engañado sobre el desequilibrio militar entre las superpotencias y había ocultado su campaña de amenazas, planes de asesinato y sabotaje diseñado para derrocar al gobierno en Cuba, un esfuerzo bien conocido por los funcionarios soviéticos y cubanos.
En las elecciones presidenciales de 1960, Kennedy había atacado cínicamente a Richard Nixon, alegando que la administración Eisenhower-Nixon había permitido que creciera una peligrosa “brecha de misiles” a favor de la U.R.S.S. Pero, de hecho, tal como lo habían sugerido Eisenhower y Nixon, y tal como lo indicaron las reuniones informativas clasificadas que Kennedy recibió como candidato presidencial, la brecha de misiles y el equilibrio nuclear en general fueron una ventaja abrumadora para los Estados Unidos. En el momento de la crisis de los misiles, los soviéticos tenían 36 misiles balísticos intercontinentales (ICBM), 138 bombarderos de largo alcance con 392 ojivas nucleares y 72 ojivas de misiles balísticos lanzados por submarinos (SLBM). Estas fuerzas se dispusieron contra un arsenal nuclear mucho más poderoso de los Estados Unidos de 203 ICBM, 1.306 bombarderos de largo alcance con 3.104 ojivas nucleares y 144 SLBM, todos aproximadamente nueve veces más armas nucleares de las que la URSS Nikita Khrushchev conocía perfectamente de América. Gran ventaja no solo en la cantidad de armas, sino también en su calidad y despliegue.
Además, a pesar de la abrumadora preponderancia nuclear de los Estados Unidos, JFK, en consonancia con su objetivo declarado de perseguir una política exterior caracterizada por el “vigor”, había ordenado la mayor expansión en tiempos de paz del poder militar de los Estados Unidos, y específicamente el crecimiento colosal de sus fuerzas nucleares estratégicas. Esto incluyó el despliegue, a partir de 1961, de misiles nucleares “Júpiter” de alcance intermedio en Italia y Turquía, adyacentes a la Unión Soviética. Desde allí, los misiles podrían alcanzar todo el oeste enemigo, Incluyendo Moscú y Leningrado (y eso no cuenta los misiles “Thor” de armas nucleares con los que EE. UU. ya habían apuntado a la Unión Soviética desde sus bases en Gran Bretaña).
Los misiles Júpiter fueron un componente excepcionalmente desconcertante del arsenal nuclear de los Estados Unidos. Debido a que estaban sentados en el piso, estaban inmóviles y requerían mucho tiempo para prepararse para el lanzamiento, eran extremadamente vulnerables. No tienen valor como elemento disuasorio, parecían ser armas destinadas a un primer ataque desarmador, y por lo tanto socavaron enormemente la disuasión, porque alentaron un ataque soviético preventivo contra ellos. El efecto desestabilizador de los Júpiter fue ampliamente reconocido entre los expertos en defensa dentro y fuera del gobierno de los EE. UU. E incluso por los líderes del Congreso. Por ejemplo, el senador Albert Gore Sr., un aliado de la administración, le dijo al Secretario de Estado Dean Rusk que eran una “provocación” en una sesión a puerta cerrada del Comité de Relaciones Exteriores del Senado en febrero de 1961 (más de un año y medio antes La crisis de los misiles), y agregó: “Me pregunto cuál sería nuestra actitud” si los soviéticos desplegaran misiles con armas nucleares en Cuba. El senador Claiborne Pell planteó un argumento idéntico en un memorándum transmitido a Kennedy en mayo de 1961.
Dada la poderosa superioridad nuclear de Estados Unidos, así como el despliegue de los misiles Júpiter, Moscú sospechó que Washington veía un primer ataque nuclear como una opción atractiva. Tenían razón al ser sospechosos. Los archivos revelan que, de hecho, la administración Kennedy había considerado esta opción durante la crisis de Berlín en 1961.
No es de extrañar, entonces, que, como afirma Stern, basándose en una gran cantidad de becas que incluyen, de manera más convincente, el elegante estudio de 1997 del historiador Philip Nash, Los otros misiles de octubre, el despliegue de Kennedy de los misiles de Júpiter “fuera una razón clave para la decisión de enviar misiles nucleares a Cuba. ”Khrushchev tomó esa decisión en mayo de 1962, declarando a un confidente que los estadounidenses“ nos han rodeado de bases en todos los lados ”y que los misiles en Cuba ayudarían a contrarrestar una“ provocación intolerable ”. Manteniendo el despliegue en secreto para presentar a los Estados Unidos un hecho consumado, Khrushchev podría haber asumido que la respuesta de Estados Unidos sería similar a su reacción a los misiles de Júpiter: denuncia retórica pero ninguna amenaza o acción para frustrar el despliegue con un ataque militar. nuclear o de otro tipo. (Al retirarse, Khrushchev explicó su razonamiento al periodista estadounidense Strobe Talbott: los estadounidenses “aprenderían lo que se siente al tener misiles enemigos apuntándote; no haríamos nada más que darles un poco de su propia medicina”. )
Khrushchev también estaba motivado por su creencia totalmente justificable de que la administración Kennedy quería destruir el régimen de Castro. Después de todo, la administración había lanzado una invasión de Cuba; lo siguió con sabotaje, asaltos paramilitares e intentos de asesinato, la operación clandestina más grande en la historia de la CIA, y organizó ejercicios militares a gran escala en el Caribe claramente destinados a sacudir a los soviéticos y su cliente cubano. Esas acciones, como lo han demostrado Stern y otros estudiosos, ayudaron a los soviéticos a instalar los misiles para disuadir los “ataques estadounidenses encubiertos o abiertos”, de la misma manera que Estados Unidos había protegido a sus aliados bajo un paraguas nuclear para disuadirlos. Subversión soviética o agresión contra ellos.
Sorprendentemente, dada la postura alarmada y confrontativa que adoptó Washington durante la crisis de los misiles, las grabaciones de las deliberaciones de ExComm, que Stern ha evaluado minuciosamente, revelan que Kennedy y sus asesores entendieron la situación nuclear de la misma manera que Khrushchev. En el primer día de la crisis, el 16 de octubre, cuando reflexionó sobre los motivos de Khrushchev para enviar los misiles a Cuba, Kennedy realizó una de las observaciones más asombrosamente ausentes (o sarcásticas) en los anales de la política de seguridad nacional de los Estados Unidos: “¿Por qué? ¿Él pone esto allí, sin embargo? … Es como si de repente comenzáramos a colocar un gran número de MRBM [misiles balísticos de medio alcance] en Turquía. Creo que ahora sería malditamente peligroso. “McGeorge Bundy, el asesor de seguridad nacional, señaló de inmediato:” Bueno, lo hicimos, señor presidente “.
Una vez que se solucionó, el mismo Kennedy declaró repetidamente que los misiles Júpiter eran “iguales” a los misiles soviéticos en Cuba. Rusk, al hablar de la motivación soviética para enviar misiles a Cuba, citó la opinión del director de la CIA, John McCone, de que Khrushchev “sabe que tenemos una superioridad nuclear sustancial … También sabe que en realidad no vivimos bajo el temor de sus armas nucleares” que tiene que vivir bajo el miedo de los nuestros. Además, tenemos armas nucleares cerca, en Turquía ”. El presidente del Estado Mayor Conjunto, Maxwell Taylor, ya había reconocido que el propósito principal de los soviéticos en la instalación de misiles en Cuba era“ complementar su sistema ICBM bastante defectuoso ”.
Kennedy y sus asesores civiles entendieron que los misiles en Cuba no alteraron el equilibrio nuclear estratégico. Aunque Kennedy afirmó en su discurso televisado el 22 de octubre que los misiles eran “una amenaza explícita para la paz y la seguridad de todas las Américas”, de hecho lo apreciaba, como le dijo al ExComm el primer día de la crisis, que “no lo hace”. No hagas ninguna diferencia si eres volado por un ICBM que vuela desde la Unión Soviética o uno que está a 90 millas de distancia. La geografía no significa mucho ”. Los aliados europeos de Estados Unidos, continuó Kennedy,“ argumentarán que, en el peor de los casos, la presencia de estos misiles realmente no cambia ”el equilibrio nuclear.
Que los misiles estaban cerca de los Estados Unidos era, como el presidente reconoció, inmaterial: la diferencia insignificante en los tiempos de vuelo entre los ICBM con base en la Unión Soviética y los misiles con base en Cuba no cambiaría las consecuencias cuando los misiles golpeen sus objetivos, y en En cualquier caso, los tiempos de vuelo de los SLBM soviéticos ya eran tan cortos o más cortos que los tiempos de vuelo de los misiles en Cuba, porque esas armas ya se escondían en submarinos frente a la costa estadounidense (como, por supuesto, los SLBM estadounidenses frente a la costa soviética ). Además, a diferencia de los ICBM soviéticos, los misiles en Cuba requerían varias horas para estar preparados para el lanzamiento. Dada la efectividad del reconocimiento aéreo y satelital de Estados Unidos (ampliamente demostrado por las imágenes de misiles en la URSS y en Cuba que obtuvieron), es casi seguro que los Estados Unidos hubieran tenido mucho más tiempo para detectar y responder a un inminente ataque de misiles soviéticos desde Cuba que a ataques de bombarderos soviéticos, ICBMs o SLBMs.
“Un misil es un misil”, afirmó el secretario de Defensa Robert McNamara. “No importa mucho si te matan con un misil de la Unión Soviética o Cuba”. En el primer día de las reuniones de ExComm, Bundy preguntó directamente: “¿Cuál es el impacto estratégico sobre la posición de los Estados Unidos de MRBM en ¿Cuba? ¿Qué tan grave es esto que cambia el equilibrio estratégico? “McNamara respondió:” En absoluto “, un veredicto que luego Bundy dijo que apoyaba totalmente. Al día siguiente, el Asesor Especial Theodore Sorensen resumió los puntos de vista de ExComm en un memorando a Kennedy. “En general se acepta”, señaló, “que estos misiles, incluso cuando están en pleno funcionamiento, no alteran significativamente el equilibrio de poder, es decir, no aumentan significativamente el potencial de megatonaje capaz de ser liberado en suelo estadounidense, incluso después de una Sorprende el ataque nuclear estadounidense “.
El comentario de Sorensen sobre un ataque sorpresa nos recuerda que, si bien los misiles en Cuba no aumentaron apreciablemente la amenaza nuclear, podrían haber complicado un poco la planificación de Estados Unidos para un primer ataque exitoso, lo que bien podría haber sido parte de la razón de Khrushchev para desplegarlos. Si es así, paradójicamente, los misiles podrían haber aumentado la disuasión entre las superpotencias y, por lo tanto, reducir el riesgo de una guerra nuclear.
sin embargo, aunque la importancia militar de los misiles era insignificante, la administración Kennedy avanzó en un rumbo peligroso para forzar su eliminación. El presidente dio un ultimátum a una potencia nuclear, un movimiento sorprendentemente provocativo, que de inmediato creó una crisis que podría haber llevado a una catástrofe. Ordenó un bloqueo a Cuba, un acto de guerra que ahora sabemos que llevó a las superpotencias al alcance de una pelea de confrontación nuclear. Los asediados cubanos aceptaron voluntariamente las armas de sus aliados, por lo que el despliegue de misiles por parte del soviet estaba totalmente de acuerdo con el derecho internacional. Pero el bloqueo, incluso si la administración lo llamó eufemísticamente una “cuarentena”, fue, según reconocieron los miembros del ExComm, ilegal. Como recordó el asesor legal del Departamento de Estado, “nuestro problema legal era que su acción no era ilegal”. Kennedy y sus lugartenientes contemplaron intensamente una invasión de Cuba y un ataque aéreo contra los misiles soviéticos allí, actos que probablemente hayan provocado un ataque nuclear. guerra. A la luz de las medidas extremas que ejecutaron o entretenieron seriamente para resolver una crisis que habían creado en gran parte, la reacción de Estados Unidos a los misiles requiere, en retrospectiva, tanta explicación como la decisión soviética de desplegarlos, o más.
En ese primer día de las reuniones de ExComm, McNamara brindó una perspectiva más amplia sobre el significado de los misiles: “Seré muy franco”. No creo que haya un problema militar aquí … Este es un problema político interno. “En una entrevista de 1987, McNamara explicó:” Hay que recordar que, desde el principio, fue el presidente Kennedy quien dijo que era Políticamente inaceptable que dejemos esos sitios de misiles solos. “No dijo militarmente, dijo políticamente”. Lo que en gran medida hizo que los misiles fueran políticamente inaceptables fue la hostilidad visible y ferviente de Kennedy hacia el régimen de Castro; y “un poco demente”.
Pero incluso más fuerte que la catástrofe política doméstica que probablemente caiga sobre la administración si parece ser suave para Cuba fue lo que el Subsecretario de Estado Edwin Martin llamó “el factor psicológico” que “nos sentamos y dejamos que nos lo hagan”. Afirmó que esto era “más importante que la amenaza directa”, y Kennedy y sus otros asesores coincidieron enérgicamente. Incluso cuando Sorensen, en su memorando al presidente, notó el consenso de ExComm de que los misiles cubanos no alteraron el equilibrio nuclear, también observó que ExComm, sin embargo, creía que “Estados Unidos no puede tolerar la presencia conocida” de misiles en Cuba. “Si nuestro valor y nuestros compromisos deben ser creídos por aliados o adversarios” (énfasis agregado). Los aliados europeos de Estados Unidos (sin mencionar a los soviéticos) insistieron en que Washington debería ignorar estas preocupaciones intangibles, pero Sorensen fue desdeñoso. Apelando a la psicología en lugar de a los duros cálculos del arte de gobernar, afirmó que tales argumentos “tenían cierta lógica pero poco peso”.
De hecho, la autoestima de Washington por su credibilidad fue, casi con certeza, la razón principal por la que arriesgó una guerra nuclear por una amenaza insignificante para la seguridad nacional. En la misma reunión en la que Kennedy y sus asesores estaban contemplando una acción militar contra Cuba y la URSS, acción que sabían que podría provocar una guerra apocalíptica, el presidente declaró: “El mes pasado dije que no íbamos a [permitir que los misiles nucleares soviéticos”. en Cuba] y el mes pasado debería haber dicho … no nos importa. Pero cuando dijimos que no lo haríamos, y [los soviéticos] siguen adelante y lo hacen, y luego no hacemos nada, entonces … creo que nuestros … riesgos aumentan “.
Los riesgos de tal derrumbamiento, sostuvieron Kennedy y sus asesores, eran distintos pero estaban relacionados. La primera fue que los enemigos de Estados Unidos verían a Washington como pusilánime; La conocida presencia de los misiles, dijo Kennedy, “hace que se vean como si fueran iguales con nosotros y eso”, donde el secretario del Tesoro, Douglas Dillon, interrumpió: “Tenemos miedo de los cubanos”. El segundo riesgo era que los amigos de Estados Unidos lo harían. De repente, dudo que un país dado al apaciguamiento pueda ser invocado para cumplir con sus obligaciones.
De hecho, los aliados de Estados Unidos, como reconoció Bundy, estaban horrorizados de que Estados Unidos amenazara con una guerra nuclear por una condición estratégicamente insignificante, la presencia de misiles de alcance intermedio en un país vecino, que esos aliados (y, en realidad, los soviéticos) Llevaba años viviendo con. En los tensos días de octubre de 1962, ser aliado con los Estados Unidos potencialmente equivalía a, como Charles de Gaulle había advertido, “aniquilación sin representación”. Parece que Kennedy y el ExComm nunca se han dado cuenta de lo que ganara Washington al demostrar la firmeza. De sus compromisos, perdió en una erosión de confianza en su juicio.
Este enfoque de la política exterior fue guiado, y sigue siendo guiado, por una elaborada teorización enraizada en la visión de la política mundial en la escuela, en lugar de la evaluación fresca de las realidades estratégicas. Puso, y aún pone, a Estados Unidos en la curiosa posición de tener que ir a la guerra para defender la credibilidad que se supone debe obviar la guerra en primer lugar.
Si las prioridades políticas internas de la administración dictaran la eliminación de los misiles cubanos, una solución al problema de Kennedy hubiera parecido bastante obvia: en lugar de un ultimátum público que exigía que los soviéticos retiraran sus misiles de Cuba, un acuerdo privado entre las superpotencias para eliminar ambos. Los misiles de Moscú en Cuba y los misiles de Washington en Turquía. (Recordemos que la administración Kennedy descubrió los misiles el 16 de octubre, pero solo anunció su descubrimiento al público estadounidense y a los soviéticos y emitió su ultimátum el 22).
La administración, sin embargo, no hizo tal obertura a los soviéticos. En cambio, al exigir públicamente una retirada soviética unilateral e imponer un bloqueo a Cuba, precipitó lo que sigue siendo hasta hoy la crisis nuclear más peligrosa de la historia. En medio de esa crisis, los observadores más sensatos y sensatos, entre ellos diplomáticos en las Naciones Unidas y en Europa, los redactores editoriales de Manchester Guardian, Walter Lippmann y Adlai Stevenson, vieron el comercio de misiles como una solución bastante simple. En un esfuerzo por resolver el punto muerto, el propio Khrushchev hizo esta propuesta abiertamente el 27 de octubre. De acuerdo con la versión de los hechos propagados por la administración Kennedy (y durante mucho tiempo aceptado como un hecho histórico), Washington rechazó inequívocamente la oferta de Moscú y, en cambio, gracias a la resolución de Kennedy , forzó una retirada soviética unilateral.
Sin embargo, a partir de fines de la década de 1980, la apertura de archivos previamente clasificados y la decisión de varios participantes de decir la verdad finalmente reveló que la crisis se resolvió mediante un acuerdo explícito pero oculto para eliminar tanto el Júpiter como los misiles cubanos. Kennedy, de hecho, amenazó con abrogar si los soviéticos lo revelaban. Lo hizo por las mismas razones que habían engendrado la crisis en primer lugar: la política interna y el mantenimiento de la imagen de Estados Unidos como la nación indispensable. Un cable soviético desclasificado revela que Robert Kennedy, a quien el presidente asignó para resolver el intercambio secreto con el embajador de la URSS en Washington, Anatoly Dobrynin, insistió en regresar a Dobryn en la carta soviética formal que afirma el acuerdo, explicando que la carta “podría causar un daño irreparable a mi carrera política en el futuro “.
Solo un puñado de funcionarios de la administración conocían el comercio; la mayoría de los miembros del Comité Ejecutivo, incluido el vicepresidente Lyndon Johnson, no lo hicieron. Y en su esfuerzo por mantener el encubrimiento, varios de los que lo hicieron, entre ellos McNamara y Rusk, mintieron al Congreso. JFK y otros alentaron tácitamente el asesinato del personaje de Stevenson, permitiéndole que lo retrataran como un apaciguador que “quería un Munich” por sugerir el intercambio, un acuerdo que mantuvieron enérgicamente que el gobierno nunca habría permitido.
El trabajo paciente de Stern y otros eruditos ha llevado a más revelaciones. Stern demuestra que Robert Kennedy apenas habitó el papel conciliador y estadista durante la crisis que sus aliados describieron en sus crónicas y memorias hagiográficas y que él mismo avanzó en su libro póstumamente publicado, Trece días. De hecho, fue uno de los asesinos más presos y constantes de los asesores del presidente, y no presionó por un bloqueo o incluso por ataques aéreos contra Cuba, sino por una invasión a gran escala como “la última oportunidad que tendremos de destruir a Castro”. concluye que “si RFK hubiera sido presidente, y los puntos de vista que expresó durante las reuniones de ExComm hubieran prevalecido, la guerra nuclear habría sido el resultado casi seguro”. Él justifica de manera justificada al cortesano cortesano Schlesinger, cuyas historias “manipularon repetidamente y ocultaron los hechos” y cuyos relatos, “profundamente engañoso, si no es totalmente engañoso”, se escribieron para servir no a la erudición sino a los Kennedy.
Aunque la severidad y otros académicos han cambiado la versión panegírica de los eventos desarrollados por Schlesinger y otros acólitos de Kennedy, la crónica revisada muestra que las acciones de JFK para resolver la crisis (una vez más, una crisis que había creado en gran medida) fueron razonables, responsables y valientes. Sencillamente conmocionado por las potencialidades apocalípticas de la situación, Kennedy defendió, ante la oposición belicosa y casi unánime de sus asesores de pseudo-tipo duro, aceptando el intercambio de misiles que había propuesto Khrushchev. “Para cualquier hombre en las Naciones Unidas, o para cualquier otro hombre racional, se verá como un intercambio muy justo”, dijo de manera sensata al ExComm. “La mayoría de la gente piensa que si se le permite un intercambio equitativo, debe aprovecharlo”. Comprendió claramente que la historia y la opinión mundial lo condenarán a él y a su país por ir a la guerra, una guerra casi segura que se convertirá en una nuclear. intercambio, después de que la URSS hubiera ofrecido públicamente un quid pro quo tan razonable. La propuesta de Khrushchev, dijo el historiador Ronald Steel, “llenó de consternación a los asesores de la Casa Blanca, y no menos que nada porque parecía perfectamente justo”.
Aunque Kennedy, de hecho, estuvo de acuerdo con el intercambio de misiles y, con Khrushchev, ayudó a resolver la confrontación con madurez, el legado de esa confrontación fue, sin embargo, pernicioso. Al ocultar con éxito el acuerdo al vicepresidente, a una generación de estrategas y responsables de la política exterior, y al público estadounidense, Kennedy y su equipo reforzaron la peligrosa idea de que la firmeza frente a lo que Estados Unidos interpreta como agresión, y la escalada gradual de las amenazas militares y la acción para contrarrestar esa agresión hacen que la estrategia de seguridad nacional sea exitosa; en realidad, casi la define.
El presidente y sus asesores también reforzaron la opinión concomitante de que Estados Unidos debería definir una amenaza no solo como circunstancias y fuerzas que ponen en peligro directamente la seguridad del país, sino como circunstancias y fuerzas que podrían obligar indirectamente a aliados o enemigos potenciales a cuestionar la decisión de Estados Unidos. Este cálculo recóndito llevó al desastre estadounidense en Vietnam: al intentar explicar cómo la pérdida del país estratégicamente intrascendente de Vietnam del Sur podría debilitar la credibilidad estadounidense y amenazar así la seguridad del país, uno de los colaboradores más cercanos de McNamara, el Subsecretario de Defensa John McNaughton, permitió que “se requiera cierta sofisticación para ver cómo Vietnam involucra automáticamente” nuestros intereses vitales. Kennedy dijo en su discurso a la nación durante la crisis de los misiles que “la conducta agresiva, si se permite que no se controle y no se desafía, en última instancia conduce a la guerra”. Explicó que “si nuestro valor y nuestros compromisos deben ser confiados nuevamente por cualquiera de los amigos”. o enemigo ”, entonces Estados Unidos no podía tolerar tal conducta por parte de los soviéticos, aunque, una vez más, había reconocido en privado que el despliegue de misiles no cambió el equilibrio nuclear.
Esta noción de que resistir la agresión (aunque se defina de manera amplia y amplia) disuadirá a la agresión futura (aunque se defina de forma vaga y amplia) no logra superar el escrutinio histórico. Después de todo, la invasión y ocupación estadounidense de Irak no disuadió a Muammar Gadafi; La guerra de Estados Unidos contra Yugoslavia no disuadió a Saddam Hussein en 2003; La liberación de Kuwait por América no impidió a Slobodan Milošević; La intervención de Estados Unidos en Panamá no disuadió a Saddam Hussein en 1991; La intervención de Estados Unidos en Granada no disuadió a Manuel Noriega; La guerra de Estados Unidos contra Vietnam del Norte no disuadió al hombre fuerte de Grenada, Hudson Austin; y la confrontación de JFK con Khrushchev por los misiles en Cuba ciertamente no detuvo a Ho Chi Minh.
Además, la idea de que el esfuerzo de una potencia extranjera para contrarrestar la abrumadora supremacía estratégica de los Estados Unidos, un país que gasta casi tanto en defensa como el resto del mundo combinado, ipso facto pone en peligro la seguridad de Estados Unidos, está profundamente equivocada. Al igual que Kennedy y sus asesores percibieron una amenaza en los esfuerzos soviéticos para contrarrestar lo que en realidad era una hegemonía nuclear estadounidense desestabilizadora, en la actualidad, tanto liberales como conservadores afirman oxímicamente que la seguridad de los Estados Unidos exige que el país debe “equilibrar” a China manteniendo su posición estratégica dominante en Asia oriental y el Pacífico occidental, es decir, en el patio trasero de China. Esto significa que Washington considera como un peligro los intentos de Pekín para remediar la debilidad de su propia posición, aunque los responsables políticos reconocen que los Estados Unidos tienen una superioridad aplastante hasta el borde del continente asiático. Sin embargo, la postura de Estados Unidos revela más sobre sus propias ambiciones que sobre las de China. Imagine que la situación se revirtió, y las fuerzas aéreas y navales de China fueron una presencia dominante y potencialmente amenazadora en la plataforma costera de América del Norte. Seguramente los EE.UU. querrían contrarrestar esa preponderancia. En una vasta parte del mundo, que se extiende desde el Ártico canadiense hasta Tierra del Fuego y desde Groenlandia hasta Guam, los Estados Unidos no tolerarán la interferencia de otra gran potencia. Ciertamente, la seguridad de los Estados Unidos no se vería amenazada si otras grandes potencias disfrutan de sus propias esferas de influencia (y, en realidad, de menor tamaño).
Esta estrategia esotérica, esta extravagante obsesión con la credibilidad, este concepto peligrosamente expansivo de lo que constituye seguridad, que ha afectado tanto a las administraciones demócratas como a las republicanas, y tanto a los liberales como a los conservadores, es la antítesis de la política, que requiere discernimiento basado en el poder, el interés y circunstancia. Es una postura hacia el mundo que puede fácilmente condenar a los Estados Unidos a compromisos e intervenciones militares en lugares estratégicamente insignificantes sobre temas intrínsecamente triviales. Es una postura que puede engendrar una política exterior que se aproxima a la paranoia en un mundo obstinadamente caótico que abunda en estados, personalidades e ideologías que son desagradables e incongruentes, y en casos mortalmente peligrosas. Es decir, debe Estados Unidos ser la policía del mundo? Odioados cuando no están, son llamados a intervenir cuando la ineficacia local pierde el control.
Que estemos aún respirando sobre este planeta tiene que ver con los eventos acaecidos el 27 de Octubre de 1962. Un avión espía americano piloteado por Rudolph Anderson fue derribado en las costas de Cuba. Como contestación o represalia, un submarino soviético fue atacado por un barco estadounidense. Las autoridades del submarino, sin comunicación con Moscú, pensaron que la guerra había comenzado y se prepararon para lanzar un torpedo nuclear. La decisión debía ser aprobada por los tres oficiales de mayorrango a bordo. El Capitán y el Oficial Político de enlace estaban de acuerdo en la emisión del torpedo. Pero Vasili Alexandrovich Arkhipov, segundo en la cadena de mando, se negó. Su posición, tal vez, ayudó a que el mundo no terminara su existencia en ese entonces.
Fuente: Thirten Days de Robert F. Kennedy . One Hell of a Gamble: Khrushchev, Castro, and Kennedy 1958-1964 de Alexander Fursenko y Thimoty Naftali . The Missile de Jon James . Boston Globe . News X .
PrisioneroEnArgentina.com
Octubre 16, 2018
RIQUEZA DE UN PAIS POBRE SOBRE LA POBREZA DE UN PAIS RICO.
Por Ariel Valdiviezo.
Es mundialmente conocida la situación de COREA DEL NORTE, respecto a su posición con Estados Unidos y sus aliados, es indudablemente una situación sumamente delicada y en donde ambos contrincantes podrían llevarnos a una escalada bélica de resultados catastróficos.
Esta situación me lleva a reflexionar, a comparar a este país, con nuestra desgraciada Argentina, y para entenderlo es necesario conocer algo de la historia nuestra como de la ellos, la que trataré de resumir en forma muy escueta desde 1945, de la forma más sencilla posible para que la misma pueda entenderse, y así solo relataré hechos históricos donde cada uno podrá sacar sus propias conclusiones.
La península de Corea, con la rendición de Japón en 1945, obtiene su libertad siendo uno de los países más pobres de la tierra, desbastado y con escasos medios de producción y prácticamente cero en industrias, desgraciadamente queda dividida y ambos Estados reclamaban la península entera como territorio propio, lo que los llevaría a la guerra de corea en 1950, como consecuencia de los dos sistemas políticos y sociales imperantes, el comunismo y el capitalismo,
Es así que una guerra civil, se convirtió inmediatamente en una guerra internacional, para mantener posiciones estratégicas y políticas por ese control que finalizó con la firma de un armisticio en 1953; oficialmente, los dos países siguen en guerra, ya que todavía no se ha firmado un tratado de paz.
Donald Trump y Kim Jong-un
Por un lado las EEUU y sus aliados apoyando Corea del Sur y por el otro lado China y Rusia apoyando a Corea del Norte, el avance Chino produjo una derrota aplastante a las tropas de del ejercito obligándolos a retirarse, ante esta situación, el General Duglas MacArtur, propone el uso de la bomba atómica contra China, lo cual llevaría a una tercera guerra mundial, se deniega tal pedido y este general es relevado.
Dado de esta forma los hechos, los EEUU decide circunscribir la guerra solo al territorio de Corea del Norte y decida utilizar, en vez de la bomba atómica el bombardeo convencional y no convencional (Bombas de Nepal, de fosforo blanco que quema vivo a las personas y solo se apaga sumergida en el agua o sin oxígeno).
Y es así que “ESTADOS UNIDOS LANZÓ 635.000 TONELADAS DE BOMBAS EN COREA DEL NORTE, (ES DECIR QUE SE UTILIZARON EL EQUIVALENTE A 49 BOMBAS ATÓMICAS DE LA USADA EN HIROSHIMA), SIN CONTAR 32.557 TONELADAS DE BOMBAS NAPALM”, según Bruce Cumings.,
Al respecto DEAN RUSK del departamento de los Estados Unidos manifestó que: “… no había blancos estratégicos, por lo que se bombardeaba a todo lo que se movía en corea del norte y a cada ladrillo que seguía en pie, no necesitábamos la bomba atómica en lo que ha corea del norte se refería”
Dean Rusk
“Por eso es que la Guerra de Corea la llaman la guerra olvidada, y parte de lo que se ha olvidado es la ruina completa y devastación que sufrió el pueblo norcoreano”, dijo John Delury, profesor del Departamento de Relaciones Internacionales de la Universidad Yonsei de Seúl. “Pero es algo arraigado en la psiquis norcoreana”, y este pueblo no olvidará jamás del genocidio infligido por los EEUU y sus aliados.
En resumen Corea del Norte sufrió dos guerras, la de la libertad y la de la península donde fue masacrada totalmente sin que quedara nada en pie, esto nos lleva a entender el porqué de la actitud del pueblo Coreano y del odio recalcitrante sobre quienes lo atacaron.
Me he limitado solo a contar los hechos crudos alejado de todo análisis, y conociendo ahora las vicisitudes de este pueblo paso a compararlo con nosotros, sin hacer análisis tampoco de sus formas de gobierno, las cuales pueden ser o no ser la más conveniente en lo que hace a su independencia interna.
Al termina la segunda guerra mundial la Argentina, según palabras de Perón, tenía tanto oro que expresara “No podemos caminar por los pasillos del Banco Central, tan abarrotados están de lingotes de oro”, es decir era uno de los países más ricos del mundo.
Tuvimos dos guerras, contra el terrorismo y la de Malvinas, que comparadas con las de Corea del Norte, ambas son significativas por su pequeñez, para tomar conciencia de esta guerra Corea del Norte tuvo 1 187 000; además 2 500 000 civiles muertos y heridos, 5 millones quedaron sin hogar y quedaron más de 2 millones de refugiados. Esto la hace una de las guerras más sangrientas desde la Segunda Guerra Mundial. Unos 54 000 estadounidenses y 500 000 chinos murieron en ese conflicto.
Esos serían muy resumidamente los hachos históricos y situaciones económicas de Argentina y Corea del Norte, a partir de 1945, y para entender mejor la comparación, volcaré en el siguiente cuadro la situación de ambos países al día de hoy, en los aspectos que considero más importantes.
DESIGNACIÓN
ARGENTINA
COREA DEL NORTE
POBLACIÓN
43.850.000
25 026 772
SUPERFICIE TERRITORIAL
2.791.810 Km2
120 538 km²
AGRICULTURA Y GANADERIA
57% DEL TERRITORIO
11% DEL TERRITORIO
FUERZAS ARMADAS
80.000
1 106 000
RESERVAS ARMADAS
SIN DATOS – CASI NULA
7 000 000
ARMAMENTO Y MUNICIÓN
PAIS INDEFENSO
ALTAMENTE DEFENSIVO
POTENCIA NUCLEAR
NULA
CUENTA CON BOMBA DE HIDROGENO
Es importante destacar que Corea del Norte cuenta con un ejército moderno, con todo el material necesario y sus reservas cuentan con todos los cuadros para conducirlas, desde el General al Cabo y el material neceario para armarlas.
Como podemos observar Corea del Norte corresponde:
1) Al 4, 31% del territorio Argentino, es decir casi cuatro provincias de Tucumán.
2) Tiene la mitad de nuestra población.
3) Tiene el solo el 11% cultivable de su pequeño territorio es decir una superficie de solo 13.259,18Km2 , en contra de los 1.675.086Km2. que posee la Argentina
4) En cuanto a la diferencia de la capacidad de la explotación minera y petrolera es incalculable la diferencia de una y del otro país, y ahora a esto debe sumarse las explotaciones de litio en la Argentina, llamado por su valor oro blanco.
Esta comparación me lleva preguntarme cómo es posible que un país, que en nada se puede comparar con la Argentina en ningún aspecto, se ha convertido en una potencia mundial capaz de enfrentarse a la primera potencia del mundo y a sus aliados, es indudable que su riqueza, independiente de todo análisis político, está en sus dirigentes, y en un pueblo que no olvida ni cambia su historia, un pueblo que lucha por su independencia política y económica, que se enfrentó y venció el control policial de las grandes potencias sobre el desarrollo nuclear y que a pesar del bloqueo económico sigue creciendo.
Archivo General de la Nación Argentina Lingotes y barriles conteniendo oro en la bóveda del Banco Central, octubre de 1946
Nosotros por lo contraria, los argentinos no somos un pueblo, somos un corral de ovejas que se deja llevar por los políticos de turno, donde prima el interés personal a los intereses de la Nación, donde se le miente al pueblo hasta por ley, tal es el caso de la gobernadora VIDAL, donde se juzga los que derrotaron al terrorismo, donde se permite la existencia de otra justicia corrupta a la par de jueces probo, donde es el único país con tres cárceles para ancianos, donde se los asesina con sendas sentencias disfrazadas de legalidad, donde los corruptos siguen libres y gozando de todo lo que le robaron al pueblo y a la nación etc.
Podríamos ser realmente un pueblo soberano con su propio destino, superior en todo lo que es ahora Corea del Norte, pudiéndose equilibrar adecuadamente entre la democracia y el progreso, y ser así una de las primeras potencias, como en una época lo fue, pero indudablemente, mientras tengamos un congreso que cobra cifras exorbitantes, por solo ir a sentarse y preocuparse por el partido al cual pertenecen, un Comandante en Jefe de las Fuerzas Armadas que prefiere jugar un partido de ping pong, a comandar su Ejército en un día patrio, un presidente de la Nación que permite la libre explotación de las riquezas mineras y permite que se asesinen a sus soldados en sus cárceles, tenemos muchos años por delante de un panorama muy negro, y son ellos los responsables de llevar una nación tan rica a tanta miseria, moral , espiritual y material.
PrisioneroEnArgentina.com
Octubre 10, 2017