Firmado en 1947 tras la Segunda Guerra Mundial, el Tratado Interamericano de Asistencia Recíproca —mejor conocido como el Tratado de Río o TIAR— fue la respuesta del hemisferio occidental a la seguridad colectiva. Concebido como un baluarte contra la agresión externa, el tratado declaraba que un ataque a un Estado americano se consideraría un ataque a todos. Sin embargo, con el paso de las décadas, el Tratado de Río ha evolucionado de ser un símbolo de unidad hemisférica a una reliquia controvertida de la geopolítica de la Guerra Fría.
El tratado surgió del Acta de Chapultepec (1945), donde las naciones latinoamericanas, recelosas de quedar al margen de los acuerdos de seguridad global, impulsaron un mecanismo de defensa regional. Estados Unidos, deseoso de formalizar su influencia en las Américas y contener la expansión soviética, abrazó la idea. El resultado fue un pacto que multilateralizó eficazmente la Doctrina Monroe, integrando el liderazgo estadounidense en un marco legal de defensa mutua.
Durante la Guerra Fría, el Tratado de Río se invocó en múltiples ocasiones, especialmente durante la Crisis de los Misiles de Cuba y la intervención en la República Dominicana en 1965. Sin embargo, su credibilidad comenzó a erosionarse a medida que las naciones latinoamericanas se desilusionaban con lo que consideraban un unilateralismo estadounidense camuflado en el multilateralismo. La Guerra de las Malvinas de 1982 marcó un punto de inflexión: Estados Unidos se alineó con el Reino Unido, país no signatario, en detrimento de Argentina, miembro del tratado. Para muchos países latinoamericanos, este fue el golpe definitivo a la legitimidad del tratado.
En el siglo XXI, el Tratado de Río ha experimentado un resurgimiento parcial. Tras los atentados del 11-S, Estados Unidos lo invocó por primera vez en décadas, presentando el terrorismo como una amenaza para la paz hemisférica. Más recientemente, en 2019, el tratado se activó para coordinar las sanciones contra funcionarios del régimen de Maduro en Venezuela, lo que indica un cambio hacia aplicaciones no militares de la acción colectiva.
Sin embargo, el tratado sigue siendo controvertido. Varios países, entre ellos México, Bolivia, Venezuela y Nicaragua, se han retirado formalmente, alegando preocupaciones sobre la soberanía y el legado de la Guerra Fría del tratado. Los críticos argumentan que el Tratado de Río a menudo ha servido como una herramienta de la política exterior estadounidense, en lugar de una auténtica colaboración entre iguales. Otros lo ven como un marco latente, pero aún viable, para la cooperación regional en una era de creciente incertidumbre geopolítica.
Hoy en día, el Tratado de Río se encuentra en una encrucijada. Su arquitectura jurídica permanece intacta, y sus principios —defensa colectiva, solidaridad regional y resolución pacífica de disputas— son posiblemente más relevantes que nunca. Pero su futuro depende de si las naciones de las Américas logran reimaginar el pacto para un mundo multipolar, o si seguirá siendo un artefacto de la Guerra Fría que acumula polvo en los archivos de la diplomacia interamericana.
Un Pacto Hemisférico en un Mundo Fracturado
♦
Firmado en 1947 tras la Segunda Guerra Mundial, el Tratado Interamericano de Asistencia Recíproca —mejor conocido como el Tratado de Río o TIAR— fue la respuesta del hemisferio occidental a la seguridad colectiva. Concebido como un baluarte contra la agresión externa, el tratado declaraba que un ataque a un Estado americano se consideraría un ataque a todos. Sin embargo, con el paso de las décadas, el Tratado de Río ha evolucionado de ser un símbolo de unidad hemisférica a una reliquia controvertida de la geopolítica de la Guerra Fría.
El tratado surgió del Acta de Chapultepec (1945), donde las naciones latinoamericanas, recelosas de quedar al margen de los acuerdos de seguridad global, impulsaron un mecanismo de defensa regional. Estados Unidos, deseoso de formalizar su influencia en las Américas y contener la expansión soviética, abrazó la idea. El resultado fue un pacto que multilateralizó eficazmente la Doctrina Monroe, integrando el liderazgo estadounidense en un marco legal de defensa mutua.
Durante la Guerra Fría, el Tratado de Río se invocó en múltiples ocasiones, especialmente durante la Crisis de los Misiles de Cuba y la intervención en la República Dominicana en 1965. Sin embargo, su credibilidad comenzó a erosionarse a medida que las naciones latinoamericanas se desilusionaban con lo que consideraban un unilateralismo estadounidense camuflado en el multilateralismo. La Guerra de las Malvinas de 1982 marcó un punto de inflexión: Estados Unidos se alineó con el Reino Unido, país no signatario, en detrimento de Argentina, miembro del tratado. Para muchos países latinoamericanos, este fue el golpe definitivo a la legitimidad del tratado.
En el siglo XXI, el Tratado de Río ha experimentado un resurgimiento parcial. Tras los atentados del 11-S, Estados Unidos lo invocó por primera vez en décadas, presentando el terrorismo como una amenaza para la paz hemisférica. Más recientemente, en 2019, el tratado se activó para coordinar las sanciones contra funcionarios del régimen de Maduro en Venezuela, lo que indica un cambio hacia aplicaciones no militares de la acción colectiva.
Sin embargo, el tratado sigue siendo controvertido. Varios países, entre ellos México, Bolivia, Venezuela y Nicaragua, se han retirado formalmente, alegando preocupaciones sobre la soberanía y el legado de la Guerra Fría del tratado. Los críticos argumentan que el Tratado de Río a menudo ha servido como una herramienta de la política exterior estadounidense, en lugar de una auténtica colaboración entre iguales. Otros lo ven como un marco latente, pero aún viable, para la cooperación regional en una era de creciente incertidumbre geopolítica.
Hoy en día, el Tratado de Río se encuentra en una encrucijada. Su arquitectura jurídica permanece intacta, y sus principios —defensa colectiva, solidaridad regional y resolución pacífica de disputas— son posiblemente más relevantes que nunca. Pero su futuro depende de si las naciones de las Américas logran reimaginar el pacto para un mundo multipolar, o si seguirá siendo un artefacto de la Guerra Fría que acumula polvo en los archivos de la diplomacia interamericana.
PrisioneroEnArgentina.com
Julio 6, 2025