El Dr. Henry Heimlich es sinónimo de supervivencia. Su maniobra homónima —una técnica de compresión abdominal introducida en 1974— ha salvado innumerables vidas de asfixia. Pero tras su fama se esconde un legado mucho más complejo, marcado por la controversia científica, las infracciones éticas e incluso las acusaciones de fraude médico.
Si bien la maniobra de Heimlich se convirtió en un elemento básico de la formación en primeros auxilios a nivel mundial, su carrera posterior se vio empañada por una serie de afirmaciones y prácticas cuestionables. La principal fue su promoción de la maniobra de Heimlich para víctimas de ahogamiento, un uso que nunca fue respaldado por las principales organizaciones médicas. A pesar de las advertencias de la Asociación Americana del Corazón y la Cruz Roja de que la técnica podía retrasar la reanimación adecuada o causar daños, Heimlich continuó abogando por su uso en emergencias acuáticas, citando a menudo casos anecdóticos o no verificados.
Quizás más preocupante fue su participación en la malarioterapia, un tratamiento alternativo en el que se infectaba deliberadamente a pacientes con malaria con la esperanza de curar otras enfermedades. Heimlich defendió este método como una posible cura para el VIH/SIDA y realizó ensayos en China durante la década de 1990, experimentos que habrían sido ilegales en Estados Unidos. Sus críticos, incluido su propio hijo, Peter Heimlich, lo acusaron de explotar a pacientes vulnerables y eludir la supervisión ética.
Peter Heimlich se convirtió en uno de los detractores más acérrimos de su padre, lanzando un sitio web dedicado a exponer lo que él llamó “una serie de tratamientos médicos descabellados”. Alegó que el Dr. Heimlich inventó informes de casos y manipuló datos para promover terapias no probadas. Entre las acusaciones más contundentes se encontraba la de que Heimlich falsificó historias de éxito para justificar el uso de su maniobra para el asma y la fibrosis quística, afecciones para las que no existe respaldo científico.
La comunidad médica se volvió cada vez más escéptica. Si bien Heimlich había sido aclamado como un visionario, muchos colegas comenzaron a verlo como un autopromotor que priorizaba la atención mediática sobre la ciencia rigurosa. Su decisión de pasar por alto las revistas arbitradas en favor de comunicados de prensa y columnas sindicadas solo profundizó la división. “Le interesaban más los titulares que las pruebas”, señaló un crítico.
A pesar de las controversias, Heimlich se mantuvo firme. En entrevistas a finales de su vida, defendió sus métodos poco convencionales como intentos audaces de salvar vidas donde la medicina tradicional había fracasado. Incluso realizó él mismo la maniobra de Heimlich a los 96 años, salvando, según se dice, a un compañero residente de una residencia de ancianos pocos meses antes de su muerte.
El legado del Dr. Henry Heimlich es una paradoja. Fue un hombre que revolucionó la medicina de urgencias y probablemente salvó miles de vidas, pero que también desdibujó la línea entre innovación e imprudencia. Su historia sirve como advertencia sobre los peligros de la ambición desmedida en la ciencia y la delgada línea entre el heroísmo y la arrogancia.
El lado oscuro de un salvavidas
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El Dr. Henry Heimlich es sinónimo de supervivencia. Su maniobra homónima —una técnica de compresión abdominal introducida en 1974— ha salvado innumerables vidas de asfixia. Pero tras su fama se esconde un legado mucho más complejo, marcado por la controversia científica, las infracciones éticas e incluso las acusaciones de fraude médico.
Si bien la maniobra de Heimlich se convirtió en un elemento básico de la formación en primeros auxilios a nivel mundial, su carrera posterior se vio empañada por una serie de afirmaciones y prácticas cuestionables. La principal fue su promoción de la maniobra de Heimlich para víctimas de ahogamiento, un uso que nunca fue respaldado por las principales organizaciones médicas. A pesar de las advertencias de la Asociación Americana del Corazón y la Cruz Roja de que la técnica podía retrasar la reanimación adecuada o causar daños, Heimlich continuó abogando por su uso en emergencias acuáticas, citando a menudo casos anecdóticos o no verificados.
Peter Heimlich se convirtió en uno de los detractores más acérrimos de su padre, lanzando un sitio web dedicado a exponer lo que él llamó “una serie de tratamientos médicos descabellados”. Alegó que el Dr. Heimlich inventó informes de casos y manipuló datos para promover terapias no probadas. Entre las acusaciones más contundentes se encontraba la de que Heimlich falsificó historias de éxito para justificar el uso de su maniobra para el asma y la fibrosis quística, afecciones para las que no existe respaldo científico.
La comunidad médica se volvió cada vez más escéptica. Si bien Heimlich había sido aclamado como un visionario, muchos colegas comenzaron a verlo como un autopromotor que priorizaba la atención mediática sobre la ciencia rigurosa. Su decisión de pasar por alto las revistas arbitradas en favor de comunicados de prensa y columnas sindicadas solo profundizó la división. “Le interesaban más los titulares que las pruebas”, señaló un crítico.
A pesar de las controversias, Heimlich se mantuvo firme. En entrevistas a finales de su vida, defendió sus métodos poco convencionales como intentos audaces de salvar vidas donde la medicina tradicional había fracasado. Incluso realizó él mismo la maniobra de Heimlich a los 96 años, salvando, según se dice, a un compañero residente de una residencia de ancianos pocos meses antes de su muerte.
El legado del Dr. Henry Heimlich es una paradoja. Fue un hombre que revolucionó la medicina de urgencias y probablemente salvó miles de vidas, pero que también desdibujó la línea entre innovación e imprudencia. Su historia sirve como advertencia sobre los peligros de la ambición desmedida en la ciencia y la delgada línea entre el heroísmo y la arrogancia.
PrisioneroEnArgentina.com
Junio 28, 2025