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  Por Venezia Johnson.

Anarcha Westcott, nacida alrededor de 1828 y esclavizada en Alabama, ocupa un lugar inquietante pero crucial en la historia de la medicina. Su nombre, antaño olvidado en las notas al pie del progreso quirúrgico, ha resurgido como símbolo tanto de la innovación médica como de la explotación racial. Fue una de las varias mujeres esclavizadas sometidas a repetidas cirugías experimentales por el Dr. J. Marion Sims, médico aclamado durante mucho tiempo como el “padre de la ginecología moderna”. Hoy en día, Anarcha es cada vez más reconocida como una de sus verdaderas madres.

El calvario de Anarcha comenzó tras un parto traumático que duró tres días y resultó en muerte fetal. Sufría de fístulas vesicovaginales y rectovaginales, dolorosas afecciones que la dejaron con incontinencia y marginada socialmente. Sims, buscando una cura, realizó más de 30 cirugías a Anarcha entre 1845 y 1849. Estos procedimientos se realizaron sin anestesia, una opción que Sims defendió alegando que las mujeres negras tenían una mayor tolerancia al dolor, una creencia racista e infundada. Mientras que a las mujeres blancas sometidas a procedimientos similares se les administraba éter o cloroformo, a Anarcha y a sus compañeras se les negaba dicho alivio, recibiendo únicamente opio como analgésico suave.

A pesar de la brutalidad, Sims finalmente desarrolló técnicas que se convertirían en fundamentales de la cirugía ginecológica. Sin embargo, el mérito de estos avances se le atribuyó durante mucho tiempo únicamente a él, mientras que Anarcha, junto con sus pacientes Lucy y Betsey, permaneció en el anonimato y sin reconocimiento. Solo en las últimas décadas, historiadores y activistas han comenzado a recuperar sus historias, desafiando la glorificación de Sims y reformulando la narrativa para honrar a las mujeres cuyo sufrimiento permitió el avance médico.

El legado de Anarcha es complejo. Representa tanto la resiliencia de las mujeres negras como las fallas éticas de un sistema médico cimentado en la violencia racial y de género. Su historia nos obliga a reflexionar sobre cómo se mide el progreso y qué cuerpos se sacrifican en su consecución. Al reconocer a Anarcha, nos enfrentamos a la incómoda realidad de que la medicina moderna debe parte de su fundación a la explotación de los desposeídos.

Hoy, memoriales, libros y obras académicas buscan restaurar el lugar de Anarcha en la historia, no como un sujeto pasivo, sino como una figura central en la evolución de la salud femenina. Su nombre, una vez borrado, ahora se alza como testimonio del coste de la innovación y la necesidad de justicia en la memoria histórica.

 


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Agosto 28, 2025