Natalio Alberto Nisman, el fiscal más importante de la República Argentina, ya que era el representante del Ministerio Público que investigaba el demencial ataque terrorista que redujo a escombros el edificio de la AMIA, llevando a la tumba a 85 personas y constituyendo el atentado más grave de la historia del Cono Sur, apareció muerto en su departamento del complejo “Le Parc”, en Puerto Madero, a pocas horas de haber presentado una gravísima denuncia contra la ex presidente de la Nación, Cristina Fernández, su ex Canciller Héctor Timerman y otros funcionarios y allegados al anterior gobierno.
La presentación del fiscal Nisman tuvo inmediata repercusión nacional e internacional y se esperaba una profunda investigación, en medio del espanto que cundía en la República Argentina luego de su muerte violenta, aún no esclarecida.
Nisman fue enterrado en el Cementerio Israelita de La Tablada. Con él, su denuncia y la investigación de su muerte. En pocas horas, el fiscal muerto se convirtió en mitómano, delirante, alcohólico, drogadicto, siervo de los servicios de inteligencia … Y hasta socio de los fondos buitre!!! Su honra, su buen nombre y su memoria, fueron arrojadas a los perros carroñeros.
En la escena del crímen del coqueto departamento de Puerto Madero, sólo faltó el pasaje de una tropilla de percherones y un concierto de la orquesta filarmónica de Buenos Aires,en medio de la sangre, vainas servidas, huellas digitales y demás rastros de interés pericial.
Pasaron casi dos años desde aquellos desgraciados acontecimientos. Durante todo este tiempo, la comunidad argentina vio como el Poder Judicial y el Ministerio Público -o algunos de sus integrantes- lograron colocar un elefante adulto en una caja de zapatos. La alquimia judicial para no investigar la denuncia de Nisman tuvo ribetes grotescos, absurdos, desafiando los límites de la racionalidad misma.
Tres jueces federales (Rafecas, Freiler y Ballestero), y un fiscal federal (De Luca) decidieron que no debía investigarse una de las denuncias más graves de nuestra historia.
Los fiscales, representantes de los intereses de la comunidad en los procesos penales, debemos investigar las denuncias que llegan a nuestros despachos. De hecho, se investigan en nuestras fiscalías denuncias anónimas, llamados telefónicos, correos electrónicos, dichos de un vecino, artículos periodísticos, etc. Muchas veces, no logramos establecer la existencia de un delito. Otras tantas, aún existiendo una conducta delictiva, no logramos descubrir a sus autores, encubridores o cómplices. En ocasiones, los jueces consideran que la prueba de cargo reunida por el Ministerio Público es insuficiente para lograr una sentencia de condena, etc.
Pero, no investigar una denuncia, con medio centenar de medidas de prueba a producir, es inédito en la historia judicial argentina. También es vergonzante.
El fallo de la Cámara Federal de Casación Penal que ordena la apertura de la investigación de Alberto Nisman es un soplo de aire fresco en la vida republicana. Pero sólo eso. Ni siquiera es el capítulo 1 del libro “Cómo ser un país normal”. Es sólo el prólogo.
Como en la películas, sólo queremos saber la verdad y nada más que la verdad.
Nada más. Y nada menos.
Marcelo Carlos Romero – Fiscal del Ministerio Público de la Pcia. de Buenos Aires – Miembro de Usina de Justicia
Los diversos y complejos problemas que acarrean el crimen y el criminal no respetan días ni horarios, ni domingos, ni feriados y tampoco fiestas de guardar. El delito no sabe de siestas ni de descanso nocturno. Los criminales no tienen en cuenta cumpleaños ni velorios. Simplemente están ahí, esperando sorprender. Aquellos que elegimos la especialidad penal dentro del gigantesco mundo del Derecho sabíamos de antemano nuestro destino insomne. Como el pediatra, que sabía desde sus épocas de residente que iba a recibir llamados telefónicos todos los días, todas las noches, toda su vida profesional. Jueces, defensores, fiscales, funcionarios y empleados judiciales del fuero penal estamos para eso. Para dar respuesta desde el Poder Judicial y desde el Ministerio Público a las demandas de la comunidad que nos sostiene frente a las tropelías del criminal. Del mismo modo cumplen funciones análogas policías y fuerzas de seguridad, como auxiliares de la Justicia. Recibir llamadas telefónicas del personal policial en servicio es parte de nuestra función. Cuando estamos de turno, dormimos con el celular en la almohada, contestando las mismas preguntas una y otra vez, evacuando las mismas dudas. Los agentes judiciales no tenemos títulos de nobleza, solo diplomas de abogados. No estamos por encima del resto de la comunidad, sino a su servicio. Si preferimos el descanso nocturno pleno y placentero, podemos elegir otro fuero, otra especialidad. Nadie nos llamará de madrugada por una hipoteca o por la donación de una propiedad con reserva de usufructo. La Policía espera nuestras directivas en medio de los procedimientos. Ellos están en la calle, poniendo en juego su integridad física. Nosotros estamos en el despacho judicial o en nuestra cama. Aún con sueño y con cansancio, les debemos respeto y consideración. Paciencia y actitud docente. Por otra parte, la buena educación, los buenos modales, la más absoluta colaboración con nuestros auxiliares y la tolerancia, no se enseñan en la Universidad.
El doctor Marcelo Carlos Romero es Fiscal de la Provincia de Buenos Aires (Departamento Judicial La Plata) y Miembro de Usina de Justicia.
DESESTIMAR LA DESESTIMACION
Por Marcelo Carlos Romero.
Natalio Alberto Nisman, el fiscal más importante de la República Argentina, ya que era el representante del Ministerio Público que investigaba el demencial ataque terrorista que redujo a escombros el edificio de la AMIA, llevando a la tumba a 85 personas y constituyendo el atentado más grave de la historia del Cono Sur, apareció muerto en su departamento del complejo “Le Parc”, en Puerto Madero, a pocas horas de haber presentado una gravísima denuncia contra la ex presidente de la Nación, Cristina Fernández, su ex Canciller Héctor Timerman y otros funcionarios y allegados al anterior gobierno.
La presentación del fiscal Nisman tuvo inmediata repercusión nacional e internacional y se esperaba una profunda investigación, en medio del espanto que cundía en la República Argentina luego de su muerte violenta, aún no esclarecida.
Nisman fue enterrado en el Cementerio Israelita de La Tablada. Con él, su denuncia y la investigación de su muerte. En pocas horas, el fiscal muerto se convirtió en mitómano, delirante, alcohólico, drogadicto, siervo de los servicios de inteligencia … Y hasta socio de los fondos buitre!!! Su honra, su buen nombre y su memoria, fueron arrojadas a los perros carroñeros.
En la escena del crímen del coqueto departamento de Puerto Madero, sólo faltó el pasaje de una tropilla de percherones y un concierto de la orquesta filarmónica de Buenos Aires,en medio de la sangre, vainas servidas, huellas digitales y demás rastros de interés pericial.
Pasaron casi dos años desde aquellos desgraciados acontecimientos. Durante todo este tiempo, la comunidad argentina vio como el Poder Judicial y el Ministerio Público -o algunos de sus integrantes- lograron colocar un elefante adulto en una caja de zapatos. La alquimia judicial para no investigar la denuncia de Nisman tuvo ribetes grotescos, absurdos, desafiando los límites de la racionalidad misma.
Tres jueces federales (Rafecas, Freiler y Ballestero), y un fiscal federal (De Luca) decidieron que no debía investigarse una de las denuncias más graves de nuestra historia.
Los fiscales, representantes de los intereses de la comunidad en los procesos penales, debemos investigar las denuncias que llegan a nuestros despachos. De hecho, se investigan en nuestras fiscalías denuncias anónimas, llamados telefónicos, correos electrónicos, dichos de un vecino, artículos periodísticos, etc. Muchas veces, no logramos establecer la existencia de un delito. Otras tantas, aún existiendo una conducta delictiva, no logramos descubrir a sus autores, encubridores o cómplices. En ocasiones, los jueces consideran que la prueba de cargo reunida por el Ministerio Público es insuficiente para lograr una sentencia de condena, etc.
Pero, no investigar una denuncia, con medio centenar de medidas de prueba a producir, es inédito en la historia judicial argentina. También es vergonzante.
El fallo de la Cámara Federal de Casación Penal que ordena la apertura de la investigación de Alberto Nisman es un soplo de aire fresco en la vida republicana. Pero sólo eso. Ni siquiera es el capítulo 1 del libro “Cómo ser un país normal”. Es sólo el prólogo.
Como en la películas, sólo queremos saber la verdad y nada más que la verdad.
Nada más. Y nada menos.
Marcelo Carlos Romero – Fiscal del Ministerio Público de la Pcia. de Buenos Aires – Miembro de Usina de Justicia
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Diciembre 29, 2016
Una justicia insomne contra el delito
Escribe: Marcelo Carlos Romero.
Los diversos y complejos problemas que acarrean el crimen y el criminal no respetan días ni horarios, ni domingos, ni feriados y tampoco fiestas de guardar. El delito no sabe de siestas ni de descanso nocturno. Los criminales no tienen en cuenta cumpleaños ni velorios. Simplemente están ahí, esperando sorprender. Aquellos que elegimos la especialidad penal dentro del gigantesco mundo del Derecho sabíamos de antemano nuestro destino insomne. Como el pediatra, que sabía desde sus épocas de residente que iba a recibir llamados telefónicos todos los días, todas las noches, toda su vida profesional. Jueces, defensores, fiscales, funcionarios y empleados judiciales del fuero penal estamos para eso. Para dar respuesta desde el Poder Judicial y desde el Ministerio Público a las demandas de la comunidad que nos sostiene frente a las tropelías del criminal. Del mismo modo cumplen funciones análogas policías y fuerzas de seguridad, como auxiliares de la Justicia. Recibir llamadas telefónicas del personal policial en servicio es parte de nuestra función. Cuando estamos de turno, dormimos con el celular en la almohada, contestando las mismas preguntas una y otra vez, evacuando las mismas dudas. Los agentes judiciales no tenemos títulos de nobleza, solo diplomas de abogados. No estamos por encima del resto de la comunidad, sino a su servicio. Si preferimos el descanso nocturno pleno y placentero, podemos elegir otro fuero, otra especialidad. Nadie nos llamará de madrugada por una hipoteca o por la donación de una propiedad con reserva de usufructo. La Policía espera nuestras directivas en medio de los procedimientos. Ellos están en la calle, poniendo en juego su integridad física. Nosotros estamos en el despacho judicial o en nuestra cama. Aún con sueño y con cansancio, les debemos respeto y consideración. Paciencia y actitud docente. Por otra parte, la buena educación, los buenos modales, la más absoluta colaboración con nuestros auxiliares y la tolerancia, no se enseñan en la Universidad.
El doctor Marcelo Carlos Romero es Fiscal de la Provincia de Buenos Aires (Departamento Judicial La Plata) y Miembro de Usina de Justicia.
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Diciembre 11, 2016