Dubái, uno de los siete emiratos de los Emiratos Árabes Unidos, ha evolucionado de un tranquilo pueblo pesquero a una ciudad global de relucientes rascacielos, centros comerciales de lujo e islas artificiales. Sin embargo, bajo el brillo y el glamour se esconde la creciente percepción de que Dubái es una “ciudad falsa”, un lugar más preocupado por la ilusión que por la sustancia, donde la imagen predomina sobre la autenticidad.
La idea de Dubái como una “ciudad falsa” se deriva de su rápida urbanización vertical. En tan solo unas décadas, la ciudad ha construido maravillas artificiales como Palm Jumeirah, el edificio más alto del mundo (Burj Khalifa) y pistas de esquí cubiertas, todo ello construido en un desierto. Si bien son impresionantes, muchos de estos proyectos son criticados por su falta de profundidad cultural o histórica. La arquitectura a menudo imita la estética occidental o futurista en lugar de inspirarse en el patrimonio emiratí. Los críticos argumentan que el paisaje urbano de Dubái es menos un reflejo de su gente y más una experiencia cuidada para inversores, turistas y élites globales.
Además, el modelo económico de Dubái depende en gran medida de la mano de obra importada y el capital extranjero. Más del 85% de su población está compuesta por expatriados, muchos de los cuales son trabajadores mal pagados procedentes del sur de Asia, empleados en duras condiciones. Estos trabajadores suelen vivir en campos de trabajo, alejados de los ostentosos centros urbanos que ayudan a construir. Mientras tanto, la minoría emiratí disfruta de privilegios y riqueza respaldados por los ingresos del petróleo y la especulación inmobiliaria. Esta disparidad alimenta las acusaciones de que Dubái se basa en la explotación: una fachada brillante que oculta la injusticia social.
La vida cultural en Dubái también plantea interrogantes. La ciudad promueve el lujo, el consumo y el turismo, pero restringe la libertad de expresión, de prensa y la disidencia política. El arte y el entretenimiento están fuertemente regulados, y no se tolera la disidencia contra la monarquía gobernante. Los críticos afirman que Dubái se presenta como una ciudad global moderna, al tiempo que suprime las libertades democráticas y culturales que suelen definir a estos lugares.
Sin embargo, sería injusto etiquetar a Dubái como una ciudad completamente “falsa”. Representa una visión audaz de lo que la planificación urbana y la ambición económica pueden lograr en poco tiempo. Sin embargo, esa visión está cuidadosamente controlada, seleccionada y, a menudo, desconectada de la realidad de la mayoría de los residentes.
En definitiva, Dubái podría describirse mejor no como una farsa, sino como un espejismo: deslumbrante y artificial, una ciudad diseñada para impresionar en lugar de expresar. Plantea preguntas más profundas sobre la autenticidad en un mundo globalizado e impulsado por la imagen.
Un buen día, el científico australiano Guy Lane estaba navegando por la costa cuando un ave se posó sobre su barco. Durante unos instantes, ambos cruzaron una mirada y reposaron, uno al lado del otro, bajo el mismo sol. Poco después, el ave alzó el vuelo y se perdió en la inmensidad del océano. “En este momento tuve una revelación espiritual y ecológica”, explica Lane. “Me di cuenta de que todos los seres vivos formamos parte de una misma biosfera y que dependemos de la naturaleza”, añade. Y es ahí donde este científico empezó a esbozar la idea de una nueva religión enfocada en mejorar la empatía de los humanos hacia el planeta. “Se llama ‘Vita'”, explica Lane desde los pasillos de la cumbre del clima de Dubái, donde este domingo ha hablado por primera vez de esta nueva fe.
“Todas las religiones creen en la existencia de un ser superior. Para nosotros, es la Tierra”, comenta este científico, que ha dedicado los últimos veinte años de su carrera a concienciar sobre el impacto de la crisis climática en el mundo. Su fe, de hecho, se basa en nueve mandamientos en los que se entremezclan conceptos como la necesidad de estar en contacto con la naturaleza, entender que “formamos parte de un mismo todo” y vivir de una forma sostenible. “No tengo una biblia, pero sí un manifiesto de unas doce páginas con todos los preceptos espirituales. Todo lo demás, son estudios científicos”, añade. Lane no se define a sí mismo como profeta de esta nueva fe. Tampoco como un elegido. “Solo soy alguien que ha unido las piezas y que ahora quiere alzar la voz sobre esta nueva religión enfocada a salvar el planeta”, explica. Su llamamiento, lanzado en la recta final de las negociaciones de la cumbre de Dubái, es claro. El mundo necesita abandonar cuanto antes los combustibles fósiles, reducir drásticamente las emisiones de gases de efecto invernadero y restaurar los espacios naturales en todo el planeta. “Es la única manera de restablecer el equilibrio con la naturaleza”, comenta este científico mientras sostiene un escueto folleto con la guía espiritual de esta nueva fe. ¿Pero cómo podría esta nueva religión salvar el planeta? “Necesitamos una epifanía de masas. Una epifanía ecológica que nos permita entender el peligro al que estamos expuestos y la importancia de hacer cambios estructurales para que siga existiendo vida en la tierra”, explica Lane. Su objetivo es llegar a convencer a unas 50 millones de personas de todo el mundo. “Sobre todo a aquellas que tienen el poder político y económico para impulsar un cambio real”, matiza. “Solo así conseguiremos alejarnos de la trayectoria hacia el abismo a la que nos está llevando la crisis climática y así salvar a la humanidad y todos los seres vivos que habitan el planeta”, añade este científico.
“Necesitamos entrar en una nueva ‘era verde’, donde todos los otros seres vivos del planeta podamos vivir en armonía”
El objetivo de esta religión no es otro que impulsar un “cambio de actitud en millones de personas” y que esto, a su vez, acabe impulsando una lucha más ambiciosa contra la crisis climática. “Necesitamos entrar en una nueva ‘era verde’, donde los humanos y todos los otros seres vivos del planeta podamos vivir en armonía durante miles y miles de años“, añade este ambientólogo, cuyos postulados, lejos de ser esotéricos, beben de muchos de los informes científicos y ensayos sobre ecología más importantes publicados hasta la fecha. “Nuestros postulados no son abstractos, están basados en estudios. No hay dudas sobre la importancia de esta lucha“, añade.
En estos momentos, ‘Vita’ todavía no cuenta con una lista oficial de adeptos. Tampoco cuenta con ningún lugar de culto al que acudir. “En los últimos tres años he estado construyendo las bases de esta religión. No es hasta ahora que estoy empezando la labor de divulgación para que el mundo entienda la importancia de todo esto“, comenta. En este sentido, Lane habla de esta nueva fe como un “movimiento filosófico e intelectual” llamado a mover conciencias. “Puedes ser cristiano, musulmán, budista y ateo y aún así formar parte de esta religión“, añade. “Lo importante es que estemos todos en el mismo barco“, añade esperanzado desde los pasillos de la cumbre del clima.
¿Ciudad falsa o espejismo moderno?
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Dubái, uno de los siete emiratos de los Emiratos Árabes Unidos, ha evolucionado de un tranquilo pueblo pesquero a una ciudad global de relucientes rascacielos, centros comerciales de lujo e islas artificiales. Sin embargo, bajo el brillo y el glamour se esconde la creciente percepción de que Dubái es una “ciudad falsa”, un lugar más preocupado por la ilusión que por la sustancia, donde la imagen predomina sobre la autenticidad.
Además, el modelo económico de Dubái depende en gran medida de la mano de obra importada y el capital extranjero. Más del 85% de su población está compuesta por expatriados, muchos de los cuales son trabajadores mal pagados procedentes del sur de Asia, empleados en duras condiciones. Estos trabajadores suelen vivir en campos de trabajo, alejados de los ostentosos centros urbanos que ayudan a construir. Mientras tanto, la minoría emiratí disfruta de privilegios y riqueza respaldados por los ingresos del petróleo y la especulación inmobiliaria. Esta disparidad alimenta las acusaciones de que Dubái se basa en la explotación: una fachada brillante que oculta la injusticia social.
La vida cultural en Dubái también plantea interrogantes. La ciudad promueve el lujo, el consumo y el turismo, pero restringe la libertad de expresión, de prensa y la disidencia política. El arte y el entretenimiento están fuertemente regulados, y no se tolera la disidencia contra la monarquía gobernante. Los críticos afirman que
Dubái se presenta como una ciudad global moderna, al tiempo que suprime las libertades democráticas y culturales que suelen definir a estos lugares.
Sin embargo, sería injusto etiquetar a Dubái como una ciudad completamente “falsa”. Representa una visión audaz de lo que la planificación urbana y la ambición económica pueden lograr en poco tiempo. Sin embargo, esa visión está cuidadosamente controlada, seleccionada y, a menudo, desconectada de la realidad de la mayoría de los residentes.
En definitiva, Dubái podría describirse mejor no como una farsa, sino como un espejismo: deslumbrante y artificial, una ciudad diseñada para impresionar en lugar de expresar. Plantea preguntas más profundas sobre la autenticidad en un mundo globalizado e impulsado por la imagen.
PrisioneroEnArgentina.com
Agosto 5, 2025
“Culto a la biosfera”
“Todas las religiones creen en la existencia de un ser superior. Para nosotros, es la Tierra”, comenta este científico, que ha
dedicado los últimos veinte años de su carrera a concienciar sobre el impacto de la crisis climática en el mundo. Su fe, de hecho, se basa en nueve mandamientos en los que se entremezclan conceptos como la necesidad de estar en contacto con la naturaleza, entender que “formamos parte de un mismo todo” y vivir de una forma sostenible. “No tengo una biblia, pero sí un manifiesto de unas doce páginas con todos los preceptos espirituales. Todo lo demás, son estudios científicos”, añade. Lane no se define a sí mismo como profeta de esta nueva fe. Tampoco como un elegido. “Solo soy alguien que ha unido las piezas y que ahora quiere alzar la voz sobre esta nueva religión enfocada a salvar el planeta”, explica. Su llamamiento, lanzado en la recta final de las negociaciones de la cumbre de Dubái, es claro. El mundo necesita abandonar cuanto antes los combustibles fósiles, reducir drásticamente las emisiones de gases de efecto invernadero y restaurar los espacios naturales en todo el planeta. “Es la única manera de restablecer el equilibrio con la naturaleza”, comenta este científico mientras sostiene un escueto folleto con la guía espiritual de esta nueva fe. ¿Pero cómo podría esta nueva religión salvar el planeta? “Necesitamos una epifanía de masas. Una epifanía ecológica que nos permita entender el peligro al que estamos expuestos y la importancia de hacer cambios estructurales para que siga existiendo vida en la tierra”, explica Lane. Su objetivo es llegar a convencer a unas 50 millones de personas de todo el mundo. “Sobre todo a aquellas que tienen el poder político y económico para impulsar un cambio real”, matiza. “Solo así conseguiremos alejarnos de la trayectoria hacia el abismo a la que nos está llevando la crisis climática y así salvar a la humanidad y todos los seres vivos que habitan el planeta”, añade este científico.
“Necesitamos entrar en una nueva ‘era verde’, donde todos los otros seres vivos del planeta podamos vivir en armonía”
PrisioneroEnArgentina.com
Diciembre 18, 2023
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El objetivo de esta religión no es otro que impulsar un “cambio de actitud en millones de personas” y que esto, a su vez, acabe impulsando una lucha más ambiciosa contra la crisis climática. “Necesitamos entrar en una nueva ‘era verde’, donde los humanos y todos los otros seres vivos del planeta podamos vivir en armonía durante miles y miles de años“, añade este ambientólogo, cuyos postulados, lejos de ser esotéricos, beben de muchos de los informes científicos y ensayos sobre ecología más importantes publicados hasta la fecha. “Nuestros postulados no son abstractos, están basados en estudios. No hay dudas sobre la importancia de esta lucha“, añade.
CUMBRE DEL CLIMA
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En estos momentos, ‘Vita’ todavía no cuenta con una lista oficial de adeptos. Tampoco cuenta con ningún lugar de culto al que acudir. “En los últimos tres años he estado construyendo las bases de esta religión. No es hasta ahora que estoy empezando la labor de divulgación para que el mundo entienda la importancia de todo esto“, comenta. En este sentido, Lane habla de esta nueva fe como un “movimiento filosófico e intelectual” llamado a mover conciencias. “Puedes ser cristiano, musulmán, budista y ateo y aún así formar parte de esta religión“, añade. “Lo importante es que estemos todos en el mismo barco“, añade esperanzado desde los pasillos de la cumbre del clima.