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  Por Arlene Kevnesky.

Si está pensando en estudiar medicina, probablemente resulte útil tener una idea de dónde empezó todo.

Entonces, ¿cuándo empezó la práctica de la medicina? ¿Y quiénes fueron los primeros médicos? Si bien no hay respuestas sencillas a estas preguntas, hay evidencia de que en las sociedades primitivas se intentaron “tratamientos” para afecciones comunes, aunque a menudo se mezclaban con supersticiones y creencias religiosas. Sabemos que desde la época del antiguo Egipto (alrededor del 3000 a. C.) había “médicos” y, en este contexto, el médico Imhotep (alrededor del 2600 a. C.) produjo una obra escrita que relata más de 200 afecciones médicas diferentes.

A Hipócrates (nacido en el 460 a. C.) se le atribuye ampliamente el mérito de ser el padre de la medicina moderna. Una de sus enormes contribuciones al avance de este campo fue la comprensión de que las enfermedades podían tener causas naturales (en lugar de sobrenaturales). También fue de enorme importancia su juramento de conducta para médicos, que todavía se utiliza en todo el mundo hoy en día. Entre los médicos famosos del mundo romano se encuentra Galeno, que diseccionó primates e intentó extrapolar sus hallazgos al cuerpo humano, aunque con un éxito limitado. Los avances en materia de salud pública también fueron importantes durante este período, incluidos algunos de los primeros sistemas de alcantarillado.

En la época medieval, eran habituales prácticas médicas que hoy son prácticamente irreconocibles. Por ejemplo, sangrar a los enfermos se consideraba útil en una amplia gama de afecciones, al igual que la administración de laxantes. En esa época predominaba la idea de que la Iglesia tenía el deber de cuidar a los enfermos, por lo que se construyeron muchos hospitales.

Sin embargo, el término «médico» en sí no surgió hasta el siglo XIV en Gran Bretaña y se utilizaba normalmente para referirse a los teólogos y a quienes podían «enseñar». Leonardo da Vinci, que trabajaba en el siglo XV, contribuyó enormemente a nuestra comprensión de la anatomía humana, con bocetos detallados producidos tras una disección cuidadosa de cadáveres humanos. En el siglo XVII, el conocido médico William Harvey hizo un descubrimiento importante: que el corazón bombea sangre por todo el cuerpo. Sin embargo, todavía predominaba la idea de los cuatro humores del cuerpo (sangre, flema, bilis amarilla y bilis negra), y muchas enfermedades se atribuían a un desequilibrio de estos.

En el siglo XIX se produjeron muchos avances, aunque hoy en día muchas prácticas habituales de la época parezcan bárbaras. Fue la época de los primeros usos de la anestesia, de la «teoría de los gérmenes de la enfermedad», de las primeras vacunas y también de la primera mujer a la que se le concedió un título de médico.

A principios del siglo pasado se identificaron los grupos sanguíneos, lo que abrió el camino a las mejoras en las transfusiones. La introducción de vacunas para enfermedades como la difteria y la tuberculosis y, sobre todo, el desarrollo de antibióticos revolucionó la medicina. Con la disminución de enfermedades que antes diezmaban a las poblaciones, aumentó el número de enfermedades más arraigadas en el estilo de vida: diabetes, enfermedades cardíacas y cáncer.

La era genética y genómica lateral, junto con los avances en las tecnologías reproductivas (el primer bebé «probeta» nació en 1978), promete revolucionar de nuevo la atención sanitaria, aunque esto puede tener un alto coste económico.

Así que, al decidir convertirse en médico, se une a una larga lista de personas que, en general, se han esforzado por hacer del mundo un lugar mejor. 

 

 


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Octubre 3, 2024