La política estadounidense moderna se ha visto influenciada no solo por los debates políticos, sino también por las estrategias empleadas para ganar elecciones. Entre las figuras más influyentes en la adopción de la publicidad negativa por parte del Partido Republicano se encuentran Paul Weyrich, Lee Atwater y Roger Ailes. Juntos, ayudaron a perfeccionar una forma de comunicación política que instrumentalizaba el miedo, las divisiones culturales y los detonantes emocionales para movilizar a los votantes y debilitar a los oponentes. Sus legados revelan cómo la publicidad negativa se convirtió en un pilar central de las campañas republicanas desde finales del siglo XX.
Weyrich
Paul Weyrich, cofundador de la Heritage Foundation y de la Mayoría Moral, fue más un ideólogo que un estratega mediático, pero sentó las bases de un estilo político que prosperó gracias a la polarización. Weyrich comprendió que las victorias conservadoras requerían presentar a los oponentes como amenazas culturales y morales, más que como simples rivales políticos. Al movilizar a los votantes evangélicos a través de temas como el aborto, la oración escolar y los “valores familiares”, contribuyó a consolidar la derecha religiosa como bloque electoral. La retórica de Weyrich solía retratar a los demócratas como hostiles a la América tradicional, sentando las bases para posteriores campañas de ataque que definían las elecciones no en función de matices políticos, sino de batallas culturales existenciales.
Atwater
Si Weyrich proporcionó el marco ideológico, Lee Atwater dominó el oscuro arte de convertir ese marco en campañas cargadas de emotividad. Protegido del establishment republicano de Carolina del Sur, Atwater alcanzó prominencia nacional con su participación en la campaña presidencial de George H. W. Bush en 1988. El infame anuncio de Willie Horton, que mostraba a un preso negro cometiendo delitos durante un permiso de ausencia bajo el gobernador de Massachusetts, Michael Dukakis, ejemplificó la estrategia de Atwater: explotar los temores raciales y la ansiedad ante la delincuencia para presentar a los demócratas como peligrosamente indulgentes. Aunque la campaña lo desautorizó oficialmente, la eficacia del anuncio consolidó la publicidad negativa como una herramienta republicana indispensable. El genio de Atwater residía en reducir temas complejos a imágenes viscerales, asegurando que el miedo a menudo prevaleciera sobre la política en la mente de los votantes.
Ailes
Roger Ailes, quien comenzó como productor de televisión antes de asesorar a Richard Nixon, aportó espectacularidad y perspicacia mediática al mensaje republicano. Reconoció que en la era televisiva, la imagen era tan importante como el contenido. Ailes se especializó en anuncios que retrataban a los demócratas como débiles, elitistas o desconectados del ciudadano común. Su trabajo para Nixon en 1968 y posteriormente para George H. W. Bush demostró una gran capacidad para convertir a los candidatos en figuras cercanas, al tiempo que presentaba a los oponentes como poco fiables o peligrosos. La posterior creación de Fox News por parte de Ailes institucionalizó esta estrategia de comunicación, fusionando el periodismo con la defensa partidista y normalizando el discurso político de ataque.
Juntos, Weyrich, Atwater y Ailes transformaron las campañas republicanas al integrar la publicidad negativa en su esencia. Su enfoque se basó en cuestiones de división cultural, matices raciales y el espectáculo mediático, priorizando la resonancia emocional sobre los detalles políticos. Si bien fueron efectivas a corto plazo, sus estrategias también contribuyeron a la polarización a largo plazo, erosionando la confianza en las instituciones y fomentando una política de división.
En retrospectiva, la influencia del trío muestra cómo la publicidad negativa pasó de ser una táctica a una filosofía definitoria. Demostraron que el miedo y el resentimiento podían ser poderosas herramientas electorales, pero su legado es una cultura política donde las campañas se definen cada vez más no por lo que representan, sino por a quién se oponen.
George H W Bush
El caso de Willie Horton sigue siendo uno de los ejemplos más infames de publicidad negativa en la historia política estadounidense. Horton fue un asesino convicto que, durante un programa de permisos de fin de semana en Massachusetts, cometió agresión, robo a mano armada y violación en 1987. Durante las elecciones presidenciales de 1988, la campaña de George H.W. Bush y grupos de acción política afiliados utilizaron la historia de Horton para atacar al candidato demócrata Michael Dukakis, entonces gobernador de Massachusetts, quien había apoyado el programa de permisos.
Horton
Los anuncios resultantes retrataron a Dukakis como peligrosamente blando con la delincuencia, insinuando que priorizaba las políticas liberales sobre la seguridad pública. La imagen de Horton se utilizó repetidamente, a menudo con connotaciones raciales que aumentaron el miedo y la ira del público. La campaña logró desviar la atención de los debates económicos o de política exterior y centrar las elecciones en la delincuencia, el castigo y la confianza en el liderazgo.
Dukakis
Los críticos argumentan que los anuncios de Horton sentaron un precedente peligroso en la política estadounidense, explotando estereotipos raciales y utilizando el miedo como arma para obtener rédito político. Demostraron la eficacia de las campañas negativas al personalizar políticas abstractas en una narrativa única y aterradora. El caso Horton transformó la estrategia política, demostrando que la publicidad negativa, en particular cuando apela a la ansiedad pública, podía influir decisivamente en la percepción del electorado y alterar el curso de las elecciones presidenciales.
Este hombre ni siquiera intentaba ser gracioso la mayor parte del tiempo, pero era divertidísimo.
Me refiero, por supuesto, al vicepresidente número 44 de los Estados Unidos, un hombre que tropezaba incluso con las frases más simples, Dan Quayle.
Como vicepresidente de George H.W. Bush, dijo muchas cosas extrañas y memorables. Aquí están algunos de mis favoritos.
“Vamos a tener el pueblo estadounidense mejor educado del mundo”
Sí Dan, así es como funciona.
“Para la NASA, el espacio sigue siendo una alta prioridad”.
No se equivocó.
“Es hora de que la raza humana entre en el sistema solar”.
“Creo que estamos en una tendencia irreversible hacia una mayor libertad y democracia, pero eso podría cambiar”
Hizo que el público se ría nerviosamente.
“Es maravilloso estar aquí en el gran estado de Chicago”.
Seamos realistas, Chicago tiene más gente que Wyoming, tal vez deberían ser un estado.
“Tenemos un firme compromiso con la OTAN. Somos parte de la OTAN. Tenemos un firme compromiso con Europa. Somos parte de Europa”.
Estoy bastante segura de que peleamos una guerra o dos por eso.
“Los republicanos comprenden la importancia de la esclavitud entre una madre y su hijo”.
FBI, teléfono.
Sin embargo, vale la pena señalar que es posible que Dan Quayle haya tenido problemas para adaptarse a su entorno; después de todo, era un viajero en el tiempo.
“El Holocausto fue un período obsceno en la historia de nuestra nación. Me refiero a la historia de este siglo. Pero todos vivimos en este siglo. Yo no viví en este siglo.”
“El futuro será mejor mañana”
“He tomado buenos decisiones en el pasado. He tomado buenas decisiones en el futuro”.
George Bush padre, el presidente que selló el fin de la Guerra Fría y derrotó a Sadam Hussein en la Guerra del Golfo, falleció este viernes por la noche a los 94 años. Nacido en el seno de una familia patricia de Nueva Inglaterra, representaba un republicanismo moderado y pragmático que echa chispas en su contraste con la era de Donald Trump. Sus cuatros años de mandato en la Casa Blanca (1989-1993) quedaron marcados por las turbulencias de la política exterior, que navegó con éxito y le concedieron altos niveles de popularidad, pero la crisis económica y su falta de carisma le impidieron salir reelegido. Llevaba varios años de salud muy delicada, aquejado de la enfermedad de Parkinson. Su esposa, Barbara, con la que estuvo casado 73 años, había fallecido en abril. Tuvieron seis hijos, entre los cuales figura un expresidente y un precandidato presidencial. Con él se va el patriarca de una de las grandes dinastías políticas americanas.
Antes de llegar a la presidencia, George Herbert Walker Bush (Nacido en Milton, Massachusetts, en 1924), había sido de todo en la vida pública: congresista, embajador ante las Naciones Unidas y en China, jefe del Partido Republicano, director de la CIA y vicepresidente de la era Reagan. Labró su carrera política y empresarial en Texas, a donde se había mudado muy joven, pero provenía de la Nueva Inglaterra de la derecha moderada y la izquierda exquisita y encarnaba la quintaesencia del hoy denostado establishment. Su padre era un rico empresario del acero, amén de senador y broker en Wall Street, que jugaba a golf con Dwight Eisenhower. A los 18 años, cuando la historia no escrita de su vida mandaba ir a Yale y comenzar en el mundo de los negocios, decidió alistarse en el Ejército y combatió como piloto en la Segunda Guerra Mundial. Cayó derribado en 1944, pero un submarino lo rescató y pudo regresar con vida y condecorado. Entonces sí se graduó en Yale y se casó con Barbara, su novia desde la adolescencia, cuando él tenía 21 años y ella 20. Se mudaron a Texas y comenzó en el negocio del petróleo y se convirtió en congresista en los 60. Como el senador John McCain, muerto hace tres meses, de George H. W. Bush simboliza ese tipo de político con el que a Estados Unidos le gusta identificarse, un viejo héroe de guerra cuyas decisiones, más o menos acertadas, superaban los cálculos de la lucha partidista.
Este viernes recibió palabras de reconocimiento de republicanos y demócratas. El presidente Donald Trump, que se encuentra en la cumbre del G-20 en Buenos Aires, emitió un comunicado destacando su liderazgo. “Con su esencial autenticidad, agudo ingenio, y compromiso inquebrantable con la fe, la familia y el país, el presidente Bush inspiró a generaciones de compatriotas estadounidenses hacia el servicio público”, señaló. El expresidente Barack Obama, quien ya elogió su política exterior en vida, lo definió como un ejemplo de que el servicio público puede ser una llamada “noble y feliz”. “Lo hizo muy bien durante su viaje. Expandió la promesa de América a los nuevos inmigrantes y las personas con discapacidades. Redujo la amenaza de las armas nucleares y construyó una amplia coalición internacional para expulsar a un dictador de Kuwait. Y cuando las revoluciones democráticas florecieron en la Europa del Este, fue su mano firme y diplomática la que consiguió terminar la Guerra Fría sin disparar un solo tiro”. Si no era cautivador como político, George H. W. Bush sí destacaba por sus habilidades diplomáticas. Su política exterior se concibió siempre desde la realpolitik y combinó la cautela con la fuerza. Firmó con Mijaíl Gorbachov en 1991 el tratado para la reducción de armas nucleares. En la Guerra de Golfo impulsó una coalición militar de más de una treinta de países que logró expulsar rápidamente a Sadam Hussein de Kuwait en 1991, aunque por prudencia evitó entrar a combatir en Irak y derrocar al dictador, algo que años después haría su hijo, el presidente George W. Bush (2001-2009), iniciando una guerra de consecuencias desastrosas y aún por cerrar. Sí optó por la invasión en Panamá el 20 de diciembre de 1989, con un ataque que duró apenas unas horas y llevó al dictador Manuel Antonio Noriega a rendirse en apenas unos días. Fue llevado a Estados Unidos y juzgarlo por narcotráfico. Durante la época de la Guerra del Golfo, su popularidad llegó a rebasar el 80% y recibió el reconocimiento de la oposición, en una época en la que los consensos bipartitos no resultaban tan complicados como ahora. Parecía, de nuevo, el guión de quien está llamado a repetir mandato en la Casa Blanca, pero la recesión y el atractivo de un joven candidato demócrata llamado Bill Clinton lo apearon de la presidencia. Aquel famoso mantra de “Es la economía, estúpido”, frase que se atribuye a un asesor del demócrata y que sintetiza el éxito de esa campaña, fue lo que sentenció a Bush padre. En materia económica, impulsó las negociaciones del gran tratado de libre comercio entre EE UU, México y Canadá (la antigua Nafta, en sus siglas en inglés), pero fue Clinton quien lo firmó. Y, pese a sus promesas electorales y el credo conservador, se vio obligado a subir los impuestos tras la era de las grandes rebajas de Reagan. Había perdido su primera intentona hacia la presidencia de EE UU frente al exactor, que tras derrotarle en las primarias lo escogió número dos en las elecciones, como candidato a la vicepresidencia.
En las últimas presidenciales, en 2016, el clan Bush dio la espalda a Trump. Otro de los hijos, Jeb, exgobernador de Florida, había partido como precandidato favorito de las primarias republicanas: conjugaba las ventajas de pertenencia a una familia poderosa del republicanismo, con su consiguiente jugosa agenda de donantes y aliados, y su tirón entre un colectivo de votantes cada vez más numeroso, el latino. Pero la reacción al establishment se lo llevó por delante y el trumpismo se impuso con un discurso incendiario del que la saga se desmarcó explícitamente. Con la victoria de Trump, tras una campaña crispada que partió EE UU en dos, se recordó la carta de bienvenida a la Casa Blanca que Bush padre dejó a Bill Clinton al perder las elecciones, como ejemplo de un estilo de política ya extinto. “Habrá momentos duros, más difíciles aún por críticas que puedes considerar injustas, pero no dejes que los críticos te desanimen o te desvíen del camino”, dejó escrito.
Arquitectos de la Publicidad Negativa en el Partido Republicano a finales de los años 60
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La política estadounidense moderna se ha visto influenciada no solo por los debates políticos, sino también por las estrategias empleadas para ganar elecciones. Entre las figuras más influyentes en la adopción de la publicidad negativa por parte del Partido Republicano se encuentran Paul Weyrich, Lee Atwater y Roger Ailes. Juntos, ayudaron a perfeccionar una forma de comunicación política que instrumentalizaba el miedo, las divisiones culturales y los detonantes emocionales para movilizar a los votantes y debilitar a los oponentes. Sus legados revelan cómo la publicidad negativa se convirtió en un pilar central de las campañas republicanas desde finales del siglo XX.
Paul Weyrich, cofundador de la Heritage Foundation y de la Mayoría Moral, fue más un ideólogo que un estratega mediático, pero sentó las bases de un estilo político que prosperó gracias a la polarización. Weyrich comprendió que las victorias conservadoras requerían presentar a los oponentes como amenazas culturales y morales, más que como simples rivales políticos. Al movilizar a los votantes evangélicos a través de temas como el aborto, la oración escolar y los “valores familiares”, contribuyó a consolidar la derecha religiosa como bloque electoral. La retórica de Weyrich solía retratar a los demócratas como hostiles a la América tradicional, sentando las bases para posteriores campañas de ataque que definían las elecciones no en función de matices políticos, sino de batallas culturales existenciales.
Si Weyrich proporcionó el marco ideológico, Lee Atwater dominó el oscuro arte de convertir ese marco en campañas cargadas de emotividad. Protegido del establishment republicano de Carolina del Sur, Atwater alcanzó prominencia nacional con su participación en la campaña presidencial de George H. W. Bush en 1988. El infame anuncio de Willie Horton, que mostraba a un preso negro cometiendo delitos durante un permiso de ausencia bajo el gobernador de Massachusetts, Michael Dukakis, ejemplificó la estrategia de Atwater: explotar los temores raciales y la ansiedad ante la delincuencia para presentar a los demócratas como peligrosamente indulgentes. Aunque la campaña lo desautorizó oficialmente, la eficacia del anuncio consolidó la publicidad negativa como una herramienta republicana indispensable. El genio de Atwater residía en reducir temas complejos a imágenes viscerales, asegurando que el miedo a menudo prevaleciera sobre la política en la mente de los votantes.
Roger Ailes, quien comenzó como productor de televisión antes de asesorar a Richard Nixon, aportó espectacularidad y perspicacia mediática al mensaje republicano. Reconoció que en la era televisiva, la imagen era tan importante como el contenido. Ailes se especializó en anuncios que retrataban a los demócratas como débiles, elitistas o desconectados del ciudadano común. Su trabajo para Nixon en 1968 y posteriormente para George H. W. Bush demostró una gran capacidad para convertir a los candidatos en figuras cercanas, al tiempo que presentaba a los oponentes como poco fiables o peligrosos. La posterior creación de Fox News por parte de Ailes institucionalizó esta estrategia de comunicación, fusionando el periodismo con la defensa partidista y normalizando el discurso político de ataque.
En retrospectiva, la influencia del trío muestra cómo la publicidad negativa pasó de ser una táctica a una filosofía definitoria. Demostraron que el miedo y el resentimiento podían ser poderosas herramientas electorales, pero su legado es una cultura política donde las campañas se definen cada vez más no por lo que representan, sino por a quién se oponen.
PrisioneroEnArgentina.com
Septiembre 3, 2025
Un hombre divertido
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Este hombre ni siquiera intentaba ser gracioso la mayor parte del tiempo, pero era divertidísimo.
Me refiero, por supuesto, al vicepresidente número 44 de los Estados Unidos, un hombre que tropezaba incluso con las frases más simples, Dan Quayle.
Como vicepresidente de George H.W. Bush, dijo muchas cosas extrañas y memorables. Aquí están algunos de mis favoritos.
“Vamos a tener el pueblo estadounidense mejor educado del mundo”
“Para la NASA, el espacio sigue siendo una alta prioridad”.
No se equivocó.
“Es hora de que la raza humana entre en el sistema solar”.
“Creo que estamos en una tendencia irreversible hacia una mayor libertad y democracia, pero eso podría cambiar”
Hizo que el público se ría nerviosamente.
“Es maravilloso estar aquí en el gran estado de Chicago”.
Seamos realistas, Chicago tiene más gente que Wyoming, tal vez deberían ser un estado.
“Tenemos un firme compromiso con la OTAN. Somos parte de la OTAN. Tenemos un firme compromiso con Europa. Somos parte de Europa”.
Estoy bastante segura de que peleamos una guerra o dos por eso.
“Los republicanos comprenden la importancia de la esclavitud entre una madre y su hijo”.
FBI, teléfono.
Sin embargo, vale la pena señalar que es posible que Dan Quayle haya tenido problemas para adaptarse a su entorno; después de todo, era un viajero en el tiempo.
“El Holocausto fue un período obsceno en la historia de nuestra nación. Me refiero a la historia de este siglo. Pero todos vivimos en este siglo. Yo no viví en este siglo.”
“El futuro será mejor mañana”
“He tomado buenos decisiones en el pasado. He tomado buenas decisiones en el futuro”.
Y una última cita:
“Respaldo todos mis errores.”
Pr,isioneroEnArgentina.com
Marzo 21, 2024
George H. W. Bush muere a los 94 años
George Bush padre, el presidente que selló el fin de la Guerra Fría y derrotó a Sadam Hussein en la Guerra del Golfo, falleció este viernes por la noche a los 94 años. Nacido en el seno de una familia patricia de Nueva Inglaterra, representaba un republicanismo moderado y pragmático que echa chispas en su contraste con la era de Donald Trump. Sus cuatros años de mandato en la Casa Blanca (1989-1993) quedaron marcados por las turbulencias de la política exterior, que navegó con éxito y le concedieron altos niveles de popularidad, pero la crisis económica y su falta de carisma le impidieron salir reelegido. Llevaba varios años de salud muy delicada, aquejado de la enfermedad de Parkinson. Su esposa, Barbara, con la que estuvo casado 73 años, había fallecido en abril. Tuvieron seis hijos, entre los cuales figura un expresidente y un precandidato presidencial. Con él se va el patriarca de una de las grandes dinastías políticas americanas.
Antes de llegar a la presidencia, George Herbert Walker Bush (Nacido en Milton, Massachusetts, en 1924), había sido de todo en la vida pública: congresista, embajador ante las Naciones Unidas y en China, jefe del Partido Republicano, director de la CIA y vicepresidente de la era Reagan. Labró su carrera política y empresarial en Texas, a donde se había mudado muy joven, pero provenía de la Nueva Inglaterra de la derecha moderada y la izquierda exquisita y encarnaba la quintaesencia del hoy denostado establishment. Su padre era un rico empresario del acero, amén de senador y broker en Wall Street, que jugaba a golf con Dwight Eisenhower. A los 18 años, cuando la historia no escrita de su vida mandaba ir a Yale y comenzar en el mundo de los negocios, decidió alistarse en el Ejército y combatió como piloto en la Segunda Guerra Mundial. Cayó derribado en 1944, pero un submarino lo rescató y pudo regresar con vida y condecorado. Entonces sí se graduó en Yale y se casó con Barbara, su novia desde la adolescencia, cuando él tenía 21 años y ella 20. Se mudaron a Texas y comenzó en el negocio del petróleo y se convirtió en congresista en los 60. Como el senador John McCain, muerto hace tres meses, de George H. W. Bush simboliza ese tipo de político con el que a Estados Unidos le gusta identificarse, un viejo héroe de guerra cuyas decisiones, más o menos acertadas, superaban los cálculos de la lucha partidista.
Este viernes recibió palabras de reconocimiento de republicanos y demócratas. El presidente Donald Trump, que se encuentra en la cumbre del G-20 en Buenos Aires, emitió un comunicado destacando su liderazgo. “Con su esencial autenticidad, agudo ingenio, y compromiso inquebrantable con la fe, la familia y el país, el presidente Bush inspiró a generaciones de compatriotas estadounidenses hacia el servicio público”, señaló. El expresidente Barack Obama, quien ya elogió su política exterior en vida, lo definió como un ejemplo de que el servicio público puede ser una llamada “noble y feliz”. “Lo hizo muy bien durante su viaje. Expandió la promesa de América a los nuevos inmigrantes y las personas con discapacidades. Redujo la amenaza de las armas nucleares y construyó una amplia coalición internacional para expulsar a un dictador de Kuwait. Y cuando las revoluciones democráticas florecieron en la Europa del Este, fue su mano firme y diplomática la que consiguió terminar la Guerra Fría sin disparar un solo tiro”. Si no era cautivador como político, George H. W. Bush sí destacaba por sus habilidades diplomáticas. Su política exterior se concibió siempre desde la realpolitik y combinó la cautela con la fuerza. Firmó con Mijaíl Gorbachov en 1991 el tratado para la reducción de armas nucleares. En la Guerra de Golfo impulsó una coalición militar de más de una treinta de países que logró expulsar rápidamente a Sadam Hussein de Kuwait en 1991, aunque por prudencia evitó entrar a combatir en Irak y derrocar al dictador, algo que años después haría su hijo, el presidente George W. Bush (2001-2009), iniciando una guerra de consecuencias desastrosas y aún por cerrar. Sí optó por la invasión en Panamá el 20 de diciembre de 1989, con un ataque que duró apenas unas horas y llevó al dictador Manuel Antonio Noriega a rendirse en apenas unos días. Fue llevado a Estados Unidos y juzgarlo por narcotráfico. Durante la época de la Guerra del Golfo, su popularidad llegó a rebasar el 80% y recibió el reconocimiento de la oposición, en una época en la que los consensos bipartitos no resultaban tan complicados como ahora. Parecía, de nuevo, el guión de quien está llamado a repetir mandato en la Casa Blanca, pero la recesión y el atractivo de un joven candidato demócrata llamado Bill Clinton lo apearon de la presidencia. Aquel famoso mantra de “Es la economía, estúpido”, frase que se atribuye a un asesor del demócrata y que sintetiza el éxito de esa campaña, fue lo que sentenció a Bush padre. En materia económica, impulsó las negociaciones del gran tratado de libre comercio entre EE UU, México y Canadá (la antigua Nafta, en sus siglas en inglés), pero fue Clinton quien lo firmó. Y, pese a sus promesas electorales y el credo conservador, se vio obligado a subir los impuestos tras la era de las grandes rebajas de Reagan. Había perdido su primera intentona hacia la presidencia de EE UU frente al exactor, que tras derrotarle en las primarias lo escogió número dos en las elecciones, como candidato a la vicepresidencia.
En las últimas presidenciales, en 2016, el clan Bush dio la espalda a Trump. Otro de los hijos, Jeb, exgobernador de Florida, había partido como precandidato favorito de las primarias republicanas: conjugaba las ventajas de pertenencia a una familia poderosa del republicanismo, con su consiguiente jugosa agenda de donantes y aliados, y su tirón entre un colectivo de votantes cada vez más numeroso, el latino. Pero la reacción al establishment se lo llevó por delante y el trumpismo se impuso con un discurso incendiario del que la saga se desmarcó explícitamente. Con la victoria de Trump, tras una campaña crispada que partió EE UU en dos, se recordó la carta de bienvenida a la Casa Blanca que Bush padre dejó a Bill Clinton al perder las elecciones, como ejemplo de un estilo de política ya extinto. “Habrá momentos duros, más difíciles aún por críticas que puedes considerar injustas, pero no dejes que los críticos te desanimen o te desvíen del camino”, dejó escrito.
PrisioneroEnArgentina.com
Diciembre 1, 2018