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  Por Julie Moncada.

La Malinche, también conocida como Malintzin o Doña Marina, nació en el seno de una familia noble del Imperio Azteca, pero su vida dio un giro cuando aún era una niña.

Después de la muerte de su padre, su madre se volvió a casar y, queriendo asegurarse de que su hijo heredara la fortuna familiar, vendió a la joven Malinche como esclava.

Finalmente fue vendida a los tabasqueños, un pueblo maya, que es donde nuestra historia se vuelve interesante.

En 1519, cuando Cortés desembarcó en la costa de lo que hoy es México, los tabasqueños, reconociendo a los españoles como una fuerza a tener en cuenta, decidieron hacer las paces.

Como parte de su ofrenda de paz, le entregaron a Cortés 20 mujeres esclavizadas, entre las cuales se encontraba La Malinche. Estaba a punto de convertirse en mucho más que un simple regalo simbólico.

Ahora bien, aquí es donde entran en juego las habilidades lingüísticas de La Malinche.

Hablaba náhuatl, la lengua de los aztecas, así como la lengua maya de los tabasqueños.

Cortés tenía otro intérprete, un sacerdote español llamado Gerónimo de Aguilar, que hablaba maya pero no náhuatl.

Entonces, la Malinche traduciría del náhuatl al maya para Aguilar, quien luego traduciría del maya al español para Cortés.

Esta carrera de relevos lingüísticos fue crucial en los primeros días de la conquista.

Pero La Malinche rápidamente aprendió el español gracias a sus interacciones con los conquistadores.

Al poco tiempo, pudo comunicarse directamente con Cortés, eliminando intermediarios y convirtiéndose en su principal intérprete.

 


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Julio 14, 2024