La industria de la construcción naval estadounidense se enfrenta a una de sus peores crisis en décadas. Los expertos advierten que la capacidad del país para construir y mantener buques de guerra se está quedando atrás de la competencia global. A pesar del aumento de la financiación, la industria se enfrenta a la escasez de mano de obra, el aumento de los costes, los retrasos en la producción y una infraestructura obsoleta. Esta crisis tiene importantes implicaciones para la seguridad nacional, la preparación militar y la estabilidad económica.
Estados Unidos fue en su momento un líder mundial en la construcción naval, produciendo buques comerciales y militares a un ritmo competitivo. Sin embargo, desde el final de la Guerra Fría, la industria se ha reducido drásticamente, y el número de trabajadores cualificados en astilleros ha pasado de 62.000 a 21.000 en tan solo una década. Para 2023, la cuota de mercado estadounidense en la construcción naval mundial había caído al 0,13%, mientras que China, Japón y Corea del Sur dominaban más del 90% de la industria.
Uno de los mayores obstáculos que enfrenta la construcción naval estadounidense es la falta de trabajadores cualificados. La industria necesita contratar a 140.000 trabajadores solo para satisfacer la demanda actual de construcción de submarinos. A pesar de los esfuerzos por capacitar y retener a los trabajadores, los astilleros tienen dificultades para cubrir puestos, lo que provoca retrasos en la producción.
El costo de la construcción de buques de guerra se ha disparado debido a la inflación, las interrupciones en la cadena de suministro y los métodos de producción ineficientes. Las fragatas clase Constelación y los submarinos clase Columbia de la Armada se han retrasado años, con costos que superan las estimaciones iniciales.
Las frecuentes modificaciones de diseño han agravado los retrasos. La primera fragata clase Constelación, originalmente programada para 2026, ahora se espera para 2029 debido a cambios de diseño del 85%. La práctica de la concurrencia (iniciar la construcción antes de finalizar los diseños) ha generado costosas modificaciones e ineficiencias.
La capacidad de producción naval de China es 200 veces mayor que la de EE. UU., lo que le permite expandir rápidamente su flota. El objetivo de la Armada de EE. UU. de contar con 381 buques requiere entre 34 y 36 mil millones de dólares anuales, pero los astilleros carecen de la capacidad para satisfacer la demanda.
Muchos astilleros estadounidenses están obsoletos y carecen de financiación suficiente, lo que dificulta la modernización de las instalaciones y el aumento de la capacidad de producción. La financiación irregular ha generado incertidumbre y desincentivado la inversión privada en la construcción naval.
Invertir en programas de capacitación técnica y aprendizaje puede ayudar a reconstruir la fuerza laboral. La Armada ha asignado 100 millones de dólares a astilleros para bonificaciones de retención e iniciativas de capacitación.
Simplificar el diseño de los buques y evitar modificaciones excesivas puede reducir el tiempo y los costos de construcción. Los expertos recomiendan estandarizar las clases de buques para mejorar la eficiencia.
EE. UU. debe modernizar los astilleros y aumentar las instalaciones de producción para competir con China. Los incentivos gubernamentales podrían fomentar la inversión privada en infraestructura para la construcción naval.
Mejorar la fabricación nacional de componentes para buques puede reducir la dependencia de proveedores extranjeros y evitar retrasos debido a las disrupciones globales.
La crisis en la construcción naval estadounidense representa una grave amenaza para la preparación militar y la seguridad nacional. Sin reformas urgentes, Estados Unidos corre el riesgo de quedar aún más rezagado respecto a sus competidores globales. Abordar la escasez de mano de obra, los sobrecostos, los retrasos en la producción y los desafíos de infraestructura es crucial para revitalizar la industria y garantizar que la Armada pueda satisfacer las demandas futuras.
El uso de aranceles por parte de Corea del Sur desempeñó un papel fundamental en su transformación económica, que pasó de ser un país devastado por la guerra en la década de 1950 a convertirse en una de las principales naciones industrializadas del mundo. En las décadas de 1960 y 1970, Corea del Sur adoptó políticas proteccionistas, que incluían aranceles elevados y barreras comerciales, para proteger a sus industrias nacientes de la competencia extranjera. Estas medidas permitieron que las industrias nacionales crecieran y se desarrollaran sin la presión de competir con actores globales establecidos.
Una de las industrias críticas que se beneficiaron de este enfoque proteccionista fue el sector automotriz. Al imponer aranceles elevados a los vehículos importados, Corea del Sur fomentó el crecimiento de sus fabricantes de automóviles nacionales, como Hyundai y Kia. De manera similar, la industria electrónica, que incluía empresas como Samsung y LG, floreció bajo estos aranceles proteccionistas y finalmente se convirtió en líder mundial en sus respectivos mercados.
Durante este período, el gobierno surcoreano también implementó una serie de políticas económicas conocidas como los “Planes Quinquenales”. Estos planes incluían inversiones estratégicas en infraestructura, educación y tecnología, lo que respaldó aún más el crecimiento de las industrias nacionales. Al fomentar un entorno favorable para la industrialización y la innovación, Corea del Sur pudo construir una sólida base manufacturera.
A medida que las industrias nacionales maduraban y se volvían competitivas a nivel internacional, Corea del Sur comenzó gradualmente a reducir los aranceles y a abrir sus mercados. El país se unió a la Organización Mundial del Comercio (OMC) en 1995, comprometiéndose aún más con la liberalización comercial. Esta transición del proteccionismo a la apertura comercial ayudó a Corea del Sur a integrarse en la economía global, atrayendo inversión extranjera y ampliando las oportunidades de exportación.
Los resultados del uso estratégico de los aranceles por parte de Corea del Sur y la consiguiente liberalización comercial han sido impresionantes. El país experimentó un rápido crecimiento económico, pasando de ser una de las naciones más pobres a una economía de altos ingresos en pocas décadas. El PIB per cápita de Corea del Sur aumentó significativamente y el país se hizo conocido por su innovación tecnológica, infraestructura avanzada y altos niveles de vida.
En conclusión, el uso de aranceles por parte de Corea del Sur durante sus primeras etapas de industrialización jugó un papel crucial en el fomento y desarrollo de industrias clave. La transición gradual del país hacia la liberalización comercial impulsó aún más su éxito económico, convirtiéndolo en un excelente ejemplo de cómo las políticas arancelarias estratégicas pueden contribuir al crecimiento y la prosperidad de una nación.
Crisis en la Construcción Naval en Estados Unidos
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La industria de la construcción naval estadounidense se enfrenta a una de sus peores crisis en décadas. Los expertos advierten que la capacidad del país para construir y mantener buques de guerra se está quedando atrás de la competencia global. A pesar del aumento de la financiación, la industria se enfrenta a la escasez de mano de obra, el aumento de los costes, los retrasos en la producción y una infraestructura obsoleta. Esta crisis tiene importantes implicaciones para la seguridad nacional, la preparación militar y la estabilidad económica.
Estados Unidos fue en su momento un líder mundial en la construcción naval, produciendo buques comerciales y militares a un ritmo competitivo. Sin embargo, desde el final de la Guerra Fría, la industria se ha reducido drásticamente, y el número de trabajadores cualificados en astilleros ha pasado de 62.000 a 21.000 en tan solo una década. Para 2023, la cuota de mercado estadounidense en la construcción naval mundial había caído al 0,13%, mientras que China, Japón y Corea del Sur dominaban más del 90% de la industria.
Uno de los mayores obstáculos que enfrenta la construcción naval estadounidense es la falta de trabajadores cualificados. La industria necesita contratar a 140.000 trabajadores solo para satisfacer la demanda actual de construcción de submarinos. A pesar de los esfuerzos por capacitar y retener a los trabajadores, los astilleros tienen dificultades para cubrir puestos, lo que provoca retrasos en la producción.
El costo de la construcción de buques de guerra se ha disparado debido a la inflación, las interrupciones en la cadena de suministro y los métodos de producción ineficientes. Las fragatas clase Constelación y los submarinos clase Columbia de la Armada se han retrasado años, con costos que superan las estimaciones iniciales.
Las frecuentes modificaciones de diseño han agravado los retrasos. La primera fragata clase Constelación, originalmente programada para 2026, ahora se espera para 2029 debido a cambios de diseño del 85%. La
práctica de la concurrencia (iniciar la construcción antes de finalizar los diseños) ha generado costosas modificaciones e ineficiencias.
La capacidad de producción naval de China es 200 veces mayor que la de EE. UU., lo que le permite expandir rápidamente su flota. El objetivo de la Armada de EE. UU. de contar con 381 buques requiere entre 34 y 36 mil millones de dólares anuales, pero los astilleros carecen de la capacidad para satisfacer la demanda.
Muchos astilleros estadounidenses están obsoletos y carecen de financiación suficiente, lo que dificulta la modernización de las instalaciones y el aumento de la capacidad de producción. La financiación irregular ha generado incertidumbre y desincentivado la inversión privada en la construcción naval.
Invertir en programas de capacitación técnica y aprendizaje puede ayudar a reconstruir la fuerza laboral. La Armada ha asignado 100 millones de dólares a astilleros para bonificaciones de retención e iniciativas de capacitación.
Simplificar el diseño de los buques y evitar modificaciones excesivas puede reducir el tiempo y los costos de construcción. Los expertos recomiendan estandarizar las clases de buques para mejorar la eficiencia.
EE. UU. debe modernizar los astilleros y aumentar las instalaciones de producción para competir con China. Los incentivos gubernamentales podrían fomentar la inversión privada en infraestructura para la construcción naval.
Mejorar la fabricación nacional de componentes para buques puede reducir la dependencia de proveedores extranjeros y evitar retrasos debido a las disrupciones globales.
La crisis en la construcción naval estadounidense representa una grave amenaza para la preparación militar y la seguridad nacional. Sin reformas urgentes, Estados Unidos corre el riesgo de quedar aún más rezagado respecto a sus competidores globales. Abordar la escasez de mano de obra, los sobrecostos, los retrasos en la producción y los desafíos de infraestructura es crucial para revitalizar la industria y garantizar que la Armada pueda satisfacer las demandas futuras.
PrisioneroEnArgentina.com
Junio 5, 2025
El país donde las tarifas funcionaron
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El uso de aranceles por parte de Corea del Sur desempeñó un papel fundamental en su transformación económica, que pasó de ser un país devastado por la guerra en la década de 1950 a convertirse en una de las principales naciones industrializadas del mundo. En las décadas de 1960 y 1970, Corea del Sur adoptó políticas proteccionistas, que incluían aranceles elevados y barreras comerciales, para proteger a sus industrias nacientes de la competencia extranjera. Estas medidas permitieron que las industrias nacionales crecieran y se desarrollaran sin la presión de competir con actores globales establecidos.
Una de las industrias críticas que se beneficiaron de este enfoque proteccionista fue el sector automotriz. Al imponer aranceles elevados a los vehículos importados, Corea del Sur fomentó el crecimiento de sus fabricantes de automóviles nacionales, como Hyundai y Kia. De manera similar, la industria electrónica, que incluía empresas como Samsung y LG, floreció bajo estos aranceles proteccionistas y finalmente se convirtió en líder mundial en sus respectivos mercados.
Durante este período, el gobierno surcoreano también implementó una serie de políticas económicas conocidas como los “Planes Quinquenales”. Estos planes incluían inversiones estratégicas en infraestructura, educación y tecnología, lo que respaldó aún más el crecimiento de las industrias nacionales. Al fomentar un entorno favorable para la industrialización y la innovación, Corea del Sur pudo construir una sólida base manufacturera.
A medida que las industrias nacionales maduraban y se volvían competitivas a nivel internacional, Corea del Sur comenzó gradualmente a reducir los aranceles y a abrir sus mercados. El país se unió a la Organización Mundial del Comercio (OMC) en 1995, comprometiéndose aún más con la liberalización comercial. Esta transición del proteccionismo a la apertura comercial ayudó a Corea del Sur a integrarse en la economía global, atrayendo inversión extranjera y ampliando las oportunidades de exportación.
Los resultados del uso estratégico de los aranceles por parte de Corea del Sur y la consiguiente liberalización comercial han sido impresionantes. El país experimentó un rápido crecimiento económico, pasando de ser una de las naciones más pobres a una economía de altos ingresos en pocas décadas. El PIB per cápita de Corea del Sur aumentó significativamente y el país se hizo conocido por su innovación tecnológica, infraestructura avanzada y altos niveles de vida.
En conclusión, el uso de aranceles por parte de Corea del Sur durante sus primeras etapas de industrialización jugó un papel crucial en el fomento y desarrollo de industrias clave. La transición gradual del país hacia la liberalización comercial impulsó aún más su éxito económico, convirtiéndolo en un excelente ejemplo de cómo las políticas arancelarias estratégicas pueden contribuir al crecimiento y la prosperidad de una nación.
PrisioneroEnArgentina.com
Febrero 7, 2025