La iglesia protestante Heiliggeistkirche, en la ciudad alemana de Heidelberg, ofrecerá dos servicios religiosos con música en vivo de la cantante estadounidense Taylor Swift el próximo 12 mayo, informaron este miércoles medios locales.
Las 423 entradas para el primer servicio se agotaron rápidamente, por lo que los líderes del recinto religioso decidieron organizar otro servicio ese mismo día. “Estoy bastante atónito y sorprendido. No esperaba esta respuesta”, indicó el pastor Vincenzo Petracca, quien recalcó que deseaban “llegar a otros públicos, especialmente a los más jóvenes”.
Ambos servicios correrán a cargo de la cantante alemana Tine Wiechmann, que interpretará alrededor de seis canciones de Swift.
Esta no es la primera vez que la iglesia Heiliggeistkirche usa música pop en sus servicios. Desde 2015, la iglesia utiliza en sus misas canciones de artistas como The Beatles, Queen, Madonna y Leonard Cohen.
El arte es indiferente a la verdad científica. Una obra puede estar inspirada en un hecho político y la manipulación libre que el artista hace de él, no le agrega ni le quita valor estético. En la ópera rock “Evita”, por ejemplo, Lloyd Weber se toma la licencia de introducir un personaje totalmente ajeno a los hechos históricos (el Che Guevara) sin afectar la calidad estética del musical. Aristóteles ya lo había advertido al afirmar que la poesía (el arte) se ocupa de lo universal, de lo que podría ser; mientras es la historia (la ciencia) la encargada de lo particular, de lo que efectivamente sucedió.
Ahora bien, que el fin sea estético no excluye que la obra de arte sirva como instrumento político de propaganda. Tan es así que Platón, el maestro y contemporáneo de Aristóteles, en su convicción de que la poesía era una deformación de la realidad, era partidario de la censura estatal de los poetas. Actividad, ésta, en la cual él mismo fracasó y en la que los tiranos José Stalin, Fidel Castro, Lenin y Adolfo Hitler fueron consumados expertos.
La película “Argentina 1985” es un típico caso donde la discusión entre los dos grandes filósofos citados adquiere vigencia. Ello porque, por lo menos para los argentinos, tiene un doble interés; el estético y el político. El primero, bienvenido sea y que el deleite personal sea el que dirima. El segundo, en cambio, debería actuar como disparador del debate de los especialistas y del público en general. Ni censura, ni amordazamiento para lo que se piense que sucedió en la cruenta década del ’70, democracia de opiniones. Ello por el rol determinante que ésta ejerce en las ideas que luego se materializan en políticas públicas.
Salvada la cuestión puramente artística, se trata entonces de ver a “Argentina 1985” como el documental histórico que no es pero que ejerce como tal. En ese rumbo lo primero que choca en la película, cuyo tema principal es un juicio penal, es la ausencia olímpica de los argumentos de la defensa. Todo el protagonismo es para los fiscales y sus ayudantes. Son los únicos que tienen palabra y la usan siempre para afianzar el relato (falso) de la izquierda y el kirchnerismo que sostiene que en la Argentina hubo un genocidio y no una guerra. También el fallo que los jueces es omitido. El cuál apenas en el tercer párrafo, dice: “Se ha examinado la situación preexistente a marzo de 1976, signada por la presencia en la República del fenómeno del terrorismo que, por su extensión, grado de ofensividad e intensidad, fue caracterizado como guerra revolucionaria.” (Es decir, FUE UNA GUERRA Y NO UN GENOCIDIO).
Por otro lado, no se dice que el fiscal Strassera y los seis jueces del tribunal fueron funcionarios de la dictadura “genocida” y que eran los primeros en enterarse de las desapariciones de personas. A ellos primero acudían los familiares a hacer las denuncias (después, a los políticos y a los miembros de la iglesia). Tampoco podían ignorar la presión internacional al respecto. Por ejemplo, la visita la visita de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos de la OEA en 1979 que recibió miles de denuncias o la irreverencia de los jugadores holandeses cunado luego de la final del Mundial de 1978 no se presentaron a recibir su premio en señal de protesta por los desaparecidos. Todo el mundo, la iglesia, la farándula, los políticos, etc., sabían más o menos lo que pasaba y, lo cierto, es que tácitamente, lo consentían. Ni Strassera, ni Gil Lavedra, ni Bergoglio, ni Alfonsín se enteraron recién en 1985 del “genocidio” ¿Por qué no actuaron entonces? ¿Por miedo? ¿Por qué, antes de ser cómplices de un genocidio, los funcionarios no renunciaron a sus cargos? ¿Tiene más culpa un cabo de la Fuerza Aérea que (Julio Flores, de diecinueve años cuando los hechos por los que lo condenaron a prisión perpetua sin pruebas en su contra) que Strassera o Gil Lavedra?
Prueba del uso político de “Argentina 1985” la orden, de asistir a su exhibición, que el ministro de Defensa Jorge Taiana impartió a los oficiales de las Fuerzas Armadas. No hubiera estado demás si, en dicho acto, Taiana, hubiera pedido perdón a los presentes por los asesinatos de militares que la banda criminal que integraba perpetró (Montoneros). Después, que les dé a los militares y policías dé todas las lecciones de moral y derechos humanos que quiera. El compromiso con la verdad no es algo que, especialmente, conmueva a la oposición de Juntos por el Cambio. En 2016 Horacio Rodríguez Larreta echó del cargo de ministro de Cultura de la ciudad de Buenos Aires a Darío Lopérfido. De Macri y Gerardo Morales para abajo, no lo defendió nadie. El motivo, haberse salido del relato kirchnerista al cuestionar la mentira de los 30.000 desaparecidos. La brutal lección tuvo su efecto. Nunca más un Lopérfido sacando “los pies del plato”.
“Argentina 1985” debe ser una gran película para los que pueden desentenderse de lo cotidiano y encantarse con la belleza moral del cine. No es mi caso. Su hechizo no es más fuerte que el saber que miles de policías y militares argentinos son perseguidos y encarcelados injustamente por librarnos de una dictadura comunista.
La Misa de Taylor Swift
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La iglesia protestante Heiliggeistkirche, en la ciudad alemana de Heidelberg, ofrecerá dos servicios religiosos con música en vivo de la cantante estadounidense Taylor Swift el próximo 12 mayo, informaron este miércoles medios locales.
Las 423 entradas para el primer servicio se agotaron rápidamente, por lo que los líderes del recinto religioso decidieron organizar otro servicio ese mismo día. “Estoy bastante atónito y sorprendido. No esperaba esta respuesta”, indicó el pastor Vincenzo Petracca, quien recalcó que deseaban “llegar a otros públicos, especialmente a los más jóvenes”.
Ambos servicios correrán a cargo de la cantante alemana Tine Wiechmann, que interpretará alrededor de seis canciones de Swift.
Esta no es la primera vez que la iglesia Heiliggeistkirche usa música pop en sus servicios. Desde 2015, la iglesia utiliza en sus misas canciones de artistas como The Beatles, Queen, Madonna y Leonard Cohen.
PrisioneroEnArgentina.com
Abril 23, 2024
ARGENTINA 1985” ENTRE EL HECHIZO ARTÍSTICO Y EL OCULTAMIENTO
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Por Mauricio Ortín.
El arte es indiferente a la verdad científica. Una obra puede estar inspirada en un hecho político y la manipulación libre que el artista hace de él, no le agrega ni le quita valor estético. En la ópera rock “Evita”, por ejemplo, Lloyd Weber se toma la licencia de introducir un personaje totalmente ajeno a los hechos históricos (el Che Guevara) sin afectar la calidad estética del musical. Aristóteles ya lo había advertido al afirmar que la poesía (el arte) se ocupa de lo universal, de lo que podría ser; mientras es la historia (la ciencia) la encargada de lo particular, de lo que efectivamente sucedió.
Ahora bien, que el fin sea estético no excluye que la obra de arte sirva como instrumento político de propaganda. Tan es así que Platón, el maestro y contemporáneo de Aristóteles, en su convicción de que la poesía era una deformación de la realidad, era partidario de la censura estatal de los poetas. Actividad, ésta, en la cual él mismo fracasó y en la que los tiranos José Stalin, Fidel Castro, Lenin y Adolfo Hitler fueron consumados expertos.
La película “Argentina 1985” es un típico caso donde la discusión entre los dos grandes filósofos citados adquiere vigencia. Ello porque, por lo menos para los argentinos, tiene un doble interés; el estético y el político. El primero, bienvenido sea y que el deleite personal sea el que dirima. El segundo, en cambio, debería actuar como disparador del debate de los especialistas y del público en general. Ni censura, ni amordazamiento para lo que se piense que sucedió en la cruenta década del ’70, democracia de opiniones. Ello por el rol determinante que ésta ejerce en las ideas que luego se materializan en políticas públicas.
Salvada la cuestión puramente artística, se trata entonces de ver a “Argentina 1985” como el documental histórico que no es pero que ejerce como tal. En ese rumbo lo primero que choca en la película, cuyo tema principal es un juicio penal, es la ausencia olímpica de los argumentos de la defensa. Todo el protagonismo es para los fiscales y sus ayudantes. Son los únicos que tienen palabra y la usan siempre para afianzar el relato (falso) de la izquierda y el kirchnerismo que sostiene que en la Argentina hubo un genocidio y no una guerra. También el fallo que los jueces es omitido. El cuál apenas en el tercer párrafo, dice: “Se ha examinado la situación preexistente a marzo de 1976, signada por la presencia en la República del fenómeno del terrorismo que, por su extensión, grado de ofensividad e intensidad, fue caracterizado como guerra revolucionaria.” (Es decir, FUE UNA GUERRA Y NO UN GENOCIDIO).
Por otro lado, no se dice que el fiscal Strassera y los seis jueces del tribunal fueron funcionarios de la dictadura “genocida” y que eran los primeros en enterarse de las desapariciones de personas. A ellos primero acudían los familiares a hacer las denuncias (después, a los políticos y a los miembros de la iglesia). Tampoco podían ignorar la presión internacional al respecto. Por ejemplo, la visita la visita de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos de la OEA en 1979 que recibió miles de denuncias o la irreverencia de los jugadores holandeses cunado luego de la final del Mundial de 1978 no se presentaron a recibir su premio en señal de protesta por los desaparecidos. Todo el mundo, la iglesia, la farándula, los políticos, etc., sabían más o menos lo que pasaba y, lo cierto, es que tácitamente, lo consentían. Ni Strassera, ni Gil Lavedra, ni Bergoglio, ni Alfonsín se enteraron recién en 1985 del “genocidio” ¿Por qué no actuaron entonces? ¿Por miedo? ¿Por qué, antes de ser cómplices de un genocidio, los funcionarios no renunciaron a sus cargos? ¿Tiene más culpa un cabo de la Fuerza Aérea que (Julio Flores, de diecinueve años cuando los hechos por los que lo condenaron a prisión perpetua sin pruebas en su contra) que Strassera o Gil Lavedra?
Prueba del uso político de “Argentina 1985” la orden, de asistir a su exhibición, que el ministro de Defensa Jorge Taiana impartió a los oficiales de las Fuerzas Armadas. No hubiera estado demás si, en dicho acto, Taiana, hubiera pedido perdón a los presentes por los asesinatos de militares que la banda criminal que integraba perpetró (Montoneros). Después, que les dé a los militares y policías dé todas las lecciones de moral y derechos humanos que quiera. El compromiso con la verdad no es algo que, especialmente, conmueva a la oposición de Juntos por el Cambio. En 2016 Horacio Rodríguez Larreta echó del cargo de ministro de Cultura de la ciudad de Buenos Aires a Darío Lopérfido. De Macri y Gerardo Morales para abajo, no lo defendió nadie. El motivo, haberse salido del relato kirchnerista al cuestionar la mentira de los 30.000 desaparecidos. La brutal lección tuvo su efecto. Nunca más un Lopérfido sacando “los pies del plato”.
“Argentina 1985” debe ser una gran película para los que pueden desentenderse de lo cotidiano y encantarse con la belleza moral del cine. No es mi caso. Su hechizo no es más fuerte que el saber que miles de policías y militares argentinos son perseguidos y encarcelados injustamente por librarnos de una dictadura comunista.
PrisioneroEnArgentina.com
Abril 5, 2023