Milton Friedman y el Lápiz: Una Lección de Economía de Libre Mercado

Share

Milton Friedman, uno de los economistas más influyentes del siglo XX, fue un firme defensor del libre mercado y el capitalismo. Entre sus explicaciones más famosas de los principios económicos se encuentra su análisis del lápiz, que ilustra la compleja naturaleza del comercio global y la cooperación voluntaria. Al examinar la perspectiva de Friedman sobre el lápiz, obtenemos valiosas perspectivas sobre cómo funcionan los mercados sin un control centralizado.

La analogía del lápiz de Friedman, inspirada en el ensayo “Yo, el Lápiz” de Leonard Read, destaca cómo ninguna persona sabe cómo fabricar un lápiz simple de principio a fin. Un lápiz requiere madera, grafito, caucho y metal, todos provenientes de diferentes partes del mundo. La madera puede provenir de bosques de Oregón, el grafito de Sudamérica, el caucho de plantaciones de Malasia y el metal de minas de África. Sin embargo, a pesar de la complejidad de obtener estos materiales, ninguna agencia gubernamental es responsable de organizar su producción. En cambio, millones de personas de diferentes industrias contribuyen, sin saberlo, a la fabricación de un lápiz mediante el intercambio voluntario.

Friedman utilizó esta analogía para demostrar la eficiencia del sistema de precios y el poder de la toma de decisiones descentralizada. Los precios actúan como señales, guiando a productores y consumidores para asignar recursos sin necesidad de la intervención del gobierno. Las personas involucradas en la producción de un lápiz no necesitan comunicarse ni planificar conjuntamente. En cambio, responden a la oferta y la demanda, ajustando sus acciones en función de los incentivos económicos. Esta cooperación espontánea permite que los bienes se produzcan de manera eficiente y a menores costos.

El gobierno tiene tres funciones principales: debe garantizar la defensa militar de la nación; debe hacer cumplir los contratos entre individuos; y debe proteger a los ciudadanos de los delitos contra sí mismos o sus bienes. Cuando el gobierno, con buenas intenciones, intenta reorganizar la economía, legislar la moral o favorecer a grupos de interés, el costo es la ineficiencia, la falta de motivación y la pérdida de libertad. El gobierno debe ser un árbitro, no un actor activo.

— Milton Friedman

Friedman argumentó que la interferencia del gobierno a menudo altera este orden natural. Cuando políticas como aranceles o regulaciones restringen el comercio, limitan la capacidad de las personas para contribuir libremente a la economía. Creía que el control gubernamental excesivo conducía a ineficiencias y estancamiento, mientras que los mercados libres fomentaban la innovación y la prosperidad.

La analogía del lápiz se extiende más allá de la manufactura: refleja los principios más amplios del comercio global y la libertad económica. Hoy en día, prácticamente todos los productos que utilizamos siguen un patrón similar de cooperación internacional. Ya sea un teléfono inteligente, un automóvil o ropa, miles de personas en todo el mundo colaboran sin saberlo a través del sistema de mercado.

La perspectiva de Friedman sirve como defensa del capitalismo, demostrando que la prosperidad no surge de la planificación gubernamental, sino de intercambios voluntarios guiados por el interés propio. Creía que si los individuos fueran libres de participar en la actividad económica sin coerción, la sociedad en su conjunto se beneficiaría.

La lección de Milton Friedman sobre el lápiz es más que una simple metáfora: es una poderosa ilustración de las fuerzas invisibles que impulsan el comercio global. El libre mercado, impulsado por las decisiones individuales y la cooperación espontánea, permite que las sociedades prosperen sin necesidad de una planificación central. Comprender estos principios nos permite apreciar la notable eficiencia del capitalismo y la interconexión de la economía moderna.

 


PrisioneroEnArgentina.com

Abril 11, 2025


 

EL TARIFAZO Y LA PARTE DEL LEÓN

Share

 

 

 

Por Mauricio Ortín.

¿Cómo se entiende que en la discusión del precio de las tarifas de servicios públicos (gas, agua y energía eléctrica), esté ausente el costo de dichos servicios? Semejante despropósito que debe tener alguna explicación. ¿Será que la opinión pública ha sido ganada por periodistas y políticos populistas que entienden que el precio del kWh (Kilovatio/hora) debe establecerse en función de lo “políticamente correcto” en desmedro de lo que el producto efectivamente vale? ¿La célebre afirmación de Friedman: “no existe tal cosa como un almuerzo gratis” es aplicable a a un metro cúbico de gas natural? El aire es gratis; no así el agua que sale de la canilla, el gas domiciliario y la electricidad que distribuye la red. Si el que consume no paga o paga menos de lo que cuesta, entonces, necesariamente, hay otro que está pagando por él. Vale remachar esta obviedad porque hay gente que concibe al Estado como un Papá Noel provisto de una bolsa de recursos infinitos que debe hacerse cargo de la diferencia. Para fabricar dinero sólo hace falta una imprenta, papel y tinta. Ahora bien, cosa totalmente distinta y, hasta opuesta, es fabricar (producir) riqueza. Cada billete que imprime, gasta y malgasta el Estado obtiene valor sólo en la medida en que representa la riqueza producida por alguien ajeno a él. No es con el capital propio que los presidentes, gobernadores, intendentes y legisladores hacen “justicia social” repartiendo subsidios, casas y zapatillas sino con el dinero de los contribuyentes. Por lo demás, que no pocos destinen parte sustancial de ese saqueo a la propaganda que los muestra como benefactores de los desposeídos revela la catadura moral de ciertos sujetos. Es el caso de los kirchneristas que, en lugar de política energética, hicieron política electoral al mantener artificialmente fijo el precio de las tarifas mientras la inflación subía por el ascensor. El resultado previsible, advertido a coro por todos los especialistas en la materia, fue el derroche de recursos, desabastecimiento energético y la desinversión en exploración y producción. Que los que nos condujeron directo a este colapso se rasguen ahora las vestiduras por el sinceramiento tarifario es de un cinismo escatológico. Pero no sólo ellos sino también la izquierda y los ex kirchneristas de la primera hora Felipe Solá, Camaño, Maza y demás rompen lanzas contra el “tarifazo” de Macri. Se compadecen por los que sufrirán el aumento pero nada dicen de los que desde hace más de una década vienen financiando energía barata para que los funcionarios hagan populismo y/ o pingües negocios. En Argentina y en la China la energía se paga lo que vale y lo que no paga uno lo paga otro. La única manera real de bajar el precio en el corto plazo es bajar o eliminar la carga impositiva de la tarifa (35% de lo que se paga, promedio); pero de eso ningún diputado (de la oposición o el oficialismo) habla. Es que hay que pagar dietas de legisladores, sueldos de ministros, pasajes de avión, asesores, los ranchos indignos construidos por Milagro Salas y Bonafini, la persecución estatal infame a los ancianos militares y policías que lucharon contra la subversión, los gastos corrientes de la familia de Santiago Maldonado, y, no alcanza. De allí que la parte del león de las tarifas de los servicios públicos vaya para el Estado, el obligado socio que aparece a la hora del reparto de las ganancias. Ese dinero es sagrado y ¡guay del que lo toque! Faltaba más…

 


PrisioneroEnArgentina.com

Abril 21, 2018