A finales de los 60 y principios de los 70, Kawasaki lanzó dos motocicletas que se convertirían en leyendas por su potencia bruta y su manejo impredecible: la H1 Mach III y su sucesora, la H2 Mach IV. Estas motos tricilíndricas de dos tiempos no solo eran rápidas, sino también feroces, ganándose el ominoso apodo de “La Hacedora de Viudas” por su tendencia a abrumar a los pilotos inexpertos y sembrar el caos a su paso.
La Kawasaki H1 Mach III, presentada en 1969, era una bestia tricilíndrica de dos tiempos y 500 cc que asombró al mundo de las motocicletas. Con un tiempo de 12,96 segundos en el cuarto de milla y una velocidad máxima de 200 km/h, fue una de las motos más rápidas de su época. Su agresiva banda de potencia proporcionaba una aceleración repentina alrededor de las 6.000 rpm, que a menudo levantaba la rueda delantera y pillaba desprevenidos a los pilotos. Combinada con un chasis ligero, una suspensión minimalista y frenos de tambor, la H1 era emocionante, pero implacable. Los pilotos que subestimaban su naturaleza explosiva solían pagar las consecuencias, y la moto rápidamente se ganó su temible reputación.
Kawasaki redobló la apuesta en 1972 con la H2 Mach IV, una evolución de 750 cc de la H1. Con 74 caballos de potencia y un peso en seco inferior a 200 kg, la H2 era aún más potente e igual de salvaje. Su motor entregaba un par motor en un rango estrecho, y el basculante corto y el diseño trasero pesado de la moto hacían que los caballitos fueran casi inevitables. Su manejo era notoriamente deficiente: chasis flexibles, suspensión poco amortiguada y frenos débiles convertían las curvas a alta velocidad en una apuesta arriesgada. Kawasaki añadió amortiguadores de dirección y actualizó los frenos de disco en modelos posteriores, pero la H2 seguía siendo un reto.
A pesar de sus defectos, la H2 era adorada por los amantes de las emociones fuertes. Fue la motocicleta de producción más rápida de su época, y su espíritu rebelde contrastaba marcadamente con las propuestas más refinadas de Honda y Suzuki. A la H2 no le importaba el ahorro de combustible, las emisiones ni la comodidad del conductor: estaba diseñada para la velocidad y la adrenalina. Quienes dominaban sus peculiaridades la encontraban emocionante; quienes no, a menudo se metían en problemas.
El apodo de “Widowmaker” no era solo marketing, sino una advertencia. El propio piloto de pruebas de Kawasaki, Tony Nicosia, reconoció que el término se usó deliberadamente para resaltar el peligroso potencial de la moto. Sin embargo, para muchos, ese peligro formaba parte de su atractivo. La H1 y la H2 se convirtieron en iconos de una época pasada, cuando las motocicletas eran rudas, ruidosas e indómitas.
A mediados de la década de 1970, el endurecimiento de las regulaciones sobre emisiones y la crisis del petróleo marcaron el fin de las grandes motos de dos tiempos. La H2 se discontinuó en 1975, pero su legado perdura. Hoy en día, coleccionistas y entusiastas veneran la H1 y la H2 no solo por su rendimiento, sino por lo que representan: una época en la que las motocicletas eran salvajes, y conducir una era una prueba de coraje y habilidad.
Puede que la Widowmaker haya sido domada por el tiempo, pero su leyenda aún ruge.
La Hacedora de Viudas
◘
A finales de los 60 y principios de los 70, Kawasaki lanzó dos motocicletas que se convertirían en leyendas por su potencia bruta y su manejo impredecible: la H1 Mach III y su sucesora, la H2 Mach IV. Estas motos tricilíndricas de dos tiempos no solo eran rápidas, sino también feroces, ganándose el ominoso apodo de “La Hacedora de Viudas” por su tendencia a abrumar a los pilotos inexpertos y sembrar el caos a su paso.
La Kawasaki H1 Mach III, presentada en 1969, era una bestia tricilíndrica de dos tiempos y 500 cc que asombró al mundo de las motocicletas. Con un tiempo de 12,96 segundos en el cuarto de milla y una velocidad máxima de 200 km/h, fue una de las motos más rápidas de su época. Su agresiva banda de potencia proporcionaba una aceleración repentina alrededor de las 6.000 rpm, que a menudo levantaba la rueda delantera y pillaba desprevenidos a los pilotos. Combinada con un chasis ligero, una suspensión minimalista y frenos de tambor, la H1 era emocionante, pero implacable. Los pilotos que subestimaban su naturaleza explosiva solían pagar las consecuencias, y la moto rápidamente se ganó su temible reputación.
A pesar de sus defectos, la H2 era adorada por los amantes de las emociones fuertes. Fue la motocicleta de producción más rápida de su época, y su espíritu rebelde contrastaba marcadamente con las propuestas más refinadas de Honda y Suzuki. A la H2 no le importaba el ahorro de combustible, las emisiones ni la comodidad del conductor: estaba diseñada para la velocidad y la adrenalina. Quienes dominaban sus peculiaridades la encontraban emocionante; quienes no, a menudo se metían en problemas.
El apodo de “Widowmaker” no era solo marketing, sino una advertencia. El propio piloto de pruebas de Kawasaki, Tony Nicosia, reconoció que el término se usó deliberadamente para resaltar el peligroso potencial de la moto. Sin embargo, para muchos, ese peligro formaba parte de su atractivo. La H1 y la H2 se convirtieron en iconos de una época pasada, cuando las motocicletas eran rudas, ruidosas e indómitas.
A mediados de la década de 1970, el endurecimiento de las regulaciones sobre emisiones y la crisis del petróleo marcaron el fin de las grandes motos de dos tiempos. La H2 se discontinuó en 1975, pero su legado perdura. Hoy en día, coleccionistas y entusiastas veneran la H1 y la H2 no solo por su rendimiento, sino por lo que representan: una época en la que las motocicletas eran salvajes, y conducir una era una prueba de coraje y habilidad.
Puede que la Widowmaker haya sido domada por el tiempo, pero su leyenda aún ruge.
PrisioneroEnArgentina.com
Julio 22, 2025