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Por Mick Olsen.

La oclocracia, o “gobierno de las masas”, es una forma de gobierno en la que las decisiones se rigen por la emoción de las masas, en lugar de por principios legales o democráticos estructurados. El término se remonta a la antigua Grecia, acuñado por Polibio para describir una degradación extrema de la democracia, donde la toma de decisiones racional se ve eclipsada por la histeria colectiva, el populismo y la presión pública. Si bien la oclocracia puede parecer un concepto lejano, ejemplos históricos y modernos muestran cómo las sociedades han sucumbido al gobierno de las masas, a menudo con consecuencias nefastas.

Los Peligros de la Emoción de las Masas en la Política
Uno de los ejemplos más infames de oclocracia es la Revolución Francesa (1789-1799). Inicialmente impulsada por las demandas de libertad e igualdad, la revolución desembocó rápidamente en el caos durante el Reinado del Terror (1793-1794). Bajo el control de facciones extremistas, las ejecuciones masivas, los juicios públicos y las decisiones impulsadas por el miedo reemplazaron al gobierno racional. Líderes como Robespierre aprovecharon la indignación pública para justificar una acción rápida, lo que provocó miles de muertes en la guillotina. Este período demostró cómo la emoción pública descontrolada puede desmantelar las instituciones y anular el debido proceso.

De manera similar, en la Antigua Roma, el asesinato de Julio César en el año 44 a. C. provocó una intensa protesta pública, que finalmente marcó la trayectoria política de Roma. El Senado romano tuvo dificultades para mantener el orden mientras las multitudes exigían venganza, lo que ilustra cómo la oclocracia puede desestabilizar la gobernanza y allanar el camino para un régimen autoritario. El colapso de los ideales democráticos en favor de la reacción emocional sentó las bases para el auge de la Roma imperial.

La era digital y la influencia de las multitudes
Hoy en día, la oclocracia se manifiesta en nuevas formas, a menudo impulsadas por la rápida difusión de información y la opinión pública en las redes sociales. Un ejemplo notable es la Primavera Árabe (2010-2012), donde las plataformas en línea movilizaron protestas masivas que provocaron agitación política en todo Oriente Medio. Si bien el movimiento inicialmente buscaba reformas democráticas, la falta de un liderazgo estructurado y el creciente faccionalismo en algunos países provocaron inestabilidad y consecuencias imprevistas, como guerras civiles y el resurgimiento del autoritarismo.

Las redes sociales también han intensificado la cultura de la cancelación, donde individuos o instituciones se enfrentan a una reacción pública rápida y, a menudo, desproporcionada. En algunos casos, la indignación en línea elude los procesos legales, lo que resulta en pérdidas de empleos, daños a la reputación e incluso amenazas físicas. Si bien la rendición de cuentas pública es esencial, la oclocracia revela los riesgos de que un juicio colectivo no regulado sustituya a los sistemas de justicia formal.

Las consecuencias del gobierno de las multitudes
Un sentimiento de masas sin control puede conducir a resultados peligrosos:

Supresión del debido proceso: La indignación pública puede precipitar las decisiones legales, ignorando las pruebas y los juicios justos.

Manipulación por parte de los líderes: Las figuras populistas pueden explotar la emoción de las masas para obtener rédito político, guiando las políticas en función de los sentimientos en lugar de la gobernanza racional.

Erosión de la estabilidad: Las instituciones gubernamentales se ven afectadas cuando las decisiones cambian según la fluctuación del estado de ánimo del público en lugar de marcos legales consistentes.

Previniendo la oclocracia en el mundo moderno
Para proteger las instituciones democráticas del dominio de las masas, las sociedades deben priorizar la educación, la verificación de datos y la integridad institucional. Garantizar que las políticas se basen en la razón, y no en reacciones impulsivas, es crucial para mantener el orden y la justicia. Si bien la opinión pública es vital, la gobernanza debe lograr un equilibrio entre la capacidad de respuesta y la toma de decisiones basada en principios, sin permitir que la histeria colectiva dicte las políticas.

El auge de las plataformas digitales presenta tanto desafíos como oportunidades, por lo que es esencial mantener el pensamiento crítico y las garantías legales en una era donde las opiniones de las masas pueden influir en la gobernanza con una rapidez sin precedentes.

 


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Junio 4, 2025