La rastrera realidad nacional tuvo, la semana pasada, tres hitos que concitaron la opinión pública. Me refiero, claro, a la discusión por el precio de las empanadas que se gestó a partir de una inocente manifestación de Ricardo Darín, tal vez el mejor actor argentino, para señalar que nuestro país está realmente caro.
La agresiva forma en que reaccionaron tanto el Presidente cuanto el Ministro de Economía, a quien todos teníamos hasta entonces como una persona educada, ensució aún más, si cabe, el escenario político.
Y el segundo, que me toca de cerca por mi profesión de abogado pero debiera aterrar a la sociedad toda, fue la insólita conducta de una Juez, Julieta Makintach, al transformar el juicio por la muerte de Diego Maradona, en el set para rodar un documental para streaming, en que ella asumía el rol de primera actriz.
Fue una muestra más de la degradación de la Justicia a la que nos ha llevado la politización de las designaciones de jueces y fiscales, una tarea que la Constitución reserva al Presidente (o al Gobernador, si se trata de cargos provinciales), que propone los nombres al Senado, que los aprueba o rechaza, como sucedió con la inexplicable candidatura de Ariel Lijo para integrar la Corte Suprema.
Que se entienda, en los 58 años que llevo ejerciendo, he encontrado infinidad de magistrados – concretamente, la mayoría de ellos – y sólo un puñado grande de personas que, por incapacidad profesional o moral, jamás hubieran debido ser nombrados.
Y el tercero – una desilusión más que aporta Javier Milei – fue el lanzamiento del canal Paka-Paka, tan criticado durante el kirchnerismo por el adoctrinamiento de los chicos que desde él se hacía, ahora con el mismo propósito pero de signo contrario, anarco-capitalista.
Me parece, y lo seguiré gritando, absolutamente inmunda la utilización de los medios públicos para endiosar a los funcionarios de turno y creo que, recurriendo a ella, se atraviesa un umbral sin retorno.
La persecución a los periodistas y a los medios que disienten con la línea oficial, sea política o económica, que nuevamente surge en la Argentina, parece ser la señal de estos tiempos en muchos países, comenzando insólitamente por los Estados Unidos, la democracia más antigua del mundo, acompañados por Rusia, Bielorrusia, Hungría, Turquía, Corea del Norte, China, varias naciones árabes y africanas, Irán, Nicaragua, Cuba, Venezuela y El Salvador.
Pero parece que algunas sociedades están dispuestas a tolerarlo en tanto los gobiernos solucionen los problemas más urgentes de sus comunidades, como la inseguridad o la inflación, aunque ello les cueste la libertad de expresión que, en casi todas oportunidades, permite investigar y difundir todo aquello que el poder pretende ocultar.
El autoritarismo, que tanto daño hizo a la humanidad durante el siglo XX, se está extendiendo nuevamente por todas las geografías, y el costo resultará, una vez mas, enorme.
El mundo que viene no me gusta. A pesar de los asombrosos progresos técnicos, se ha vuelto cada vez más chabacano, más inculto, más soez, menos reflexivo y ha perdido elegancia y buenos modales, y no tengo ganas de vivir en él.
POST DATA DE… DISPARATES GENERALIZADOS
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La rastrera realidad nacional tuvo, la semana pasada, tres hitos que concitaron la opinión pública. Me refiero, claro, a la discusión por el precio de las empanadas que se gestó a partir de una inocente manifestación de Ricardo Darín, tal vez el mejor actor argentino, para señalar que nuestro país está realmente caro.
La agresiva forma en que reaccionaron tanto el Presidente cuanto el Ministro de Economía, a quien todos teníamos hasta entonces como una persona educada, ensució aún más, si cabe, el escenario político.
Y el segundo, que me toca de cerca por mi profesión de abogado pero debiera aterrar a la sociedad toda, fue la insólita conducta de una Juez, Julieta Makintach, al transformar el juicio por la muerte de Diego Maradona, en el set para rodar un documental para streaming, en que ella asumía el rol de primera actriz.
Que se entienda, en los 58 años que llevo ejerciendo, he encontrado infinidad de magistrados – concretamente, la mayoría de ellos – y sólo un puñado grande de personas que, por incapacidad profesional o moral, jamás hubieran debido ser nombrados.
Y el tercero – una desilusión más que aporta Javier Milei – fue el lanzamiento del canal Paka-Paka, tan criticado durante el kirchnerismo por el adoctrinamiento de los chicos que desde él se hacía, ahora con el mismo propósito pero de signo contrario, anarco-capitalista.
Me parece, y lo seguiré gritando, absolutamente inmunda la utilización de los medios públicos para endiosar a los funcionarios de turno y creo que, recurriendo a ella, se atraviesa un umbral sin retorno.
La persecución a los periodistas y a los medios que disienten con la línea oficial, sea política o económica, que nuevamente surge en la Argentina, parece ser la señal de estos tiempos en muchos países, comenzando insólitamente por los Estados Unidos, la democracia más antigua del mundo, acompañados por Rusia, Bielorrusia, Hungría, Turquía, Corea del Norte, China, varias naciones árabes y africanas, Irán, Nicaragua, Cuba, Venezuela y El Salvador.
Pero parece que algunas sociedades están dispuestas a tolerarlo en tanto los gobiernos solucionen los problemas más urgentes de sus comunidades, como la inseguridad o la inflación, aunque ello les cueste la libertad de expresión que, en casi todas oportunidades, permite investigar y difundir todo aquello que el poder pretende ocultar.
El autoritarismo, que tanto daño hizo a la humanidad durante el siglo XX, se está extendiendo nuevamente por todas las geografías, y el costo resultará, una vez mas, enorme.
El mundo que viene no me gusta. A pesar de los asombrosos progresos técnicos, se ha vuelto cada vez más chabacano, más inculto, más soez, menos reflexivo y ha perdido elegancia y buenos modales, y no tengo ganas de vivir en él.
Hasta el sábado.
Un gran abrazo.
—
Enrique Guillermo Avogadro
Abogado
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Junio 1, 2025