Los militares como todas las profesiones, tienen limitaciones para tratar cuestiones nuevas o que rompen esquemas. En este caso, me referiré a una cuestión antiquísima, tanto que tendríamos que acercarnos a Adán y Eva. Pero, sin embargo, en el siglo XX y XXI, los encuentra medio “desnudos” para encararlo. Y cuando ocurre esto muchas veces se manotea a lo que se tiene para otra cosa, o a pensadores que han explicado cuestiones de manera muy valiosa, pero refiriéndose a algo distinto.
Buscando una denominación para el tema, podría referirme a lo explicado por la OTAN después de la II Guerra mundial: Guerra interna. O por las mencionadas convenciones, Conflicto armado no internacional. O por los pensadores políticos o del derecho o sociólogos: guerra civil. En realidad, es una expresión más común, más antigua y popular. No selecciono a los marxistas, no solo por razones de buen gusto, sino por su habilidad de ser malabaristas de la palabra. Para ellos, utilizarían mejor la palabra “revolución” cuando luchan por alcanzar la dictadura del proletariado, y “contrarrevolución”, o “represión” o “nazismo” o “fascismo” si se refiere a los que lo enfrentan, en una fase superior, combatiendo contra la dictadura del proletariado.
Yo creo que las más ajustada a lo que se quiere definir, es guerra interna. Pero los hombres de derecho han descubierto que se puede regimentar el pensamiento mediante leyes y decretos. Sabemos que hoy por ley, en la guerra de los 70 hubo 30.000 desaparecidos. Y el que discrepe, tendrá las sanciones pertinentes. Mañana podrán sacar una ley que diga que el ERP y Montoneros son los herederos de San Martín, y el que diga lo contrario deberá ir a la cárcel.
Como se verá la “guerra interna” ya presenta problema para encontrar un título que ayude a definirla. Los marxistas, como digo buenos malabaristas de las palabras, tienen por ley, que si lo dice la OTAN está al servicio del capitalismo internacional y el imperialismo, y por lo tanto si la OTAN dice “Buenos días” esa frase pasa a encumbrar al imperialismo y a tratar de agredir a todo buen marxista que transita esta tierra, pese a sus tremendas disputas internas.
[/ezcol_4fifth]
[ezcol_1fifth_end]
Juan XXIII
Martin L. King Jr.
George Patton
[/ezcol_1fifth_end]
Pero no hay que intimidarse, y por lo menos en mi caso, y aunque se enojen la denominaré “guerra interna”. Y para el neófito que lee esto, es lo mismo que decir guerra civil.
Me voy a apartar de definiciones de muchos pensadores que definen a la guerra, de una manera que podríamos decir que es más simpática.
Yo me animo aquí a explicarle que es una guerra convencional (que no es una guerra interna, pero es un punto de partida para entender el tema). Para ello recurro a lo que escribí en mi libro: “El problema del terrorismo”:
CONCEPTO DE LA GUERRA
La guerra es un conflicto. Pero se desarrolla teniendo en el uso sistemático de la violencia un instrumento imprescindible.
Podremos decir que el uso sistemático de la violencia es proporcionalmente mínimo, dado que la estrategia en desarrollo, contiene aspectos económicos, culturales, jurídicos, sociales, etc. cuantitativamente más importantes. Pero al existir la primera, ya estamos en la guerra.
Por eso, de no existir violencia aplicada sistemáticamente, no hay guerra. Es un conflicto, que podemos denominar de otra manera (económico, financiero, de intereses, etc.).
Hay que destacar que generalmente, el estado de guerra, enfrenta a los beligerantes a una situación límite.
Una guerra entraña el peligro de marcar el fin de la existencia de una nación, con todas las consecuencias colectivas e individuales que esto supone.
O por lo menos, de cercenar su extensión territorial o su personalidad nacional. Es indudablemente, la Patria (ruego me disculpen aquellos que han convertido en pecaminosa esta palabra) en peligro de muerte.
Por lo tanto, toda la nación es convocada incluso por la fuerza (mediante la modificación del sistema legal imperante en la paz), y toda la población es obligada a participar, sea incorporando grandes efectivos al aparato armado, sea limitando derechos laborales, para producir materiales y equipos de guerra, sea estableciendo privaciones para el manejo financiero al servicio de las operaciones militares, sea ajustándose a medidas de seguridad limitativas de la libertad privada, etc.
En general, para una nación es una situación límite. Para hacer la guerra debe poseer una cierta preparación.
En un mundo como el nuestro, no existe adjetivo positivo sin utilizar en los justificativos de las guerras (la guerra justa, la guerra en defensa propia, la guerra para defender a Díos, la guerra para defender la democracia, la guerra para defender la libertad, la guerra para defender la justicia, la guerra por la justicia social, la guerra por el hombre nuevo, etc.).
Observe que nadie habla de la guerra para robar a otro, ni la guerra para obligar a un pueblo a ser explotado.
Casi ningún país tiene un ministerio de la Guerra (a principios de siglo XX, los había). El avance de la psicología y de los especialistas en acción psicológica ha logrado que todos sean de defensa nacional. ……¡Nadie tiene un ministerio de agresión internacional!
Pero es momento de escarbar un poco. ¿Qué es el uso sistemático de la violencia?
Amigo mío, el uso sistemático de la violencia es…matar en cantidad industrial. Y hacerlo con toda premeditación, mediante sesudas planificaciones que tienen por finalidad aniquilar al enemigo.
Muchos aclararán que aniquilar no es matar sino quitar la voluntad de lucha. Es cierto, pero para quitar la voluntad de lucha; en la guerra, se realizan matanzas colectivas.
Sabemos que alguien podrá pensar que se puede quitar la voluntad de lucha repartiendo caramelos o dulces, o enviando hermosas odaliscas.
Es probable, pero para eso no necesita emplear la violencia sistemática. Y entonces no será guerra. Será un conflicto donde intervendrán diversos ministerios que son más adecuados para el empleo de estos procedimientos.
No se hablaría de guerra, sino de un estado de paz, donde mediante el dulce o el sexo pensamos alcanzar nuestras finalidades.
Esto no lo sugiero, sino que lo muestra la historia, los documentos de las guerras, las directivas y órdenes que se han impartido, los reglamentos militares de cualquier país, las benditas leyes de la guerra escritas trabajosamente en Ginebra.
Y si decimos uso sistemático de la violencia, entenderemos que es una actividad (no digo arte, aunque para el caso es lo mismo) que se debe estudiar, ejercitar, entrenar para lograr continuadamente, “las mejores matanzas colectivas” (¡esto es eficiencia!).
Si Ud. es un activista de los derechos humanos, puede comenzar a juntar piedras para lanzarlas sobre mí. Pero le aseguro que esto es cierto.
Además, para conformar a un “idealista” de esta naturaleza, podríamos calmarlo afirmando que la matanza colectiva la podemos hacer con todos aquellos que él califique de nazi y por si acaso podemos agregar a los militares (a los que le prohibiremos que actúen como tales).
Ahora imagínese lo que es organizar un equipo de miles de personas adiestradas para producir matanzas colectivas. Necesita entrenadores (y disculpe si lastimo su sensibilidad). A la vez, hay que entrenarse para evitar que nos hagan a nosotros las matanzas colectivas.
Quedamos tranquilos porque esto es solucionado por las naciones constituyendo su aparato militar desde tiempo de paz.
Claro que tanto Ud. como yo lo aprobamos cuando hablamos de nuestra “defensa nacional”. Además, somos contribuyentes para sostenerlo.
Admiro a Luther King y a Juan XXIII, pero si hay guerra prefiero al general Patton o al general Rommel. O en Argentina a un militar como Seineldín.
Pero para encabezar la lucha por los derechos humanos, estoy seguro que podemos pensar en muchos, pero no elegiríamos ni a Patton ni a Rommel ni a Seneildin.
Esta posición irreducible, se fundamenta en que cada cosa tiene su función. Y consecuentemente, no podemos organizar una lechería para trabajar como una carnicería. Parece ilógico.
La guerra ha sido escrita como una aventura, como una película de suspenso, o como las proezas de un héroe (con el cual Ud. termina identificándose) que arrasa con el enemigo.
Claro que ahora, en plena vigencia de los derechos humanos, uno se siente apabullado ante la crueldad de los héroes de “Mortal combat” y de los “Caballeros del Zodíaco”; que hacen las delicias de los niños, y según cuentas de un episodio que tuve que soportar, matan uno por minuto.
Vamos a vivenciar la guerra. Tibiamente, porque hay que vivirla, para medir lo que se pueda describir. Y para entonces sí, formular un coherente rechazo a la misma.
Tenga en cuenta, que lo explicado se refiere a la guerra convencional, entre países, que las convenciones denominan “conflicto armado internacional”. Pero esto es necesario para que tratemos la “guerra interna” (o conflicto armado no internacional o guerra civil), para someramente observar las notables diferencias que hay que tener en cuenta.
Si mis apreciados editores lo permiten, y no recibo un aluvión de protestas de los respetables lectores, los trataremos en varios trabajos. Si es que no me envían a la cárcel los conductores gubernamentales.
[1] Para el art. 3 (común) de las convenciones de Ginebra, esta es la denominación de: Guerra Civil.
En mi primer artículo, les hablé sobre el deber de cumplir los derechos humanos. No fui original. Le transcribo lo que dice el Pacto de San José de Costa Rica:
DEBERES DE LAS PERSONAS
Artículo 32. Correlación entre Deberes y Derechos
Toda persona tiene deberes para con la familia, la comunidad y la humanidad.
Los derechos de cada persona están limitados por los derechos de los demás, por la seguridad de todos y por las justas exigencias del bien común, en una sociedad democrática.
En “Pacem et Terris” , el Papa Juan XXIII, sostiene:
La persona humana, sujeto de derechos y deberes
En toda convivencia humana bien ordenada y provechosa hay que establecer como fundamento el principio de que todo hombre es persona, esto es, naturaleza dotada de inteligencia y de libre albedrío, y que, por tanto, el hombre tiene por sí mismo derechos y deberes, que dimanan inmediatamente y al mismo tiempo de su propia naturaleza. Estos derechos y deberes son, por ello, universales e inviolables y no pueden renunciarse por ningún concepto.
Si, por otra parte, consideramos la dignidad de la persona humana a la luz de las verdades reveladas por Dios, hemos de valorar necesariamente en mayor grado aún esta dignidad, ya que los hombres han sido redimidos con la sangre de Jesucristo, hechos hijos y amigos de Dios por la gracia sobrenatural y herederos de la gloria eterna.
Los deberes del hombre
Conexión necesaria entre derechos y deberes
Los derechos naturales que hasta aquí hemos recordado están unidos en el hombre que los posee con otros tantos deberes, y unos y otros tienen en la ley natural, que los confiere o los impone, su origen, mantenimiento y vigor indestructible.
Por ello, para poner algún ejemplo, al derecho del hombre a la existencia corresponde el deber de conservarla; al derecho a un decoroso nivel de vida, el deber de vivir con decoro; al derecho de buscar libremente la verdad, el deber de buscarla cada día con mayor profundidad y amplitud.
El deber de respetar los derechos ajenos
Es asimismo consecuencia de lo dicho que, en la sociedad humana, a un determinado derecho natural de cada hombre corresponda en los demás el deber de reconocerlo y respetarlo. Porque cualquier derecho fundamental del hombre deriva su fuerza moral obligatoria de la ley natural, que lo confiere e impone el correlativo deber. Por tanto, quienes, al reivindicar sus derechos, olvidan por completo sus deberes o no les dan la importancia debida, se asemejan a los que derriban con una mano lo que con la otra construye. [1]
En mi artículo anterior, traté de explicar que el “derecho a la vida” se constituye en el derecho principal, del cual van derivando casi todos los demás. Por suerte no es una ocurrencia mía.
Sin tanta explicación se lee en la Declaración Universal de los derechos humanos:
Artículo 1.
Todos los seres humanos nacen libres e iguales en dignidad y derechos y, dotados como están de razón y conciencia, deben comportarse fraternalmente los unos con los otros.
Artículo 3.
Todo individuo tiene derecho a la vida, a la libertad y a la seguridad de su persona.
El Pacto de San José de Costa Rica afirma:
Artículo 4. Derecho a la Vida
Toda persona tiene derecho a que se respete su vida. Este derecho estará protegido por la ley y, en general, a partir del momento de la concepción. Nadie puede ser privado de la vida arbitrariamente.
No se restablecerá la pena de muerte en los Estados que la han abolido.
En ningún caso se puede aplicar la pena de muerte por delitos políticos ni comunes conexos con los políticos.
No se impondrá la pena de muerte a personas que, en el momento de la comisión del delito, tuvieren menos de dieciocho años de edad o más de setenta, ni se le aplicará a las mujeres en estado de gravidez.
Toda persona condenada a muerte tiene derecho a solicitar la amnistía, el indulto o la conmutación de la pena, los cuales podrán ser concedidos en todos los casos. No se puede aplicar la pena de muerte mientras la solicitud esté pendiente de decisión ante autoridad competente.
Alguien podría cuestionar mi énfasis en afirmar que es el principal derecho humano. Sin embargo ¿se podría objetar que sin él, no hay forma de dar vigencia a ningún otro derecho humano?
¿Se pueden aplicar a un cadáver? Y eso es no tener vida. Por lo tanto no hay derecho a aplicar.
Se podrá sostener que un cadáver impone un trato respetuoso. Y esto es cierto. Pero esto se origina hacia alguien que fue. Los derechos humanos se aplican a los que son. Y el tema se desvía de lo que estoy tratando.
Creo, que con lo expuesto, queda claro todo lo referente al derecho a la vida.
Pero he hablado del “derecho a una vida digna”. No es meramente permitir que un ser viva. Lo tiene que hacer dignamente. Y es ahí donde el problema se hace más complejo y hasta interminable.
Como trataré de explicar, requiere los aportes de filósofos, psicólogos, sociólogos, economistas y políticos. Y es interminable dado que la constante reflexión sobre esto, impondrá un debate siempre abierto para buscar lo mejor.
Y cuando se habla de lo mejor, impone concretar en las diversas culturas y civilizaciones, así como región, cual es el nivel de dignidad alcanzable en el presente, sin dejar de considerar que el piso de partida son los derechos humanos que hoy tenemos presentes en las Naciones Unidas, en América e incluso en la palabra del Papa Juan XXIII.
Por supuesto, tampoco es lícito, fabricar los propios derechos humanos. No son tales mientras no estén convalidados por en este caso, los organismos internacionales e incluso nacionales, a través de documentos indicativos de su cumplimiento.
Por lo tanto no voy a pretender descubrir e imponer derechos humanos, que surgen de mis reflexiones, si no están en los documentos básicos que rigen su vigencia. Pero a la vez, no evitaré reflexionar sobre cuestiones que quizás a mi juicio mejoraría el entendimiento de los derechos humanos. En este caso, para un debate, que debería llegar a nivel mundial[2] para masticados y estudiados merecer su consideración para la revisión de los mismos.
En consecuencia, amigo lector, no espere que descubra nuevos derechos humanos. Si se diera este caso y lo mereciera, sería un tema de debate que alejaría mi autoría personal, para ser considerado progresivamente en niveles representativos de las colectividades de la Humanidad.
Lo que sí creo poder aportar, aun con el mismo destino, es algo sobre la aplicación de los derechos humanos, que buscan lograr ser los que merecen los seres humanos.
Se la sigo próximamente.
[1] Si tuviera la suerte de que este artículo fuera leído por una dama, aclaro que no debe entenderse como una expresión “machista”. Se refiere indistintamente al hombre y la mujer. Y en ese sentido debe ser interpretado.
[2] No digo “universal” respetando a los extraterrestres que tendrán derechos propios de lo suyo.
EL PROBLEMA DE LA GUERRA CIVIL (CONFLICTO ARMADO NO INTERNACIONAL[1]
Escribe: Carlos Españadero.
Los militares como todas las profesiones, tienen limitaciones para tratar cuestiones nuevas o que rompen esquemas. En este caso, me referiré a una cuestión antiquísima, tanto que tendríamos que acercarnos a Adán y Eva. Pero, sin embargo, en el siglo XX y XXI, los encuentra medio “desnudos” para encararlo. Y cuando ocurre esto muchas veces se manotea a lo que se tiene para otra cosa, o a pensadores que han explicado cuestiones de manera muy valiosa, pero refiriéndose a algo distinto.
Buscando una denominación para el tema, podría referirme a lo explicado por la OTAN después de la II Guerra mundial: Guerra interna. O por las mencionadas convenciones, Conflicto armado no internacional. O por los pensadores políticos o del derecho o sociólogos: guerra civil. En realidad, es una expresión más común, más antigua y popular. No selecciono a los marxistas, no solo por razones de buen gusto, sino por su habilidad de ser malabaristas de la palabra. Para ellos, utilizarían mejor la palabra “revolución” cuando luchan por alcanzar la dictadura del proletariado, y “contrarrevolución”, o “represión” o “nazismo” o “fascismo” si se refiere a los que lo enfrentan, en una fase superior, combatiendo contra la dictadura del proletariado.
Yo creo que las más ajustada a lo que se quiere definir, es guerra interna. Pero los hombres de derecho han descubierto que se puede regimentar el pensamiento mediante leyes y decretos. Sabemos que hoy por ley, en la guerra de los 70 hubo 30.000 desaparecidos. Y el que discrepe, tendrá las sanciones pertinentes. Mañana podrán sacar una ley que diga que el ERP y Montoneros son los herederos de San Martín, y el que diga lo contrario deberá ir a la cárcel.
Como se verá la “guerra interna” ya presenta problema para encontrar un título que ayude a definirla. Los marxistas, como digo buenos malabaristas de las palabras, tienen por ley, que si lo dice la OTAN está al servicio del capitalismo internacional y el imperialismo, y por lo tanto si la OTAN dice “Buenos días” esa frase pasa a encumbrar al imperialismo y a tratar de agredir a todo buen marxista que transita esta tierra, pese a sus tremendas disputas internas.
[/ezcol_4fifth] [ezcol_1fifth_end]Juan XXIII
Martin L. King Jr.
George Patton
[/ezcol_1fifth_end]Pero no hay que intimidarse, y por lo menos en mi caso, y aunque se enojen la denominaré “guerra interna”. Y para el neófito que lee esto, es lo mismo que decir guerra civil.
Me voy a apartar de definiciones de muchos pensadores que definen a la guerra, de una manera que podríamos decir que es más simpática.
Yo me animo aquí a explicarle que es una guerra convencional (que no es una guerra interna, pero es un punto de partida para entender el tema). Para ello recurro a lo que escribí en mi libro: “El problema del terrorismo”:
CONCEPTO DE LA GUERRA
La guerra es un conflicto. Pero se desarrolla teniendo en el uso sistemático de la violencia un instrumento imprescindible.
Podremos decir que el uso sistemático de la violencia es proporcionalmente mínimo, dado que la estrategia en desarrollo, contiene aspectos económicos, culturales, jurídicos, sociales, etc. cuantitativamente más importantes. Pero al existir la primera, ya estamos en la guerra.
Por eso, de no existir violencia aplicada sistemáticamente, no hay guerra. Es un conflicto, que podemos denominar de otra manera (económico, financiero, de intereses, etc.).
Hay que destacar que generalmente, el estado de guerra, enfrenta a los beligerantes a una situación límite.
Una guerra entraña el peligro de marcar el fin de la existencia de una nación, con todas las consecuencias colectivas e individuales que esto supone.
O por lo menos, de cercenar su extensión territorial o su personalidad nacional. Es indudablemente, la Patria (ruego me disculpen aquellos que han convertido en pecaminosa esta palabra) en peligro de muerte.
Por lo tanto, toda la nación es convocada incluso por la fuerza (mediante la modificación del sistema legal imperante en la paz), y toda la población es obligada a participar, sea incorporando grandes efectivos al aparato armado, sea limitando derechos laborales, para producir materiales y equipos de guerra, sea estableciendo privaciones para el manejo financiero al servicio de las operaciones militares, sea ajustándose a medidas de seguridad limitativas de la libertad privada, etc.
En general, para una nación es una situación límite. Para hacer la guerra debe poseer una cierta preparación.
En un mundo como el nuestro, no existe adjetivo positivo sin utilizar en los justificativos de las guerras (la guerra justa, la guerra en defensa propia, la guerra para defender a Díos, la guerra para defender la democracia, la guerra para defender la libertad, la guerra para defender la justicia, la guerra por la justicia social, la guerra por el hombre nuevo, etc.).
Observe que nadie habla de la guerra para robar a otro, ni la guerra para obligar a un pueblo a ser explotado.
Casi ningún país tiene un ministerio de la Guerra (a principios de siglo XX, los había). El avance de la psicología y de los especialistas en acción psicológica ha logrado que todos sean de defensa nacional. ……¡Nadie tiene un ministerio de agresión internacional!
Pero es momento de escarbar un poco. ¿Qué es el uso sistemático de la violencia?
Amigo mío, el uso sistemático de la violencia es…matar en cantidad industrial. Y hacerlo con toda premeditación, mediante sesudas planificaciones que tienen por finalidad aniquilar al enemigo.
Muchos aclararán que aniquilar no es matar sino quitar la voluntad de lucha. Es cierto, pero para quitar la voluntad de lucha; en la guerra, se realizan matanzas colectivas.
Sabemos que alguien podrá pensar que se puede quitar la voluntad de lucha repartiendo caramelos o dulces, o enviando hermosas odaliscas.
Es probable, pero para eso no necesita emplear la violencia sistemática. Y entonces no será guerra. Será un conflicto donde intervendrán diversos ministerios que son más adecuados para el empleo de estos procedimientos.
No se hablaría de guerra, sino de un estado de paz, donde mediante el dulce o el sexo pensamos alcanzar nuestras finalidades.
Esto no lo sugiero, sino que lo muestra la historia, los documentos de las guerras, las directivas y órdenes que se han impartido, los reglamentos militares de cualquier país, las benditas leyes de la guerra escritas trabajosamente en Ginebra.
Y si decimos uso sistemático de la violencia, entenderemos que es una actividad (no digo arte, aunque para el caso es lo mismo) que se debe estudiar, ejercitar, entrenar para lograr continuadamente, “las mejores matanzas colectivas” (¡esto es eficiencia!).
Si Ud. es un activista de los derechos humanos, puede comenzar a juntar piedras para lanzarlas sobre mí. Pero le aseguro que esto es cierto.
Además, para conformar a un “idealista” de esta naturaleza, podríamos calmarlo afirmando que la matanza colectiva la podemos hacer con todos aquellos que él califique de nazi y por si acaso podemos agregar a los militares (a los que le prohibiremos que actúen como tales).
Ahora imagínese lo que es organizar un equipo de miles de personas adiestradas para producir matanzas colectivas. Necesita entrenadores (y disculpe si lastimo su sensibilidad). A la vez, hay que entrenarse para evitar que nos hagan a nosotros las matanzas colectivas.
Quedamos tranquilos porque esto es solucionado por las naciones constituyendo su aparato militar desde tiempo de paz.
Claro que tanto Ud. como yo lo aprobamos cuando hablamos de nuestra “defensa nacional”. Además, somos contribuyentes para sostenerlo.
Admiro a Luther King y a Juan XXIII, pero si hay guerra prefiero al general Patton o al general Rommel. O en Argentina a un militar como Seineldín.
Pero para encabezar la lucha por los derechos humanos, estoy seguro que podemos pensar en muchos, pero no elegiríamos ni a Patton ni a Rommel ni a Seneildin.
Esta posición irreducible, se fundamenta en que cada cosa tiene su función. Y consecuentemente, no podemos organizar una lechería para trabajar como una carnicería. Parece ilógico.
La guerra ha sido escrita como una aventura, como una película de suspenso, o como las proezas de un héroe (con el cual Ud. termina identificándose) que arrasa con el enemigo.
Claro que ahora, en plena vigencia de los derechos humanos, uno se siente apabullado ante la crueldad de los héroes de “Mortal combat” y de los “Caballeros del Zodíaco”; que hacen las delicias de los niños, y según cuentas de un episodio que tuve que soportar, matan uno por minuto.
Vamos a vivenciar la guerra. Tibiamente, porque hay que vivirla, para medir lo que se pueda describir. Y para entonces sí, formular un coherente rechazo a la misma.
Tenga en cuenta, que lo explicado se refiere a la guerra convencional, entre países, que las convenciones denominan “conflicto armado internacional”. Pero esto es necesario para que tratemos la “guerra interna” (o conflicto armado no internacional o guerra civil), para someramente observar las notables diferencias que hay que tener en cuenta.
Si mis apreciados editores lo permiten, y no recibo un aluvión de protestas de los respetables lectores, los trataremos en varios trabajos. Si es que no me envían a la cárcel los conductores gubernamentales.
[1] Para el art. 3 (común) de las convenciones de Ginebra, esta es la denominación de: Guerra Civil.
Carlos Españadero
PrisioneroEnArgentina.com
Abril 29, 2017
LOS DERECHOS HUMANOS: EL DERECHO A UNA VIDA DIGNA
Por Carlos Españadero.
En mi primer artículo, les hablé sobre el deber de cumplir los derechos humanos. No fui original. Le transcribo lo que dice el Pacto de San José de Costa Rica:
DEBERES DE LAS PERSONAS
Artículo 32. Correlación entre Deberes y Derechos
En “Pacem et Terris” , el Papa Juan XXIII, sostiene:
En mi artículo anterior, traté de explicar que el “derecho a la vida” se constituye en el derecho principal, del cual van derivando casi todos los demás. Por suerte no es una ocurrencia mía.
Sin tanta explicación se lee en la Declaración Universal de los derechos humanos:
Alguien podría cuestionar mi énfasis en afirmar que es el principal derecho humano. Sin embargo ¿se podría objetar que sin él, no hay forma de dar vigencia a ningún otro derecho humano?
¿Se pueden aplicar a un cadáver? Y eso es no tener vida. Por lo tanto no hay derecho a aplicar.
Se podrá sostener que un cadáver impone un trato respetuoso. Y esto es cierto. Pero esto se origina hacia alguien que fue. Los derechos humanos se aplican a los que son. Y el tema se desvía de lo que estoy tratando.
Creo, que con lo expuesto, queda claro todo lo referente al derecho a la vida.
Pero he hablado del “derecho a una vida digna”. No es meramente permitir que un ser viva. Lo tiene que hacer dignamente. Y es ahí donde el problema se hace más complejo y hasta interminable.
Como trataré de explicar, requiere los aportes de filósofos, psicólogos, sociólogos, economistas y políticos. Y es interminable dado que la constante reflexión sobre esto, impondrá un debate siempre abierto para buscar lo mejor.
Y cuando se habla de lo mejor, impone concretar en las diversas culturas y civilizaciones, así como región, cual es el nivel de dignidad alcanzable en el presente, sin dejar de considerar que el piso de partida son los derechos humanos que hoy tenemos presentes en las Naciones Unidas, en América e incluso en la palabra del Papa Juan XXIII.
Por supuesto, tampoco es lícito, fabricar los propios derechos humanos. No son tales mientras no estén convalidados por en este caso, los organismos internacionales e incluso nacionales, a través de documentos indicativos de su cumplimiento.
Por lo tanto no voy a pretender descubrir e imponer derechos humanos, que surgen de mis reflexiones, si no están en los documentos básicos que rigen su vigencia. Pero a la vez, no evitaré reflexionar sobre cuestiones que quizás a mi juicio mejoraría el entendimiento de los derechos humanos. En este caso, para un debate, que debería llegar a nivel mundial[2] para masticados y estudiados merecer su consideración para la revisión de los mismos.
En consecuencia, amigo lector, no espere que descubra nuevos derechos humanos. Si se diera este caso y lo mereciera, sería un tema de debate que alejaría mi autoría personal, para ser considerado progresivamente en niveles representativos de las colectividades de la Humanidad.
Lo que sí creo poder aportar, aun con el mismo destino, es algo sobre la aplicación de los derechos humanos, que buscan lograr ser los que merecen los seres humanos.
Se la sigo próximamente.
[1] Si tuviera la suerte de que este artículo fuera leído por una dama, aclaro que no debe entenderse como una expresión “machista”. Se refiere indistintamente al hombre y la mujer. Y en ese sentido debe ser interpretado.
[2] No digo “universal” respetando a los extraterrestres que tendrán derechos propios de lo suyo.
Carlos Españadero
PrisioneroEnArgentina.com
Enero 22, 2017