En la Republica de Otaria habitaban 4 ciudadanos; Toribio Correa, Camilo Guerrero, Adelardo Funes y Justiniano Moreira; ciudadanos simples, cumplidores de sus obligaciones sociales, políticas y cívicas; hombres de familia y muy trabajadores, ciudadanos otarianos ejemplares. Un día la República de Otaria, sumida en un desequilibrio socio político, con sus poderes Institucionales corruptos y prevaricadores, con dirigentes políticos puramente otarianos, en complicidad subrepticia con el poder judicial de la República de Otaria, sibilinos, politizados y corruptos; convocan a Toribio Correa, Camilo Guerrero, Adelardo Funes y Justiniano Moreira, adulándolos como así también enalteciéndoles sus personalidades y manifestándoles la extrema gratitud del pueblo de la República de Otaria, a entregarse a una causa tan noble que representa dar todo, y hasta sacrificar sus propias familias para salvaguardar a la República de Otaria como al propio pueblo ante las vicisitudes que estaba sometida.
CAPÍTULO 1: EL OCASO DE LA LIBERTAD
En la República de Otaria, un pequeño país sumido en la corrupción y la injusticia, cuatro hombres se encontraban atrapados en las frías paredes de una prisión que se había convertido en su hogar, su prisión y su tumba, Toribio Correa, Camilo Guerrero, Adelardo Funes y Justiniano Moreira; eran hombres comunes, pero sus ideales de justicia y equidad los habían llevado a ser perseguidos por un sistema que prefería mantener el silencio a escuchar la verdad. Toribio Correa, un maestro de escuela con un corazón noble, había dedicado su vida a educar a los jóvenes de Otaria. Su entusiasmo por el cambio y su lucha por un sistema educativo justo lo habían convertido en un blanco para el poder judicial corrupto. Camilo Guerrero, un abogado civilista, que había defendido a la equidad social, enfrentándose a poderosos que nunca habían conocido la derrota. Adelardo Funes, un periodista valiente, que había expuesto los oscuros secretos del gobierno, y Justiniano Moreira, un activista social, que había liderado expresiones sindicales en busca del bienestar de los trabajadores de Otaria para un futuro mejor. Los cuatro hombres habían sido arrestados, luego de haber sido inducidos a la lucha contra la corrupción, y ser utilizados por intereses capciosos que estaban en contra del bienestar del Pueblo de Otaria; en una operación orquestada por las autoridades legislativas corruptas en complicidad con las judiciales prevaricadoras, que los acusaron de conspiración y sedición. El juicio fue una verdadera farsa, con testigos falsos y con el apoyo de un periodismo inducido politizado e ideologizado; un espectáculo montado para dar la apariencia de justicia. La sentencia fue extremadamente dura: cadena perpetua, en condiciones deplorables.
CAPÍTULO 2: ENTRE REJAS
La prisión era un lugar de desesperanza. Las paredes estaban cubiertas de moho, el aire era denso y la luz del sol apenas penetraba en las celdas. Los cuatro hombres se encontraron en un pequeño rincón del patio, donde la tierra era árida y el cielo, gris. Allí, en medio de la desolación, comenzaron a forjar una amistad más allá de las circunstancias que los unían. Toribio Correa, con su espíritu optimista, mantenía viva la esperanza. “No podemos rendirnos”, decía con la voz entrecortada. Camilo Guerrero, con su mente aguda, planeaba estrategias para documentar su sufrimiento. Adelardo Funes soñaba con escribir un libro sobre su experiencia, mientras que Justiniano Moreira instaba a sus compañeros a no perder la fe en que algún día la verdad saldría a la luz. Las horas se convirtieron en días, los días en meses y los meses en años. El tiempo se desvanecía en aquel lugar oscuro, pero la amistad entre ellos florecía como una rosa en medio de la tormenta.
CAPÍTULO 3: LA CHISPA DE LA REBELIÓN
Un día, mientras compartían un poco de pan y agua, Toribio Correa reveló un plan que había estado gestando en secreto. “Si logramos salir de aquí, podemos contar nuestra historia al mundo”, dijo con fervor. “Podemos ser la voz de aquellos que han sido silenciados”. La idea resonó en los corazones de sus compañeros. Así, comenzaron a trazar un plan para escapar. Utilizando su ingenio y habilidades, se organizaron en silencio, sin alertar a los guardias. Cada día era un nuevo desafío, cada paso hacia la libertad estaba lleno de riesgos.
CAPÍTULO 4: LA NOCHE DE LA FUGA
Una noche, cuando la luna estaba alta y las estrellas brillaban con fuerza, los cuatro hombres decidieron que era el momento de actuar. Con el corazón palpitante, se deslizaron por los oscuros pasillos de la prisión. El aire estaba impregnado de una mezcla de miedo y esperanza. Lograron evadir a los guardias y, con la adrenalina corriendo por sus venas, llegaron a la salida. Sin embargo, la libertad no estaba asegurada. En el último momento, fueron descubiertos. Un grito se escuchó en la noche y la alarma sonó, pero la chispa de la rebelión ya había sido encendida.
CAPÍTULO 5: LA VOZ DE OTARIA
A pesar de no haber logrado escapar, la historia de su valentía comenzó a filtrarse fuera de las rejas. Un grupo de activistas fuera de la prisión recibió noticias de su intento de fuga y comenzó a movilizarse. Artículos, entrevistas y testimonios comenzaron a aparecer en medios de comunicación internacionales, denunciando la corrupción del poder judicial de Otaria. La presión aumentó, y pronto, el mundo entero se dio cuenta de la injusticia que se estaba cometiendo en aquel pequeño país. La voz de Toribio Correa, Camilo Guerrero, Adelardo Funes y Justiniano Moreira resonó más allá de las paredes de su prisión, convirtiéndose en un símbolo de resistencia y esperanza.
CAPÍTULO 6: UN NUEVO AMANECER
Finalmente, la presión internacional y la indignación de la población llevaron a una serie de reformas en el sistema judicial de Otaria. Los cuatro hombres, aunque todavía encarcelados, se convirtieron en héroes para su pueblo. Su lucha por la verdad y la justicia había desatado un movimiento que no podía ser detenido. Un día, mientras miraban a través de las rejas, vieron a un grupo de personas congregarse frente a la prisión, sosteniendo pancartas y gritando sus nombres. Los cuatro hombres se dieron cuenta de que, aunque sus cuerpos estuvieran encarcelados, sus espíritus eran libres. A través de su sacrificio, habían inspirado a una nación a levantarse y luchar por su libertad. La República de Otaria comenzaba a despertar de un largo letargo, y el eco de su lucha resonaría por generaciones.
EPÍLOGO: LA ESPERANZA PERSISTE
Años después, el sistema judicial de Otaria se había reformado y los cuatro hombres fueron liberados como héroes. Su historia se convirtió en leyenda, un recordatorio de que la lucha por la justicia siempre vale la pena. Toribio Correa, Camilo Guerrero, Adelardo Funes y Justiniano Moreira dedicaron sus vidas a seguir luchando por los derechos de los demás, transformando su sufrimiento en una fuerza poderosa para el cambio.
Así, la República de Otaria aprendió que, aunque la oscuridad puede parecer abrumadora, siempre hay una chispa de esperanza que puede encender la luz. Y esa luz, en manos de aquellos que se niegan a rendirse, puede cambiar el mundo.
¡Y el grito de los 4 otarios se escuchará para la eternidad!
La economía, que viene de un largo estancamiento, ahora – mientras atraviesa una recesión seria – ha logrado que parte de los entusiastas oficialistas del periodismo acepten su complicada realidad.
Las críticas han aparecido después de meses de información negativa coincidente Hoy sabemos que todo lo que debía subir baja; y todo lo que debía bajar sube. Hay excepciones. Los medios que crean opinión, luego de la confirmación por parte de la casi totalidad de los economistas profesionales, balbucean que vamos mal. Al igual que en el siniestro período de 6,7,8 los periodistas que interpretan y editorializan, le hacen un enorme daño al gobierno que pretenden ayudar. Son espejos que deforman, mecanismos que ocultan los errores. ¿Cómo corregir entonces?
Ocultar errores es grave. Por ejemplo el feminismo ha visibilizado, aun las incomodidades personales, llevando la memoria de las causas a dos y tres décadas atrás, y haciendo públicamente responsables a los acusados de acoso, abuso de poder y crímenes mayores como la violación, instalándolos en los medios para que, en el caso de quedar impunes en la Justicia, no lo sean en el tribunal de la opinión pública. Pero no olvidemos los riesgos terribles de la condena mediática. El Papa cuando menciona el terrorismo de la palabra.
No son tiempos de ocultar. En este río revuelto la hipocresía es un vicio que daña. Si hay alguien que ha contribuido a la cosificación de la mujer y a alimentar patologías, digamos masculinas, han sido los programas de Televisión (protagonistas, guionistas, propietarios, avisadores y al COMFER) que han apostado al beneficio monetizable del rating basado en acosos cuando no en abusos en clave de risa. Esto es lo actual. Un tema mayor.
También en la economía hay silencios cómplices que de no haber existido habrían ayudado a quienes, con el silencio del error, se los pretende proteger.
Un intelectual y un grande de la vida pública, Raul Scalabrini Ortiz, luego del triunfo de Juan Perón en el 45 recibió la propuesta de dirigir un diario “oficialista”. Contundente: “No. Oficialista jamás. Porque mi deseo es que este proyecto (pensaba en las banderas del partido ganador) reciba de sus leales los avisos de desviación para que se pueda recuperar el rumbo”.
Don Raúl era un intelectual comprometido con las ideas. No un guardaespaldas, función respetable, pero que nada que ver tiene con el periodismo.
El discurso periodístico está en dirección a convertirse en un lenguaje barra brava, tanto para defender a los gobiernos, evitando contribuir a corregir sus errores, como para difamar a los elegidos como enemigos, aunque no lo sean.
Un famoso “articulista” tratando de aparecer como razonable e independiente, para avalar su interpretación de una alocución del Papa Francisco, dijo que su religión era la católica, pero que era agnóstico y que, sin embargo, se persignaba cuando pasaba por una Iglesia (sic). El mismo escribió y lo repitió en un reportaje radial, que, siendo hijo de inmigrantes, asistió a la escuela en la Argentina, pero que recién se sintió argentino cuando cantó la Marcha Peronista (sic).
Hoy, macrista, hace del peronismo y del Papa, el alfa y omega de todos los males que vive y ha vivido nuestro país. No se arrepiente de su contribución militante.
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Scalabrini Ortíz
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Macri
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Perón
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Muchos editorialistas que han sido militantes o simpatizantes, cuadros políticos de organizaciones armadas de los 70, sin reconocerlo y sin pedir perdón, ahora dictan cátedra democrática de no violencia y transpiran una intolerancia ad nauseam cuando escuchan, en boca de otros, argumentos que podrían tener un aire de familia con los que sostenían las armas de aquellos jóvenes que ellos empuñaban o acompañaban.
Mucha hipocresía, demasiado silencio, mucha deformación de la realidad.
Usted dirá ¿y todo esto qué tiene que ver con la recesión que atravesamos? Allá voy.
Estamos en la Navidad. Para los cristianos y para los que no lo son, y aún para los que se mofan de la fe, es un tiempo en que gobierna el espíritu de la reconciliación.
El tiempo de Navidad es un tiempo de reconciliación: nadie se sorprende de un llamado, de un regalo, de un saludo. Nadie se sorprende porque está dispuesto también a hacerlo.
La reconciliación apela al pasado, a relaciones previas, a historias comunes y a rescatar lo valioso de ese tiempo. Las familias, los amigos, los compañeros, tal vez sin saberlo, se “reconcilian” se juntan y tienen – la mayor parte de las veces – deseos verdaderos de bien para los demás.
La reconciliación con los otros implica la personal. La mirada hacia adentro. La puesta en protagonismo de la conciencia propia. Algo así como “la viga en el propio”. Sin ese estado personal, la reconciliación es débil o no es verdadera.
Los argentinos no estamos viviendo un estado de reconciliación. Pero condenados o bendecidos, poca importa, sin estar juntos no somos lo que estamos siendo y lo que vamos a hacer: vamos en reversa.
La habitación es común, sin reconciliación o con ella.
Estamos en estado de grieta, el desencuentro.
El teorema de las fuerzas dividas y de los vectores opuestos. Ahí estamos.
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678
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Prat-Gay
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Vaca Muerta
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Primero “la viga en el propio” y segundo, los buenos deseos.
Dice bien el Presidente: lo primero es la verdad. Toda la verdad.
Y la primera, es decir en común dónde estamos: en todo, en la cuestión de la cosificación y en la economía. Estamos aquí. Mas allá de haber caído en un tobogán tan largo como queramos. Pero estamos aquí. Esa es la primera verdad. Vamos a la economía.
Un fracaso social interno que se mide por la descomunal pobreza y la infamante desigualdad. Nada nuevo.
Un fracaso gigante de la relación económica con el mundo: deudores patológicos incapaces de construir un país de productores y no uno de consumidores. Nada nuevo.
La desigualdad hace que unos consuman (en dólares) lo que el conjunto no puede pagar, mientras la pobreza erosiona todos los pilares que sostienen la estructura que inexplicablemente todavía resiste.
Si no vamos al estado del Encuentro, a la reconciliación, nos esperan horas amargas.
Esas dos tensiones, lo social y lo externo, están en el límite.
El tema del acoso, el abuso, la cosificación de la mujer, tiene un protagonismo de debate en los medios, pero permanece la cosificación en las publicidades, las imágenes, los programas.
¿Quién está dispuesto a perder rating, impacto, a cambio de una cultura de la no cosificación? No es un problema menor.
La familia, la escuela, hoy no pueden superar el peso de los medios que atraviesan transversalmente la familia y la escuela.
La cuestión de los medios es una cuestión de política y poder.
La política son las ideas que consensuemos acerca de los medios y su función en libertad; y el poder es la manera en que esas ideas se podrían materializar.
¿Hay valor para una política y para el ejercicio del poder frente al rating?
Notable. Pasa lo mismo en la cuestión económica. Las cifras del PBI nos informan de una caída enorme luego de un largo estancamiento. No es posterior a un largo período de crecimiento que nos dejaría en niveles superiores al inmediato pasado. No. Caemos de un estancamiento que está por cumplir una década.
Titulan los diarios oficialistas: cayó la actividad pero no el nivel de empleo. Buena noticia, muchas personas conservan su puesto de trabajo. Discutible.
Mala noticia: ha bajado la productividad y, además, cayó abruptamente la inversión, es decir, la productividad a futuro.
El FMI avala los compromisos del gobierno.
Pero el riesgo país supera los 800 puntos básicos. La economía no puede retornar a los mercados de crédito. Objetivo incumplido. Se terminaron los proyectos a financiar con el jugoso sistema de PPP.
Mauricio Macri, después del G20, no logra generar confianza ni adentro ni afuera.
Con confianza en baja, la deuda externa no deja de crecer y nada hay en el horizonte que augure la mejora en las cuentas externas de modo que la Argentina tenga sus propios dolares ganados con el sudor de su frente. No.
La postergación de las PPP pone en jaque obras imprescindibles, por ejemplo, para bajar costos y aumentar la productividad y acelerar la explotación de Vaca Muerta.
La presión por el déficit cero obliga al gobierno a bajar los subsidios a la explotación de Vaca Muerta. Subsidios injustificados, que CFK puso en marcha, pero sin los cuales Paolo Roca no hubiera conformado los compromisos de inversión.
Insólito: dados los subsidios pactados, si aumenta la producción de Vaca Muerta se hace crema el déficit cero. Inconsistencia.
Futuro incierto y recesión declarada, no han sido óbice para la generosa expectativa oficial sobre la baja de la la inflación liquidando la demanda. Pero todo parece indicar que la tasa de inflación, por ahora, no amaina al ritmo deseado.
La paradoja de la recesión urbana “sin desempleo consecuente”, es un problema de formas y tiempos de información: más tarde o más temprano a la recesión la sucede el desempleo. Bien leídas las cifras son mayores.
El desempleo es, por definición, más lento que la caida de la producción. Pero el reempleo es, por definición, mucho más lento que la recuperación de la actividad.
Para el gobierno ni la actividad ni el empleo son un objetivo: son una consecuencia.
El triple objetivo es déficit cero, baja de la inflación y baja del riesgo país.
El instrumento es la congelación monetaria, la tasa de interés y el dólar tablita en la zona baja.
Por eso el estancamiento está garantizado. El desempleo abierto y peligroso llegará después.
Lo que ellos llaman la política económica está acorralada y hoy es un oximoron.
Lo imprescindible, hoy, es recuperar la política y el poder.
Y para eso no hay otra herramienta que el Encuentro, la reconciliación; y como lo han pedido, qué sorpresa para uno, Guillermo Calvo y Alfonso Prat Gay, un acuerdo, un Pacto, una concertación social.
Es tan obvio para la economía como lo es un acuerdo para derogar la cosificación de la mujer en la publicidad y la televisión.
El acuerdo es posible cuando todos aceptan que algo tienen que ceder.
Es obvio.
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Carlos Leyba es economista egresado de la Universidad de Buenos Aires. Realizó estudios de posgrado en la Universidad Libre de Bruselas. Fue profesor regular titular en la Facultad de Ciencias Económicas (UBA). Durante la presidencia de Perón fue subsecretario general del Ministerio de Economía y vicepresidente ejecutivo del Instituto Nacional de Planificación Económica (INPE), en tal carácter tuvo a su cargo las tareas operativas de la Política de Concertación y del Plan Trienal de Reconstrucción y Liberación Nacional. Fue presidente del Fondo Nacional de las Artes y coordinador de los Informes de Desrrollo Humano (1995-1999) del Senado de la Nación. Consultor del PNUD, del Banco Mundial, del BID y de empresas. Es presidente del Centro de Estrategias de Estado y Mercado (EEM), profesor en la Maestria de Integración de la UBA, columnista económico de la revista Debate y edita la página web nosquedamosenel73. Es autor del libro Economia y Politica en el Tercer Gobierno de Peron.
LAS SOMBRAS DE OTARIA
◘
Pr. Ms. Dr. (HC/Ord.Chp.Br)
IEBA
En la Republica de Otaria habitaban 4 ciudadanos; Toribio Correa, Camilo Guerrero, Adelardo Funes y Justiniano Moreira; ciudadanos simples, cumplidores de sus obligaciones sociales, políticas y cívicas; hombres de familia y muy trabajadores, ciudadanos otarianos ejemplares. Un día la República de Otaria, sumida en un desequilibrio socio político, con sus poderes Institucionales corruptos y prevaricadores, con dirigentes políticos puramente otarianos, en complicidad subrepticia con el poder judicial de la República de Otaria, sibilinos, politizados y corruptos; convocan a Toribio Correa, Camilo Guerrero, Adelardo Funes y Justiniano Moreira, adulándolos como así también enalteciéndoles sus personalidades y manifestándoles la extrema gratitud del pueblo de la República de Otaria, a entregarse a una causa tan noble que representa dar todo, y hasta sacrificar sus propias familias para salvaguardar a la República de Otaria como al propio pueblo ante las vicisitudes que estaba sometida.
CAPÍTULO 1: EL OCASO DE LA LIBERTAD
En la República de Otaria, un pequeño país sumido en la corrupción y la injusticia, cuatro hombres se encontraban atrapados en las frías paredes de una prisión que se había convertido en su hogar, su prisión y su tumba, Toribio Correa, Camilo Guerrero, Adelardo Funes y Justiniano Moreira; eran hombres comunes, pero sus ideales de justicia y equidad los habían llevado a ser perseguidos por un sistema que prefería mantener el silencio a escuchar la verdad. Toribio Correa, un maestro de escuela con un corazón noble, había dedicado su vida a educar a los jóvenes de Otaria. Su entusiasmo por el cambio y su lucha por un sistema educativo justo lo habían convertido en un blanco para el poder judicial corrupto. Camilo Guerrero, un abogado civilista, que había defendido a la equidad social, enfrentándose a poderosos que nunca habían conocido la derrota. Adelardo Funes, un periodista valiente, que había expuesto los oscuros secretos del gobierno, y Justiniano Moreira, un activista social, que había liderado expresiones sindicales en busca del bienestar de los trabajadores de Otaria para un futuro mejor. Los cuatro hombres habían sido arrestados, luego de haber sido inducidos a la lucha contra la corrupción, y ser utilizados por intereses capciosos que estaban en contra del bienestar del Pueblo de Otaria; en una operación orquestada por las autoridades legislativas corruptas en complicidad con las judiciales prevaricadoras, que los acusaron de conspiración y sedición. El juicio fue una verdadera farsa, con testigos falsos y con el apoyo de un periodismo inducido politizado e ideologizado; un espectáculo montado para dar la apariencia de justicia. La sentencia fue extremadamente dura: cadena perpetua, en condiciones deplorables.
CAPÍTULO 2: ENTRE REJAS
La prisión era un lugar de desesperanza. Las paredes estaban cubiertas de moho, el aire era denso y la luz del sol apenas penetraba en las celdas. Los cuatro hombres se encontraron en un pequeño rincón del patio, donde la tierra era árida y el cielo, gris. Allí, en medio de la desolación, comenzaron a forjar una amistad más allá de las circunstancias que los unían. Toribio Correa, con su espíritu optimista, mantenía viva la esperanza. “No podemos rendirnos”, decía con la voz entrecortada. Camilo Guerrero, con su mente aguda, planeaba estrategias para documentar su sufrimiento. Adelardo Funes soñaba con escribir un libro sobre su experiencia, mientras que Justiniano Moreira instaba a sus compañeros a no perder la fe en que algún día la verdad saldría a la luz. Las horas se convirtieron en días, los días en meses y los meses en años. El tiempo se desvanecía en aquel lugar oscuro, pero la amistad entre ellos florecía como una rosa en medio de la tormenta.
CAPÍTULO 3: LA CHISPA DE LA REBELIÓN
Un día, mientras compartían un poco de pan y agua, Toribio Correa reveló un plan que había estado gestando en secreto. “Si logramos salir de aquí, podemos contar nuestra historia al mundo”, dijo con fervor. “Podemos ser la voz de aquellos que han sido silenciados”. La idea resonó en los corazones de sus compañeros. Así, comenzaron a trazar un plan para escapar. Utilizando su ingenio y habilidades, se organizaron en silencio, sin alertar a los guardias. Cada día era un nuevo desafío, cada paso hacia la libertad estaba lleno de riesgos.
CAPÍTULO 4: LA NOCHE DE LA FUGA
Una noche, cuando la luna estaba alta y las estrellas brillaban con fuerza, los cuatro hombres decidieron que era el momento de actuar. Con el corazón palpitante, se deslizaron por los oscuros pasillos de la prisión. El aire estaba impregnado de una mezcla de miedo y esperanza. Lograron evadir a los guardias y, con la adrenalina corriendo por sus venas, llegaron a la salida. Sin embargo, la libertad no estaba asegurada. En el último momento, fueron descubiertos. Un grito se escuchó en la noche y la alarma sonó, pero la chispa de la rebelión ya había sido encendida.
CAPÍTULO 5: LA VOZ DE OTARIA
A pesar de no haber logrado escapar, la historia de su valentía comenzó a filtrarse fuera de las rejas. Un grupo de activistas fuera de la prisión recibió noticias de su intento de fuga y comenzó a movilizarse. Artículos, entrevistas y testimonios comenzaron a aparecer en medios de comunicación internacionales, denunciando la corrupción del poder judicial de Otaria. La presión aumentó, y pronto, el mundo entero se dio cuenta de la injusticia que se estaba cometiendo en aquel pequeño país. La voz de Toribio Correa, Camilo Guerrero, Adelardo Funes y Justiniano Moreira resonó más allá de las paredes de su prisión, convirtiéndose en un símbolo de resistencia y esperanza.
CAPÍTULO 6: UN NUEVO AMANECER
Finalmente, la presión internacional y la indignación de la población llevaron a una serie de reformas en el sistema judicial de Otaria. Los cuatro hombres, aunque todavía encarcelados, se convirtieron en héroes para su pueblo. Su lucha por la verdad y la justicia había desatado un movimiento que no podía ser detenido. Un día, mientras miraban a través de las rejas, vieron a un grupo de personas congregarse frente a la prisión, sosteniendo pancartas y gritando sus nombres. Los cuatro hombres se dieron cuenta de que, aunque sus cuerpos estuvieran encarcelados, sus espíritus eran libres. A través de su sacrificio, habían inspirado a una nación a levantarse y luchar por su libertad. La República de Otaria comenzaba a despertar de un largo letargo, y el eco de su lucha resonaría por generaciones.
EPÍLOGO: LA ESPERANZA PERSISTE
Años después, el sistema judicial de Otaria se había reformado y los cuatro hombres fueron liberados como héroes. Su historia se convirtió en leyenda, un recordatorio de que la lucha por la justicia siempre vale la pena. Toribio Correa, Camilo Guerrero, Adelardo Funes y Justiniano Moreira dedicaron sus vidas a seguir luchando por los derechos de los demás, transformando su sufrimiento en una fuerza poderosa para el cambio.
Así, la República de Otaria aprendió que, aunque la oscuridad puede parecer abrumadora, siempre hay una chispa de esperanza que puede encender la luz. Y esa luz, en manos de aquellos que se niegan a rendirse, puede cambiar el mundo.
¡Y el grito de los 4 otarios se escuchará para la eternidad!
¡VIVA LA LIBERTAD OTARIA CARAJO!
PrisioneroEnArgentina.com
Febrero 17, 2025
ES OBVIO
La economía, que viene de un largo estancamiento, ahora – mientras atraviesa una recesión seria – ha logrado que parte de los entusiastas oficialistas del periodismo acepten su complicada realidad.
Las críticas han aparecido después de meses de información negativa coincidente Hoy sabemos que todo lo que debía subir baja; y todo lo que debía bajar sube. Hay excepciones. Los medios que crean opinión, luego de la confirmación por parte de la casi totalidad de los economistas profesionales, balbucean que vamos mal. Al igual que en el siniestro período de 6,7,8 los periodistas que interpretan y editorializan, le hacen un enorme daño al gobierno que pretenden ayudar. Son espejos que deforman, mecanismos que ocultan los errores. ¿Cómo corregir entonces?
Ocultar errores es grave. Por ejemplo el feminismo ha visibilizado, aun las incomodidades personales, llevando la memoria de las causas a dos y tres décadas atrás, y haciendo públicamente responsables a los acusados de acoso, abuso de poder y crímenes mayores como la violación, instalándolos en los medios para que, en el caso de quedar impunes en la Justicia, no lo sean en el tribunal de la opinión pública. Pero no olvidemos los riesgos terribles de la condena mediática. El Papa cuando menciona el terrorismo de la palabra.
No son tiempos de ocultar. En este río revuelto la hipocresía es un vicio que daña. Si hay alguien que ha contribuido a la cosificación de la mujer y a alimentar patologías, digamos masculinas, han sido los programas de Televisión (protagonistas, guionistas, propietarios, avisadores y al COMFER) que han apostado al beneficio monetizable del rating basado en acosos cuando no en abusos en clave de risa. Esto es lo actual. Un tema mayor.
También en la economía hay silencios cómplices que de no haber existido habrían ayudado a quienes, con el silencio del error, se los pretende proteger.
Un intelectual y un grande de la vida pública, Raul Scalabrini Ortiz, luego del triunfo de Juan Perón en el 45 recibió la propuesta de dirigir un diario “oficialista”. Contundente: “No. Oficialista jamás. Porque mi deseo es que este proyecto (pensaba en las banderas del partido ganador) reciba de sus leales los avisos de desviación para que se pueda recuperar el rumbo”.
Don Raúl era un intelectual comprometido con las ideas. No un guardaespaldas, función respetable, pero que nada que ver tiene con el periodismo.
El discurso periodístico está en dirección a convertirse en un lenguaje barra brava, tanto para defender a los gobiernos, evitando contribuir a corregir sus errores, como para difamar a los elegidos como enemigos, aunque no lo sean.
Un famoso “articulista” tratando de aparecer como razonable e independiente, para avalar su interpretación de una alocución del Papa Francisco, dijo que su religión era la católica, pero que era agnóstico y que, sin embargo, se persignaba cuando pasaba por una Iglesia (sic). El mismo escribió y lo repitió en un reportaje radial, que, siendo hijo de inmigrantes, asistió a la escuela en la Argentina, pero que recién se sintió argentino cuando cantó la Marcha Peronista (sic).
Hoy, macrista, hace del peronismo y del Papa, el alfa y omega de todos los males que vive y ha vivido nuestro país. No se arrepiente de su contribución militante.
[ezcol_1third]Scalabrini Ortíz
[/ezcol_1third] [ezcol_1third]Macri
[/ezcol_1third] [ezcol_1third_end]Perón
[/ezcol_1third_end]Muchos editorialistas que han sido militantes o simpatizantes, cuadros políticos de organizaciones armadas de los 70, sin reconocerlo y sin pedir perdón, ahora dictan cátedra democrática de no violencia y transpiran una intolerancia ad nauseam cuando escuchan, en boca de otros, argumentos que podrían tener un aire de familia con los que sostenían las armas de aquellos jóvenes que ellos empuñaban o acompañaban.
Mucha hipocresía, demasiado silencio, mucha deformación de la realidad.
Usted dirá ¿y todo esto qué tiene que ver con la recesión que atravesamos? Allá voy.
Estamos en la Navidad. Para los cristianos y para los que no lo son, y aún para los que se mofan de la fe, es un tiempo en que gobierna el espíritu de la reconciliación.
El tiempo de Navidad es un tiempo de reconciliación: nadie se sorprende de un llamado, de un regalo, de un saludo. Nadie se sorprende porque está dispuesto también a hacerlo.
La reconciliación apela al pasado, a relaciones previas, a historias comunes y a rescatar lo valioso de ese tiempo. Las familias, los amigos, los compañeros, tal vez sin saberlo, se “reconcilian” se juntan y tienen – la mayor parte de las veces – deseos verdaderos de bien para los demás.
La reconciliación con los otros implica la personal. La mirada hacia adentro. La puesta en protagonismo de la conciencia propia. Algo así como “la viga en el propio”. Sin ese estado personal, la reconciliación es débil o no es verdadera.
Los argentinos no estamos viviendo un estado de reconciliación. Pero condenados o bendecidos, poca importa, sin estar juntos no somos lo que estamos siendo y lo que vamos a hacer: vamos en reversa.
La habitación es común, sin reconciliación o con ella.
Estamos en estado de grieta, el desencuentro.
El teorema de las fuerzas dividas y de los vectores opuestos. Ahí estamos.
[ezcol_1third]678
[/ezcol_1third] [ezcol_1third]Prat-Gay
[/ezcol_1third] [ezcol_1third_end]Vaca Muerta
[/ezcol_1third_end]Primero “la viga en el propio” y segundo, los buenos deseos.
Dice bien el Presidente: lo primero es la verdad. Toda la verdad.
Y la primera, es decir en común dónde estamos: en todo, en la cuestión de la cosificación y en la economía. Estamos aquí. Mas allá de haber caído en un tobogán tan largo como queramos. Pero estamos aquí. Esa es la primera verdad. Vamos a la economía.
Un fracaso social interno que se mide por la descomunal pobreza y la infamante desigualdad. Nada nuevo.
Un fracaso gigante de la relación económica con el mundo: deudores patológicos incapaces de construir un país de productores y no uno de consumidores. Nada nuevo.
La desigualdad hace que unos consuman (en dólares) lo que el conjunto no puede pagar, mientras la pobreza erosiona todos los pilares que sostienen la estructura que inexplicablemente todavía resiste.
Si no vamos al estado del Encuentro, a la reconciliación, nos esperan horas amargas.
Esas dos tensiones, lo social y lo externo, están en el límite.
El tema del acoso, el abuso, la cosificación de la mujer, tiene un protagonismo de debate en los medios, pero permanece la cosificación en las publicidades, las imágenes, los programas.
¿Quién está dispuesto a perder rating, impacto, a cambio de una cultura de la no cosificación? No es un problema menor.
La familia, la escuela, hoy no pueden superar el peso de los medios que atraviesan transversalmente la familia y la escuela.
La cuestión de los medios es una cuestión de política y poder.
La política son las ideas que consensuemos acerca de los medios y su función en libertad; y el poder es la manera en que esas ideas se podrían materializar.
¿Hay valor para una política y para el ejercicio del poder frente al rating?
Notable. Pasa lo mismo en la cuestión económica. Las cifras del PBI nos informan de una caída enorme luego de un largo estancamiento. No es posterior a un largo período de crecimiento que nos dejaría en niveles superiores al inmediato pasado. No. Caemos de un estancamiento que está por cumplir una década.
Titulan los diarios oficialistas: cayó la actividad pero no el nivel de empleo. Buena noticia, muchas personas conservan su puesto de trabajo. Discutible.
Mala noticia: ha bajado la productividad y, además, cayó abruptamente la inversión, es decir, la productividad a futuro.
El FMI avala los compromisos del gobierno.
Pero el riesgo país supera los 800 puntos básicos. La economía no puede retornar a los mercados de crédito. Objetivo incumplido. Se terminaron los proyectos a financiar con el jugoso sistema de PPP.
Mauricio Macri, después del G20, no logra generar confianza ni adentro ni afuera.
Con confianza en baja, la deuda externa no deja de crecer y nada hay en el horizonte que augure la mejora en las cuentas externas de modo que la Argentina tenga sus propios dolares ganados con el sudor de su frente. No.
La postergación de las PPP pone en jaque obras imprescindibles, por ejemplo, para bajar costos y aumentar la productividad y acelerar la explotación de Vaca Muerta.
La presión por el déficit cero obliga al gobierno a bajar los subsidios a la explotación de Vaca Muerta. Subsidios injustificados, que CFK puso en marcha, pero sin los cuales Paolo Roca no hubiera conformado los compromisos de inversión.
Insólito: dados los subsidios pactados, si aumenta la producción de Vaca Muerta se hace crema el déficit cero. Inconsistencia.
Futuro incierto y recesión declarada, no han sido óbice para la generosa expectativa oficial sobre la baja de la la inflación liquidando la demanda. Pero todo parece indicar que la tasa de inflación, por ahora, no amaina al ritmo deseado.
La paradoja de la recesión urbana “sin desempleo consecuente”, es un problema de formas y tiempos de información: más tarde o más temprano a la recesión la sucede el desempleo. Bien leídas las cifras son mayores.
El desempleo es, por definición, más lento que la caida de la producción. Pero el reempleo es, por definición, mucho más lento que la recuperación de la actividad.
Para el gobierno ni la actividad ni el empleo son un objetivo: son una consecuencia.
El triple objetivo es déficit cero, baja de la inflación y baja del riesgo país.
El instrumento es la congelación monetaria, la tasa de interés y el dólar tablita en la zona baja.
Por eso el estancamiento está garantizado. El desempleo abierto y peligroso llegará después.
Lo que ellos llaman la política económica está acorralada y hoy es un oximoron.
Lo imprescindible, hoy, es recuperar la política y el poder.
Y para eso no hay otra herramienta que el Encuentro, la reconciliación; y como lo han pedido, qué sorpresa para uno, Guillermo Calvo y Alfonso Prat Gay, un acuerdo, un Pacto, una concertación social.
Es tan obvio para la economía como lo es un acuerdo para derogar la cosificación de la mujer en la publicidad y la televisión.
El acuerdo es posible cuando todos aceptan que algo tienen que ceder.
Es obvio.
Carlos Leyba es economista egresado de la Universidad de Buenos Aires. Realizó estudios de posgrado en la Universidad Libre de Bruselas. Fue
profesor regular titular en la Facultad de Ciencias Económicas (UBA). Durante la presidencia de Perón fue subsecretario general del Ministerio de Economía y vicepresidente ejecutivo del Instituto Nacional de Planificación Económica (INPE), en tal carácter tuvo a su cargo las tareas operativas de la Política de Concertación y del Plan Trienal de Reconstrucción y Liberación Nacional. Fue presidente del Fondo Nacional de las Artes y coordinador de los Informes de Desrrollo Humano (1995-1999) del Senado de la Nación. Consultor del PNUD, del Banco Mundial, del BID y de empresas. Es presidente del Centro de Estrategias de Estado y Mercado (EEM), profesor en la Maestria de Integración de la UBA, columnista económico de la revista Debate y edita la página web nosquedamosenel73. Es autor del libro Economia y Politica en el Tercer Gobierno de Peron.
[/ezcol_3fifth] [ezcol_1fifth_end].[/ezcol_1fifth_end]Colaboración: ICIMISS
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Enero 16, 2019