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  Por Ali Wheeler.

Aquí un secreto de mi época como mesera: el pan tiene un propósito muy específico y muy manipulador.

En un restaurante italiano en el que trabajaba, teníamos que tener el pan en la mesa dos minutos después de la llegada de los comensales. Teniamos que calcular la cantidad (un pan para tres personas), untarlos con aceite y espolvorearlos con sal.

Después de tomar su pedido, necesitábamos revisar el pan y traer más dentro de los cinco minutos posteriores a que terminaron el pan, hasta que llegara la comida.

¿Por qué?

Porque los clientes son un dolor de cabeza cuando esperan. 

“¿Cuál es la diferencia entre una porción de pescado con patatas fritas y dos porciones de pescado con patatas fritas?”
“¿El pan para la sopa viene aparte?
“¿Ese platillo va a ser demasiado grande para mí?”
¿Cuánto más grande es el filete de cuarto kilo que el de medio kilo?
“¿La pizza aqui viene con queso?”

El pan es un mecanismo de distracción. Cuando el cliente está esperando en la mesa, todo parece tardar más. Tan pronto como tengan un poco de pan en qué ocuparse, no molestarán a los meseros con quejas absurdas, con entretenimiento y exigencias mientras las meseras y meseros se ocupan de otras mesas.

Experimentarán el tiempo de una manera mucho más corta y menos intrusiva, y no se quejará de que la comida tarda una eternidad, cuando en realidad solo han pasado diez minutos y la cocina está ocupada. Entonces, para recapitular: ofrecen pan para calmar la impaciencia.

 

 


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Febrero 13, 2024