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  Por Delia Crespo.

En 1756, el rey Federico II de Prusia quiso encontrar una forma de acabar con el prolongado sufrimiento y la hambruna que asolaba a su pueblo.

¿Su solución? Las patatas.

Promulgó una orden circular que garantizaría el cultivo de patatas en la región.

El “nuevo” cultivo de Sudamérica parecía ser la respuesta a sus oraciones y ordenó apresuradamente que se plantaran campos de patatas para la gente. Se aseguró de informar a la gente sobre los numerosos beneficios del nuevo alimento para que se interesaran y comenzaran a comerlo también.

Sin embargo, no todo iba según lo previsto.

Mucha gente rechazó el alimento debido a su extraño aspecto «sucio» exterior y su sabor insípido.

Parecía que el plan del rey iba a fracasar, hasta que decidió intentar cambiar las cosas.

Envió guardias para «proteger» los campos de los ladrones, lo que a su vez hizo que los aldeanos sintieran curiosidad por saber qué fuente asombrosa podrían estar escondiendo los guardias.

A los soldados se les dijo que fueran indulgentes con los ladrones y que bajaran la guardia para que pudieran robar las cosechas durante la noche sin problemas.

Esto, a su vez, permitió que las patatas se cultivaran en huertos personales y que muchos habitantes de la aldea las utilizaran para el consumo, que era el plan del rey desde el principio.

Hasta el día de hoy, si visita la tumba del rey Federico, verá patatas sobre ella para recordar a todo el mundo cuándo se introdujo este alimento en Alemania y el gran servicio que prestó al pueblo.

 


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Noviembre 9, 2024